Capítulo 8
No se cruzó con nadie al subir a las habitaciones, y supuso que estarían en la sala de ocio descansando. Les encantaba pasar tiempo allí, y debía admitir que a ella también.
Cuando entró en su cuarto, se encontró con sus amigas tiradas en la cama hablando y escuchando la música que Ashley tenía en su portátil.
—Hola, chicas que no duermen aquí —saludó con una sonrisa.
La saludaron y no tardó ni un segundo en percibir que algo ocurría.
Empujó a Erika para que le dejara sitio y se sentó a su lado para poder mirarlas a los ojos.
—¿A qué vienen esas caras largas?
Jenna carraspeó; miró con vacilación a Erika y luego a Ashley. Esta mostró preocupación y cierta impaciencia también. Quería saber por qué parecían tan nerviosas, y el motivo por el que estaban allí, como si fuera una intervención en toda regla.
—Te hemos oído discutir con Donovan hace un momento, cuando subíamos para arreglarnos un poco —explicó Jenna.
—Sí, Cristian y Leo van a salir un rato y nos han pedido que fuéramos pero… si nos necesitas, nos quedaremos contigo para hablar —propuso dubitativa.
No sabía por qué se extrañaban tanto de que discutiera con Donovan, ya que no era la primera vez. Eran personas muy distintas, y aunque eran amigos y se llevaban bien, sus desacuerdos no eran pocos.
—Sé que estoy siendo dura con él desde que estamos aquí, pero…
—No, no es eso —la interrumpió Erika.
—¿Es que ha pasado algo con Gérard? —soltó Jenna de repente.
Ashley frunció el ceño y la miró sin comprender.
—Oh Dios —suspiró—, estáis pensando que hemos discutido porque tengo un lío con él —afirmó incrédula.
—No queríamos meternos en medio de vuestra conversación, pero al oírte decir que querías que se metiera en tus asuntos, creímos, esto… que… —vaciló un segundo y al final, tras ver que ella esperaba que continuara, lo soltó— que tal vez sí que había algo.
—Os aseguro que no hay nada que contar. Solo me ha pedido que le ayude a preparar una tarta de cumpleaños para su amiga Olivia —explicó.
—Oh, vaya. ¿Cuándo es el cumpleaños? —preguntó Jenna.
—¿No es su novia? ¿Entonces es soltero?
Erika se dio cuenta de que la estaban agobiando con tanta pregunta formulada al mismo tiempo. Se rieron y la dejaron hablar a ella.
—Solo son buenos amigos, al parecer Olivia tiene a alguien especial en Madrid y está algo triste por no celebrar su fiesta con sus conocidos. Esa es la razón de que hablara con Paloma, para hacer algo el sábado. Y ese es el motivo por el que Donovan se mete donde no le llaman —se quejó. Masajeó las sienes porque empezaba a sentir dolor de cabeza y miró a sus amigas—. Me dice que no debo implicarme con un alumno, cuando él anda acostándose con Paloma cuando le apetece. ¿No os parece que está siendo irracional y un estúpido de primera clase?
—Ya no estáis juntos, y nunca lo habéis estado —obvió Erika comprensiva—. Seguro que está preocupado porque alguien pueda enterarse de lo vuestro, o que piensen que favoreces a Gérard de algún modo.
Ashley asintió. Podía entender eso, pero era imparcial con cada uno de sus alumnos, y estaría dispuesta a hacerle ese favor a cualquiera de ellos, de igual modo que no pensaba ayudar a unos, y no a otros. Menuda tontería.
—¿No crees que Donovan puede estar celoso? —preguntó Jenna.
Erika se mostró pensativa y divertida a la vez.
—Con lo generoso que es para acostarse con todas las chicas guapas que se cruzan en su campo visual, lo dudo, la verdad —contradijo Ashley con una sonrisa burlona.
—Ya pero, cuando se trata de ti, siempre se pone en plan protector con los tíos con los que te acuestas. Piénsalo —pidió exaltada—. Sois amigos que se han acostado, que han estado casados y viviendo juntos. Vuestra relación —dijo haciendo el gesto de comillas para referirse a lo suyo con Donovan—, es la menos convencional que existe. En el fondo él te quiere, a su manera, y se preocupa por ti.
