Capítulo 11
Ashley no vio la botella que dejó caer unas horas antes, y fue en busca de otra. Había un mueble junto a la sala de reuniones donde las guardaban.
También se dio cuenta de que había pasado más tiempo del que le hubiera gustado, ya que después de su dramática salida, todos pensarían que era una cobarde que se escondía a la menor señal de problemas.
Suspiró. Ahora sí estaba siendo quejica.
Salieron al exterior en silencio y no fueron muy lejos. Se sentaron en un cómo sofá para tres personas y contemplaron el cielo estrellado. No había mucha luz, pero la suficiente como para ver que dejaron espacio entre los dos. Algunas de las farolas exteriores estaban encendidas, y también una que habían instalado cerca de la piscina, por lo que también estaban bañados por algunas sombras. Le daba al lugar un aspecto demasiado íntimo, lejos de posibles miradas curiosas; un sitio solitario y silencioso, justo lo que necesitaban.
Una ligera brisa agitó el agua de la piscina y Ashley la contempló poniendo un brazo sobre el respaldo para descansar la cabeza. Decidió que si no estuviera tan fresca a esas horas, se daría un baño, eso seguro, pensó. Sabía que por la noche no estaba encendido el motor que calentaba el agua y eso fue lo único que la frenó. Se habría metido con ropa y todo.
—Me gusta este lugar por la noche. Tan alejado del bullicio diario y de las personas —meditó en voz baja.
Gérard la observó en silencio. La noche anterior, mientras leía en la cama y Olivia chateaba con su novia, le dijo algo parecido a su amiga y ella sonrió. Sabía que él adoraba la soledad, la tranquilidad por encima de todo, y la noche, cuando no estaba trabajando rodeado de ruido y ajetreo por todas partes, era su momento favorito del día.
Olivia era muy diferente, porque prefería la fiesta, la actividad y relacionarse con la gente. Se le daba bien ser camarera precisamente por eso. Un claro contraste con él, y con la parte de su personalidad que le provocaba inseguridad y miedo. Cada uno tenía sus propios demonios ocultos. Al igual que todo el mundo.
—Yo también disfruto más del día cuando puedo estar a solas con mis pensamientos.
Le dedicó una bonita y enigmática sonrisa que Ashley contempló con cierta desazón cuando notó que su corazón se aceleraba. Aquello estaba empezando a ser peligroso, se dijo, pero acalló esa voz racional de su cabeza y le devolvió el gesto.
—Si mis pensamientos no me palpitaran en la cabeza de un modo tan contundente, tal vez disfrutaría más estando a solas con ellos —bromeó.
Gérard se rió con ganas, pero enseguida se dio cuenta de que tal vez eso la molestaría. Sin embargo, Ashley no parecía molesta, solo pensativa.
Se giró hacia ella. Creyó que debería decirle algo para confortarla por lo que estaba pasando, y como no sabía el qué, soltó lo primero que se le vino a la cabeza, esperando que su sinceridad la ayudara.
—No dejes que otras personas cambien la imagen que tienes de ti misma. No siempre llevan la razón, y, aunque así fuera —añadió con una pizca de rabia al recordar el pasado—, nadie te conoce mejor que tú, y nadie mejor que uno mismo para demostrar lo que vale realmente.
—Qué bonito suena eso —musitó.
Gérard soltó una risita y ladeó la cabeza cuando se giró para mirarla.
—Las personas no somos perfectas, pero debemos ser capaces de evolucionar y, con el tiempo, superar cualquier cosa. Esas experiencias nos hacen ser quiénes somos.
—Sí, es cierto. Solo espero que los errores que he cometido no me den una patada en el culo ahora —soltó con frescura.
Gérard intentaba ocultar una sonrisita cuando la oyó. No lo consiguió del todo.
—No creo que los errores nos definan. Lo que hay que hacer es aprender de ellos y ser capaces de mejorar. Es difícil claro…
Dejó de hablar al notar que Ashley no le estaba escuchando, lo veía en sus ojos.
Ella meditó en silencio sobre sus palabras. Errores. Asintió despacio, sin percatarse de que él había dejado la frase a medias, asumiendo que estaba deseando cometer uno colosal en ese preciso momento.
Deseaba besarle, degustar esos labios tan carnosos, y averiguar si eran tan dulces como sospechaba.
—A veces podemos repetirlos una y otra vez, aunque ya sepamos que es un error.
