Capítulo 20

 

 

 

No fue hasta el sábado que Ashley pudo hablar con Paloma sobre su ayudante.

Aparte de su evidente implicación con Leslie, también descubrieron muchas otras cosas. Como que se hacían confesiones demasiado delatoras, condenadoras, y todo estaba en su poder; podrían usar eso en su contra para evitar que continuaran hablando sobre ella o el programa.

Una tentación casi irresistible.

Ninguna de las dos se veía capaz de hacer algo así a pesar de todo, sin embargo, estaban en juego sus carreras, y después de lo que las dos manipuladoras habían conspirado para echar por tierra la vida de Ashley de todos los modos posibles, esta tampoco se sentía muy benevolente. Rebajarse a su nivel era impensable, pero amenazarlas con desvelas secretos que ambas querrían tener bien guardados, podrían servirles a ella y a Paloma para que todo acabara. Era un dilema horrible. Si se callaban, las cosas podrían ir a peor, y los inversores se podrían replantear el continuar o no con el programa, pero ninguna de las dos se quería convertir en una persona que no respetara la privacidad de otras por salvar su futuro profesional, aunque tanto Leslie como Deborah fueran mujeres sin una moral firme.

Sea como sea, la semana siguiente iba a ser muy larga. Debían ir preparando a los alumnos para el concurso, y no necesitaban más dramas ni problemas añadidos. Ya existía bastante tensión con el trabajo. Todo el mundo la requería constantemente y Ashley apenas llegaba a todo. Por las noches estaba tan cansada, que apenas abría el portátil, se quedaba dormida con la ropa puesta incluso.

El miércoles siguiente, recibieron la visita de los jueces, Marcelo Alcázar y Paola Duque. Y más que respeto, lo que provocaron al llegar fue un miedo generalizado. Se reunieron con ellos en la sala común y, además de los alumnos y el permanente equipo del programa, también estaban los guionistas y editores.

Una vez acabadas las presentaciones, era el momento de tomar buena nota para que el concurso se desarrollara sin contratiempos de ningún tipo. Para evitar que el tema de Ashley y Gérard pudiera perjudicar a su grupo, hicieron un pequeño cambio que Paloma como directora de la productora aprobó sin pensarlo: los jueces permanecerían fuera de las cocinas hasta el momento decisivo, y luego harían su labor sin conocer la procedencia de los postres, de ese modo, su valoración sería del todo objetiva.

De cualquier modo, era imposible que nadie pensara que tendrían inclinaciones hacia unos grupos por encima de otros, ya que su contacto se limitaba a los pocos minutos en que una vez tomada la decisión final, Marcelo y Paola dieran su veredicto. Ambos eran conocidos críticos gastronómicos de España, y sabían lo que hacían, por lo que tenían claro cómo debían proceder sin meter la pata o comprometer la integridad del programa.

El miércoles y el viernes serían los días de preparación, de modo que a excepción de la visita de los jueces que se limitaba a ese único día para conocer el procedimiento a llevar a cabo, esas dos mañanas harían una especie de simulacro para que supieran cómo llevar a cabo sus tareas durante esos cinco días, y los límites de tiempo durante esas últimas jornadas del mes. Cinco mañanas en las que sus destrezas, sus capacidades de trabajo en equipo y sus postres serían probados y juzgados para su posterior valoración.

Esas respectivas tardes no habría confesionario, claro, y los alumnos tendrían tiempo libre para hacer repaso de las recetas que ya habían hecho, y para prepararse como cada uno considerara. Ashley les había dicho que ella estaría dispuesta a darles los consejos que necesitaran, aunque tampoco conocía de antemano las recetas que iban a formar parte del concurso; lo que le parecía muy bien, para que luego no pudieran acusarla de dar información privilegiada.

Por una vez, estaba encantada con las exigentes restricciones de Paloma.

Sin duda fue un día duro, y trabajar junto a Deborah como si no pasara nada, era insoportable, pero Ashley se tragó su orgullo una vez más e hizo lo posible por dar lo mejor de sí misma.

