Araonas y caripunas
Aborígenes del Madre de Dios, del Orton y sus afluentes son los indios araonas y caripunas.
Ambas tribus pertenecen, sin duda, a la gran nación amazónica del habla tupi o lingoa geral del Brasil, como lo comprueban muchos nombres geográficos desperdigados aquí y acullá: Inambari (hombre que grita); Mapiri y Maupiri en la Guayana (el tapir); Piray, de Santa Cruz y de la Guayana (palometa o pez armado); Pará (río);Panamá (mariposa), etc., etc.
La vida de estos indios es sedentaria en la estación lluviosa, y nómada en la seca, dedicándose por entero a la caza y pesca. Viven en poblaciones o malocas en lo más intrincado de la selva, allí donde levantan sus proceros troncos, palmeras, almendros, ceibos y caobos, con su cabellera salvaje de trepadoras y parasitarias. Estos terrenos, ricos en humus vegetal, blandos y esponjosos, se prestan admirablemente a las plantaciones de yuca o mandioca, maíz, plátanos y caña de azúcar de los chacos rudimentarios indígenas.
Las mujeres cuidan del abundante pescado que los maridos traen de sus excursiones, quitándole las escamas y espinas y reduciéndolo a polvo, a manera de pennican con que se regalan en los malos días de la estación lluviosa. Esta pasta de pescado la hacen principalmente con unos pececillos llamado sesané, que también se encuentran en los campos inundados de Mojos.
Siembran además el algodón, con cuyo capullo preparan el tejido en marcos rudimentarios. Así hacen hamacas de malla ancha, como redes de hilo torcido.
En sus ocios tejen verdaderas obras de arte: abalorios de huesos y semillas, y unos cestillos con tapa de quita y pon hechos del palmiche jatata, muy bien trenzados, en los que guardan sus chaquiras o dijes de tocado, como plumas, sartas y collares.
Usan unas hachas de sílice labrada en forma oblonga, con el borde muy delgado. Como los dos extremos opuestos al borde son salientes, a favor de ella sujetan con bejucos el palo o mango del instrumento, pareciendo inverosímil que con artefacto tan simple, de labor tan grosera y filo tan obtuso, puedan valerse para sus trabajos de carpintería; por lo que es de presumir hagan uso de esas hachas cuando ya la madera, ablandada al fuego, se deja trabajar.
Viven en ranchos que forman verdaderos pueblos, dando a sus casas una forma oval, casi de embudo, con el pico hacia arriba, para librarse de trompídeos y roedores.
Para alumbrarse emplean hachas de viento, hechas con cintas de goma liadas por juncos. Por cierto que la codicia de los gomeros debe causar a estos indios la misma extrañeza que a los caribes la sed de oro de los compañeros de Colón. Cara ounuri llaman en su lengua al árbol de la seringa, que tanto ha influido en el destino de estos pobres indios.
Como casi todas las tribus del Madre de Dios, entierran sus muertos en sepulturas redondas, poniendo el cadáver sentado, con las rodillas atadas al pescuezo.
Van desnudos, salvo las partes vergonzosas, que cubren las mujeres con una hoja de algodón o de bibosi, y los hombres con un artificio que merece punto aparte.
De un cinturón de textil vegetal llevan colgante una especie de suspensorio; un estuche de palma muy fina con un orificio para la secreción de la orina, y en este estuche introducen el pene y a veces todo el aparato genital. Es moda corriente entre todos los indios de esta región, y aún del Mamoré, como pacaguaras, sinobos y chacobos.
Para dormir visten un camisón de la corteza del bibosi para defenderse de los zancudos.
Reservan sus mejores galas para las fiestas, en vísperas de una expedición guerrera. Cubren entonces la cabeza con un caprichoso gorro de finísima piel de roedor, adornado con vistosas y largas plumas de guacamayo. De los lóbulos auriculares cuelgan gruesos colmillos de caimán, tamaños como esas pequeñas astas de ciervo que sirven de puño a los bastones, y atraviesan las ternillas de la nariz con una cañi-ta, de cuyos extremos suspenden unos plumeritos rojos. Hacia los hombros caen en desmayo galanas plumas en figura de charreteras, y cíñense las sangrías del brazo con fuertes ligaduras, para aumentar la fuerza de los músculos. Completa su tocado guerrero un collar de dientes de mono, anta o jabalí, alternados con semillas negras, tan primorosamente labradas, que el más ejercitado mercachifle las confundiría con azabaches de pasamanería, y cinturones y collarines de plumas apretados en la cintura y las rodillas.
