Capítulo 21

 

 

 

Su momento de iluminación mental se acabó en cuanto el equipo anunció que iban a comenzar a trabajar.

Las cámaras se pusieron en funcionamiento, pero ese día solo a modo de práctica, al igual que los tiempos y lo demás. Los guionistas junto con Paloma, estaban dando órdenes a diestro y siniestro, y Ashley se sentía casi como en el colegio. Haz esto, colócate aquí, ahora haz aquello…

Una odisea.

Cuando se organizó todo el mundo, Paloma se puso al frente y empezó a hablar.

—El lunes a las nueve de la mañana en punto, Donovan ya habrá hecho su presentación por separado. Cuando todos estéis en vuestros puestos, se harán unas tomas cortas de cada equipo en su puesto para crear un poco de efecto dramático para el final del programa y, pasados treinta minutos exactos, empezaremos.

Cogió un papel de la encimera de la cocina de Ashley y prosiguió.

—Igual que hoy, os encontraréis con una receta impresa que podréis ver durante diez minutos, y nada más —hizo un gesto con la mano para alentarles a ojearla y así lo hicieron los demás. Guardó silencio esos minutos y cuando acabó el tiempo, dejó la hoja de papel y dio unas fuertes palmadas—. Ashley os indicará cuándo guardar la receta en el último cajón de vuestras cocinas, y al tiempo que prepara el plato, los ingredientes y el paso a paso aparecerá en la pantalla, donde normalmente los veis. Os aconsejo que centréis toda la atención en la preparación, porque una vez acabada, tendréis noventa minutos para presentar dos platos con el mejor aspecto posible para los dos jueces que estarán en el video-confesionario. Por la mañana estará decorado y ocupado por ellos, porque como sabéis, en ningún momento podrán saber de qué grupo es cada plato. Acabada la valoración, se dará por terminada la jornada.

Paloma bebió agua de una pequeña botella que llevaba en la mano y les observó.

—Si tenéis preguntas, por favor —rogó de una forma insistente—, es el momento de hacerlas hoy a lo largo de la mañana, ¿de acuerdo?

Miriam fue la primera en hablar.

—¿No habrá confesionario durante la semana que viene?

—Sí, por supuesto. Al igual que estas semanas, tendréis tiempo de comer y descansar, y a las cuatro en punto daremos comienzo a las entrevistas. En principio seré yo la que esté con vosotros.

No era extraño que ella se implicara personalmente durante esa parte del programa, de modo que nadie preguntó por el motivo. Ashley intentó no alegrarse demasiado porque Deborah ya no estuviera, pero en su fuero interno, tenía montada toda una gran fiesta con confeti y tequila. Menos mal que no era real, se dijo, o ya estaría para el arrastre. Vaya una bebida alborotadora.

Hicieron unas pocas preguntas más y no tardaron en dar comienzo a la jornada.

Ashley anunció que el postre a realizar ese día eran bizcochos de limón glaseados y enumeró uno a uno los ingredientes de memoria. Todos lo habían leído en la receta impresa, pero era un ensayo general para el concurso, de modo que debían hacerlo todo, tal y como si ya estuvieran en ese importante momento del programa. Debía salir perfecto, y todos lo tomaron muy en serio.

Los nervios y la tensión que ya se respiraba no era cosa de broma, y aunque la gran mayoría tenía muy presente el premio en metálico, también se centraron en aprender y pasarlo bien.

—El primer paso es precalentar el horno y no olvidar nuestros moldes y el espray antiadherente que evitará que se nos pegue el bizcocho. Siempre será más fácil así.

Le encantó escuchar la actividad a su alrededor, y se esforzó por no pensar en otras cosas. No era el momento de divagar sobre sus sentimientos ni nada parecido.

Respiró hondo y continuó con su tarea.

—Esta receta es muy sencilla, porque no tenemos más que pesar los ingredientes, incorporarlos poco a poco en nuestra mezcladora y comenzar a batir a velocidad baja, aumentando hasta que tengamos una masa homogénea.

Los fue enumerando a medida que los echaba en el cuenco, y repitió sus indicaciones, dándole importancia a los detalles que ya se habían explicado otros días. Con los nervios que manejarían durante las jornadas del concurso, estaba segura de que algo pasarían por alto, y esperaba reducir eso al mínimo posible. Estaba siendo algo pesada, pero luego se lo agradecerían.

