EPIGRAMAS (II)

Médicos y abogados han sido siempre víctimas de la ironía pública, lo que no empece que en cuanto se tiene necesidad de unos u otros acudan a ellos los mismos que los zahirieron:

A Dios un abogado

se parecen en eso,

Dios de nada hizo un mundo,

él hace un pleito.

Este epigrama de Ventura Ruiz Aguilera es falso en absoluto. Quien hace el pleito es el pleiteante, no el abogado que lo que intenta es no llegar a estrados:

Con diez años de bufete

el abogado don Bruno

en sus pleitos oportuno

tan sólo ha perdido siete.

«¿Y habrá ganado?» —Ninguno.

de M. Azcutia

Bien es sabido que los primeros clientes de médicos y abogados se llaman de las tres «p»: putas, pobres y parientes. Pero por algo se ha de empezar.

Ahí va uno de Pablo de Xérica o Jérica, que de ambas maneras lo he visto escrito:

«Que venga mi confesor»,

dijo estando enferma Inés.

«Le llamaremos, ¿quién es?».

«El padre fray Salvador».

Así que se le llamó

dijeron en el convento:

«Itia; pero es el cuento

que ha diez años que murió».

He aquí otro que puede aplicarse a tantos y tantos nacidos:

Gil que debe a don Ventura

cierto pico nada escaso

siempre que le sale al paso

se abraza a él con ternura

y le añade el tal mancebo

afectando buena fe:

«¡Nunca, nunca, pagaré

lo mucho que a usted le debo!».

Menos mal que con ello reconocía la deuda. En la mayor parte de los casos los deudores hacen ver que no ven al acreedor e incluso cambian de acera.

R. Franquelo, que reconozco que no sé quién es, dijo:

«¿Quién socorre cariñoso

a un inválido con hijos?…».

Así pedía uno de ellos

limosna con gran conflicto,

y una moza que pasaba

de rompe y rasga, le dijo:

«¡Misté qué Dios! si está inválido,

¿de dónde saca estos hijos?».

Lo que me recuerda la frase de Sophie Arnould a quien un ciego le pidió limosna diciendo:

—¡Tened compasión de un hombre que ha perdido los placeres de este mundo!

—Pero ¿es que le han capado? —preguntó la actriz.

Manuel Bretón de los Herreros dirigió a una vecina suya, con pujos de escritora, el epigrama siguiente:

Una obra ha dado Inés,

os lo juro por la cruz.

Yo no diré qué obra es

mas sí que la ha dado a luz.

Otro más:

Cierta vieja que creía

en duendes y apariciones

fuese a mirar cierto día

en el espejo sus dones.

Se aproximó… y no hizo más

la buena de doña Clara;

luego exclamó: «Satanás,

¡huye!», y hablaba a su cara.

Es de un tal V. Martínez, del siglo pasado. O por lo menos en un libro del mil ochocientos y tantos lo he leído.

Conozco que es mucha cosa

la mujer que se me ofrece;

mas, despacio, que merece

pensarse el tomar esposa.

Si aún entre gente advertida

es muy común el errarlo

prudencia será pensarlo

mientras durare la vida.

seguro que quien tal escribió —R. J. de Crespo— era un casado desilusionado.

En aquellos tiempos rancios

de tontillos y de moños

peinaba a una señorita

un peluquero algo tonto,

y al sacudirle la brocha

le dijo llena de encono:

«Me tiene usted fastidiada

con echarme tantos polvos».

J. M. Palacios

Doña Inés, abuela mía,

ha dicho siempre muy sería

que el hombre es sabio o es necio

según la leche lo cría.

Y aunque esta verdad aburra

a mi señor don Pascual

bien se conoce que el tal

toma la leche de burra.

Para mejor comprensión del epigrama anterior y éste —de Wenceslao Aiguals de Izco célebre autor de la novela María o la hija de un jornalero que tantas lágrimas hizo verter en el siglo pasado— véase otro capitulillo de este libro en el que se habla del origen de la acepción —errónea— de las palabras «polvos» y «leche» a los que se ha dado interpretación erótica que no tenían en su origen.

A Manuela agradecido

por ciertos dulces favores

presentaba yo rendido

un ramo de ricas flores.

Pero con candidos modos

díjome ella:«No hay de qué,

pues lo que hice con usted

me es muy natural con todos».

Vaya este último epigrama —de Antonio de Gironella, quien, que yo sepa, no tiene nada que ver con mi amigo el célebre novelista José M.a Gironella— a intención de ciertos viejos verdes que se precian de consumir lo que, anteriormente, muchos han ya digerido. De todos modos que se consuelen, que menos da una piedra y mal de muchos consuelo de tontos y más vale un toma que dos te daré y vayase lo comido por lo servido… y paremos de hacer de Sancho Panza si antes hemos representado, y mal, el papel del ilusionado don Quijote.