A estos indios, singularmente a los belicosos caripunas, pertenece todo el muestrario de curiosidades indígenas que se ven en las barracas benianas, con una de las cuales tuve el gusto de obsequiar al Museo de la Academia de Bellas Artes de Barcelona.
En sus expediciones guerreras o cinegéticas cargan el panacú o mochila de palma, que les sirve a un tiempo de aljaba y de maleta, ya que en ella llevan flechas, vestuario y provisiones, atravesando por encima la hamaca bien liada.
La provisión de viaje consiste en harina de yuca, que comen echando un puñado en una calabaza con agua, sirviéndoles de alimento y de refresco cuando la harina empapó bien. En lo demás, esta bebida es muy usual en todo el Oriente boliviano con el nombre de chivé.
Sus armas son el arco y las flechas, distintas éstas según sean para la guerra, la caza o la pesca. Son tan diestros en su manejo que, calculando la trayectoria del dardo, saben encontrarlo después entre la maleza, como quien deliberadamente saca una aguja de un pajar.
Como armas defensivas emplean el arco y un escudo de piel de anta, adornado de plumas. Entre sus ardides de guerra, para rechazar los asaltos usan unas trampas o agujeros hondos con palos de chonta hincados en el suelo, tapando la excavación con palitos delgados cubiertos de hojas y tierra. Como estos agujeros los hacen de preferencia detrás de un tronco caído, resulta que el enemigo, al saltar el obstáculo, tiene que pisar con fuerza la trampa y clavarse en una de las estacas del hoyo.
Si la expedición es fluvial, emplean unas canoas rápidas como saetas, hechas de enormes tacuaras cortadas a bisel, o bien de la corteza del almendro (Bertholetia excelsa), calentada a fuego lento, cuidando de abarquillar las puntas de popa y proa con fuertes bejucos atiranta-dos mientras el casco se enfría.
Araonas y caripunas, por lo que he podido comprobar en los que conocí trabajando en las barracas, tienen la costumbre de comer tierra en forma de albondiguillas, de una arcilla grasienta que, humedecida con un poco de agua, comen royéndolas como un ratón el queso.
De la arcilla (glis en latín) componente de esta tierra comestible, deriva la calificación de glitívoros dada a sus consumidores, siendo Humboldt, a lo que parece, quien aclimató tal palabra en sus relatos acerca de los indios del Orinoco. Aunque sobre el particular se hace distinción entre glitívoros y geófagos, reservándose la segunda denominación para aquellos en quienes el afán de comer tierra es un síntoma de enfermedad, difícil es decir cuál de estos dos dictados conviene a los indios del Oriente. Se ha observado que cuando se les alimenta bien pierden el vicio poco a poco, mientras que ni amenazas ni castigos bastan a conseguirlo sin que se les llene el estómago. Eso significa que usan de la tierra como subrogante mineral en tiempo de hambruna, cuando los rebalses de los ríos les impide dedicarse a la pesca, suprimiéndose en tiempos mejores.
Puede, sí, afirmarse que la tierra comestible es tan indispensable a esta gente como a nosotros la sal o cualquier otro condimento; que le hallan un gusto particular, tomada en pequeñas dosis; que les entona el estómago y que su masticación les conserva esa dentadura de marfil que para sí quisiera la dama más pulcra. En cambio, a ella debe atri-buirse el origen de tantas fiebres malignas que envenenan la sangre de estos indios.
Según Humboldt, el glitivorismo se desarrolla con preferencia en los climas cálidos, en los que el hombre no necesita ni puede cargar el estómago de verdaderos alimentos sin exponerse a indigestiones y otras enfermedades peores. La opinión del sabio prusiano, ya que no sea favorable del todo, propende a disculpar el glitivorismo como inofensivo para el organismo de los roedores de tierra. Pero los barraqueros del Beni disienten de este dictamen; como que al glitivorismo atribuyen la opilación, malaria, clorosis, hidropesía y no sé cuántas enfermedades más que arrebatan la indiada de sus «centros». ¡Qué más quisieran los gomeros sino alimentar a sus indios y a toda la peonada con unas albondiguillas de tierra, aunque no quedara más tierra firme que la necesaria para sustentar sus gomales!
