5

Sally decidió acompañarles. Y empezó a lamentarse de que si seguían la senda iban a caer en un agujero negro y quedarían aplastados hasta quedar convertidos en hormigas.

Adam y Watch ignoraron sus comentarios.

Encontraron a Bum sentado sobre un muro, junto al embarcadero, dando de comer a los pájaros de una bolsa de semillas.

En su camino hacia el muelle, Watch se había detenido para comprar un bocadillo de pavo para Bum, a modo de regalo. A Bum se le iban los ojos tras él cuando se lo ofrecieron y ni siquiera les miró hasta que se lo hubo zampado.

El vagabundo estaba muy sucio. Vestía una chaqueta gris mugrienta y deshilachada que daba la impresión de haber sido recogida de un contenedor de basuras. Iba con barba de varios días y sus mejillas estaban manchadas de grasa.

El cabello era del mismo color que el del aceite de automóviles usado. Tal vez hubiera cumplido los sesenta años, aunque si se bañara, afeitara y vistiera con ropas limpias quizá diera la impresión de estar más cerca de los cuarenta.

A pesar de su aspecto delgado y macilento, sus ojos eran muy brillantes y tenían una expresión muy viva. No parecía estar borracho, sino sólo hambriento.

Cuando hubo acabado de comer los miró atentamente, examinando a Adam de arriba abajo.

—Tú eres el nuevo chico que ha llegado al pueblo —dijo finalmente—. He oído hablar de ti.

—¿De verdad? —preguntó Adam, sorprendido—. ¿Quién le ha hablado de mí?

—Jamás revelo mis fuentes —contestó Bum, al tiempo que echaba las migas de su bocadillo a los pájaros que revoloteaban a su alrededor como si él fuese el mismísimo Señor de las Aves. Luego continuó—: Te llamas Adam y has venido con tu familia desde Kansas City.

—Sí, señor, es verdad —reconoció Adam.

Bum lanzó una gran carcajada.

—Ya nadie me llama señor, chaval. Y en honor a la verdad, no me importa en absoluto. Yo soy Bum, ése es mi nuevo nombre. Puedes llamarme así.

—¿Realmente era usted el alcalde del pueblo? —preguntó Adam.

Bum miró hacia lo lejos, a la línea del horizonte, allí donde parece acabarse el mar.

—Sí, pero ocurrió hace mucho tiempo, cuando era joven y quería ser alguien importante —respondió Bum al cabo de unos segundos—. Pero la verdad, era muy mal alcalde.

—Ya se lo había dicho —intervino Watch.

Bum lanzó una risita.

—No esperaba menos de ti —comentó—. Y ahora, Watch, dime… ¿qué es lo que quieres? ¿Encontrar la Senda Secreta? ¿Cómo sé que estás preparado para conocer un secreto tan importante?

—¿Cómo puedo saber si estoy preparado para conocer su secreto? —preguntó Watch.

Bum les pidió que se inclinaran hacia él, y les habló en un tono confidencial.

—No debéis tener miedo. Si entráis en la Senda Secreta y alcanzáis esas otras poblaciones, no debéis tener miedo. Quien tiene miedo encuentra la muerte. Pero si conserváis la cabeza fría y pensáis con rapidez entonces podréis sobrevivir al viaje. Es el único modo de conseguirlo.

Adam contuvo la respiración antes de decidirse a plantearle la pregunta clave.

—¿Usted ha recorrido la Senda Secreta?

Bum se rió suavemente, como si lo hiciera para sus adentros.

—Muchas veces, chaval. La he recorrido en todas direcciones, por la izquierda y por la derecha, e incluso hacia arriba, si sabes a qué me refiero…

—No, no lo sé… —reconoció Adam con franqueza.

—La Senda Secreta no conduce siempre al mismo sitio —le aclaró Bum—. Todo depende de ti. Si tienes un poco de miedo, entonces acabarás en un sitio ligeramente amenazador. Si te sientes aterrorizado, la senda se convertirá en un camino hacia el horror.

—Me gusta —dijo Watch.

—¿Te gusta? ¿Has dicho que te gusta? —repitió Sally con retintín—. ¿A quién le puede gustar eso? Vamos, Adam, larguémonos. Ni tú ni yo estamos preparados. Los dos somos unos cobardes.

