Epílogo

 

 

 

20 de abril, 2018

 

 

 

Un año más tarde, Ashley caminaba descalza junto a la piscina de su casa en Miami para sentarse en los escalones con un té helado en la mano. Su bronceada piel tenía un ligero y embriagador aroma con toques a canela y a protección solar.

Se escuchaba una suave música desde el equipo de música del salón y el traqueteo de los utensilios de cocina. El mejor sonido del mundo, pensó Ashley.

Gérard preparaba algo para comer, y al pensarlo, su estómago rugió.

Tuvo cuidado de no mojar su vestido de gasa, ya que sus padres no tardarían en aparecer. Estaba tan relajada, inclinada hacia atrás sobre sus brazos, y con los ojos cerrados, que apenas fue consciente de que la actividad en la cocina se había detenido. Se sorprendió cuando oyó la suave y masculina voz de Gérard cerca de ella.

—Estás preciosa.

La suave brisa movía su pelo como si de un anuncio de champú se tratara y a Gérard le parecía una verdadera Diosa, tan perfecta y hermosa en todos los aspectos.

—Lo siento, cariño, no quería sobresaltarte.

Soltó un pequeño estremecimiento cuando se inclinó sobre ella para darle un profundo beso en los labios.

—Puedes sobre-saltarme por cualquier lado cuando quieras —soltó con picardía.

Gérard se rió con su broma, una risa ronca y muy sexy, según Ashley.

—Está bien, te tomo la palabra para esta noche, cuando acabe tu fiesta de cumpleaños en el restaurante —susurró contra su oído con voz grave, carnal—, pero ahora no es un buen momento —soltó con sorna—… tus padres van a llegar en cuestión de minutos. ¿Te importaría ayudarme a poner la mesa?

—Claro, ayúdame tú a levantarme —pidió.

Gérard la sostuvo por las dos manos y tiró de ella hasta que la tuvo pegada a su cuerpo.

—Eres como una Diosa griega, con ese vestido blanco vaporoso anudado al cuello —dijo repasándola con una hambrienta mirada— aunque no me gusta que oculte tus curvas —se quejó, ocultando una pequeña sonrisa.

Ashley tocó el cinturón de pedrería y brillantes que le quedaba por la cintura y sonrió con cariño al amor de su vida.

—¿Crees que se me nota?

Él negó con la cabeza, más feliz que nunca, antes de besarla, y pasó una mano por su vientre plano.

—Es pronto, o eso creo. Olivia ha estado investigando sobre ello y dice que nos ha enviado varios libros sobre el embarazo. Supongo que para la semana que viene los recibiremos —dijo para tranquilizarla.

Hacía dos meses que sabían que Ashley se había quedado embarazada y hasta que no pasaron los tres primeros meses, no decidieron contárselo a nadie. En breve les darían la noticia a sus padres y estaba un poco nerviosa.

No había tenido molestias ni nada parecido, por lo que guardar el secreto no fue muy complicado. Dudaba que su familia se lo tomara mal porque no estuvieran casados, pero aún así, estaba algo preocupada.

Su hermano Franklin y Jada dijeron que querían esperar uno o dos años después de la boda que celebraron en septiembre, para tener hijos, y Ashley no pensó que ellos fueran a ser los primeros en darle nietos a Seth y Elena, futuros jóvenes abuelos, y sin embargo, sus padres iban a serlo al cabo de seis meses.

Pronto también viajarían a Francia para ver a los padres de Gérard, porque logró convencerle de que era una noticia que las familias de ambos debían compartir.

Esos meses habían estado dándole vueltas a muchas cosas.

Hablaron sobre si debían casarse antes de que el bebé llegara, pero Ashley pensó que si esperaban unos años, el niño, o la niña, podría llevar los anillos, viajar con ellos durante la luna de miel y que fuera inolvidable, un viaje en familia. Eran una pareja poco habitual. Y a pesar de que nunca pensó en la maternidad, lo cierto era que le hacía muchísima ilusión.

Pero lo más importante era que se apoyaban, durante sus largas jornadas en el restaurante todo fluía de maravilla, y la vida que empezaron juntos de un modo nada tradicional, resultó la mejor decisión de sus vidas.

