37.                   ¿DÓNDE ESTÁ BHADRAK?

 

El jueves llegué a la redacción con las pilas recargadas. Ya todos sabían que había vuelto, y en el grupo de whatsapp habían dicho de tomar café juntos antes de empezar, así les contaría mis peripecias sin interrumpir la jornada laboral. Llegué al Café “El informal”, cuyo nombre había sido patrocinado, como no, por mi propio jefe; y allí me esperaban Valeria, Loli y Mario. Miré el reloj, eran las ocho y media, justo la hora en la que habíamos quedado. Entré al Café, besé a mis compañeros y pedí un café con leche. Loli y Mario empezaron a acribillarme a preguntas, interrumpiéndose el uno al otro, y yo los miraba sin dar crédito y sin contestar a nada.

—Chicos, chicos, parad. Falta gente y no me apetece repetir las cosas, ¿vale? –dije, intentando que se calmaran—. Además, ¡¡ni que fuera vuestra entrevistada!!

—Claro que sí, no sabes el reportaje que te voy a sacar –dijo Mario.

—Por encima de mi cadáver, bonico –me defendió Valeria—. Si alguien puede sacar partido del viaje de esta moza, esa soy yo que soy su mejor amiga –Toma título que se acababa de otorgar pero, ¿lo era? Lo cierto es que nunca me había parado a pensar si tenía una mejor amiga, y me gustó que Valeria creyese que lo era.

Entraron Luis y Toni, y mi cara cambió, me puse nerviosa y empecé a hablar temblando.

—Tranqui, amiga –dijo Valeria, apretándome la rodilla.

—¿Qué? Estoy bien, magníficamente bien –dije con un hilo de voz.

Mientras Luis y Toni pedían lo suyo, Loli susurró:

—Sabemos que estuvisteis juntos antes de irte, lo contó en la redacción, y que vais a volver, ¿es verdad?

—Noooo –contesté, más alto de lo que pretendía.

—Hola –me saludó Toni cuando llegó hasta mí, dándome un pico en los labios que me dejó petrificada.

Valeria tiró de mí para que me volviera a sentar y Toni cogió una silla y se hizo sitio a mi lado. Maldita sea, ¿por qué no me dejaba en paz después de todo lo que le había dicho por teléfono?

Aunque empecé a contarles mi viaje sin mirar a Toni, notaba cómo sus ojos verdes se me clavaban, y en un momento en el que Mario me preguntó por la comida y me giré para dirigirme a él, me di de cara con una enorme sonrisa que hacía que se le marcaran los hoyuelos como tanto me había gustado en su día.

A las nueve, pagamos los cafés y entramos en el edificio, llamamos a los dos ascensores, y cuando se abrieron las puertas de uno de ellos, yo entré bromeando con Valeria, intentando olvidar al exnovio que llevaba pegado a mi culo y que no me dejaba espirar.

Una vez arriba, entré en el despacho de Sebastián, hablé un rato con él, le devolví el móvil de la empresa y me senté en mi despacho, dispuesta a empezar la jornada laboral. Inicié sesión en Dropbox y empecé a descargar las fotos que había hecho en Agra. Pasé más de una hora mirándolas, seleccionando cuales incluiría en el reportaje y embobándome en las que estaba Bhadrak.

Hacía dos días que no sabía de él, y digo esto porque aunque no hablábamos desde hacía casi una semana, para mí el mensaje que me había dejado el martes contaba como comunicación, y me preocupaba no volver a saber de él. Si era cierto lo que me decía en su mensaje, no tenía por qué preocuparme porque seguramente estaría de camino, y yo era la primera que sabía lo largo que era y que en el aire no podías llamar por teléfono. Pero, ¿y si al final se había dado cuenta de que no merecía la pena hacer tantos kilómetros por mí? ¿Y si se había dado cuenta de que lo mejor era casarse con Kamna y vivir su vida en su país, que por poco que le gustara era donde había vivido siempre y lo que conocía? No podía quitarme a Bhadrak de la cabeza, por eso, cuando Toni entró en mi despacho di un brinco sobre la silla ya que, si había llamado con los nudillos, no lo había oído.

—Perdona, no quería asustarte.

—¿Es que no sabes llamar? –pregunté, irritada.

—Lo he hecho, ¿dónde estabas?

—Aquí, ¿qué no me ves?

—¿Por qué estás tan borde conmigo? Creo que no merezco que me hables…

—Perdona, estoy nerviosa, eso es todo.