—Recordad que si os preocupan las cáscaras de los huevos, podéis romper los tres en un pequeño cuenco aparte y los vais echando a la mezcladora uno a uno. Cuanto más despacio, mejor —explicó mirando al frente, porque sabía que Olivia en especial, estaría recordando lo ocurrido el primer día. También Gérard, se dijo. No se equivocó—, así se incorporarán más fácilmente.

Les dedicó una sonrisa y continuó.

—El trabajo en equipo es fundamental. Mi consejo, en caso de que creáis conveniente repetir algún elemento, como un bizcocho por ejemplo, es que siempre es mejor empezar de cero en ese instante. Con calma, pensad en la cantidad de sólidos y líquidos, y en la consistencia que hay que alcanzar —expuso a tiempo que detenía la mezcladora y comprobaba la suya con una espátula de silicona—. El tiempo en el horno consumirá parte de esos noventa minutos, por lo que tenéis que controlar la temperatura y el reloj. Por el color tostado durante la cocción, y usando un palillo, comprobaremos cómo está. Si sale limpio, lo sacaremos de inmediato para dejar enfriar.

A medida que continuaba con sus explicaciones, sacó el cuenco de la máquina, echó espray antiadherente para evitar que, incluso en el molde preparado para ello, tuviera problemas para sacar el bizcocho, y lo introdujo en el horno durante veinticinco minutos.

—Bien, es el momento de ir a la segunda parte de nuestro postre. Reservamos las frutas para decorar, el azúcar glasé para espolvorear y vamos a preparar el glaseado.

Acabado el tiempo de horneado, Ashley sacó el bizcocho y lo dejó enfriar unos cinco minutos. Después de eso lo apartó a una rejilla, y cuando pudo manipularlo, lo cortó en porciones pequeñas con un cortapastas redondo y estas a su vez por la mitad.

Tenía a punto unos platos de diseño blancos donde colocó algunas porciones para servir.

—Echaremos un poco de glaseado de crema de limón y luego ponemos encima la otra mitad del bizcocho que hemos dividido. Volvemos a poner arriba una generosa cantidad de glaseado con cuidado, y ahora decoramos con algunas frambuesas y arándanos. Espolvoreamos un poco de azúcar glasé y listo.

Dejó el plato sobre la encimera para que todos pudieran verlo desde sus puestos.

—La presentación final es importante también. Os aconsejo que los últimos cinco minutos, los dediquéis a dejar vuestros platos impecables y bonitos. No hace falta ponerles muchas cosas, pero sí que sea coherente y sobre todo, aseguraros que no haya restos de harina ni nada parecido.

Miró al frente y sonrió, y para su sorpresa, todos aplaudieron a la vez.

—Gracias —musitó un poco abrumada—. Lo haréis muy bien, así que no os preocupéis.

Sabía que era lo más natural el que estuvieran todos algo nerviosos, pero sin duda, confiaba en que harían un gran trabajo. No había más que pararse un segundo para darse cuenta de la energía y el entusiasmo que se respiraba. Era un aliciente para ella. Y la incesante actividad posterior, también.

Cada grupo ponía todo de su parte para hacer un buen trabajo, y por ser el último día, incluso el inconformista y competitivo equipo número tres, pidió ayuda en algún momento.

Ashley se dio cuenta de lo mucho que habían avanzado todos. Se sintió orgullosa de sí misma y de cada uno de ellos. No podía ser de otro modo, y menos cuando la armonía se instaló de nuevo en la cocina.

Se habían librado de una mala influencia en la casa y ese día, aunque frenético, pasó deprisa entre unas actividades y otras. Experimentó una cierta extrañeza, y se dio cuenta de que por primera vez, no temía que alguna nueva noticia sobre ella apareciera para atormentarla.

Tampoco estaba segura al cien por cien, porque una vez confiscado el ordenador y teléfono de Deborah, lo que ocurriera a partir de entonces, escapaba del todo a su control, y al de Paloma, pero tampoco iba a vivir con miedo toda su vida. Lo que tuviera que pasar pasaría, y tras lo sucedido, ¿qué más podría sorprenderla? La respuesta sin duda la asustaba, pero si no podía hacer nada para impedirlo, tampoco debía pensar más en ello. Perder el tiempo no era su hobby favorito.

A la hora de la comida, se hizo un silencio tenso cuando Noemí preguntó por Deborah. Tras ver el vídeo en el que se hablaba del programa, habían sido muchas las especulaciones y al parecer, el interés era generalizado.

