INTRODUCCION

 

Esta historia se desarrolla en el primer año de nuestro siglo, en Estados Unidos, en el sur del Estado de Florida, donde, aunque suavizados gracias a las conquistas  logradas por las organizaciones que promueven los derechos civiles, todavía existen rescoldos de odio y discriminación racial.

Los conflictos raciales se agudizan a partir de 1863, durante la Guerra Civil, a consecuencia de la emancipación de los esclavos negros decretada por Abraham Lincoln en los estados rebeldes, que se completa al final de la Guerra con la Décimo tercera Enmienda a la Constitución que libera definitivamente a los esclavos en los estados restantes, con lo que los afroamericanos obtuvieron el derecho a votar y a ser compensados por su trabajo, en pié de igualdad, al menos teóricamente, con los blancos. Desde entonces empezaron a construirse escuelas y trenes en el Sur con los impuestos que pagaban principalmente los blancos. 

 

La mano de obra negra, dispuesta a trabajar en el campo y las ciudades en las labores más arduas, por salarios más bajos, constituyó una fuerte competencia y motivo de fricción con los blancos pobres, que se organizaron de diversas maneras para  aterrorizarlos y expulsarlos de sus comunidades. Una de las organizaciones más conocidas es el Ku Klux Klan, que se especializó en atacar personalmente a los afro americanos y en sabotear sus iglesias, centro de su vida social, política y económica.

En nuestro relato, el destilado del odio racial en el Norte va a afectar a un miembro destacado, de estirpe chamánica (sacerdotal), de otra minoría étnica, la tribu de los Warao, que habita, desde tiempo inmemorial la región del Delta del Río Orinoco, y en menor medida, hacia el sur,  las costas  de Guyana y Surinam. Fueron los primeros indígenas que encontraron los europeos al  llegar  a tierra firme en 1498 y, al observar los palafitos en que vivían, decidieron bautizar el territorio con el nombre de Venezuela, “la pequeña Venecia”.

Hablan una lengua única, sin  conexiones con otros dialectos indígenas, aunque algunos investigadores han observado   relaciones   con el lenguaje Timucua de los nativos americanos del norte de Florida.

Son grandes aficionados a   componer y cantar sus propias canciones, que interpretan mientras trabajan, participan en ceremonias rituales o,  en el caso de sus chamanes, mientras atienden a los enfermos o se comunican con los espíritus. Cualquiera de ellos puede entonar poemas mágicos o curativos improvisando las palabras, pero siguiendo ciertos patrones religiosos y melódicos, desarrollando temas de la extensa mitología Warao.

Los chamanes, que recorren constantemente en su espíritu los caminos celestiales del universo Warao  para alcanzar el conocimiento y poderes sobrenaturales, son los únicos mediadores entre los seres humanos y los Dioses para poder curar a los enfermos y mantener la estabilidad del mundo. El pueblo considera el cristianismo predicado por los misioneros como un camino paralelo para asegurarse la vida después de la muerte, pero dan prioridad a sus creencias ancestrales.