26.                                                                                                                                                     ESTOY ENAMORADO DE TI.

 

En susurros, Laura me contó que Nandita se había presentado en el hotel diciendo que quería independizarse de sus padres; había huido de su casa con el dinero de su dote y no pensaba volver. Cuando me dijo que se había ofrecido a ayudarla la miré con el ceño fruncido y ella levantó los ojos y torció la boca hacia un lado levantando mucho las cejas.

—¿Qué querías que hiciera? Estaba tan triste que no lo he podido soportar. No sé cómo pero hemos de ayudarla.

—Laura, no podemos hacer nada, no es tan sencillo joder, ¿cómo se te ocurre darle esperanzas? Aquí su vida es la que tiene, no hay más. Ni puede vivir sola ni mucho menos trabajar para ella misma, ha de rendirle cuentas a alguien.

—Pero, ¿por quéeeee? –gritó, sin importarle que pudiera despertar a Nandita.

—Porque por desgracia así son las cosas.

—Joder, no me resigno, algo se podrá hacer.

Entonces la miré con ternura y vi a aquella mujer capaz de remover cielo y tierra con tal de ayudar a alguien, esa mujer que me había vuelvo loco en cuestión de semanas y a la que no pensaba dejar marchar.

—Ven –dije, cogiéndole una mano—. Me parece que no voy a poder quedarme a dormir –susurré intentando cambiar de tema.

—Me parece que no –susurró ella sonriendo.

Entonces la llevé de la mano hasta el baño, cerré la puerta y la pegué a la pared, besándola suavemente al principio para después ir cogiendo intensidad y acabar devorando su boca como tanto me gustaba. Entre beso y beso sus gemidos me volvían loco y sabía que sin ellos, no podría vivir.

Laura desabrochó mi cinturón y acto seguido el botón del pantalón; metí mi mano por debajo de su vestido levantando la suave tela sobre su cintura y metí dos dedos dentro de su mini tanga. Estaba empapada y eso hizo que sintiera unas ganas enormes de hacerla mía, así que no lo pensé dos veces, dejé que bajara mi pantalón, y subiéndola sobre mi cintura la penetré con fuerza. Nos quedamos unidos durante un rato besándonos suavemente y sintiéndonos uno, aunque no nos moviéramos. Sentirme dentro de ella era lo que más me gustaba en el mundo y en ese momento deseé estar así siempre. Cuando noté que sus piernas empezaban a caer, la agarré fuerte y, en silencio, hicimos el amor en el baño y acabamos en la ducha masajeándonos el uno al otro, una vez más, entre beso y beso.

Nos quedamos abrazados mientras el agua fresca caía empapando nuestras cabezas, la apreté junto a mí y le susurré al oído:

—No te vayas.

Esta vez entendió perfectamente a qué me refería, me miró sorprendido y volvió a relajar la cabeza sobre mi hombro sin decir nada.

Cuando salimos de la ducha, pese a que ninguno habló del tema, supe que habíamos dado un paso adelante del cual no se podía retroceder. De alguna manera solucionaría el problema de mi hermana con Rajiv, sobre todo ahora que estaba embarazada, pero lo que tenía claro era que no podía casarme con una mujer a la que no amaba y ya no porque estuviera harto de las absurdas costumbres de mi cultura y me negara a que me casaran por conveniencia una segunda vez, sino porque por primera vez en toda mi vida, me había enamorado.

Pedimos comida al servicio de habitaciones y cenamos en silencio, en la terraza de la habitación.

—¿Y si Nandita se viniera conmigo a España? –soltó Laura de repente como quien estuviera debatiéndose entre un millón de posibilidades con las que ayudar a la joven y de pronto soltara la más absurda.

—Eso es imposible.

—¿Por qué? Si ella tiene dinero para el viaje, yo podría buscarle trabajo en mi país. Bhadrak, tenías que haberla visto, está realmente decidida a vivir sola, y como aquí es imposible que lo haga, creo que debería hacerlo en un país en el que no se la juzgase por vivir la vida como ella quiera. Además, yo cuidaría de ella.

