35.                   VOLVIENDO A LA NORMALIDAD.

 

El martes por la mañana recibí la visita de mi prima, quien me devolvió el móvil y me acompañó a hacer la compra. Pasamos la mañana distraídas, tanto, que no escuché las llamadas a mis dos teléfonos, de Toni. Estuvimos hablando de Amanda y de Bhadrak, necesitaba contarle a alguien lo que había vivido en Agra y quién mejor que la prima que me escuchaba siempre que lo necesitaba. Claro que como quería contárselo todo, le hice prometer que mantendría en secreto la identidad de Noah Baldwin, y ella lo hizo con gusto, puesto que ni era muy asidua a la lectura, ni había oído hablar nunca de dicho autor.

—Laura, ¿estás enamorada de ese hombre?

—Sí, lo amo con toda mi alma.

—Entonces, ¿por qué estás enfadada con él? ¿No crees que serías más feliz si le perdonaras y estuvierais juntos?

—Sí, pero es que ahora dudo de lo que él sienta por mí. Me tuvo engañada todo el tiempo, se aprovechó de mí porque sabía que era mi escritor favorito y que cuando me lo dijera sería el detonante para dejarme llevar y abrir mis sentimientos hacia él, y mientras tanto, él estaba comprometido. Joder, ¡nunca me habló de Kamna!

—Ya pero por lo que me cuentas, al principio no quería nada contigo, pese a que nunca te dijo que no se sintiese atraído por ti.

—Claro, mírame, ¿qué hombre no se sentiría atraído? —bromeé mostrándole a mi prima mi cuerpo serrano—. No, ahora en serio, tardó seguramente porque se sentiría culpable de cara a su futura mujer, pero al final cayó, y yo caí más todavía porque me enamoré de él.

—¿No crees que él también lo esté de ti?

—Cuando me dijo que dejaría su país para venirse a España conmigo sí lo creí, pero después de saber que mientras me decía eso estaba comprometido a otra mujer, no sé qué pensar.

—Prima, intenta darle una oportunidad, si no hablas con él nunca sabrás por qué lo hizo y quién sabe si dejarás escapar al hombre de tu vida.

—Quién sabe —dije, levantando los hombros y mirando hacia el suelo.

 

Como no había escuchado las llamadas perdidas de Toni mientras estuve con mi prima, cuando por fin se hizo conmigo, su cabreo era monumental ya que pensó que no le había contestado adrede, y eso me calentó la sangre; por si no tenía ya bastante con mis problemas, como para calentarme la cabeza por Toni. Estaba preparándome una sopa de fideos cuando escuché sonar mi móvil, y vi que se trataba de él. Después de que dijera todo cuanto quiso para desahogarse sin que yo le hiciera el menor caso, cambió el tono, pues hablarme a gritos no le estaba funcionando.

—¿Estás en casa? Cuando esta tarde salga de la redacción voy y hablamos —me dijo, disimulando un enfado que no le convenía tener.

—No Toni, estoy cansada, me apetece estar sola.

—Laura, te he dado más de un mes para que te pensaras lo nuestro, no puedo esperar más, necesito que hablemos.

—Pues si me quieres tanto como dices tendrás que hacerlo, entiende que todavía estoy bajo los efectos del jet lag y que necesito descansar –mentí. En realidad, no me apetecía verle.

—Oh, vamos, princesa, ¡llegaste el domingo!

—¿Tú sabes las horas que me he tirado entre vuelos y transbordos? No, ¿verdad? Pues déjame en paz, joder —y le colgué.

Entré en la cocina y al ver que el caldo se había consumido y que los fideos del fondo se habían pegado en la olla grité un aaaarrrrrggghhhh que me salió del alma.

Estaba irritada con él, pero sobre todo estaba irritada por mi vida en general y lo había pagado con la persona que menos me importaba pagarlo, porque si lo hacía con mi padre, a quien quería con locura y con quien estaba enfadada, supondría dejar de verlo y no quería eso; y a Bhadrak no lo tenía para gritarle así que la conversación con Toni, sintiéndolo mucho por él, me había venido al trapo para gritar un poco y sacar la rabia que llevaba dentro.

También tenía un par de llamadas perdidas de él, de mi amor, de mi vida, y eso produjo un hormigueo en mi interior, y más cuando me di cuenta de que me había dejado un mensaje en el buzón de voz.

«Laura, cariño, estoy en el aeropuerto. Sé que no quieres ni verme ni hablar conmigo, pero vas a tener que hacerlo porque voy a coger unos cuantos aviones hasta llegar a ti. No quiero vivir un matrimonio concertado, solo lo acepté por mi hermana, ya te contaré. Perdóname por no haber hecho bien las cosas, pero si me dejas que te lo explique cuan», y ahí se cortó el mensaje, pues había ocupado todo el tiempo permitido.

Lo volví a poner porque necesitaba escuchar su voz, una vez más, y otra y otra, hasta que me quedé dormida con el móvil en el oído.

Iba a venir a verme, no me lo podía creer. No sabía si vendría para quedarse o solo para hablar conmigo, pero saber que estaba de camino me inquietaba. Dios, lo amaba tanto. Pero, también podía ser que viniera por traer a Nandita, yo me había ido sin ella incumpliendo la promesa que le había hecho a sus padres, y ellos le habían exigido a Bhadrak que la acompañara hasta España. Sí, seguramente vendría a traer a la joven y a explicar por qué no le había dicho a Kamna que no se casaría con ella antes de descubrirlo de la manera tan desagradable en que lo hizo. Pobrecilla, si yo estaba mal porque me sentía engañada no quería ni imaginar cómo se sentiría ella creyendo que se iba a casar con Bhadrak mientras él se acostaba conmigo.