Ashley no dijo nada de inmediato, porque Paloma le pidió que no diera detalles sobre su despido, sobre todo porque el tema de Gérard y ella aún era algo que podría complicarse si llegara a saberlo más gente, pero desde luego, no le importó informar que sí fue la que filtró información y por ese motivo prescindieron de ella.

Romper el acuerdo de confidencialidad era algo serio, y a partir de ese momento, supo que nadie más pondría en juego su futuro en el programa. Ashley pudo verlo en las expresiones de todos, incluidas las de Olivia y Gérard, que sorprendidos, acababan de enterarse de las nuevas noticias junto al resto.

Paloma no se pronunció al respecto, y dejó que fuera Ashley la que hablara del asunto. Sabía que ella más que nadie querría dejar el tema atrás y zanjarlo de una vez, por lo que solo le dedicó una mirada de aprobación desde el otro lado de la mesa. Donovan se limitó a seguir comiendo tras guiñarle un ojo.

Fue en ese momento de la tarde, cuando Ashley comprendió que era muy posible que todo se hubiera terminado. Casi era capaz de creerlo con firmeza. Hasta que volviera a casa, seguiría sintiendo una sombra a su alrededor, pero una pequeña parte de ella esperaba que su corazonada fuera acertada.

Era lo que más deseaba. Eso, y pasar un fin de semana tranquilo por primera vez en meses.

Durante el resto de la tarde, la gente anduvo dispersa por la casa, porque el tiempo no acompañaba como para estar fuera o en la piscina. Pasaron por turnos por el confesionario y al acabar, algunos se fueron a sus habitaciones mientras otros pasaron el rato en la sala de entretenimiento jugando al billar, viendo películas en la pequeña sala de cine o con la consola.

Ashley se preocupó cuando no obtuvo respuesta a los mensajes que le envió a Gérard. Por la mañana lo entendió pero, durante la tarde, como se quedó en su habitación un rato para poner al día su web, esperaba que los leyera por lo menos.

Sus amigas se quedaron con ella hasta la hora de la cena, porque pensaban ir a un restaurante y luego al cine con Cristian y Leo poco más tarde.

—No tenías la obligación de decirle o explicarle nada. Si se molesta por algo así, pasa de él —expuso Erika enfadada al verla tan afectada.

—Habla con él luego, puede que le ocurra algo —apuntó Jenna de un modo más diplomático.

Ashley miró el teléfono otra vez y no vio mensajes nuevos de Gérard, aunque sí de su hermano Franklin. Le contestó con rapidez y apagó el teléfono.

—Bien, paso del móvil. Supongo que, si está molesto por algo, puedo preguntarle a la cara.

—Eso, directa al grano —aplaudió Erika.

Jenna no dijo nada, solo se limitó a escrutar su rostro y la impaciencia que mostraba su cuerpo.

—Ashley, estás como… muy ansiosa. ¿Hay algo que quieras contarnos? Si ha pasado algo más, puedes decirnos lo que es. Somos tus mejores amigas —añadió de forma innecesaria.

Esta sonrió, pero acto seguido, se vino abajo y notó que las emociones la inundaban. Sentada en la cama, dejó el ordenador a un lado y se hizo un ovillo, tapándose la cara con los brazos para que no la vieran llorar.

Notó que se colocaban a su lado y le murmuraban palabras cariñosas para animarla y para saber qué le estaba ocurriendo.

—Lo que… ocurre es q-que… c-creo que me estoy… enamorando de él… —balbuceó entre hipidos.

No pudo ver las caras de asombro que se les quedó a las dos, y continuó abrazada a sí misma, sin responder a sus peticiones para que les dijera algo que las hiciera comprender cómo había llegado a ese punto, si apenas se conocían desde hacía tres semanas, y por si fuera poco, se habían prometido una relación exclusivamente basada en el sexo.

—Soy idiota, eso es lo que soy —murmuró sin moverse—. Nunca he sido capaz de enamorarme y ahora, voy y lo hago de un hombre que solo quiere acostarse conmigo y que por si fuera poco, me dejó muy claro que lo nuestro solo era algo físico.

Todo lo que reprimió durante el día, le había venido en avalancha, y no pudo dejar de llorar en un buen rato, hasta que se le secaron las lágrimas de todo el cuerpo, pensó.

—¿No es posible que confundas tus sentimientos? Puede que solo sea un encaprichamiento —sugirió Erika.

Ashley levantó su mirada llorosa hacia ella y meditó un segundo sobre sus palabras.

Ignoró sus expresiones compasivas y habló.