—¿Hablas por propia experiencia? —inquirió, con un matiz ronco en su voz.
El ambiente había cambiado de manera radical entre los dos, y podía palparse esa eléctrica sensación en el aire.
—Sí.
—Ponme un ejemplo —pidió.
Su mirada se desvió hacia sus labios entreabiertos y estos se curvaron en una media sonrisa juguetona.
Ashley pensó que cada vez le gustaba más, y sabía que él estaba comprendiendo lo que le pasaba por la cabeza.
—Suelen atraerme los hombres que, por alguna razón, no son los que me convienen —declaró con voz pausada.
Gérard tragó saliva con dificultad.
No sabía si hablaba por él, pero por la forma en que le miraba, no le cabía duda. Sus labios, y el sugestivo sonido de su voz en mitad de una noche oscura eran hipnóticos. Su aroma era deliciosamente embriagador.
—No es… una buena… idea —balbuceó sin ser del todo consciente de las palabras que intentaba formular.
—Lo sé pero —desde luego que no, pensó. Enseguida desechó la voz de su conciencia, de la racionalidad— es… tentador —sentenció.
Ashley se inclinó hacia él, despacio, asumiendo que lo que estaba a punto de pasar era una locura, pero a su vez, saboreando el momento. Se sentía excitada, llena de una sensación parecida a la adrenalina, y notando que caía en algo inevitable. Tal vez había sido así desde el principio.
¿Acaso no existía una cosa llamada el Destino? Bueno, ella no creía mucho en todo eso, pero sí en que las cosas ocurrían por algún motivo.
Se había engañado a sí misma pensando que no era más que un ligero interés por alguien desconocido; una novedad en su vida pero, muy en el fondo, sabía que no era solo eso. Había algo en él que la desarmaba por completo, y que le daba tanto pavor como morbo.
Una combinación escalofriantemente deliciosa.
Gérard tenía la mente nublada por el deseo más puro cuando imitó el gesto de Ashley y unos segundos después, la distancia entre ellos era tan pequeña que estaban a punto de unir sus labios. Estaban sentados en extremos opuestos del sofá, pero habían superado esos centímetros.
Colocó una mano en el asiento central vacío y Ashley puso la suya encima sin darse cuenta. Esta notó su piel suave y fresca en comparación, y sus ganas de aumentar el contacto se multiplicaron.
Deslizó su cuerpo hacia su posición y sonrió con satisfacción cuando vio la sorpresa en sus ojos.
No quería forzar la situación o que él sintiera que se le había lanzado sin contemplaciones hasta verse envuelto en algo que podría evitar, de modo que aguardó un breve instante, percibiendo su errática respiración igual que la suya propia, y no pudo esperar más. Colocando su otra mano cerca de su muslo derecho, sintió que él se estremecía, y sin pensarlo más veces, acercó su rostro hasta que sus labios se encontraron.
Fue un contacto suave, muy cálido y totalmente embriagador. Tuvo que controlarse, por primera vez en su vida, para no dejarse llevar.
Estaban en el jardín de una casa que no era la suya, con un hombre que no era el adecuado para ella, al menos no en ese momento, y al siguiente segundo, decidió que nada de eso le importaba.
La mano libre de Gérard acarició con delicadeza su pelo y puso unos mechones sueltos tras su oreja para pasar sus dedos con suavidad por su mejilla.
Una fuerte oleada de puro deseo atravesó a Ashley para dejarla sin aliento, y no pudo evitar que un silencioso jadeo escapara de sus labios. Aquello pareció encender también a Gérard, que aumentó la presión de sus labios y los entreabrió para saborearla más a fondo. Ashley se derritió cuando notó el tímido tanteo de su lengua, a lo que respondió ofreciendo la suya sin reparos. Se exploraron con frenesí hasta que el beso empezó a tomar un matiz más ardiente.
Aquello se estaba saliendo de control.
Se sorprendió cuando sintió la mano de Gérard en su muslo, subiendo despacio, tanto, que su calor podía palparse a través de la fina tela vaquera, y Ashley pensó que echaría a arder allí mismo.