Estaba convencida de que al terminar el mes, tendría una úlcera sangrante en el estómago, pero nada que en un spa durante varias semanas no se pudiera arreglar. Eso estaba ya en su lista de tareas principales cuando volviera a Miami. Y tenía claro que si no fuera por sus amigas, por el apoyo que demostraba Donovan, y por los ratos que pasaba con Gérard, y también Olivia, habría abandonado hacía varios días. Con toda probabilidad cuando se encontró con Deborah ese lunes sabiendo su sucio secreto. Por suerte para ella, las horas iban pasando a gran velocidad, y por lo tanto, también el tiempo que pasarían juntas. Eso le gustaba más.

Lo que no le gustaba tanto, y apenas era capaz de confesarlo ante sí misma, era que echaría de menos a Gérard. También al trabajo y a los demás en mayor o menos medida, pero sin duda, alejarse de él sería lo más duro. Cada vez que se miraban, algo en su interior se removía, y por las noches, aunque no todas estaban juntos, dejaban que la pasión los envolviera como si no hubiera un mañana. Le iba a costar renunciar a aquello.

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El viernes por la mañana temprano, Erika y Jenna fueron en busca de Ashley. Tocaron en la puerta y, al ver que no estaba cerrada con llave, entraron sin ser invitadas.

Esta se sobresaltó porque estaba en la cama, escribiéndose mensajitos con Gérard. Chasqueó la lengua porque no paraban de llegarle alertas de las redes sociales, y cuando las saludó, empezó a cerrar cosas en el móvil.

—¿Qué ocurre? Tenéis cara de haber visto un fantasma.

Erika le ofreció su propia taza, que el día anterior dejó olvidada en la sala de reuniones junto a las de sus amigas.

—Te traemos café en tu vaso y, queríamos avisarte de que todo el equipo ya está abajo. Hoy es el último día de ensayo para la semana que viene y todos están algo ansiosos… Qué poco queda ya.

—Sí. Esto se acaba —convino Jenna sin mucho entusiasmo.

Era cierto, lo que también la estaba afectando.

Cuando Donovan le habló por primera vez sobre el programa, su reacción fue una rotunda negativa. Más tarde pensó que tal vez sería una buena oportunidad para su carrera, aunque las cámaras no le gustaban y solo quería hacerlo todo lo más rápido que pudiera para largarse a casa de nuevo. Sin embargo ahora, quizás fuera por la experiencia en la casa, o por Gérard, pero no deseaba que los días se sucedieran tan veloces. Quería más tiempo o en su defecto, aprovechar cada instante al máximo, se dijo.

Ya que no tenía el poder de ralentizar el tiempo, se conformaría con vivir cada minuto como si estos fueran a acabarse pronto. Lo que era así, literalmente.

Se hizo con su café y dio un largo trago mientras terminaba de coger sus cosas y salían juntas de su habitación. Jenna la sujetó del brazo y le habló en voz baja.

—Deborah está en plan acosadora con Gérard esta mañana, así que ten cuidado. Puede que quiera ver tu reacción o conseguir que te pongas de los nervios.

—Gracias por la advertencia —comentó con evidente cansancio—. ¿No se cansa nunca de fastidiar?

—Su tiempo se acaba y lo sabe. Tal vez deberíamos cortarle el rollo de una vez —sugirió Erika con una voz tenebrosa.

—Desde luego —apuntó Jenna—. Así el concurso se libraría del factor Deborah. Esa tía me pone de los nervios.

—Es como una bomba de relojería de la que debemos tener cuidado —advirtió Ashley—, porque sabemos que en cualquier momento, nos explotará en la cara.

—Incluso Paloma se ve inquieta.

—Sí. Porque eso nos está afectando a todos. Deberíamos librarnos de ella de una vez. Estoy harta de tener que mirarla a la cara sin poder arrancársela con las uñas —siseó Erika con los dientes apretados. A veces daba miedo, y eso que sus amigas la conocían bien. En el fondo, muy en el fondo, era un trozo de pan.

Ashley se detuvo en mitad de la escalera.

Comprendía a sus amigas, porque ella misma estaba de los nervios esos días, pero la cosa ya estaba bastante tensa como para arrancar la semana del concurso con un descomunal desastre. ¿Y si se enfrentaban a ella y después de todo, en lugar de arreglarlo, lo echaban a perder?

No podía arriesgarse a eso. Suspiró, y se armó de una paciencia que ya casi estaba agotada, para hablarles.

—Venga, chicas. Esto es como una peli de espías, debemos aguardar hasta el momento perfecto, y asestar entonces el golpe mortal.