—Me ha ayudado mucho estos años —reflexionó con una pizca de tristeza y culpabilidad en su voz—, pero eso no le da derecho a cuestionar lo que hago o dejo de hacer.
—Puedes acostarte con quien te dé la gana —resaltó Erika.
Jenna asentía dándole la razón, pero Ashley estaba ensimismada con sus pensamientos y no se daba cuenta de lo que pretendía hacerle entender.
—Nadie va a juzgarte, ni a impedirte que te enrolles con Gérard… —soltó Erika como si nada.
Ashley la miró con la boca abierta. No podía creer lo que estaba sugiriendo.
Y tampoco el que aquello la pusiera nerviosa.
—…porque no serás tú la que juzgue los progresos de los alumnos en la última semana del programa —añadió Jenna despacio, para que sus palabras calaran hondo.
—¡Estáis locas! No pienso acostarme con nadie mientras estemos aquí —dijo convencida.
—¿Por qué no? No tienes ataduras de ningún tipo, y ese hombre está buenísimo —Jenna arqueó las cejas en su dirección.
Ashley se levantó de la cama y paseó por su habitación de un lado a otro con nerviosismo.
—No me digas que no te has fijado en su tableta de chocolate cuando va en bañador —ronroneó Erika.
Jenna empezó a reírse.
—Si no me gustara tanto Leo, no me importaría comerme esas onzas una a una —bromeó, abanicándose con la mano.
No pudo evitar pensar que realmente estaba muy bueno, con ropa o sin ella, y un cosquilleo en la parte baja de su estómago, delató sus lujuriosos pensamientos cuando se trataba de él, pero no creía que estuviera bien. No había venido hasta Madrid para ligar, y sabía que en realidad era una pésima idea intimar de cualquier modo con uno de sus alumnos. Los demás podrían quejarse a la productora y mandar todo a la mierda. Y ella no quería que nada malo le ocurriera a su oportunidad de resurgir de ese abismo en el que se había visto sumida las últimas semanas antes del viaje. Aún se sentía dolida por lo ocurrido con el restaurante, con el trabajo de su vida, y con los rumores que circulaban por todo el mundo y que no la dejaban en un buen lugar precisamente.
Esta era una forma ideal de volver a la cima, de limpiar su nombre y su reputación. De empezar de nuevo.
No iba a estropearlo, eso seguro. Y mucho menos por un hombre.
—Es una mala idea, y no quiero tener problemas con el resto de alumnos, así que mejor será olvidarlo —sentenció con fría determinación.
Sus amigas la observaron en silencio y con seriedad, comprendiendo que estaba más preocupada que enfadada por todo el asunto.
Jenna miró a Erika y esta supo que maquinaba algo.
—Oye, esta noche vamos a ir a tomar algo con los chicos, pero mañana por la tarde, en cuanto acabéis de grabar, podríamos ir de compras, ¿qué te parece? —propuso con entusiasmo y un brillo diabólico en su dulce mirada.
Ashley la miró con ternura, ignorando su cara de estar tramando algo. Agradecía lo que intentaba hacer para animarla y se acercó a la cama de nuevo para darles un rápido achuchón amistoso.
—Nunca jamás diré que no a una tarde de compras —aseguró—. Que tiemble la Visa.
Las tres rieron y estuvieron charlando un rato hasta la hora de la cena.
Fue una velada tranquila.
Ashley aprovechó para sentarse junto a Donovan, y explicarle que no debía preocuparse por nada, que no tenía intención de poner en peligro el trabajo por la posibilidad de un ligue pasajero y también se disculpó por ser tan brusca con él esos días.
Las aceptó de buena gana, y admitió que se había pasado al intentar controlarla demasiado. No quería que sufriera, ni que tuviera problemas si algo llegara a torcerse. Él sabía muy bien lo que eran los conflictos cuando existían malos entendidos entre compañeros de trabajo, y no deseaba que Ashley pasara por ello.
Le dio un abrazo y un sonoro beso en la mejilla y se percató, algo tarde, que estaban delante de un montón de personas. Se suponía que eran marido y mujer, pero hasta entonces no habían dado muestras de cariño en público, por lo que arrancaron más de una risita por lo bajo. Paloma, que estaba sentada al lado de Donovan, había oído parte de la conversación, pero no dijo ni una palabra para intervenir. Ashley se lo agradeció en silencio.