—Habla sólo por ti —replicó Adam, cada vez más interesado. Bum tenía una manera de hablar que resultaba inquietante, y también seductora. Era difícil dudar de sus palabras—. ¿Y esa senda también puede llevarnos a sitios maravillosos?

—¡Oh, sí! —respondió Bum—. Pero esos sitios son los más difíciles de descubrir. Sólo los mejores los alcanzan, los más audaces e imaginativos. La mayoría, sin embargo, acaba la aventura perdida más allá de los límites de la realidad y nadie vuelve a saber nada de ellos… jamás.

—Eso no me importaría —dijo Watch—. Me encanta esa vieja serie de televisión. En los límites de la realidad. Por favor, dinos cuál es el camino.

Bum les examinó uno a uno y aun cuando la sonrisa desapareció de sus labios, permaneció en el brillo de su mirada.

A Adam le gustaba aquel vagabundo, pero no estaba seguro de que fuera un buen hombre. Las palabras de Ann Templeton, la supuesta bruja, regresaron de improviso a su mente.

«Hay algunas personas mayores que saben su verdadero nombre. Hoy conocerás a otra que también lo sabe y te dirá cosas que seguramente preferirías no saber, aunque, como es natural, eso lo tienes que decidir tú. Voy a darte un consejo porque tú me has hecho el favor de proteger mi coche».

—Si os indico cuál es el camino —dijo Bum— debéis prometerme que no se lo diréis a nadie.

—¡Esperad un momento! —exclamó Sally—. Yo no he dicho que quisiera conocer el secreto. —Y se tapó los oídos con ambas manos mientras añadía—: Este pueblo ya es espeluznante. No deseo ir a caer en otro todavía peor.

Bum se sonrió.

—Te conozco, Sally. Eres más curiosa aún que tus dos amigos. Llevo todo un año observándote. No has parado de buscar la Senda Secreta todo el tiempo.

Sally apartó las manos de sus orejas.

—¡Mentira!

—Yo también te he visto buscando la Senda Secreta —dijo Watch.

—Era sólo para cerrarla para que nadie más pudiera encontrarla —replicó Sally con rapidez.

—La Senda Secreta no puede cerrarse —explicó Bum, y ahora su tono había adquirido una profunda gravedad—. Es muy antigua. Ya existía antes de que se edificara este pueblo y continuará existiendo cuando este pueblo se haya convertido en polvo. Nadie que transite por la senda vuelve a ser la misma persona. Si os decidís a recorrerla, habéis de saber que no hay vuelta atrás. La senda es peligrosa, pero si vuestros corazones son fuertes, la recompensa será magnífica.

—¿Podríamos encontrar un tesoro? —preguntó Adam, cada vez más entusiasmado.

Bum le miró a los ojos.

—Podrías hallar riquezas tan fabulosas que ni te las imaginas.

De pronto, a Sally los ojillos le hicieron chiribitas.

—Bueno… podría comprarme unas cositas que me hacen falta…

Bum movió la cabeza de un lado a otro, luego la echó hacia atrás y lanzó una carcajada.

—Vaya trío. Pero sí, sí, hacéis un buen equipo. Está bien, os diré el secreto… después de que me hayáis prometido no contárselo a nadie, pase lo que pase.

Los tres se miraron un instante antes de exclamar al unísono:

—¡Lo prometemos!

—Bien —aceptó Bum y les indicó que se acercaran a él para que escucharan lo que tenía que decirles, bajando el tono de su voz hasta convertirlo en un suspiro—. La clave está en la historia de la bruja. Tenéis que seguir su vida, toda su vida, hasta el momento de su muerte. Y recordad que cuando la llevaron a su tumba lo hicieron transportando el ataúd al revés, la enterraron mirando hacia abajo, como se hace con todas las brujas, al menos con todas aquéllas que no mueren en la hoguera.

Adam se quedó confundido.

—¿Qué significa eso? —preguntó.

Pero Bum no pensaba decirles nada más. Movió la cabeza haciendo un gesto negativo y reemprendió la tarea de dar de comer a los pájaros.

—Es un acertijo —dijo entonces—. Y vosotros debéis descubrir su significado.