Ese dulce y apasionado beso la había estremecido desde la cabeza a los pies, y un hormigueo cada vez más intenso se había instalado en la parte baja de su estómago, haciéndola sentir necesitada. Había pasado algún tiempo desde la última vez que estuvo en la cama con un hombre, y jamás se había sentido así con ninguno de ellos. Ni siquiera con Donovan, con quien existía esa amistad previa, y con quien tenía confianza. Sin embargo, no era sino una atracción física como otra cualquiera, porque él era guapo y tenía buen cuerpo, pero lo que estaba sintiendo ahora era muy diferente a lo que experimentó con anterioridad.
No podía creer que estuviera a punto de explotar de necesidad con solo un beso y unas caricias por encima de la ropa, pero así era.
La juguetona mano de Gérard subió hasta su cadera y masajeó la parte superior de su trasero. Ashley deseó estar de pie, para poder enredarse con su cuerpo y notar si estaba tan encendido como ella mientras ese leve contacto la hacía enloquecer, y su deliciosa y húmeda lengua la invadía, chocando contra la suya en un juego perverso.
Estaban a punto de perder la razón cuando un ruido les alertó de que no estaban solos en el exterior de la casa.
Se separaron de golpe y después de lanzarse unas miradas avergonzadas y ligeramente culpables, se levantaron para asegurarse de que no les habían visto.
Ashley se asomó a la zona del aparcamiento y se sintió morir al ver a Donovan y a Paloma riendo como tortolitos y subiendo a un BMW X3. El coche de ella.
Gérard a su lado, se quedó paralizado y la miró con asombro. Al ver que Ashley no parecía más afectada que él mismo, su expresión cambió a una más preocupada y seria. No sabía lo que estaba pasando, y aunque le costara, sabía que debía decirle la verdad.
—No es lo que piensas, es… complicado. Nuestra relación no es lo que parece a ojos de todo el mundo.
Al ver que no reaccionaba, sino que la miraba sin comprender, se vio obligada a seguir su explicación.
—Hace años que nuestro matrimonio acabó, y no es que se le pudiera llamar así —divagó bajo la atenta mirada de Gérard, que ahora tenía el ceño fruncido—. Lo nuestro fue una farsa. Donovan me pidió un favor, para evitar seguir estancado en su carrera en televisión, y no me lo pensé dos veces. Él ha hecho mucho por ayudarme, y solo fue… es… —apuntó— una mentira.
—Por eso me hablabas sobre los errores antes —musitó él con disgusto—. Habéis mentido a todo el mundo.
—Bueno, en mi defensa, debo decir que estuvimos casados seis meses. Fue un matrimonio de verdad sobre el papel, aunque nuestra relación no fuera más que amistad al principio —confesó en voz baja.
No le gustaba cómo la miraba en ese instante, casi podía notar que se sentía traicionado, engañado.
—¿Te acostabas con él? —preguntó con dificultad.
—Sí, me he acostado algunas veces con él. Hace meses que no —confesó.
—¿Estabas… estás —se corrigió— enamorada de tu ex marido?
—No —respondió negando con la cabeza al mismo tiempo, como para darle más énfasis—. Nunca lo he estado. Nuestra relación se basa en una buena amistad.
—Yo jamás me acuesto con mis amigas —comentó él.
—Ya… sé que es un poco raro. —Ashley vio cómo Gérard arqueaba las cenas con escepticismo y suspiró—. Vale, es muy raro, y confieso que a veces ni yo misma entiendo lo que tenemos, pero solo nos hemos acostado unas cuantas veces, y no significa que haya algo profundo entre nosotros. Fue algo sin importancia, y ya ves que ahora está con Paloma. Me enteré de que había algo entre ellos al venir, y hace poco supe que va más en serio de lo que los dos admiten.
Miró de nuevo hacia el aparcamiento vacío y luego a Gérard.
—Nunca quise mentir a nadie, pero el mundo de la televisión, de la fama, es tan complicado que jamás me he parado a analizarlo; solo me dejé llevar por algo que creía que era simple: un pequeño favor a un amigo. Y luego, todo cambió para siempre.
Hubo un momento incómodo de silencio entre los dos, y al final fue Gérard quien lo rompió.
—¿Te arrepientes de algo?
Ashley optó por la sinceridad. Él le gustaba, y si la oportunidad había pasado de largo hacía un momento, al menos no sería por otra mentira más.