Lo cierto era que lo que ocurriera entre ellos dos, no era asunto suyo, y viceversa. Si en adelante Donovan y Paloma tenían una relación más seria, ella no sería la que se entrometiera. No lo había hecho nunca, y no iba a empezar a hacerlo ahora. Eso seguro.
Cuando sus amigas se fueron, Camila le explicó que iban a ir a la sala de cine para ver una película todos juntos. Dudó un instante, porque como el grupo era mayormente femenino, pensó que pondrían una comedia romántica o algo por el estilo. No era el género que más le gustaba.
—Como Lucas y Gérard se apuntan, hemos pensado en alguna peli que nos pueda gustar a todos.
—¿Y hay conclusión? —preguntó sonriente.
—Estamos entre unas de animación o de acción y terror. En la sala hay un montón de DVD chulísimos de estrenos del año pasado.
Echaron a caminar hacia allí mientras hablaban y Ashley meditó las posibles opciones. Hacía tiempo que no iba al cine, pero sí que tenía ganas de ver una en concreto.
—Hace tiempo que quiero ver la nueva de Tarzán —dijo con un insinuante arqueo de cejas.
—Ohhh… yo la he visto ya pero no me importa verla de nuevo. Alexander es un auténtico Dios vikingo —expuso con los ojos brillantes como antorchas y una risita traviesa.
Su amiga Karen se les unió a la conversación.
—Oye, no le conocerás en persona ¿no? —preguntó con gran interés.
—Ojalá fuera así —declaró en voz baja. Enseguida se dio cuenta de que iba a meter la pata y reculó—. Os lo podría presentar a vosotras.
—Claro, porque tú ya tienes a tu atractivo marido —dijo Camila—. Qué suerte tienes. Es guapísimo, listo y con talento. Los tíos que he conocido hasta ahora solo me han causado calentamientos de cabeza y pocas satisfacciones.
La queja de Camila hizo que las tres empezaran a reír, y continuaron cuchicheando hasta llegar a la sala de cine.
Ashley se sintió fatal por seguir con aquella mentira que empezaba a arderle en las entrañas, pero tuvo que seguir como si nada, forzando estar de acuerdo con las palabras de aquella simpática chica que no tenía ni idea de la realidad en su “relación”.
Era mejor dejar las cosas como estaban, al menos por ahora.
Discutieron un rato hasta llegar a un acuerdo entre todos, y al final, ganó la opción preferida de Ashley. Nadie más que Camila y Karen habían visto la película, de modo que aceptaron de buena gana.
—Voy a hacer unas palomitas, ¿alguien más quiere? —preguntó Ashley.
La mayoría había cogido refrescos y algunas bolsas de patatas y picoteo de un mueble que había en la sala de cine. No les faltaba de nada. Los cómodos sillones de cuero negro incluso tenían reposapiés y espacio para dejar los vasos.
—Yo también quiero —pidió Olivia.
—Voy yo —intervino Gérard.
Este aprovechó para acercarse a ella y coger las bolsas de palomitas para meterlas al microondas que había instalado oculto dentro del armario.
Lucas puso en marcha el DVD y apagaron algunas luces para ir creando ambiente.
—No tenéis ganas de esperar, ¿eh, chicas? —bromeó Ashley.
—Tranquila, si es para ver los tráiler mientras —respondió Karen sin mucho convencimiento.
—Sé que mienten, pero no puedo enfadarme, ni culparlas, Alexander sale tan guapo en la película… —cuchicheó Ashley.
Gérard sonrió con nerviosismo.
Ashley comprendió que se había acercado demasiado a él sin darse cuenta una vez más y, entre los susurros, la luz tenue, y el que estuvieran los dos solos en la parte posterior de la sala, había ocasionado un instante demasiado íntimo. Se aclaró la garganta al tiempo que notaba que su travieso corazón latía más deprisa que antes.
—Oye, antes estuve hablando con Paloma, y ya está todo arreglado para el sábado —expuso. Esperaba que no hubiera contratiempos.
Desvió la mirada hacia el mueble y fingió que estaba interesada en lo que había allí. Básicamente las guarrerías típicas de un cine, como golosinas y patatas fritas, y que ella procuraba no tomar a diario. Pero un día era un día, y hoy le habían apetecido unas palomitas que ya se estaban haciendo en el pequeño y nuevo microondas.