En esto me fundo para decir que el glitivorismo no es un placer inocente, sino un vicio perturbador de los sistemas circulatorio y gástrico. El polvo de dientes del caimán se emplea mucho aquí para curar la obstrucción que proviene de comer tierra.
Los caripunas, además de comer tierra, tienen el buen gusto de regalarse a veces con solomillos de los cautivos que atrapan. Esta sola circunstancia bastaría a diferenciarlos de los araonas, gente pacífica, hasta el punto de que cuando son sorprendidos en sus pueblos, apenas se defienden, piden clemencia y sufren la coyunda de la esclavitud.
Pocos pueblos araonas quedan en el Madre de Dios: unos se han trasladado a las barracas gomeras, otros se han corrido más al Norte, donde viven sus aliados los cavinas y machuís.
Por ser más conocidos de mí los araonas, con quienes he convivi-do en las barracas y algunos de cuyos pueblos he visto, ampliaré los detalles que en general anticipé acerca de ellos y de los caripunas.
Las casas araonas son pequeñas, de la forma que ya dije; en cada una viven cuatro y cinco familias, con la particularidad que tienen distintas casas para el día y para la noche, y aun en las últimas, los solteros aparte de los casados. Duermen en el suelo sobre jergones de estopa del almendro, si bien la mayoría prefiere hacerlo en hamacas.
Cada familia tiene un chaco aparte, donde cultivan caña dulce, yuca, plátanos, algodoneros y ají o pimiento picante, del que gustan mucho. No fuman, pero pulverizan la hoja del tabaco mezclándolo con la coca, que aquí es silvestre, y con la corteza delchameiro, especie de bejuco, conservando la mezcla en tabocas o canutos de caña, para remedio de sus enfermedades.
Tienen perros de una raza especial, muy pequeños, pero bravos; gallos con la garganta agujereada, para que no canten y así no descubran al vecindario, y otra porción de animales domesticados por los inválidos de la tribu, como pavos, loros, gatos monteses, antas y yacamís, que es una gallinácea propia de los bosques del Beni, Madre de Dios, Acre y Purús.
Este yacamí es una gallinácea de cabeza negra, cuello violáceo y cuerpo de hermoso plumaje negro tornasolado, con plumas encarnadas en la rabadilla y blancas en el pecho. Llámanle en las barracas el corcovado, porque teniendo el cuello enarcado, parece que anda siempre con la cabeza baja, sobre todo cuando se le acerca una persona amiga, alrededor de la cual da vueltas, abriendo las alas y cacareando en voz baja, saludando y «haciendo reverencias» como dicen los peones. Su grito, reducido a algunos golpes secos que concluyen con un eco apagado, le dan fama de ventrílocuo, facultad que pone en evidencia cuando oye ruido o alboroto en la casa, y con lo que parece animarse el ave. Se domestica fácilmente, pero vive en perpetua discordia con las aves de corral: con las gallinas, porque les quita los polluelos para prohijarlos él; con los gallos, porque les pica la cresta a cada paso; y es tan animoso, que si ve reñir a dos perros se interpone valientemente y los separa a picotazos. Tal es el yacamí o corcovado, gallinácea no clasificada ni bautizada por los naturalistas, y que llama la atención del viajero en el Beni.
Volvamos a los araonas. Los caciques son polígamos; tienen hasta cinco mujeres, y de este privilegio gozan también los cazadores y guerreros sobresalientes de cada tribu. Respetan la fidelidad conyugal, y viudos y solteros adoptan sus mujeres de muy niñas, con las que tienen consorcio carnal así que asoman los primeros menstruos.
Entierran sus muertos dentro de la casa mortuoria, en la posición del feto en el claustro materno, y en seguida la familia levanta otra casa, de suerte que un pueblo araona parece más grande de lo que es, por estar formado de casas para vivos y para difuntos, si bien todas ellas son de corta duración, y las de los difuntos, en cayéndose, no se vuelven a levantar. Por cierto que lo admirable en las viviendas araonas es el techo, de palma trenzada, pero con tanta maestría y delicadeza, que resiste ocho y diez años al embate de los aguaceros y hura-canes del trópico.