Ashley empezó a tomárselo con calma para no agotarse mucho por su estado, y la cosa iba de maravilla. Su equipo era estupendo, y confiar en ellos le daba la tranquilidad que necesitaba en esos momentos.

En este instante sin embargo, se encontraba algo ansiosa por cómo se lo tomarían sus padres.

Como era natural, Erika y Jenna se emocionaron y se sorprendieron, al igual que le ocurrió a Olivia, que ahora había empezado una nueva y loca aventura junto a Marlene. Desde que se conocieran un año antes en el cumpleaños de Ashley, se habían hecho inseparables, y para sorpresa de todos, a esta no le costó anunciar al mundo que era feliz junto a una española a la que adoraba. No era para menos, porque Olivia era muy especial.

Los dos estaban orgullosos, porque fueran felices y también porque no les importara nada la opinión de la gente. Lo que contaba era lo que ellas querían.

Ahora estaban viviendo en Los Ángeles, y mientras Marlene continuaba con su famoso programa de cocina online, Olivia trabajaba como encargada en un restaurante italiano de gran prestigio.

Ashley estaba segura de que les iría bien, aunque a veces las echaba de menos, y no le hubiera importado que las dos estuvieran más cerca, para que así Gérard pudiera tener a su amiga a su lado. Aun con todo, a veces se las apañaban para viajar durante un fin de semana completo y lo pasaban juntos en Miami.

Dentro de un tiempo, no podrían viajar tanto por el bebé, pero ya se organizarían, pensó.

—Hace tiempo que no me sentía tan nerviosa… ¿qué nos dirán?

—Todo irá muy bien —aseguró Gérard acariciando sus mejillas con ternura—. La última vez que estuviste tan alterada fue… —lo pensó un instante— cuando supimos que iban a estrenar el programa, ¿recuerdas?

—Oh, es cierto. Fue una suerte que Paloma nos pasara las cintas antes. Aunque sabía que de momento solo iban a emitirlo en España, tenía miedo por cómo se me vería en televisión.

—Estabas preciosa, y a todo el mundo le encantó.

—Sí, las críticas fueron increíbles —dijo orgullosa.

Paloma, como era natural, estaba muy contenta; aunque había dejado la dirección de la productora española, ahora que trabajaba en otra gran productora de California, no veía el momento de hacer una segunda edición del programa, esta vez en Estados Unidos.

Tal vez Donovan podría hacer un alto en su recién estrenada carrera en el cine, y se animara a ser el presentador de nuevo. Ahora que su relación con Paloma iba viento en popa, formarían un equipo, incluso más sólido que en Madrid. Al menos ya no había mentiras de por medio.

—¿Lo harías de nuevo? —preguntó Gérard.

Su curiosidad la divirtió.

—Si es contigo, mi respuesta es sí. Sería maravilloso que la próxima vez, me acompañara mi marido de verdad —bromeó.

Gérard se echó a reír.

—Oh, nena, nada me haría más feliz, te lo puedo asegurar.

—¿El qué, hacer el programa o casarte?

—Mientras sea contigo, las dos cosas, y todo lo que venga —le aseguró.

Acarició su vientre con ternura, con una sincera devoción, y las lágrimas mojaron sus mejillas.

Ashley se las limpió y dejó sus manos allí, enmarcando su dulce rostro.

—Puede que algún día “Endúlzame” tenga una segunda temporada, pero jamás podrá superar a la primera —declaró con suavidad—, porque fue entonces cuando te conocí, cuando me enamoré de ti.

—No puedo rebatir eso. Te quiero mi vida.

—Y yo a ti.

Sus labios se encontraron, y sus cuerpos se unieron en un emotivo abrazo. No podían pedir más a la vida; tenían un trabajo que les encantaba, pasaban casi todo el día juntos, y solo les quedaban unos meses para formar una familia.

Todo cuanto podrían desear, ya era suyo, y lo único que podría colmar esa felicidad, venía de camino.

Se sentían completos.

Sin duda, este cumpleaños a su lado, el segundo que celebrarían juntos, sería incluso mejor que el primero para Ashley. Tal vez su próximo deseo también se cumpliera.

Tan solo debía pedirlo con el corazón.