—¿Tendremos tiempo de hacer la tarta antes del desayuno? Es que me preocupa que Oli pueda sospechar algo y estropee la sorpresa —dijo a tiempo que sacaba una bolsa de palomitas, la volcaba en un bol de plástico y se la daba a Ashley.
—Gracias y, tranquilo; Paloma me dijo que es mejor que vayamos temprano, como a las seis de la mañana, y así no nos molestará nadie.
Gérard se quedó paralizado un segundo al oír sus palabras. Trató de no ponerse nervioso al pensar en estar unas cuantas horas en compañía de Ashley, los dos solos en una cocina mientras trabajaban juntos, y muy cerca el uno del otro.
El sutil perfume a canela que le llegó, no contribuyó a que la punzada de deseo que sentía, se esfumara. Esa mujer lo iba a volver loco, y no sabía qué hacer para remediarlo. Era evidente que ella no se daba cuenta, y era mucho mejor así. Bastante mal se sentía ya por su propia incontrolada reacción cuando Ashley estaba cerca.
Empezaba a arrepentirse de esa impulsiva idea. ¿En qué líos se metía? Solo pensarlo ya le estaba alterando los nervios por completo.
Se recordó que lo hacía por Olivia. Se merecía un cumpleaños divertido, y una espectacular tarta. Era una oportunidad de oro para sorprenderla como nunca antes.
—Gracias.
Ashley le miró a los ojos y algo que vio en ellos, la hizo estremecer de arriba abajo. Esa poca iluminación y su masculina voz, junto con esa azulada mirada, le estaban jugando una mala pasada. Era deseo. Algo que no quería sentir en ese momento, y mucho menos por él, pensó.
Forzó una sonrisa y tragó con fuerza un nudo que se formó en su garganta.
—De nada.
Gérard notó el cambio de actitud en ella, y cómo su respiración se alteraba; cómo sus ojos se habían desviado por un segundo hacia sus labios. Cuando se alejó con sus palomitas, casi sintió alivio. Fue una sensación extraña, porque pocas veces había sentido una necesidad tan fuerte con otra mujer, y de ser otra persona, y en otra situación, habría obviado su carácter algo retraído y la habría besado sin compasión. Eso lo asustaba un poco.
La cosa no mejoró cuando fue a la zona de los asientos. Ashley había ocupado un extremo y solo quedaba libre otro junto a Olivia. Le tocaba sentarse en medio de las dos. Genial, pensó con sarcasmo. Justo lo que menos le hacía falta, estar hora y media, o lo que durara la película, a oscuras junto con una mujer que lo estaba trastocando desde que se conocieron.
Lo mejor que podía hacer era centrarse en la pantalla y desconectar un rato su mente.
Las chicas estaban revolucionadas, y cada vez que Alexander aparecía en la enorme pantalla, suspiraban y le lanzaban piropos por lo bajo. Ashley se lo estaba pasando en grande, y la película le estaba gustando mucho.
—Qué buena es la actriz —dijo Olivia.
—Margot Robbie. Es tan perfecta —suspiró Ashley.
Olivia se incorporó para mirarla, y Gérard quiso desaparecer cuando oyó las siguientes palabras que salieron por su boca. Quiso decirle a su amiga que se callara.
—¿Tú dices eso? Si tienes mejor cuerpo que ella —susurró con voz lo suficientemente alta para que la oyera, aunque por suerte nadie más les escuchaba.
—Ni hablar —replicó—. Tiene una piel perfecta, y unas piernas delgadas, tan largas que hasta da vértigo verlas por televisión.
Olivia se rió.
—Estás loca —dijo con sencillez—. Margot está muy buena, pero tú también, y tienes mejor delantera. Eso gusta más a los hombres. Díselo Gérard —pidió, dándole un codazo juguetón.
Este se sintió encogió en el asiento.
—No pienso entrar en esta conversación —farfulló en voz baja, sin saber muy bien cómo había logrado formular una frase completa.
Iba a explotar en muchos sentidos si seguía oyéndolas hablar así. Y Ashley se había apoyado en el reposabrazos de su silla, por lo que podía incluso sentir su calor.
—Bien, digamos que no estoy mal, pero creo que Margot está más buena.
Una sonrisa perezosa iluminó el rostro de Olivia. Le encantaba la actitud fresca de Ashley.