—Nunca lo he hecho. En su momento supe que no hacía nada malo, y ninguno de los dos ha pretendido herir a nadie, por lo que… no —declaró con una desbordante franqueza—. Asumo las consecuencias de haber dado ese paso hacia la vida pública, y no puedo negar que mi carrera también se benefició de todo eso. Donovan me ayudó a avanzar, a dar a conocer mi talento en la cocina y, el que ahora las cosas no vayan bien, solo es por mi culpa. Si debí hacer algo distinto, ya es tarde para remediarlo.
Gérard resopló y se mesó el pelo con nerviosismo.
—Al principio me sentí culpable por lo que estábamos haciendo, y ahora… creo que hasta se ha complicado más.
Ashley asintió con ganas de llorar, y se vio a sí misma como una estúpida por esos contradictorios sentimientos.
¿Estaría empezando a encariñarse? Esperaba que no, por su bien.
—Tu vida es demasiado compleja —sentenció con cansancio.
Ashley sabía por qué decía esas palabras. No era la primera vez que algún tío se lo comentaba. Su significado la descompuso como no lo había hecho nunca antes. Gérard no deseaba estar en medio de algo tan enrevesado, y podía entender que no quisiera eso en su vida, pero ella era algo más que una imagen pública con un pasado en el que nada era sencillo. Por mucho que antepusiera su trabajo a todo, también era una mujer que necesitaba conectar con otras personas, y no solo a un nivel sexual, sino de amistad, de intimidad.
Tal vez eso era lo mejor. Volver a poner en perspectiva su vida y dejar las relaciones en un segundo plano.
—Lo es —dijo con pesar.
Sus palabras no obtuvieron la reacción que esperaba. Cualquier hombre en su lugar se habría dado la vuelta, le habría soltado una fresca y se alejaría de su vida para siempre, pero él sonrió. Una sonrisa comprensiva y amable.
—Cuando estés lista para la estabilidad en una relación, seguro que llegará, con un hombre que te convenga de verdad —repitió sus palabras con suavidad.
—Supongo que esto, es algo que es mejor no repetir —declaró, intentando que su voz no sonara decepcionada.
Gérard soltó una risita nerviosa y confesó algo que no creía que sería capaz ante ninguna mujer.
—Bueno, no soy lo que se dice un experto en mujeres, soy un completo desastre más bien y… luego está el programa. No quiero que tengas problemas por si esto llegara a saberse —dijo sin mucho convencimiento.
Ashley asintió pensativa. Desde luego, no tenía ganas de más dramas de ningún tipo.
—Claro —convino enseguida, aunque por dentro, Ashley se preguntaba por qué todas sus aventuras estaban condicionadas al fracaso por algo que no podía corregir.
Ninguno le parecía lo bastante bueno como para intentarlo, y cuando se animaba a darles una segunda oportunidad tras una noche de pasión, se cansaba muy rápido de ellos. Siempre le ocurría igual.
Tal vez el problema era de ella, pero no sabía qué hacer para que alguien despertara su interés. Eso no era algo sobre lo que tuviera elección y jamás se presionaría para sentir. Era absurdo; o se siente algo o no.
Así de sencillo.
Con Gérard por el contrario, no había pasado nada. Solo un beso. Un beso perfecto, pero aún con todo, no sabía por qué razón su corazón se lamentaba en silencio, en el interior de su pecho, y por qué su cabeza le decía que él no era como los pringados con los que había tratado hasta ahora. Deseaba algo más. Con él.
Suspiró y centró su atención en esos preciosos ojos azules que parecían ver dentro de ella, y que tan bien la entendían con solo una mirada.
—No creo que pueda olvidar nunca lo que ha pasado antes —dijo avergonzado. Ashley podría jurar que estaba rojo como un tomate. Esa característica le resultaba muy dulce en él—. Pero creo que podríamos seguir trabajando juntos, y dejar a un lado lo ocurrido.
Lo podía intentar, meditó ella.
—Será lo mejor, sí —aceptó con la cabeza llena de dudas asaltándola, acribillándola sin piedad alguna—. Somos mayorcitos, y seguro que podremos comportarnos como adultos.
—Esa es la cuestión, ¿no? —inquirió con sorna.
Ashley se rió ante su irónico comentario. Era mejor tomárselo con humor, claro que sí.
Sin embargo, al día siguiente, la ironía le golpeó en la cara. Pocas cosas le resultaban divertidas ya.
Paloma le pidió que se reuniera con ella después de comer. Cuando vio su expresión, no pudo negarse, aunque le habría gustado.