Guardaron silencio unos segundos y al ver la cara de preocupación de Ashley, se sintieron culpables.

—Lo sentimos, es que cada día que pasa te notamos más alterada por su culpa, y solo deseamos que se acabe —declaró Jenna con la voz quebrada.

—Tranquilas. Seguro que puedo distraerme con algo.

—Claro que sí, pero no creo que montártelo con Gérard ahora mismo, sea una buena idea —bromeó Erika.

—¿No? —murmuró pensativa.

Vaciló a sus amigas al poner una cara seria como si realmente lo considerara, pero lo cierto era que se estaba cachondeando, y cuando notaron que no se lo planteaba en serio, soltaron unas sonoras carcajadas.

Terminaron de bajar los escalones y Ashley notó que su corazón se contraía al ver a Deborah casi encima de Gérard, hablándole muy cerca. Estaba invadiendo con descaro su espacio, y este no parecía nada cómodo.

Olivia a su lado, les miraba de reojo con el ceño fruncido. Era obvio que no le gustaba Deborah, pero claro, ¿qué podía decirle para que se fuera de allí y dejara de molestar a su amigo?

Esta fue la primera en percatarse de su presencia, y acto seguido, Deborah y Gérard. Él se puso rígido y sin embargo, la traidora mostró una pequeña sonrisa diabólica. Ashley tuvo ganas de coger del brazo a Gérard y explicarle lo que había descubierto de esa horrible mujer; aunque no quiso preocuparle hasta ahora, verla allí tan tranquila, y mostrando un evidente interés por su hombre, le dieron ganas de lanzarse sobre ella y arrancarle los ojos.

Ashley caminó despacio hacia una de las sillas vacías mientras le daba vueltas a ese pensamiento posesivo que tuvo con Gérard. ¿Desde cuándo le consideraba como a su hombre? Menuda locura.

Todo el mundo saludó a las recién llegadas y Ashley solo mostró una pequeña sonrisa como respuesta.

Gérard se sentaba casi enfrente, por lo que tuvo que hacer un gran esfuerzo por no mirarle, y así evitar encontrarse con la expresión de satisfacción de Deborah.

No entendía cómo podía ser tan falsa, y tan mala persona. Siempre creyó que era una buena chica, pero ahora quedaba claro que tras la fachada que mostró todo ese tiempo, se encontraba algo bien distinto.

Pensó que debería haber compartido la información sobre ella con Gérard, y así sabría la clase de persona que era, pero además de tener la certeza de que no le interesaba como mujer, Ashley comprendía que lo que descubrieron era una gran carga que ella casi no podía soportar ya. No quiso hacerle eso a él también.

Jenna se acercó para susurrarle al oído.

—El día menos pensado, se me cruzarán los cables y le borraré esa sonrisa siniestra de su pequeña cara británica —masculló de mal humor.

—Cariño, cada día te pareces más a Erika.

—¿Qué? —inquirió la aludida al escuchar su nombre.

—Nada.

Ashley negó con vehemencia y vio que Jenna cuchicheaba con ella para acto seguido reír con disimulo. Intentó centrarse en lo que vendía a continuación.

Paloma dio comienzo a la reunión y Ashley le prestó atención, al menos cuando esta no se le desviaba hacia Gérard y la mujer-lapa que no paraba de tontear con él de forma descarada. Deborah le tocaba el brazo a cada rato, y se inclinaba hacia él, demasiado según su criterio. A veces le dolían los dientes de tanto apretarlos, pero sabía que no podía hacer nada para impedirlo sin parecer una lunática, al igual que él, que ya se le veía más que incómodo aunque tratara de hacer como si nada.

Su cara, su mirada le delataban, y a Ashley se le ocurrió una perversa idea. Cogió su móvil y tecleó por debajo de la mesa para que nadie se diera cuenta, y menos las personas que tenía delante.

Esperó, pero no ocurrió nada hasta unos minutos más tarde. Por el rabillo del ojo vio que Gérard se movía y se oían murmullos bajos aparte de la resonante y autoritaria voz de Paloma y de forma ocasional, también la de algún guionista o personal del equipo que comentaba algo sobre la escaleta.

Casi no pudo respirar cuando oyó que Gérard se atragantó sin estar bebiendo nada. Ashley se mordió la lengua para no echarse a reír de manera histérica, y miró en su dirección con cara de preocupación.