—¿Estás segura? Quiero decir, al principio imagino que estarás al cien por cien pero, tú tienes que hacer tu vida, ella todavía es menor… Laura, es que lo mire por donde lo mire, es una idea disparatada.

—Vale, entonces que viva aquí bajo el yugo de sus padres o de quién sabe qué hombre aceptaría casarse con ella en su condición, y con eso me refiero a que a saber qué cosas podría hacerle un marido que sabe que se casa con una mujer que según vosotros no vale nada por no ser virgen. O mejor, que Nandita rechace esa vida y decida vivir sola, desamparada y criticada por todos por no tener marido, por trabajar en quién sabe qué para subsistir y repudiada de la civilización entera.

—Escuchándote hablar parece que el futuro de Nandita vaya a ser catastrófico haga lo que haga.

—No, haga lo que haga no, porque si se viene conmigo a España nadie la mirará mal, a nadie le importará si es virgen o no ni…

—Está bien, ya te he entendido, es solo que… —me callé porque no estaba seguro de querer decir lo que me había pasado por la cabeza.

—¿Solo qué…?

La cogí de la mano y la acaricié, mirándola a los ojos con ternura.

—Solo que pensar en el hecho de que tengas que irte me pone enfermo.

Laura se levantó de su silla, se acercó a mí y después de sentarse sobre mis piernas me abrazó y me besó dulcemente durante minutos. No importaba nada cuando estaba con ella, el tiempo se detenía y todo me daba igual. No quería separarme de aquella mujer, y como sabía que ella ni podía ni debía quedarse en Agra, la única forma de estar con ella sería ser yo quien cambiara de país. Al fin y al cabo, mi trabajo lo podía hacer en cualquier sitio, y aunque sería un duro golpe para mis padres, a mi edad debía pensar en mi felicidad, porque ya iba siendo hora de hacerlo y porque por primera vez en mi vida, lo necesitaba.

Pensé en Lali y sentí tristeza. No podía soportar la idea de que su marido la maltratara y lo único que deseaba era que cuando supiera que iba a ser padre, cambiara.

Cuando nuestros labios se separaron miré el reloj y vi que era casi la una de la mañana. Laura sonrió y yo le di un beso, y otro, y otro; cogiendo su cabeza por detrás y agarrando su pelo entre mis dedos.

—¡Vaya, al final voy a pensar que sí que te gusto! –exclamó Laura con los ojos muy abiertos.

—No solo me gustas mi guiri linda, estoy enamorado de ti.

Laura se quedó mirándome pensativa. Temí haberme precipitado, después de todo ella debía pensar que en breve se iría y que no nos veríamos más y aunque podía haberle dicho la decisión que había tomado, pensé que primero debía dejar los cabos bien atados. En primer lugar, les diría a mis padres que no se preocuparan por el dinero que Rajiv les pedía ya que yo me haría cargo. Sabía que para eso debía explicarles cómo es que yo tenía tanto dinero pero, a las puertas de salir de mi país poco me importaba ya lo que pensaran de mi manera de escribir. En segundo lugar, hablaría con la familia de Kamna, seguramente les daría dinero por las molestias e intentaría buscarle a la joven un buen marido; con ello, la afrenta estaría saldada y me iría con la conciencia tranquila. Y por último, me aseguraría de que mi hermana fuera feliz junto a su marido, porque de no ser así sería capaz de cometer una locura pues por ella daría hasta mi vida si hiciera falta.

—Creo que me tengo que ir –susurré en su oreja haciendo que se estremeciera.

—Umm, qué pena –gimió.

Me hubiera gustado que ella también expresara sus sentimientos tal y como había hecho yo, pero sabía que no podía forzarla. ¿Y si ella no sentía lo mismo? El hecho de que se sintiera atraída hacia mí y que fuera su escritor favorito no significaba que tuviera que amarme; tal vez se había creado un escudo protector sabiendo que pronto tendría que irse y que cualquier sentimiento hacia mí sería inútil. La miré a los ojos y su mirada caló en mi corazón. No, no podía no amarme, esos ojos decían lo que sus labios no se atrevían y con eso me conformaba.