La noche anterior se quedó hablando con sus padres hasta altas horas de la madrugada; estaban muy preocupados por ella y trató de hacerles ver que no se iba a derrumbar de nuevo, como le ocurrió cuando tomó la difícil decisión de dejar un trabajo que le apasionaba, por el que había luchado tanto. Leslie no lograría vencerla, se prometió a sí misma.
Colgó el teléfono cerca de las dos de la mañana y pasó el resto de las horas entre sueños horribles en los que su vida se iba al traste y otros mucho más divertidos y eróticos, pero que tampoco la dejaron dormir tranquila. La culpa solo era suya esta vez, por haber dado pie a aquel inolvidable beso en el jardín bajo las estrellas.
Tuvo que hacer como si nada por la mañana, y sin embargo cada vez que su mirada se cruzaba con la de Gérard, podía ver que para él también era difícil ignorar lo que pasó la noche anterior. Un frágil consuelo que no la tranquilizaba nada.
Los demás la observaban con curiosidad, interés, pero sin menguar el cariño y respeto de sus expresiones. El grupito de las más jóvenes sin embargo, era harina de otro costal. Parecían juzgarla con los ojos, y su interacción con ellas era muy tensa en la cocina; más que los días anteriores en todo caso. Trató de obviar lo que podrían estar pensando de su vida. Si empezaba a hacer caso de las habladurías o de las inquisitivas miradas de la gente, se volvería loca.
Ahora venía más drama, pensó con disgusto.
Pasaron de largo por el despacho de Paloma y fueron hasta la zona posterior de la casa. Llegaron al vestuario y esta cerró con llave. Ashley tragó saliva con dificultad. La expresión de esa mujer la estaba poniendo nerviosa.
—¿Qué ocurre? —inquirió con vacilación.
Para su asombro, ella no fue al grano como solía hacer. Empezó a dar vueltas por la amplia habitación y sus tacones repiqueteaban sin cesar. Ashley notó que la cabeza le martilleaba al ritmo de sus pisadas.
—No sé muy bien cómo decirte esto —dijo al final. Se detuvo y caminó hasta quedar frente a ella—. Acabo de ver en internet la noticia de tu divorcio.
—¿Q-qué? —balbuceó después de unos segundos en estado catatónico.
—Lo que oyes. El director de la cadena me ha llamado muy preocupado. Tanta prensa sobre tu vida y la de Donovan… es posible que nada de eso sea bueno para el programa y… están pensando en cancelarlo todo.
Su voz sonaba neutra, profesional, muy en su línea, pero en sus ojos pudo ver la verdad. No estaba nada contenta, pero Ashley no sabía si estaba más enfadada con ella o con la causante de tantos problemas en la red.
—Creía que eras la responsable del programa, la que se encargaba de tomar las decisiones —soltó sin saber qué más podía decir.
—Lo soy, y también la que intenta tranquilizar al director, los guionistas y los inversores. Todos están al corriente de lo que pasa, y cada uno tiene su propia opinión al respecto —expuso con una mirada seria.
—¿Donovan lo sabe ya?
Tembló al imaginar su reacción.
—Aún no, pero no tardará en enterarse. Ahora mismo está hablando por teléfono con un agente que tiene en Los Ángeles, o eso creo que me dijo antes de marcharse tan rápido como un rayo.
Volvió a caminar de un lado a otro y Ashley la miraba como quien observaba un partido de tenis. Empezó a marearse.
—Le daremos la noticia juntas si quieres. No le va a gustar nada, porque si lo ha querido ocultar durante casi cuatro años, es por algo. Su agente le ha estado tratando de conseguir un papel en una película que Donovan persigue desde hace mucho tiempo —meditó en voz alta—. Es la oportunidad que siempre ha querido y… si por mi culpa se va al cuerno… no creo que me lo perdone jamás.
—Bien, podemos pensar cómo abordarlo a él y luego encargarnos de los demás. Tal vez reunirnos con todos y hablarlo este fin de semana. Cancelaremos la fiesta y…
—Ni hablar —la interrumpió—. Si vamos a acabar con todo esto, mejor después de la fiesta. ¿Qué diferencia puede haber por un día?
Paloma la miró como si le faltara un tornillo.
—Oh, venga. Solo sería un día más. No quiero que el punto y final sea darles la noticia y decirles adiós —musitó con tristeza.