Estos indios son panteístas: adoran tantos ídolos cuantas son sus necesidades o los peligros que quieren evitar. Estos ídolos, que llaman edutchis, son de madera, de plumas o dientes y cabezas de tigre. Los tienen en lugares especiales o templos, cuya entrada se prohíbe a niños y mujeres. Así que el varón cumple los quince años, el yanacona (hechicero y sacerdote de la tribu) toma al neófito por su cuenta, le enceguece momentáneamente con cierto polvo antes de entrar en el lugar sagrado, y una vez dentro, ya purificados los ojos, le devuelve la vista como por encanto y le inicia en los misterios religiosos.
El tal polvo, cuyo secreto me reveló un yanacona apeado de su magisterio y reducido a operario de una barraca en el Madre de Dios, es un compuesto de bejucos del género Stricnos, familia soganiáceas, de los que también se extrae el curare, famoso veneno vegetal con que envenenan sus flechas ciertos salvajes del Amazonas. Lo he probado en algunos animales, y el efecto es maravilloso: quedan ciegos, con los ojos abiertos, y a la media hora recobran la vista, sin más que limpiar la clorótida con saliva.
El tipo araona es agraciado, de esbeltas formas y cutis bastante limpio. Las doncellas, sobre todo, son muy apetitosas. Vestidas a la europea, en nada desmerecen de las cruceñas, en concepto de algunos aficionados del Beni. En las barracas son las odaliscas del barraquero; en Riberalta he visto más de una mujer araona casada canónicamente y convertida en excelente ama de su casa. Un comerciante alemán había llevado una de estas indias a Europa, la hizo educar en un colegio, casó después con ella, y puedo asegurar que por su educación y cultura es toda una señora, y de las más señoras que conocí en el Beni.
La lengua de los araonas es el tacana, general entre la indiada del Beni ribereño. Casi todos los nombres de esta región son de procedencia araona. Así, Tahuamanu, Datimanu, Chipemanu, Manuripe, Tadamanu, etc.
Y puesto que estoy en eso, acabaré dando una lista de palabras araonas que tomé al oído del mencionado yanacona, y que no dejará de prestar alguna utilidad por uno u otro concepto; advirtiendo que las jotas se pronuncian a lo castellano, y las tz a lo alemán.
Dios . . . . . . . . . . . .Edutchi.
Pierna . . . . . . . . . .Tiyata.
Diablo . . . . . . . . . .Eñudi.
Barba . . . . . . . . . . .Enefa.
Hombre . . . . . . . . .Tdea.
Lengua . . . . . . . . . .Eana.
Mujer . . . . . . . . . . .Epuna.
Rodilla . . . . . . . . . .Enanda.
Hermano . . . . . . . .Dudo.
Cadera . . . . . . . . . .Sedetia.
Cabeza . . . . . . . . . .Egina.
Espinazo . . . . . . . .Pionojo.
Ojos . . . . . . . . . . . .Eto.
Corazón . . . . . . . . .Encojojo.
Nariz . . . . . . . . . . .Ebi.
Casa . . . . . . . . . . . .Etai.
Boca . . . . . . . . . . . .Coatza.
Puerta . . . . . . . . . .Secoani.
Mano . . . . . . . . . . .Eme.
Día . . . . . . . . . . . .Ezña.
Pie . . . . . . . . . . . . .Eguatzi.
Noche . . . . . . . . . .Fifa.
Pelo . . . . . . . . . . . .Egiaña.
Sol . . . . . . . . . . . . .Izetí.
Pescuezo . . . . . . . . .Enara.
Luna . . . . . . . . . . .Badí.
Costilla . . . . . . . . . .Peara.
Estrellas . . . . . . . . .Etoaí.
Teta . . . . . . . . . . . .Atzo
Tierra . . . . . . . . . . .Egua.
Pecho . . . . . . . . . . .Etzedo.
Agua . . . . . . . . . . .Egui.
Cara . . . . . . . . . . . .Ebo.
Viento . . . . . . . . . .Beni.
Dientes . . . . . . . . . .Etze.
Río . . . . . . . . . . . .Manu
Orejas . . . . . . . . . . .Aitza.
Lluvia . . . . . . . . . .Naí
Carne . . . . . . . . . . .Eami.
Trueno . . . . . . . . . .Minureti.
Sangre . . . . . . . . . . .Ami.
Rayo . . . . . . . . . . .Parara.
306
Piedra . . . . . . . .Mana.
Fiebre . . . . . . . . .Chiquioba.