—¿Te encuentras bien? —inquirió toda inocencia y con voz lo suficientemente alta para que le oyera, pero no tanto como para interrumpir la reunión.

Este se sonrojó de forma violenta y la miró sin decir nada al principio.

—Sí, es solo que… algo me atravesó… por sorpresa —farfulló nervioso.

—Deberías beber agua —sugirió sin malicia.

—Sí —carraspeó y la miró de forma muy intensa—. Sin duda luego me ocuparé de eso —hizo hincapié en la última palabra.

Ashley sintió un cosquilleo en partes de su cuerpo que estaban revolucionadas esos días, y aceptó esa promesa encubierta con una pequeña sonrisa y un asentimiento leve con la cabeza.

Intentó que su mirada reflejara preocupación genuina, y no regocijo por su reacción.

Jenna le dio un toquecito en el hombro y le preguntó.

—¿Qué era todo eso? Tu querido francesito te miraba con cara de desear devorarte encima de esta mesa —dijo con sorna.

Ashley sonrió y arqueó las cejas con complicidad.

—Le acabo de mandar un mensaje al móvil diciéndole que me apetece montármelo esta noche con él en el aparcamiento, dentro del coche de alquiler.

Jenna abrió mucho los ojos y le dio unas palmadas en la espalda.

—Buen método para amenizar esta aburrida reunión —dijo con orgullo fraternal.

Ashley intentó prestar atención a Paloma mientras oía cuchichear a sus amigas, y por un segundo, vio una mirada breve y punzante de Deborah.

Su primera reacción fue increparla, o quizás lanzarle la misma mirada envenenada que ella, sin embargo, como estaba acostumbrándose a dar de lado a los problemas, cosa que no le estaba gustando ya, miró hacia su interlocutora e ignoró a su joven ayudante con claras aspiraciones a cotilla del año.

Después de su alocada idea de poner cachondo a Gérard, todo fue más llevadero. No se sentía muy profesional, pero las imágenes de su amante desnudo le estaban ayudando a olvidar que mucha gente desconocida en internet tenía una opinión que ofrecer sobre su vida y también sobre los rumores que la rodeaban. Lo único que sacó de bueno fue que miles de personas estaban deseosas de ver el programa “misterioso” que estaba haciendo y que Leslie tuvo la desfachatez de mencionar.

Según los mensajes encontrados en el portátil de Deborah, esta tuvo la frialdad de desvelar solo lo justo para saciar la curiosidad de su aliada y en realidad, no le dio muchos detalles, pero como no podían estar seguras, ya que lo del aire acondicionado sí que fue un sabotaje en toda regla, Paloma estaba siguiendo sus pasos muy de cerca.

Ashley no sabía de qué modo, y como no deseaba conocer la respuesta, se abstuvo de hacer preguntas. De esa manera, no se llevó la sorpresa de su vida.

Paloma decidió que iba a controlar el teléfono de su ayudante para prevenir más problemas en la medida de lo posible, y cuando dio paso a los dos guionistas para que continuaran con su charla y sus indicaciones, paseó su mirada por la mesa de la gran sala y se topó con la de Deborah. Se la veía muy concentrada, pero no en la reunión, sino en su móvil, lo que la puso alerta.

Se movió hacia un lateral y en voz baja le dijo a Donovan que iba a buscar unos papeles a su despacho.

Leo había instalado una aplicación en su teléfono para ver lo que su ayudante escribía o recibía en cualquier momento, y entró en ella. La primera vez había temido que Deborah se diera cuenta y estallara una guerra mundial, pero por suerte para Paloma, tal como le explicó el técnico, para la otra persona, el icono de la aplicación era invisible. En cualquier otra circunstancia, aquello le resultaría una violación indiscriminada a su intimidad, pero había en juego algo importante, y ahora mismo su ética estaba rallando en el límite de lo permisible.

Olvidó todos sus prejuicios sobre sus actos cuando leyó los mensajes que Deborah le mandaba a Leslie Kelley. Su asombro y su cabreo fueron en aumento hasta cotas tan altas como los picos más sobresalientes de Sierra Nevada. Casi no podía creer lo que sus ojos veían. Al parecer, había instalado un micrófono en el dormitorio de Ashley para captar conversaciones comprometedoras, y puesto que su último intento no había salido como quería, porque solo había creado interés y expectación por el programa y las nuevas actividades de la repostera favorita de los últimos años en todo el mundo, había pensado en llevar su traición un paso más allá.