—Nunca he sentido algo tan fuerte por alguien e incluso… he llegado a pensar en quedarme un tiempo más en España, solo porque me apetece estar con él —confesó en voz baja.

Las dejó estupefactas y calladas a las dos durante unos segundos, y al final fue Jenna la que rompió el momento. Necesitaba aclarar algo importante, porque la conocía, y no era normal en ella.

—¿Quieres decir que te has planteado dejar tu carrera a un lado por un tiempo? —preguntó con vacilación.

—Tal vez —musitó.

Se miraron entre ellas y concluyeron que su amiga estaba en un serio problema.

—Lo sabía, si es que por eso he evitado enamorarme hasta ahora… porque mi trabajo es lo más importante y nunca quise dejarlo en un segundo lugar —se quejó Ashley sin mucho entusiasmo.

Sus amigas no entendían cómo se sentía, porque a pesar de que Jenna estaba encariñada con Leo, sí tenía muy claro que no dejaría su vida entera de lado por él. Ni por ningún tío; al menos por ahora.

—Quizás deberías distanciarte un poco de él.

—Erika tiene razón, porque si continúas así, cuando nos vayamos, vas a acabar con el corazón roto.

—No quiero distanciarme… lo paso tan bien cuando estamos juntos —soltó con voz lastimera.

—Chica, puedes divertirte en la cama con otros tíos, no te agobies por eso —trató de animarla Jenna.

—No hablo de sexo.

—Oh —fue la respuesta de las dos a la vez.

Ashley suspiró. ¿Cómo había podido pasarle a ella? Y con alguien que no vivía ni en su país de residencia. Bueno, era medio española, pero su casa y su familia estaban en Miami ahora, y no se veía capaz de poner tanta distancia entre ellos, a pesar de que en Madrid también tenía algunos parientes. A los que no visitó durante ese tiempo, meditó. Cuando se enteraran de que había estado un mes allí y no había ido a verles, ni tampoco a algunas de sus amigas, tendría problemas, sin embargo, no encontró el momento de llamarles, y menos con todos los jaleos vividos, sin apenas descanso para reponerse. Con el tiempo la perdonarían, pensó para sentirse mejor.

Su cabeza andaba con otros temas ahora.

—Bien pues, aunque no te apetezca alejarte de Gérard, tal vez sí deberías tomarte una noche para ti. Vente con nosotras al cine —propuso Jenna.

Ashley lo meditó.

—Todavía no sé por qué tanto interés, si las películas son en español —argumentó.

—Eso nos da igual. Vamos para sentarnos en las últimas filas y meternos mano —expuso Erika entre risas.

—¿Entre vosotras? —bromeó Ashley.

Jenna soltó una risa ahogada.

—Claro que no. Aunque si fuera el caso, también te invitaríamos —soltó con una risa malévola.

Su comentario provocó que las tres rompieran a carcajadas y apenas pudieran respirar.

—Venga, apúntate. Será divertido —insistió Erika.

—Creo que me quedaré. Pasadlo bien con los chicos y… sed discretas, por si acabáis en alguna web porno de vídeos caseros —las vaciló sin dejar de reír.

—Eh, que nosotras no nos lo montamos en lugares públicos. No me gustaría que mi culo acabara en internet —soltó Jenna sintiendo un desagradable escalofrío.

El tema de internet estaba siendo candente esos días, y miró con preocupación a Ashley con la sensación de haber metido la pata. Esta sin embargo, después de contarles todos los detalles de la conversación con Paloma esa mañana, se sentía un poco más tranquila, casi libre, después de la presión que fuera el hecho de que Leslie no dejara de hablar de su vida.

Habían cotilleado su perfil en las redes sociales, y ahora solo publicaba cosas propias, como que su nuevo novio que era actor de Hollywood. Al que engañaba, y con cuya infidelidad podría amenazarla para que la dejara en paz, meditó Ashley. Era muy consciente de que jamás podría caer tan bajo como ella, pero tener esa carta bajo la manga, le proporcionaba el control que perdió a manos de esa niña egoísta y vengativa. Sentaba bien estar en el otro lado por una vez. Al menos, sus preocupaciones en ese aspecto iban disminuyendo, aunque otras no lo hicieran tanto. No jugaría nunca con las intimidades de otra persona, pero eso Leslie no lo sabía, y la amenaza, la haría replantearse lo que estaba haciendo con Ashley.

Eso esperaba al menos.