—Pensaba que disfrutarías más con las vistas de Alex —bromeó.
—Y lo hago —declaró con firmeza—, pero una cosa no quita la otra. Y también siento un poquito de envidia… —admitió a la vez que suspiraba—. Ojalá yo fuera actriz.
Olivia se rió. Gérard lo hizo por lo bajo también.
—Creo que solo tienes que proponértelo. Ya eres famosa, seguro que lo único que tienes que hacer es ir a Los Ángeles, hablar con un director de cine y voilà. Puede que incluso coincidas con él —señaló la pantalla y apareció el atractivo rostro del protagonista masculino.
—Si tuviera menos fobia a estar frente a las cámaras, puede que me lo planteara —comentó pensativa.
Jamás sería tan temeraria como para intentar salir en una película, ni aunque el actor estuviera para comérselo. No era tan famosa, ni tenía la preparación como para eso, de modo que era mejor dejar el tema, decidió.
Olivia se mostró pensativa al oír su declaración, y fue Gérard el que intervino.
—¿No te sientes cómoda con las cámaras y todo eso?
Quiso disculparse en cuanto abrió la boca, porque no era asunto suyo, pero Ashley solo se mostró reflexiva ante su interés, no molesta.
Los dos aguardaron con atención.
—Es algo a lo que no me acostumbro. He asistido a eventos multitudinarios, a algunos estrenos de cine con Donovan, y fiestas glamurosas, pero nada de eso es para mí. Me siento una impostora, porque en ese momento no me prestaban atención por mi trabajo, sino porque él tenía cierta reputación para los medios. Todo eso es extraño para mí. Lo que me gusta es la repostería, y dar un pedacito de mí a los seguidores de mi web y bueno… antes, también a la gente que venía al restaurante solo para probar mis creaciones —terminó de hablar con la voz quebrada.
Miró a Olivia y trató de reprimir las lágrimas. Cada vez que pensaba en ello, la herida de su corazón se hacía más profunda. No deseaba guardarle rencor a Leslie, pero cuando recordaba a sus padres, que habían hecho tanto por ella, su dolor era muy sincero. Tal vez si les hubiera contado la verdad, la mala relación que tenían cuando no había nadie alrededor, se habría solucionado todo. Sin embargo, no habría podido vivir consigo misma sabiendo que habría estropeado la relación familiar de ellos tres. No perdonaría a nadie que echara a perder lo bien que se llevaba con sus padres y su hermano, y por lo tanto, no quería hacer lo mismo con personas a las que adoraba.
Solo deseaba que cuando volvieran de sus viajes, no se tomaran muy mal su dimisión. Desde luego sabía que se sorprenderían al ver que se había marchado, pero todas las personas tenían un límite. El suyo era Leslie Kelley.
Notó que una mano se posaba sobre la suya para confortarla, y al cabo de un segundo supo que no era Olivia, sino Gérard.
Sintió un delicioso escalofrío por su espalda, y deseos irrefrenables de apartar la mano, pero se contuvo. Él no era del todo culpable de las reacciones inapropiadas de su cuerpo, aunque sí el motivo.
—Lo siento, no quería divagar —se disculpó—. Aunque tenía mis reservas sobre el programa, lo cierto es que lo estoy disfrutando mucho, y me alegro de que Donovan me animara a hacerlo. Creo que incluso me está ayudando a volver a enamorarme de mi gran pasión.
—Nosotros lo estamos pasando genial, y está siendo fantástico conocerte, te lo decimos de corazón, ¿verdad Gérard? —inquirió con sorna.
Ashley se preguntó porqué lo decía con aquel tono, pero no le dio mayor importancia.
—Sí, por supuesto —fue su escueta respuesta.
Le dio un ligero apretón en la mano y volvió a su sitio. Disimuló cogiendo su refresco y sus palomitas, y Ashley se sintió algo tonta por pensar que él podría haber tenido ese gesto por algo que no fuera simple empatía con algo que evidentemente, era importante para ella.
Continuó viendo la película, disfrutándola hasta el final, y también sintiéndose algo violenta cuando llegaron las escenas íntimas. Gérard a su lado, también se removió inquieto en su asiento, y ser consciente de todos sus movimientos, hasta de su acompasada respiración que se volvió superficial, empezaron a afectarla de una manera muy profunda.