—¿Nerviosa por qué? –me preguntó acercándose hacia mí—. ¿Es por mí? ¿Te pongo nerviosa? –Se había colocado detrás de mí y había pasado sus brazos por mi cintura, uniendo sus manos delante, de manera que al hablar notaba su aliento sobre mi cuello y me producía un cosquilleo que me gustaba. Pero no, tenía que alejar a Toni de mí, no podía dejar que se hiciera ilusiones. Deshice el nudo que había hecho entre sus manos y me separé de él, sentándome de nuevo en mi silla.

—No, tranquilo, no es por ti.

—Vaya, ya me lo temía. ¿Ese es tu guía? –preguntó señalando la pantalla del ordenador donde se había quedado abierta nuestra primera foto juntos, esa que nos hicimos la primera noche que cenamos en la terraza de un restaurante con el Taj Mahal de fondo y cuando yo me sentí feliz por primera vez desde que había perdido a mi madre.

—Sí –contesté, seca.

—Vaya, sí que es guapo.

—¿Ahora te gustan los hombres?

—No, princesa, solo las mujeres y en concreto una de ellas.

—Toni, yo… Por más que lo pienso creo que no es buena idea que volvamos –le di la vuelta a la silla para mirarle a los ojos mientras le hablaba y en ellos vi lo mismo que el día que entré en la redacción y le conocí. Me gustaba tanto sumergirme en esos ojos poblados de pestañas, me volvía loca ese color verde esmeralda que me traspasaba y hacía que fuera suya e hiciera lo que él quisiera. Bien, menos mal que me di cuenta de eso, porque de lo contrario me habría sido más difícil decirle lo que tenía pensado.

—No puedo seguir siendo lo que tú esperas que sea, he de ser yo, guste a quien guste.

—Laura, princesa, me gusta como eres, no quiero que cambies nada.

—No, Toni, tú ni siquiera me conoces.

—¿Cómo que no? ¿Entonces qué hay de los años que pasamos juntos?

—Fingí ser otra, no era yo, y cuando se me olvidaba fingir… Cuando se me olvidaba fingir no te gustaba.

—Lo sé, princesa, sé a qué te refieres, pero he cambiado. Me he dado cuenta de que estaba equivocado, quiero tu alegría, tus bromas, tus besos, te quiero a ti, toda.

Me cogió de la barbilla y se arrodilló para estar a mi altura, colocando sus labios carnosos sobre los míos. Me habían gustado tanto esos labios que por un momento mi cuerpo lo reconoció y no pude evitar besarle, pero cuando fui consciente de que mi corazón era de otro hombre, me separé de él.

—Toni, déjame pensarlo un poco más. Solo te pido tiempo.

—¿Más? –preguntó, poniéndose de pie y echándose las manos a la cabeza.

—Cuando tú me dejaste no te pedí nada, déjame que te lo pida ahora. Creo que es justo.

—Ya, eso es lo que pasa ¿verdad? No consigues perdonar que te dejara, no consigues entender que fue una equivocación de la que te he pedido perdón ya unas cuantas veces.

—En parte sí, no te voy a mentir. Me hiciste daño y no quiero que me lo vuelvas a hacer.

—Está bien, tienes razón.

Salió de la oficina y me quedé mirando la pantalla del ordenador, recordando lo feliz que fui ese día y lo mal que me sentí. Bhadrak había conseguido no solo hacerme feliz, sino que no me sintiera culpable de serlo, y sin embargo en ese momento solo tenía ganas de llorar. Tal vez la mejor decisión sería la de volver con Toni, seguir una vida fingida pero estable, sin calentamientos de cabeza ni pretensiones.

No, ni yo misma me creía que quisiera eso pero, ¡necesitaba saber de Bhadrak! Ya habían pasado dos días desde su mensaje, mi viaje había durado eso, ¿todavía no había llegado a España? ¿Dónde estaría? ¿Por qué no se había puesto en contacto conmigo?

Esa noche, volví a escuchar su mensaje unas cuantas veces antes de que me venciera el sueño. No podía dejar de pensar en él, me arrepentía de haber sido tan impulsiva y haberme ido de aquella manera, pero yo era así, temperamental y destructiva conmigo misma en muchas ocasiones. Era como si me cegaran las evidencias y no dejara lugar a las explicaciones, que muchas veces están ocultas tras lo que no se ve, y empezaba a pensar que en este caso, me había pasado eso.