Al cabo de un rato se despidió de ellas y se quedó tumbada en la cama sin hacer nada, solo pensando en lo que debería hacer con su vida a partir de entonces.

Le costaba creer que todo el tema de la prensa hubiera acabado, y ahora, al mirar atrás, le parecía un mal sueño. Una auténtica pesadilla en letra mayúscula. Aún faltaba una semana para volver, y hasta ver a Leslie en persona no iba a quedarse tranquila, pero pensaba hacerlo, y dejar las cosas claras de una vez por todas. No deseaba vivir con la sospecha de que en cualquier momento, otra bomba podría explotar cerca de ella. Ni hablar; eso se terminó.

Sus padres llamaron a los pocos minutos y les puso al día. Fue una conversación larga en la que hubo momentos de sorpresa y alegría a partes iguales. También estaban algo recelosos, pero contentos porque dejaran a su niña en paz de una vez.

Ashley les aseguró que todo iría mejor a partir de entonces, y aunque no le gustaba dar esperanzas sin sentir al cien por cien que tenía razón, quería que estuvieran tranquilos. Lo habían pasado mal al estar lejos de ella, y sabía que también su hermano, por lo que no dudó en llamarle después de acabar de hablar con sus padres. Obtuvo la misma reacción con Franklin y su novia. Estaban contentos porque todo acabara por fin.

Cuando vio la hora que era, se despidió bajo la promesa de llamarles tan pronto como pudiera esos días, teniendo en cuenta el trabajo que le esperaba, y aceptaron sin rechistar esta vez. Todos estaban más tranquilos sabiendo que la cosa mejoraba en muchos aspectos. Claro que tanto su hermano como sus padres, estaban intrigados por saber si lo de Gérard era algo a tener en cuenta.

Siempre fue sincera con su familia y no dudó en contarles la verdad, como también lo que pensaba al respecto: solo era una aventura. Al meditar sobre ello, pensó que tal vez no fue tan franca como de costumbre, porque en su interior, algo le decía que no era tan simple.

Resopló con fuerza por la nueva inquietud en su vida, y cuando salió de su habitación, fue a toparse con el causante de ese inoportuno desasosiego. Olivia sonrió mientras Gérard la miró con cara de culpabilidad, lo que Ashley achacó a la falta de respuesta a sus mensajes.

—Ashley, ¿estás bien?

Olivia se acercó a ella y la miraba preocupada.

—Eh… sí, claro —contestó confusa por su intenso escrutinio.

—¿Has estado llorando por algo? —susurró.

Su confusión se esfumó, dando paso a una situación más vergonzosa. Gérard la observaba con gravedad, y ella pensó que estaría errando en sus conclusiones. O no tanto, porque lo cierto era que su malestar sí se debía a él. Al menos en parte.

Ashley improvisó algo para evitar esa conversación, por lo menos con los dos a la vez.

—Solo hablé con mi familia. Nada preocupante.

Mintió a medias, ya que ocultar la verdad también se consideraba una mentira por omisión, pero no se sentía capaz de hablar con franqueza sobre sus sentimientos, y menos aún, cuando eran tan nuevos para ella.

—Oh, entiendo —asintió Olivia, y le dedicó una sonrisa cariñosa—. Las cosas irán mejorando poco a poco. Y ya mismo volverás a verles, ¿no? —tanteó.

—Sí. El fin de semana que viene acabaré mi trabajo por aquí —musitó.

Sus ojos se desviaron hacia Gérard, y este parpadeó con rapidez y miró al suelo. Ashley no podía saber lo que pensaba, pero tampoco esperaba que él le pidiera quedarse o algo por el estilo. Habían dejado las cosas claras, y debía conformarse con lo que tenían. No deseaba estropearlo, ni terminarlo por ahora, de modo que se prometió guardar sus sentimientos en un rincón intocable de su mente, y aprovechar cada momento, atesorando cada recuerdo a su lado, y nada más.

—En fin, es mejor no pensar en ello, porque no quiero ponerme triste y detesto las despedidas así que… vamos a cenar —soltó con más alegría de la que sentía.

Olivia asintió y bajó a su lado, Gérard se quedó un poco rezagado, y bajó la escalera unos pasos más atrás, caminando lentamente y pensativo.

Cuando Ashley ocupó su lugar en la mesa que el catering ya tenía preparada, oyó que Olivia y Gérard cuchicheaban antes de sentarse junto a ella, pero no pudo escuchar qué decían, de modo que se centró en charlar con los demás. Esa noche solo estaban los alumnos, porque Paloma y Donovan también habían salido. A ella no le importó librarse de las parejitas, porque a veces se ponían demasiado melosos durante las comidas, incluidas sus amigas y sus chicos. No la molestaba, en realidad, pero sí la incomodaba un poco. No podía evitarlo.