—Si no fueras tan generosa y no hubieras cobijado a una intrusa en tu cama, podría quedarme –dije sonriendo.

—Ya, quién me mandará a mí pensar tanto en los demás.

—Por eso me gustas tanto, Laura, eres generosa… –dije mientras le besaba de nuevo el cuello pues sabía lo mucho que le gustaba—. Bondadosa… dulce… tierna… divertida…

—Umm, ¿qué más? –preguntó revolviéndose tras el escalofrío que le había provocado mi caricia.

—Preciosa… un poco loca…

—Bien, será mejor que te vayas o seré yo quien no te deje irte y está claro que hoy no podemos dormir juntos.

—¿Y si la despertamos y la echamos? –bromeé.

Laura me hizo girar y me dirigió hacia la puerta para que me fuera de una vez pero, cuando la abrí, tiró de mi brazo, se acercó a mi cuello y me susurró:

—Yo también te amo.

¡¡Bien!! Eso era todo cuanto necesitaba escuchar, todo cuanto necesitaba para convencerme más de que la decisión que había tomado era la correcta y de que quería estar con esa mujer el resto de mi vida.

Salí del hotel dando brincos de alegría, llegué a mi casa y eufórico, encendí el ordenador y releí las últimas páginas que había escrito de mi nueva novela. Eran casi las tres de la mañana pero no tenía sueño, estaba tan feliz que necesitaba hacer cosas, como si me hubiera tomado una buena dosis de vitaminas y ginseng, y necesitaba escribir, porque era mi forma de seguir estando con Laura, pues sobre ella iba la novela y mi amor se estaba reflejando en el texto cada vez más.

Me despertó el sonido del móvil. Me había quedado dormido sobre el escritorio y tenía todo el cuerpo entumecido por la mala postura. A regañadientes, llegué hasta donde tenía el aparato y al ver que era Laura me asusté por si había pasado algo, pues no era muy normal que ella me llamara cuando se suponía que me iba a ver en breve.

—Bhadrak, ¿te ha pasado algo? Llevo media hora esperándote.

—No, qué va, ¿qué hora es?

—Son las nueve y media, ¿no habíamos quedado a las nueve para ir a hablar con los padres de Nandita?

—Umm, sí, lo siento, me he quedado dormido –contesté desperezándome.

—¡Qué raro en ti! ¿Estás bien?

—Sí, estupendamente. Enseguida voy para allá. Id desayunando vosotras, ¿vale?

—Está bien, dormilón –me dijo, y sin verla pude suponer que había puesto los ojos en blanco, ¡como si no la conociera ya!

Me di una ducha rápida, me puse unos vaqueros y una camiseta blanca, me calcé las sandalias y salí disparado hacia el hotel. Ansiaba ver a mi guiri linda y solucionar una vez más, el problema de Nandita.

Una enorme sonrisa me recibió en la habitación cuando me abrió la puerta, y por si fuera poco, el beso que la acompañó me gustó sobremanera, tanto que sentí que nada podía pasar ese día que enturbiara la felicidad del momento.

—Hola Nandita –saludé a la joven, con un beso en la mejilla.

—Hola –dijo ella con timidez.

—Ayer me contó Laura lo que has decidido hacer, y déjame que te diga que me parece una idea disparatada.

—Pero, Laura me ha dicho que me vais a ayudar –dijo ella con cierto miedo.

—Y lo vamos a hacer –salió en su defensa la española, mirándome moviendo la cabeza reprochando mi comentario.

—Vamos a hacer cuanto podamos, pero sabes que lo que tú pretendes no es fácil.

—¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado aquí? Quiero vivir mi vida sin que nadie me ordene lo que tengo que hacer, quiero ser libre, trabajar… ¿Tanto pedir es eso?

—Sabes que sí –dije, tajante.