Deborah no solo quería perjudicarla, sino intentar que Gérard mostrara interés en ella, por lo que al no lograr su propósito, iba a difundir ciertas grabaciones de sonido que iban a acabar con todo. Ashley y el programa sufrirían las consecuencias, Gérard y Paloma también. Así como todos los demás, que al estar dentro o cerca del proyecto y los principales perjudicados, iban a ser salpicados por el escándalo de un modo u otro.

Paloma no iba a dejar que esa joven con muy altas aspiraciones, muy poco profesionales también, se saliera con la suya. No sabía cuál de las dos estaba peor en realidad, si Leslie o Deborah. ¿Tanto se aburrían esas dos para tener que arrastrar al fango a otras personas solo por no lograr sus egoístas metas?

Estaba más que indignada, y cabreada, lo que no era mucho mejor. Iban a rodar cabezas, eso seguro. No toleraba el trabajo ni a la gente mediocre, y si encima alguien intentaba hacer daño solo por una rabieta infantil y sin sentido, mucho peor.

No sabía cómo proceder. Por primera vez en su vida se sentía algo perdida. Por un lado, debía interceder lo antes posible y antes de que fuera demasiado tarde, pero por otro, si actuaba de inmediato y precipitaba las intenciones de Deborah, el resultado sería idéntico: un desastre monumental con el que no podría lidiar para arreglarlo.

Eso era algo seguro.

Miró la pantalla de su ordenador, como si allí pudiera hallar la respuesta, y al cabo de unos pocos minutos, esta le llegó en forma de su ayudante, ya no tan favorita.

—Paloma, ¿estás bien? Llevas aquí un buen rato —dijo con su habitual tono dulce y servicial.

Esta se quedó mirando a la persona más falsa con la que había tenido la desgracia de trabajar, y sin pensarlo, alargó la mano y le quitó el móvil de la empresa.

—¡Eh! ¿Se puede saber qué haces? —espetó sorprendida, molesta, y Paloma pudo jurar que también algo asustada.

—No digas una palabra más —advirtió con voz baja sombría—. Sé lo que has estado haciendo a mis espaldas, y… antes de que te hagas la dolida y me montes un espectáculo, piensa muy bien lo que vas a hacer en los próximos minutos.

Deborah abrió los ojos de manera desorbitada y boqueó como un pez fuera del agua. Su expresión de inocente eficiencia se esfumó para dar lugar a una cara de enfado y rabia.

—No sé a qué te refieres —escupió sin poder controlar apenas su frustración.

Paloma se mostró relajada, se recostó en su silla y la miró con macabra serenidad y superioridad a pesar de que ella estaba de pie, con una pose agresiva.

Jugueteó con el teléfono incriminatorio y, antes de perder esa prueba, que contendría más información de la que había obtenido ya, lo guardo en su cajón bajo llave.

—Déjate de tonterías, porque he visto tus correos electrónicos y tus mensajes. Y no vayas a salirme con lo de tu privacidad —advirtió muy cabreada, pero moderando su tono de voz para no alertar al resto de personas que estaban a pocos pasos—. Has estado filtrando información del programa a gente de fuera, y sabes que eso es una falta muy grave a tu contrato, por no decir que lo has hecho desde varios aparatos electrónicos que son material de la productora, de modo que si se te ocurre la brillante idea de demandarnos, recuerda que sé lo que has estado contando a esa simpática de Leslie, tu amiguita —escupió con sarcasmo—. Podría ser yo la que te pusiera una denuncia por daños, y además, pagarte con la misma cortesía que has tenido tú, es decir… contar algunos de tus secretos, y los de tu nueva amiga. Serían la nueva bomba informativa del siglo.

No quería jugársela, así que trató de guardarse para sí misma el regocijo que sentía al verla atrapada entre la espada y la pared.