Olivia empujó a Gérard para que se sentara al lado de Ashley lo más disimulada que pudo. Después de haber hablado toda la tarde con él, y concluir que estaba enamorado de ella, lo que resultaba más enternecedor que nada, le alentó a ser sincero por completo.

Después del concurso, se marcharía de Madrid, y sus posibilidades de encontrarse juntos de nuevo, serían nulas. Haría el tonto si no aprovechaba esa oportunidad, a lo que él respondió con un no rotundo. Ashley le confesó que su trabajo era lo más importante de su vida, sin contar a su familia, claro, y no sería él quien se interpusiera en su camino. No podía pedirle que se quedara, porque ella merecía ser feliz, y si volver a Miami era lo que más deseaba en el mundo, no se lo impediría.

Se sintió mal por no responder a sus mensajes, pero a veces sentía el impulso de vomitar todas sus palabras reprimidas, de decirle exactamente lo que deseaba de ella, y eso era, bueno, todo. Demasiado para una relación que no era más que una loca aventura con fecha de caducidad.

Notó que Ashley se tensó, al igual que le ocurrió a él, cuando sus brazos se rozaron encima de la mesa. Esta dejó de hablar con Noemí, sentada a su derecha, y le miró.

Esos preciosos ojos azules se clavaron en los suyos y el mundo pareció haberse detenido por un segundo.

Ahora sí estaba segura de lo que sentía, aunque no intercambiaron ni una sola palabra hasta ahora, pero su mente al fin aceptó lo que su corazón ya sabía: estaba enamorada, y de igual modo, perdida para siempre.

Carraspeó nerviosa y dijo lo primero que se le ocurrió para romper aquel silencio tan aplastante.

—¿Has descansado esta tarde?

Gérard rió algo tenso.

—No mucho en realidad.

—Bueno, tienes todo el fin de semana para hacerlo, y para estar listo para el concurso. Seguro que lo harás muy bien —le animó.

—Gracias —musitó.

Le dedicó una larga mirada y Ashley empezó a ponerse nerviosa. Todo su cuerpo estaba alterado debido a su cercanía, a su voz, a sus deseos más íntimos por él.

Su autocontrol estaba flaqueando de un modo peligroso.

—¿Qué?

Gérard negó con la cabeza.

—Nada, es solo que… ¿de verdad estás bien? —inquirió, denotando verdadera preocupación.

—Podría estar mejor —bromeó Ashley con tono bajo y seductor.

Vio como este se sonrojó y ella sonrió complacida.

—Lo cierto es que me gustaría hablarte de algo. Luego y, fuera.

—Hace frío para salir hoy. Parece que va a llover —especuló.

—Coge una chaqueta —sugirió ella con un leve arqueo de cejas. Gérard se rindió entonces y asintió.

—Vale. A las once.

Ashley hizo un gesto de aprobación con la mano y a partir de entonces solo charlaron de cosas del programa y de nada personal mientras cenaron.

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Unas horas más tarde, cuando la gente se dispersó para descansar o divertirse un rato en la sala de entretenimiento, Ashley se quedó fuera, sentada en un sillón del jardín porque le gustaba la frescura de la noche y el olor de la inminente tormenta.

Oyó unos pasos acercándose y todo su cuerpo se tensó. Sabía que era Gérard. No tardó en tenerle de frente, cohibido y con las manos guardadas en los bolsillos de su pantalón vaquero. Estaba de lo más sexy, pensó.

—Creí que no vendrías hasta la hora acordada.

—No podía esperar. Dijiste que querías comentarme algo y estoy intrigado.

Ashley se levantó y quedó muy cerca de él. Pudo aspirar su colonia masculina y tan sexy que le dieron ganas de asaltarle allí mismo. A duras penas se contuvo, porque cuando miró sus labios, sintió un ligero temblor en sus piernas.

—¿Paseamos?

—Claro.

Empezaron a caminar despacio. Ashley no quería estar allí quieta, y le pareció que así se distraería y no tendría que mirarle a los ojos cuando le explicara lo que deseaba decirle. No es que fuera de vital importancia, pero merecía saberlo, eso sí.