¿Qué le estaba pasando?
Nunca se había dejado llevar por sus emociones hasta el punto de llorar o entristecerse por una ruptura. Era el motivo por el que jamás tuvo una relación seria, que en realidad no sentía nada intenso por ninguno de ellos, y cuando una aventura se acababa, solo le bastaba con decir adiós sin demasiada ceremonia o drama.
Y ahí estaba, sentada junto a un hombre al que en realidad no conocía, notando que su cuerpo temblaba ligeramente por los nervios al tenerle tan cerca.
Qué cuerpo tan traidor.
Casi sintió alivio cuando la película acabó y pudo poner distancia entre ellos. Se despidió de todos y se marchó a su habitación mientras el resto remoloneaba sin ganas de irse a descansar.
Ella al menos necesitaba estar sola, pensar sobre lo ocurrido y sobre todo, ordenar sus ideas. El trabajo era lo más importante en su vida, y no podía dejar que nada lo estropeara, así de sencillo. Y mucho menos una aventura pasajera salpicada de complicaciones. Acabado su dilema.
Se centraría en el programa y en nada más.
Lo mejor que podía hacer era olvidarse de esa imperiosa necesidad de estar con un hombre, porque sabía que no era más que eso, necesidad física. Si Donovan no estuviera enfrascado en su propio rollo pasajero, incluso él le serviría, pero era muy consciente de que hasta aquello era un error. Lo era cualquier cosa que le complicara la existencia ahora mismo.
Debería salir una noche con las chicas y ligarse a algún desconocido, aunque eso conllevaba sus riesgos también. Se suponía que era una mujer casada, y si la reconocían, ella misma sería la que construyera su propio infierno personal perpetuo.
No quería eso.
Una vez echado el pestillo en su puerta, se sintió solo un poco más tranquila. Encendió la luz de una de las mesillas de noche y cogió el portátil. Apenas se acababa de encender cuando sonó su móvil. Era su hermano.
Descolgó enseguida.
—Frank —soltó como una bendición—, ¿qué tal estás?
—Muy bien, ¿y tú?
—Genial —mintió a medias.
No quería mentirle, porque ella no era así, sin embargo, había ciertas cosas que era mejor guardarse.
—Jada y yo hemos venido a cenar con papá y mamá, y pensamos en charlar un rato contigo ahora que estamos juntos. ¿Es muy tarde por allí?
—No lo es para mí —expuso con una media sonrisa—. Aquí son las doce, recuerda que son cinco horas más que en Miami.
Su hermano resopló divertido.
—Seguro que para la próxima vez lo olvidaré de nuevo.
Ashley oyó de fondo a su futura cuñada.
—Pues llama a tu hermana más a menudo —soltó en voz alta para que todos la escucharan, incluso ella que estaba al otro lado del teléfono.
—Deberías prestarle mucha atención a tu prometida, y de paso, dile que la adoro —añadió con cariño.
—Acabo de poner el altavoz, así que está enterada —se rió.
Todos empezaron a saludar y a hablar a la vez. Ya podía imaginar a sus padres y a Jada allí inclinados sobre el teléfono de su hermano. Sonrió.
—Por aquí todo va muy bien —explicó cuando al fin la dejaron hablar—. Ahora os mandaré algunas fotos que han sacado Erika y Jenna mientras estábamos grabando —dijo a sus entusiasmados oyentes.
Al ser la primera vez que Ashley hacía un programa de televisión, su familia estaba siempre preguntando detalles sobre todo el proceso, interesados en cómo se sentía con un proyecto semejante. Se preocupaban porque conocían sus sentimientos con respecto a la prensa que tantos quebraderos de cabeza le había causado, pero les aseguró que nada tenía que ver.
Hablaron un rato para ponerse al día, aunque no tenían muchas novedades que contarse, ya que no hacía ni dos días que habían hablado. Su madre se disculpó por tener que marcharse a la cocina, y aunque Ashley no podía verla, hizo un gesto con la mano.
—Cielo, tengo que seguir con la cena, pero mañana podemos charlar un rato por Skype, ¿vale?
—Sí, perfecto.
Jada se despidió también para ir a ayudarla en la cocina y antes de eso, le deseó mucha suerte en Madrid.
Ashley se lo agradeció con sinceridad.