Deborah estaba callada, intentando procesar lo que ocurría, y al cabo de unos minutos en silencio, al final dijo:

—No serías capaz de hacer algo así. ¿Por qué ibas a querer proteger a esa idiota de Ashley? Si es la ex mujer de tu nuevo novio…

—No juegues conmigo. Soy capaz de muchas cosas, y no solo la protejo a ella, sino a mucha gente que saldría perjudicada por vuestra venganza particular y patética. —Paloma la miró a los ojos y vio que estaba dolida por primera vez desde que empezaron a hablar, pero eso no la amilanó ni la hizo apiadarse. Ya era tarde para eso—. Sé que es posible que esa mujer te haya convencido para todo esto, pero eres adulta, y has cometido un error fatal que te va a costar el empleo. Si dejas las cosas como están, no me importaría darte referencias para que busques otra cosa, pero te advierto que si continúas por este camino, no voy a ser indulgente contigo. Te lo prometo.

Deborah no dijo nada de inmediato. Respiró hondo varias veces y meditó sus opciones.

—Bien, recogeré mis cosas y me habré ido en unos minutos.

Paloma se levantó y la miró con recelo. Era muy consciente de que sabía a lo que podría enfrentarse, pero no estaba segura al cien por cien de que aceptara su despido sin dramatizar.

Las personas bajo presión son capaces de todo.

Le dio un incentivo por mera precaución, y a pesar de que no le gustaba la idea de hacerle un favor, tuvo el impulso de hacerlo para que se marchara contenta, sin hacer ruido y con algo que compensaría con creces su fulminante despido. Pensó que era un buen modo de asegurarse, en la medida de lo posible, que no hubiera consecuencias; claro que nada se lo aseguraba al cien por cien. Para su intranquilidad mental.

Se quedó unos minutos allí sentada, pensativa, y dudando si lo estaba haciendo bien o acababa de abrir la caja de Pandora. No sabía qué más hacer.

Le gustaba tenerlo todo controlado, bien atado y rematado para evitar sorpresas, y ahora sin embargo, estaba incluso nerviosa por si su precipitada acción pudiera tener un efecto catastrófico en su futuro inminente. Aunque no era su fuerte, debía serenarse y esperar que su antigua empleada fuera capaz de tomar una buena decisión por fin.

Ahora solo tenía que darle la noticia a Ashley.

Unos minutos más tarde, cuando se aseguró que Deborah abandonó la casa, seria y cabizbaja, volvió a la sala de reuniones para estar con los demás y retomar el repaso general para el concurso. Al menos esto sí que podía controlarlo, se dijo para tranquilizarse. De momento se centraría en eso; lo haría lo mejor que sabía hasta el final. Quería un éxito más en su haber, y si no podía ser por algo que no tenía el poder de contener, al menos tendría la satisfacción de un trabajo bien hecho. Quizás incluso pensar en la posibilidad de lanzar el reality más adelante. No era su mejor opción, pero sí una al menos.

Escuchar a su personal dirigiendo y organizando la semana siguiente era un placer para ella. Eran grandes profesionales, lo que resultaba un gran consuelo en ese momento tan frágil de su carrera. Se cruzó de brazos y permaneció en un segundo plano hasta que la reunión acabó y todos se levantaron para ir a las cocinas como un día normal. Más o menos. Ese viernes era el último ensayo, por lo que sería una jornada más ajetreada, y menos que el miércoles, esperaba, ya que todos sabían lo que esperar.

—Paloma, ¿va todo bien?

Ashley se situó a su lado y la vio sobresaltada. Había notado que algo ocurrió, sobre todo, teniendo en cuenta que la presencia de Deborah brillaba por su ausencia.

—Pues… sí, eso creo.

Paloma la vio fruncir el ceño confusa, y esta la sujetó del brazo y le dijo que tenía que contarle lo ocurrido mientras los demás iban ocupando sus puestos.

Decir que se sorprendió al oír lo ocurrido, sería una descripción muy pobre de lo que experimentó Ashley en ese momento.

Parecía que todo estaba arreglado, pero conocer las intenciones de Deborah, y lo bajo que estaba a punto de caer Leslie para hacerla sufrir, era descorazonador. Por lo menos, todo eso parecía haber acabado, y lo cierto era que después de la amenaza de Paloma, dudaba que se hablara más de ella, pero nada de eso la tranquilizaba. La gente desesperada era capaz de cualquier cosa, y mucho se temía que pudieran buscar el modo de continuar con esa guerra particular.

Oyó lo que la productora tenía que decir y al final, pudo dejar salir el aire que contuvo sin darse cuenta.

—Sé que no es ninguna garantía, pero quizás salga todo bien y, por si te sirviera en el futuro, te daré una copia de la información que encontramos.