—Pero vamos a hablar con tus padres y a explicárselo todo –volvió a decir Laura, y mirándome a mí añadió—: Y si no, ya sabes que tengo un plan B.

—Haremos lo que podamos –dije yo, tratando de que no se hiciera demasiadas ilusiones. La idea de Laura de llevarla consigo a España era una tremenda locura, sus padres nunca accederían, así que lo mejor sería hacerles ver que su hija no era feliz con tanta presión y que la dejaran vivir su vida aunque no se casara nunca—. Será mejor que nos esperes aquí mientras vamos a hablar con tus padres.

Laura y yo salimos del hotel y nos dirigimos de nuevo a la casa de Nandita, donde unos padres nerviosos nos abrieron la puerta tras tocar el timbre. El padre no había ido a trabajar, preocupado por dónde estaría su hija. Por suerte, todavía no habían llamado a la policía, ya que de haber sido así, Laura podría haberse metido en un lío por haberla hospedado sin el consentimiento de sus padres.

—Tranquilos, Nandita está en el hotel de Laura.

—Pero, ¿qué hace allí? –preguntó la madre, alterada.

—Anoche tocó a mi habitación desesperada por cambiar su futuro –explicó Laura—. Me ha pedido ayuda y le he prometido que lo haré.

—¿Cómo vas a ayudarla tú? ¡No eres más que una mujer! –le reprochó Varun, señalándole con un dedo de forma inquisitiva.

—Mire, para empezar, soy una mujer española que me valgo sola para salir adelante; tengo un buen trabajo, un piso en una de las mejores zonas de Valencia y hago lo que me da la gana. Y sí, claro que puedo ayudar a su hija, mucho más de lo que podéis hacer vosotros.

—¿Cómo te atreves a…?

—Varun, deja a la chica que se explique –le cortó Alaja, para asombro de todos.

—Nandita está decidida a vivir por su cuenta, dice que quiere ser como yo y por más que le he dicho que eso aquí no puede ser, ella sigue en su empeño –empezó a explicar Laura—. Anoche, Bhadrak me hizo ver que tenéis razón, Nandita aquí va a ser infeliz de todas las maneras posibles, así que se me ocurrió una idea disparatada que esta mañana cuando se la he comentado a su hija le ha parecido bien.

—¿Qué idea es esa? –preguntó Varun, no muy convencido.

—Que se venga a vivir a España conmigo.

—¿Cómoooooo??? ¡Ni pensarlo! ¡Se ha vuelto loca? No, no y no –gritó Varun, dando vueltas sobre sí mismo.

—¿Por qué no? Por lo que veo, para ustedes Nandita no es más que un estorbo. La vendieron a una casa de putas, por favorrrrr, ¿qué hay que sea más malo que eso?

—Aunque me pareciera bien, que no me lo parece, ella no tiene dinero para un viaje tan costoso y además, ¿de qué viviría allí?

—Nandita me ha dicho que podría pagarse el viaje con el dinero que tienen reservado para su dote, ya que no la van a casar con nadie. Y en cuanto a lo demás, yo me encargaría de buscarle un trabajo.

—Por Dios, ¡mi hija viviendo sola en un país tan diferente! –abrió la boca por primera vez Ajala.

—No viviría sola, viviría conmigo; y den gracias a que es diferente, ya que allí nadie la mirara mal por tonterías que valoráis tanto aquí.

—Bhadrak, ¿tú qué opinas? –me preguntó Ajala, pues Varun estaba con las manos en la cabeza sopesando pros y contras.

—Yo le he dicho que es una idea absurda, que no lo consentiríais, pero después de ver a Nandita esta mañana no sé qué decir. La estimo mucho y quiero que sea feliz, ¿acaso vosotros no?

—¡Mujer tenía que ser! Habría sido tan fácil de haber sido otro hombre –exclamó el padre—. El dinero de la dote es en el caso de que se case, si no se casa, ese dinero no es suyo.

—Si no se casa es porque su novio la engañó –dijo Laura, enojada.

—O ella se dejó engañar.