Su futura cuñada era una guapa y atlética entrenadora personal que, junto con su hermano, que era nutricionista titulado, compartía una gran pasión por la vida y la comida sana. Se habían conocido hacía tres años en el trabajo, un centro de entrenamiento en Miami, y ahora estaban a punto de casarse a finales del verano. Era una suerte que esa jovencita formara parte de sus vidas. Las pocas veces que Ashley había hecho postres para ellos, se encargó de que fueran acordes con su estilo de alimentación, y eso dio paso a algunas recetas que creó especialmente para las ocasiones en que Jada les visitaba. Llegaron a ser muy famosas, y Ashley estaba muy orgullosa de sus tartas y muffins veganos. Estaban deliciosos. Y todo se lo debía a esa mujer de veinticuatro años que tan feliz hacía a su hermano y a su familia. Cuando la conoció le pareció una chica muy dulce, madura y respetuosa. Su corto pelo rubio y sus redondeados ojos azules le daban el aspecto de un ángel. Le alegró descubrir que su exterior concordaba con su interior, con su forma de ser.
Poco a poco llegaron a hacerse buenas amigas, y apenas podía creer que pronto fueran también hermanas, familia.
Se despidió de los dos hombres más importantes de su vida, con la promesa de hablar pronto con todos, y apagó el móvil. Lo dejó en la mesita y se conectó a internet con su portátil.
Cuando entró en Twitter, se arrepintió de inmediato. Tenía montones de alertas y menciones, y vio que muchas de ellas no eran nada agradables cuando abrió la pestaña.
Llevaba varias semanas sin ir por el restaurante tras su renuncia y los rumores y especulaciones circulaban sin cesar, pero en lugar de ir olvidándose al no entrar en toda esa polémica, ahora parecía que el fuego se había avivado aún más. No lo podía comprender.
Algunos comentarios la desafiaban a dar la cara y explicar el motivo real de la deserción de su trabajo, y después de leer uno tras otro, aún sabiendo que era un error que la pondría de los nervios, vio algo que la dejó helada, a punto de sufrir un ataque.
La fuente de la discordia no era otra que Leslie Kelley. Sus desprecios ya no se los dedicaba en privado, sino que había prendido una mecha que no creía poder ser capaz de apagar. Se preguntó porqué había llegado a atacarla de una manera tan pública, ya que hasta ahora había sido la clase de persona que arrojaba una piedra y escondía la mano. No tuvo que esperar mucho para averiguar un posible motivo. Leyó un mensaje que acababa de enviarle:
«¿Eres una cobarde, y por eso te has bajado de tu pedestal y te has escondido?».
Al parecer, a Leslie le molestaba que no se hubiera pronunciado ni defendido de todas esas absurdas acusaciones, como las de que les había dejado tirados en el restaurante y que no era una profesional de verdad, cuando no fue otra que ella misma la que le había hecho la vida imposible para que se fuera y así poder contratar a sus amigas. Cosa que Ashley creyó que era una mala idea.
Tal vez la cosa no iba bien, y lo sintió solo por sus padres; Norah y Owen no debían saber nada, ya que el motivo de su viaje era poder disfrutar de su jubilación, y se preguntó si a su vuelta creerían las mentiras que circulaban sobre ella, y que solo pretendían demostrar que los celos y la envidia eran el pan de cada día.
Dudaba que eso ocurriera, porque la conocían lo bastante como para saber que no era cierto, pero si nunca les había hablado de sus problemas con Leslie, era precisamente porque sabía que jamás se pondrían en su contra. Era su única hija, y siempre se fiarían de su palabra más que de la suya. Eso le dolía profundamente.
Sin apenas darse cuenta, se encontró llorando con desesperación. Sentía que de algún modo les había fallado, por haber dejado el negocio, y por no haber sido sincera con ellos desde el principio. Quizás las cosas serían diferentes ahora de haber dicho lo que pasaba, sin embargo, ya era tarde para averiguarlo.
No sabía qué hacer para mejorar las cosas, porque estaba claro que permanecer en silencio no lo hacía.
Cerró el ordenador, lo puso en el suelo bajo la cama y se acurrucó en posición fetal para tratar de dormir. Lo consiguió después de una hora llorando en silencio, pero las pesadillas estuvieron muy presentes, y al final, el sueño fue de todo menos apacible.