El viernes fue un día de lo más aburrido en la oficina. Como no podía dejar de pensar en Bhadrak, mi cabeza no se centraba y no sabía por dónde empezar a escribir. Empecé describiendo lo que sentí al salir del aeropuerto y notar el calor sofocante y el olor a especias y basura, pero o no me gustaba la forma en la que lo enfocaba, o bien me daba cuenta de que estaba mal escrito, o que no expresaba correctamente lo que había sentido. Dios, era tan difícil plasmar sobre una pantalla todo lo que allí había vivido, había sido todo tan intenso que me faltaban palabras para expresarlo.

Cuando por la tarde Valeria me comentó que los colegas habían decidido hacer una fiesta de bienvenida no pude evitar preguntarle a quién.

—¡A tiii, por supuesto! –exclamó ella mirándome con los ojos muy abiertos al tiempo que me señalaba con las dos manos.

—¿Y no se supone que debería de ser sorpresa?

—Anda, tira, ¡¡qué más da!! Lo importante es que salimos.

Miré el reloj. Eran casi las ocho de la tarde y seguía sin saber nada de Bhadrak, hacía más de tres días que me había dicho que viajaría hacia España, ¿por qué no había llegado aún? ¿Le habría pasado algo? Estaba desesperada y empezaba a estar muuuy preocupada. «¿Dónde estás, Bhadrak?», me preguntaba una y otra vez.

—No sé si me apetece.

—No me vale un no por respuesta. Ve a casa, ponte guapa, y te recojo en una hora y media.

—Lo de que voy a casa es seguro, el restoooo… no tanto.

—No me dejarás colgada con Mario y compañía, ¿verdad? Que se me apalanca y se pone mu pesao.

Le dije a Valeria que sí por no oírla más cuando mi intención era llegar a casa, darme una ducha y mandarle un mensaje diciéndole que me había cogido una migraña enorme y que no podría salir. Pero cuando me disponía a cumplir con mi objetivo, mi teléfono sonó, y al ver que era un número muy largo que no reconocía, me asusté. «Dios, que no fuera alguien diciéndome que le había pasado algo malo a Bhadrak», pensé.

—¿Diga? –pregunté, asustada.

—Laura, soy Nandita –sonaba eufórica, y eso me quitó un peso de encima.

—Nandita, ¿va todo bien? ¿Cómo es que me llamas? Y, ¿cómo has conseguido este número? –me di cuenta de que me llamaba desde Agra y eso me inquietó porque yo pensaba que estaría de camino con Bhadrak.

—Ha sido fácil, he llamado al teléfono que tenías aquí, y cuando me ha contestado tu jefe le he explicado quién soy y lo que hiciste por mí.

—Ya, pero dime, ¿ha pasado algo? ¿Cómo es que me llamas? ¡Te debe de costar muy cara la llamada y no estás como para derrochar!

—No importa, mi prometido la pagará, me ha acompañado junto con su hermano pequeño.

—¿Tu prometido? –Cada vez entendía menos, ¿qué más me había perdido desde que me había ido de allí? ¡Solo había pasado una semana!

—Síiiiiiii, ¿a qué es increíble? Estoy muy emocionada. Se lo conté a Bhadrak cuando vino a decirles a mis padres que aunque tú te hubieras ido sin mí, él no tenía problema en llevarme a España, pero justo el día antes mis padres me habían prometido a Gopan. Es mayor, pero muy guapo y no le importa lo que me pasó. ¡Estoy tan feliz! Laura, ¿ya has hecho las paces con Bhadrak? ¡Dime que sí que me gusta mucho la pareja que hacéis! –La joven sonaba como la niña que era y por un momento me pareció incoherente que estuviera tan contenta porque se fuera a casar, pero vamos, ¿en tan solo una semana ya había olvidado los valores de la sociedad hindú? Para Nandita conseguir lo que ya había dado por hecho que nunca conseguiría era más de lo que le podía pedir a la vida, y era motivo suficiente para que por fin pudiera ser feliz. Solo esperaba que ese tal Gopan la cuidara y respetara, porque si sabía lo que le había hecho su ex prometido y dónde había estado después, temí que lo usara en su contra. Como estaba tan contenta quise pensar que el hombre era de fiar y le contesté:

—Pues, la verdad es que no sé nada de Bhadrak, y no se puede hacer las paces con alguien con quien no has hablado.

—¿No ha llegado todavía? Sí que es raro, creía que se iba el martes, yo no sé de él desde que vino a mi casa.