—¿Volvemos a eso? ¿Toca volver a explicar lo que ese tal Harshad le hizo a su hija? –Laura cada vez estaba más alterada y temí que dijera algo inapropiado. Al fin y al cabo era una mujer y no debía alzarle la voz a un hombre, no en Agra.

—No, no es necesario –intervino Ajala—. ¿Cuándo vuelves a España?

—No lo sé, supongo que en una semana o dos.

Creí morir al escuchar eso, todavía no me había hecho a la idea de que no pensaba dejarla volver sola, y no me refería a la compañía de Nandita precisamente. Debía hablar con mis padres y con la familia de Kamna cuanto antes, pues deseaba decírselo a Laura pero era consciente de que antes debía atar cabos sueltos.

—Supongo que podríamos darle el dinero del viaje de su dote, ¿no? –preguntó Ajala, mirando a su marido.

—Pero Ajala, ¿te has vuelto loca?

—No, no estoy loca, estoy angustiada de ver lo infeliz que es mi pobre niña.

—A esa edad es normal sentirse así, sobre todo cuando el matrimonio acordado se ha suspendido, pero Nandita es menor de edad y no pienso consentir que se vaya a vivir a otro país, y menos con una desconocida.

—Laura ya no es una desconocida para Nandita –intervine—. Creo que la ha ayudado más que cualquier amiga de las que pueda tener aquí o de cualquier familiar.

Noté que Laura me miraba satisfecha y le guiñé un ojo, como ella tanto solía hacer.

—Aun así, no deja de ser menor –siguió protestando el padre.

—Ese no es el motivo por el que no quieres que se vaya, Varun –La mujer se puso firme y me enorgullecí de ella, ya estaba harto de que las mujeres no pudieran expresar sus opiniones delante de sus maridos.

—Claro que no, maldita sea, no quiero que se vaya, no quiero dejar de verla.

Varun cayó rendido depositando sus rodillas en el suelo y su mujer corrió a abrazar su cuello al tiempo que su marido la abrazaba por la cintura sollozando.

—Entonces eso es porque la quieres –dijo Ajala.

—Varun, si quieres a tu hija, deberías pensar en qué es lo mejor para ella. Yo no pensé que apoyaría la decisión de Laura, pero creo que sería lo mejor para ella –dije, intentando convencerle.

—Dejad que lo pensemos, por favor –dijo Ajala, mirándonos emocionada—. Y decirle a Nandita que puede volver a casa; tomemos la decisión que tomemos, ella no padecerá. No obstante, aunque aceptara la idea, no creo que pudiera salir del país hasta que fuera mayor de edad, y ni siquiera ha cumplido aún los diecisiete. Decidle que venga a casa, por favor.

Laura y yo afirmamos con la cabeza y decidimos que era buen momento para irnos, Varun se había dado cuenta del daño que le estaba haciendo a su hija con sus decisiones y ese matrimonio tenía que hablar largo y tendido.

Volvimos al hotel para recoger a Nandita, la llevamos a comer con nosotros a un restaurante del centro de Agra y después de convencerla de que sus padres no le reprocharían haber pasado la noche fuera, conseguimos que accediera a volver a su casa.

—¡¡¡No me puedo creer que vaya a vivir contigo en tu país, me estoy imaginando llevando pantalones vaqueros y buaaaaa, me chifla!!! –gritó Nandita eufórica mientras conducía hacia su casa.

—Nandita, no es seguro, tus padres aún no nos lo han confirmado, y que seas menor no ayuda.

—Ya pero si no os han dicho que no es porque será que sí, mi padre se encargará de autorizarme o yo qué sé, algo hará. Cuando quiere es un buen padre, ¿sabéis? –seguía ella en sus trece.

—No lo dudamos. Yo creo que será que sí, pero como dice Bhadrak, es mejor que no te hagas demasiadas ilusiones por si acaso –me apoyó Laura.

Por el espejo retrovisor vi que torció el morro pero sus ojos reflejaban cierta alegría, por lo que aunque se hiciera la molesta, seguía convencida de que se iría a vivir con Laura a su país.