—No me parece que eso esté bien —musitó con vacilación.

A pesar de lo ocurrido, no pensaba dedicarse a atacar a Leslie o Deborah como habían hecho con ella durante todo ese tiempo. Su vida no giraba en torno a llevar a cabo venganzas a personas que detestaba, porque eran pocas las que se incluían en esa lista, y como no se consideraba alguien rencorosa, lo mejor que se le ocurría era tratar de seguir adelante y olvidar. Hacer algo constructivo con su vida y superar el pasado.

Ese era su lema a partir de entonces.

—Confío en ti, y es menos de lo que mereces. Estoy segura de que lo usarás de una forma constructiva. Espero que no llegues a eso pero, en caso de necesidad, ya tendrás un arma para poder defenderte de esa horrible mujer —declaró esperanzada—. Ojalá no tengas que usarlo nunca.

—Ya. Estamos de acuerdo.

Ashley le dio las gracias y la abrazó con fuerza. Paloma correspondió el afectuoso gesto y sonrió.

—Gracias.

—Oh, no me las des —espetó con ironía—. Esto empeoró a causa de alguien que estaba en mi plantilla, entrevistada y empleada por mí. En todo caso, creo que te debo una disculpa.

—En esto no puedo darte la razón, lo siento —la contradijo al instante—. Lo que ha gente haga en su vida, es responsabilidad de cada uno. Por desgracia, nadie puede controlar eso —masculló con evidente disgusto—. Sin embargo, te doy las gracias por todo; creo que me has dado lo único que puede acabar con lo que ya estaba arrastrando yo desde Miami.

Paloma la miró sin comprender.

—Leslie ha estado en mi contra desde hace años, y cuando dejé el restaurante, fue porque nuestra relación ya era imposible de sostener. Era insoportable para cualquiera. Pienso que puedo darle una… —meditó un segundo lo que intentaba explicar— razón para que deje mi vida en paz de una buena vez.

—Aunque quizás no enseguida, seguro que lograrás sobreponerte. Eres fuerte e inteligente —dijo solo a título informativo, no pretendía hacerle la rosca, sino exponer un hecho irrefutable—. Y si bien reconozco que no te lo he dicho lo suficiente, lo cierto es que ha sido un placer trabajar contigo en este proyecto.

—Bien, ya que somos tan sinceras… al principio pensé que no sería capaz de hacerlo, y me negué a venir pero, me alegro de haberlo hecho. Quién sabe, puede que en un tiempo, nos veamos más en Estados Unidos, ¿no? —preguntó con sorna.

Paloma puso los ojos en blanco y se rió por lo bajo.

—Demasiado pronto aún.

—Puede —convino mientras echaban a andar hacia las cocinas para reunirse con el resto—. Supongo que las mejores relaciones se construyen poco a poco.

—A fuego lento —bromeó Paloma.

Ashley se detuvo al oír sus palabras. Paloma cruzó la puerta y ella lo hizo un segundo después, con esa frase retumbando en su cabeza. Todos estaban ya en sus lugares de trabajo, y su mirada, casi por inercia, se detuvo en el de Gérard, quien también la observó con intensidad desde esa escasa distancia entre ellos.

Su corazón travieso y juguetón empezó a latir a toda prisa. ¿Podría ser eso lo que la alteraba tanto cuando Gérard estaba cerca? ¿Podría ser algo más que la simple atracción física, lo que la había golpeado para que su interés por él no hiciera sino aumentar con el paso de los días? Algo que había germinado y crecido poco a poco, sin que se diera cuenta, sin que pudiera controlarlo en realidad. Amor. La palabra que no creyó poder atribuirse nunca hasta este momento.

Un amor que aumentó, creció a fuego lento desde que se conocieran apenas tres semanas antes.

La bromita de Paloma tendría gracia si no creyera que era una locura, y una insensatez teniendo en cuenta que en pocos días se marcharía a casa para no volver.

Y a otro continente, por si fuera poco.

Sin duda, la razón la había abandonado, así como la negación.

¿Por qué no reconocer lo evidente? Tal vez sería más llevadero si lo aceptaba, y asumía lo que estaba por venir. Solo era una posibilidad…

Otra opción era que ese nuevo amor la desgarrara por dentro, pero al menos, lo aceptaría como una adulta.