—Bueno, dondequiera que esté, él sabrá lo que hace –De pronto me entraron ganas de salir con mis compañeros. Sabía que en el caso de que Bhadrak hubiera viajado, lo había hecho solo, pero ni siquiera lo podía asegurar. Nandita no sabía nada de él y era extraño que no hubiera dado señales de vida, así que no pensaba seguir atormentándome por cosas que si bien se podían solucionar, no merecía la pena; y si no se podía, ¿para qué me iba a preocupar si al fin y al cabo no había solución?

Me despedí de Nandita y empecé a ponerme guapa, como me había exigido mi mejor amiga. Abrí el armario, elegí un vestido de punto negro de manga corta y cuello de barca, me puse unas medias negras y botines. Me miré en el espejo y me di cuenta de que mi pelo parecía un estropajo; encendí la plancha y lo alisé hasta que recobró un aspecto suave y sedoso, y a continuación me maquillé a conciencia, lista para una noche loca con Valeria.

Esa noche la fiesta fue descomunal, cenamos, fuimos de pubs y acabamos en la discoteca, todo ello con Toni a mi lado intentando ablandarme, haciendo el tonto y gastando bromas con Valeria, con quien cubata tras cubata me fui emborrachando de tal manera que…

…desperté desnuda en una cama que no era la mía.

Me incorporé, y cuando me di cuenta de que estaba en la habitación de Toni di un grito. Él se despertó en el acto y se desperezó mirándome alegremente.

—¿Ya se ha despertado mi princesa borracha?

—¿Qué… qué hago aquí? ¿Hemos…? —No me atrevía ni a terminar la pregunta.

—No, tranquila que no hemos hecho nada, aunque quiero pensar que te preocupa no recordarlo y no que haya podido pasar algo.

—Entonces, ¿qué hago desnuda?

—Te empeñaste en orinar en la calle y te manchaste las braguitas.

—Ooooh, Dios, no me digas eso —dije, cogiendo la sábana y tapándome cara incluida. Estaba tan avergonzada—. ¿Por qué no me llevaste a mi casa?

—Porque preferí traerte aquí. ¿No te remueve nada estar en mi habitación? —me preguntó, bajando la sábana a la altura de mis pechos. Yo la sujetaba con fuerza para que no viera lo que evidentemente ya había visto hacía unas horas.

—¿Por qué me has desnudado? Toni, no entiendo nada.

—Tu ropa apestaba, ya sabes, tabaco, alcohol, pipí…

—Jodeeerrrr —gruñí, tapándome la cara esta vez con las manos—. Tengo que irme a mi casa, ¿qué hora es?

Toni giró hacia su mesita de noche, cogió su móvil y miró la hora.

—Las dos de la tarde, ¿comemos?

—No, yo me largo a mi casa. No deberías haberme traído aquí.

—Pensé que te gustaría. Lo siento —dijo enojado, levantándose de la cama como su madre lo trajo al mundo. Tenía un trasero espectacular, firme, duro y respingón. Quité la vista de su culo y la agaché, sintiéndome culpable porque mi corazón pertenecía a otro hombre, y sin embargo estaba en la cama de otro, completamente desnuda.

Arramblé con toda la sábana para liarla sobre mi cuerpo y me levanté, buscando mi ropa por los rincones, ¿dónde la habría metido?

—Está tendida en el balcón, iré a ver si se ha secado —dijo sacándome de dudas.

Se puso un pantalón de chándal y una camiseta y salió de la habitación.

Mierda, ¿cómo había sido tan cría para beber hasta el punto de no recordar nada? Divisé mi bolso sobre un sillón y busqué mi móvil. Como suponía, tenías varias llamadas perdidas y todas de Bhadrak, pues desde que había escuchado su mensaje del martes, había guardado su número entre los contactos de mi móvil, y me alegró ver que si tenía mi número, era porque mi jefe se lo debía de haber dado. Por fin sabía de él, aunque no fuera el mejor momento. Si le llamaba me preguntaría dónde estaba y no podía decirle: «¿Te acuerdas de ese exnovio del que te hablé y que quería volver conmigo? Pues estoy en su casa, desnuda, porque anoche me bebí hasta el agua de los ceniceros y me manché la ropa como una adolescente». No, no podía decirle eso, así que tendría que esperar a estar en mi casa, sola y tranquila, para llamarle y darle la oportunidad de explicarse, porque yo también empezaba a necesitar escucharla.