—Siento no haberte dicho lo de Deborah cuando lo supe, pero cuando Paloma me puso al corriente, fue justo antes de comenzar a rodar esta mañana, y no era un buen momento interrumpirlo todo y… ya sabes…

—¿Eso te preocupaba?

Ashley le miró, y le vio sorprendido.

—Sí aunque, eso no es todo, claro.

Siguieron caminando hasta la parte delantera de la casa y Ashley se detuvo cuando se dio cuenta de que no era una buena idea salir, por si alguien se daba cuenta de que estaban solos por los alrededores. Menor no tentar a la suerte, se dijo, o podrían meterse en un lío los dos, y más ahora.

Respiró hondo y lo soltó.

—Estoy segura de que no será un problema pero, debes saber que Paloma está al corriente de… lo nuestro —declaró con cautela.

Gérard abrió mucho los ojos por la sorpresa, y Ashley malinterpretó su silencio.

—Se dio cuenta cuando hablaba con ella, porque me dijo que estaba controlando a Deborah para asegurarse de que fue ella la que filtró la información sobre el programa. Pero tranquilo, ella es de fiar, y lo cierto es que se está jugando su carrera por proteger el proyecto, y a mí, a nosotros —añadió despacio al notarle aún perplejo.

Le oyó maldecir por lo bajo y pensó que estaba cabreado. Su puesto en el concurso no corría peligro, y sin embargo, estaba en su derecho el enfadarse, porque el asunto le incumbía, también, claro. Tendría que fingido mejor, y haberlo negado en redondo pero, simplemente, no pudo.

—Lo siento mucho —se disculpó con sinceridad y un poco preocupada—. Te aseguro que esto no será un problema, porque Paloma tiene a Deborah en la palma de su mano, y nada de esto nos va a perjudicar más.

Le contó por encima lo que descubrieron en su ordenador y su teléfono, y él escuchó entre fascinado y horrorizado, pero sin decir una palabra, lo que Ashley interpretó como que se sentía abrumado y tal vez un poco cabreado por verse involucrado en todo ese asunto.

No podía culparle; su vida últimamente no era un camino fácil y ahora Gérard estaba en medio sin quererlo.

—Comprendería si decides que esto es demasiado, y que no deberíamos volver a vernos. Puede que sea lo mejor —farfulló al borde del llanto.

Como pudo, reprimió sus ganas de llorar porque no quería que él la viera de ese modo, y aguardó a que dijera cualquier cosa.

—Todo esto es un poco abrumador, sí —dijo de manera escueta—. Pero no quiero dejar de verte —confesó para su sorpresa—. Si solo tenemos una semana, pues son siete días, y siete noches que no quiero desperdiciar.

Se acercó a ella de forma peligrosa, con la mirada oscurecida por la noche cubierta de nubes y por el deseo más puro, más sincero, y con una determinación que la hizo temblar.

—Lo demás no me importa mucho ahora. Y… creo que hoy mencionaste algo sobre un coche, ¿no?

La sujetó de las manos y la empujó hasta que chocó con suavidad contra uno de los vehículos del alquiler. Era un todoterreno, lo que significaba: unos asientos cómodos y espaciosos para retozar en ellos.

Al menos hasta que cayó en la cuenta sobre algo.

—Olvidé la llave en mi habitación.

—Una lástima.

Fue lo último que dijo antes de lanzarse con un hambre voraz sobre sus labios.

Ashley le correspondió con las mismas ansias y le rodeó con sus brazos para no dejarle escapar. Por un segundo pensó en lo fácil que sería no sentir nada, sin embargo allí estaba, inundada de sentimientos que no podía controlar. Ni su deseo tampoco.

Se oyó un trueno a lo lejos y Ashley se estremeció. No le gustaban las tormentas, y menos cuando los relámpagos iluminaban el cielo de ese modo aterrador que parecía que va a partir la tierra en dos.

—Debería ir a por la llave, o nos mojaremos —farfulló casi sin aliento entre beso y beso.

—Por favor, no te alejes de mí —susurró.

Ashley se quedó paralizada cuando oyó sus palabras, porque eran todo lo que deseaba oír de sus labios, y sin embargo, el contexto era muy distinto. Solo estaba hablando de sexo, y de nada más. Forzó una sonrisa y cogió una de sus manos para tirar de él.

Debía centrarse en la parte carnal, salvaje y lujuriosa de su relación, o se volvería loca con todos esos pensamientos de mujer enamorada a los que no estaba acostumbrada. Mejor olvidarse de ellos durante un rato, lo que esperaba que no le resultara muy difícil, y menos con esa mirada cargada de pasión que Gérard le dedicaba.