Desde luego no querría despedirse de ese bonito proyecto de una manera tan fría.
Ya que era por su culpa, al menos intentaría que tuvieran un buen recuerdo. No todo iban a ser dramas, malos rollos y habladurías absurdas circulando por el gran océano de Internet.
Su interlocutora pareció pensarlo unos segundos y al fin le dedicó una mirada determinante.
Había tomado una decisión. Ashley cruzó los dedos y aguardó a que hablara.
—Bien, el domingo nos reuniremos con todos los miembros del proyecto y haremos lo posible por salvarlo —declaró con resolución.
Se giró para marcharse y Ashley la llamó.
—Lo siento, de veras —se disculpó con voz apagada.
Esta le dedicó una media sonrisa.
—Aún no se ha acabado, así que no sientas la derrota tan pronto —dijo para infundirle esperanza.
Ashley la habría creído si no fuera porque oyeron unos fuertes golpes en la puerta.
—Chicas, ¿estáis ahí?
Era Donovan, y parecía muy alterado.
Ashley miró a Paloma y tembló por dentro. Se adelantó y agarró la manilla de la puerta con una mano y la llave con la otra.
—Yo abriré la puerta y tú me cubres las espaldas —bromeó solo a medias.
Sin duda iba a necesitar apoyo para salir indemne del tornado que se les venía encima. No quería ni imaginar lo mal que estaría su ex con todo el asunto.
Él iba a ser el más perjudicado por el secreto que había terminado explotando.
Se preguntó cómo era que se descubrió ahora. Ella no se lo había contado a nadie más desde que lo explicó a unos pocos íntimos, solo a Gérard… Pero no le creía capaz de contarlo a nadie, y mucho menos a la prensa.
Por un segundo, pensó en la conversación de la noche anterior con Norah Kelley. Bueno, dudaba que se lo hubiera contado a su hija después de lo que estaba pasando, pero si Leslie se había enterado por casualidad, no dudaría en poner en conocimiento del mundo entero una noticia tan jugosa que la haría quedar mal a ella, puesto que parecía decidida a acabar con su reputación.
Eso era más plausible.
Abrió la puerta y Donovan las miró a una y a otra. Se lanzó a por Ashley y la abrazó con una fuerza excesiva.
Farfullaba algo, pero apenas podía oírle, lo que sí notaba era que estaba efusivo, y eso no era algo que habría esperado por su parte dadas las circunstancias.
Odiaba tener que acabar con esa desbordante alegría.
Cuando al fin se separó, la miró con los ojos brillantes y luego miró a Paloma con una mezcla de ternura y lujuria.
Esta no dijo nada, sino que se mantuvo al margen, cautelosa, esperando para soltar la bomba.
—Acabo de hablar con Roger, y me ha dicho que el papel es mío —expuso con voz aguda, sin poder contener la emoción—. Este mes de diciembre al fin se empieza a rodar la película después de dos años esperando y… ¡voy a ser el protagonista!
Ashley soltó una risita nerviosa y se volvió hacia Paloma para que le echara una mano. Esta la miró sin saber cómo reaccionar. Donovan se dio cuenta, por supuesto. Suspiró y habló de manera más calmada.
—Ya sé lo que intentáis decirme, pero no os preocupéis.
Ellas le escrutaron sin comprender.
—Mi agente ya me ha contado que nuestro divorcio es noticia, y bueno, lo sabe todo —dijo a Ashley. Esta se asombró de su tranquilidad—. Lo cierto es que tanta prensa ha llamado la atención al director y el papel me va como anillo al dedo. Aunque al principio pensé que me llamaba para darme una noticia funesta, al final ha sido justo al contrario.
Ashley alucinaba al verle tan sereno con un tema que para ella había sido un dolor de muelas desde el principio. Pero por otro lado, al menos ya no había más secretos. No. Toda su vida estaba expuesta a ser diseccionada por cualquier idiota al que le sobrara el tiempo. Era más un fastidio que otra cosa. ¿Y qué si la gente pensaba que era una excéntrica? Cada cual tenía sus defectos, pensó.
Cierto que esas pequeñas cosas estaban mejor guardadas bajo llave, al menos a veces, pero existía una parte buena. Ya no tenía que fingir, ni mentir. En cierto sentido, no todo era malo, sino incluso liberador.
El tiempo diría si todo acababa ahí. Mejor no hacerse ilusiones, decidió.