Me despertó el sonido del timbre y me levanté dando un brinco, maldiciendo a Toni porque a pesar de que le había dicho que no viniera, no me había hecho caso.

—¿Quién? –pregunté enfadada.

—Caray, chica, si llego a saber que estás de tan mal humor no vengo –escuché a mi colega Valeria.

—¡Valeria! Sube, creí que sería otra persona.

Mi compañera entró en mi piso y frunció el ceño al ver la pinta que llevaba.

—¿Tú te has peinado hoy? –preguntó, cogiendo uno de mis encrespados rizos.

—No mucho, esta mañana he salido a comprar con mi prima y me he recogido el pelo en una coleta.

—Hija mía, sabía que estabas cansada por el viaje, pero de ahí a dejarte tanto… ¿Estás bien?

—Sí, sí, claro… Siéntate, ¿quieres tomar algo? ¿Café, Coca-cola, cerveza? –Suerte que no había ido el día anterior, cuando tenía la nevera para darse de leches contra ella.

—Ummm, café no que ya llevo unos cuantos hoy y a las horas que son solo conseguiré no pegar ojo esta noche. Mejor una cervecita.

—Perfecto.

Cogí una lata de cerveza para Valeria y otra para mí, saqué dos vasos del armario y lo llevé al comedor, donde mi amiga ya se había acomodado en el sofá.

—Cuéntame, ¿qué tal el viaje? ¿Cómo son los indios? –preguntó intrigada, y después se puso una mano en la boca y empezó a emitir un “uuuuuuuuu”, dándose golpecitos sobre los labios. Valeria, cuánto la echaba de menos. A ella, por supuesto, jamás le hablaría de Noah Baldwin por muy enfadada con Bhadrak que estuviera. Su intimidad la había forjado a base de muchos años y no se merecía que nadie la destapara por una rabieta.

Después de poner los ojos en blanco indicándole que no había viajado a donde estaban ese tipo de indios, contesté:

—Bien, muy bien. Allí es todo muy diferente, ¿sabes? La mujer allí no es valorada, no son independientes… Es triste.

—¿Triste? Pues nadie lo diría en las películas de Bollywood.

—Eso es porque las películas con para pasar un rato agradable, no muestran la realidad –De pronto recordé cuando Bhadrak me llevó a bailar y una lágrima salió de mi ojo derecho. ¡Ojo traidor!

—Laura, ¿qué te pasa? En serio, sabes que no puedes ocultarme nada.

—Nada, es solo que he vivido situaciones muy duras allí, y ahora pensar que he de plasmarlas en un archivo… No sé si seré capaz.

—Claro que sí, tú eres capaz de todo, eres muy fuerte y lo sabes.

—Supongo que sí –Entonces, ¿por qué me sentía tan débil?

 

El miércoles decidí que ya estaba bien de atormentarme, tenía un artículo que escribir y debía olvidar mis penas, pues no ganaba nada martirizándome. Como Valeria me había dicho, yo era muy fuerte, siempre lo había sido, y era hora de empezar a demostrármelo, pues estaba empezando a creer lo contario.

Me preguntaba cuándo llegaría Bhadrak y dónde iría. No sabía dónde vivía yo, pero sí dónde trabajaba, y estaba segura de que habría hablado con mi jefe y posiblemente hasta le hubiera dado mi dirección.

Ese día recibí las llamadas de mi prima y de mi padre, quien aunque estaba molesto por la forma en la que le había hablado la última vez, reconocía que el tiempo que había estado en Agra no se había preocupado demasiado por mí y me pedía perdón por ello.

—Papá, ¿tienes idea de dónde he estado? He pasado un mes en un país maravilloso pero que ve a la mujer como una mercancía de compra-venta, a la que pueden violar los hombres con todo su derecho y que no puede salir sola a la calle por miedo a lo que le pueda pasar.

—Caramelito, perdóname por favor, no lo pensé –Hacía muchísimo tiempo que mi padre no me llamaba así, y sabía que era una estrategia para ablandarme el corazón, pues me llamaban caramelito mi madre y él desde que era pequeña porque decían que era dura y dulce a la vez.

«Eres mi caramelito, y estoy orgullosa de que cuando seas mayor, serás una mujer fuerte que podrá con cualquier adversidad, pero sin perder la esencia dulce que te caracteriza», me decía mi madre cuando me tumbaba con ella en el sofá y me acariciaba la cabeza.

—Estoy harta de que me digas que lo sientes, quiero recuperar a mi padre ya de una vez –le dije enfadada, pues quería darle a entender que no me iba a ablandar porque usara un apelativo conmigo.

—Y yo también, hija, pero desde lo de tu madre… Joder hija, ¡es que no sé cómo hacerlo! No sé cómo actuar para que no te enfades conmigo, no sé cómo hacer bien las cosas.

—Para empezar, si no te hubieras echado novia tan pronto y me hubieras dedicado un poco más de tiempo te lo habría agradecido, pero es que parece que esa mujer te absorba de tal manera que te olvidas de mí.

—No me olvido, siempre te llevo en mi pensamiento y si no te llamo es porque siempre estás enfadada, y no me apetece que llamarte sea motivo de discusión.

—Lo que faltaba, ¡si precisamente lo que me enfada es que no lo hagas!

—Oye, ¿qué te parece si empezamos de cero? –preguntó cariñosamente.

—¿Cómo se puede empezar de cero con un padre?

—No lo sé, ¿lo intentamos?

—Por mí bien papá, sabes que te quiero, ¿verdad?

—Claro que sí, hija, y yo a ti más que a nada en el mundo.