Tenía el poder de encenderla sin apenas tocarla. Todo un logro, decidió.

Sonrió de forma perversa.

—Quiero hacerlo aquí, contra el coche.

El Gérard transformado durante el sexo era como otra persona, y esa parte de él lo estaba considerando muy en serio. Ashley lo vio en sus ojos.

Estaban a un lado del aparcamiento, lejos de la fuente central ahora apagada, entre dos coches voluminosos y apenas bañados por la luz de las farolas de la calle. La verja de entrada quedaba a más de tres metros y los frondosos árboles plantados a todo lo largo de la parcela, les ofrecían un lugar oculto a posibles ojos. Nadie se detendría a ver si había alguien en mitad del parking practicando sexo, a menos que hicieran mucho ruido.

—No quiero que nadie te vea desnuda pero, creo que podremos encontrar el modo de divertirnos aquí —concluyó con una perversa sonrisa.

Ashley estaba pegada a la puerta del maletero y Gérard empezó a besarla de nuevo, de un modo lento, concienzudo, deleitándose en su dulzura, en ese olor a canela tan afrodisíaco, en su cálida lengua juguetona. Sus manos la tocaban por todas partes, desde sus muslos, subiendo por su firme trasero hasta llegar a sus pechos. Oyó un jadeo cuando los amasó con ternura y al cabo de unos minutos, volvió a agarrarla de sus glúteos para pegarla a su cuerpo. Ashley se contoneó contra su duro miembro como una gata en celo y, cuando quiso más, se desabrochó el pantalón para dejarle claro que le quería dentro ya. Él no se quitó el vaquero, pero sí lo abrió lo justo para liberar su pene duro como una piedra.

No perdieron el tiempo y empezaron a darse placer el uno al otro. Ashley movía su mano arriba y abajo, apretando con suavidad para darle el mayor placer, y Gérard jugueteó con sus húmedos pliegues, aprisionando su clítoris con dos dedos y moviéndolos para volverla loca de placer. Solo dejó esa deliciosa tortura para introducir un dedo en su interior, y luego otro más. La penetró una y otra vez hasta que notó que no podría aguantar mucho más. Quería sentirla por completo.

Sacó un preservativo del bolsillo trasero y se lo colocó en un tiempo récord.

—Venías preparado para la acción —musitó con sorna—. Me encanta.

—Pues no has visto nada aún —bromeó.

Ashley soltó una risita que le duró poco al sentir que Gérard sostuvo una de sus piernas para enroscarla a su cintura y se preparó para envestirla de pie. Se dieron cuenta de que sus alturas eran muy compatibles, y él apenas tuvo que moverse para tantear su sexo con la punta de su miembro.

Fue despacio en un principio, pero estaban en un lugar donde podrían ser descubiertos, y empezaron a caer gotas sobre sus tensos cuerpos, de modo que pronto se acabó la sutileza y la embistió fuerte y salvaje, hasta que los dos perdieron el control por completo. La situación era de lo más morbosa y excitante.

Ashley se olvidó de la lluvia y de los sonoros truenos, porque en su interior tenía lugar una tormenta propia que la hizo estallar en mil pedazos mientras Gérard la besaba y mordisqueaba sus labios, su mandíbula y su cuello. Gérard la siguió casi a la vez, incapaz de resistir por más tiempo su propio placer al ver cuánto disfrutaba ella en sus brazos. Se mordisqueaba los labios para no gritar, y su expresión era lo más sensual que había visto jamás, con los mechones de pelo cayendo con suavidad por su rostro, húmedos por la lluvia, los ojos empañados por la pasión y su pecho subiendo y bajando con rapidez, al ritmo del suyo propio.

Era una locura lo mucho que la quería, lo mucho que la necesitaba… lo mucho que la echaría de menos cuando se fuera de su lado.

En cierto modo se alegraba de que no hubiera tomado en serio sus palabras anteriores, porque tan pronto como dijo que no quería que se alejara de él, se arrepintió de habérselo confesado.

No quería presionarla, y tampoco atarla a algo que ella no deseaba de corazón. Eso no sería justo para ninguno de los dos.

Se limitaría a aceptar los términos que los dos habían impuesto a esa relación. Aprovecharía cada minuto que pudiera estar a su lado y los atesoraría toda su vida. Era un pequeño consuelo para el dolor desgarrador que sentía su corazón al pensar que la perdería para siempre cuando pasaran esos siete días.