Arena . . . . . . . .Medido.
Hambre . . . . . . .Anchijé.
Barro . . . . . . . .Rutu.
Sueño . . . . . . . . .Tabijé.
Ceniza . . . . . . .Tinúe.
Cazar . . . . . . . . .Babipotí.
Mojado . . . . . . .Najada.
Dormir . . . . . . . .Tahúi-tahúi.
Seco . . . . . . . . .Tzajada.
Reír . . . . . . . . . .Eitzebatiene.
Duro . . . . . . . .Ajeada.
Llorar . . . . . . . . .Epani.
Blando . . . . . . .Biri-biri.
Trabajar . . . . . . .Jayati.
Frío . . . . . . . . . .Boanda.
Huir, . . . . . . . . .Jarabutí.
Caliente . . . . . .Ajioda.
Volar . . . . . . . . .Coabeatza.
Joven . . . . . . . . .Eguaitzacoa.
Nadar . . . . . . . . .Joani.
Viejo . . . . . . . . .Efi.
Rascar . . . . . . . . .Meriquieni.
Muerto . . . . . . . .Manuanaigui.
Bostezar . . . . . . . . .Cotza-joatini.
Loco . . . . . . . . .Zetza.
Mear . . . . . . . . .Ebiani.
Idiota . . . . . . . . .Minibaimabe.
Cacao . . . . . . . . .Caje.
Ciego . . . . . . . .Toarara.
Guayaba . . . . . . .Bube.
Sordo . . . . . . . .Itzatube.
Plátano . . . . . . . .Naja.
Bonito . . . . . . .Jaya.
Tacuara . . . . . . . .Nici.
Feo . . . . . . . . . .Fifi.
Caña . . . . . . . . .Etzata.
Limpio . . . . . . .Mainda.
Chaco . . . . . . . .Teje.
Sucio . . . . . . . . . .Mandi-mandi.
Chicha . . . . . . . .Izi.
Maduro . . . . . .Ebiña.
Sal . . . . . . . . . . .Banu.
Flaco . . . . . . . . .Rafa-rafa.
Baile . . . . . . . . . .Jatzi.
Gordo . . . . . . . .Jebaijaya.
Canoa . . . . . . . .Coaba.
Dulce . . . . . . . .Tzaida.
Balsa . . . . . . . . . .Peré.
Amargo . . . . . . .Patzeda.
Hacha . . . . . . . .Daja.
Grande . . . . . . .Ariya.
Rifle . . . . . . . . . .Coatipia.
Pequeño . . . . . .Manu.
Arco . . . . . . . . . .Pitzoa.
Blanco . . . . . . .Maide.
Flecha . . . . . . . . .Pía.
Negro . . . . . . .Febú.
Ambaibo . . . . . .Talma.
Rojo . . . . . . . . .Fereda.
Mojo(Copernitia) Moa
Oscuro . . . . . . .Apudo.
Barbasco . . . . . . .Manuri.
Claro . . . . . . . .Maeda.
Bejuco . . . . . . . .Cuepo.
307
Pasionaria . . . . . .Atzajatza.
Mosquito . . . . . . .Diji.
Nenúfar . . . . . . .Enazipipi.
Hoja . . . . . . . . . . .Amiñaka.
Almendro
Jején . . . . . . . . . . .Pejiji.
(Bertholetia) . . . . Muye.
Flor . . . . . . . . . . .Ztza.
Chonta
Marigüí . . . . . . . .Sani.
(Astrocaria) . . . . . Tumai
Algodón . . . . . . . .Guapeje.
Gallina . . . . . . . . .Huaripa
Anguila . . . . . . . .Churi.
Pava . . . . . . . . . . .Mapi.
Caña dulce . . . . . .Bibi.
Picaflor . . . . . . . . .Coadidi
Lagarto . . . . . . . . .Matoa.
Piedra . . . . . . . . . .Muna.
Maiz . . . . . . . . . . .Tzia.
Paloma . . . . . . . . .Guay
Caimán . . . . . . . .Jamamay.
Tucán . . . . . . . . . .Sucue.
Urucú . . . . . . . . .Matze.
Nido . . . . . . . . . .Ejaji.
Palometa . . . . . . .Manumai.
Loro . . . . . . . . . . .Cuetza.
Papa . . . . . . . . . . .Batzi.
Veneno . . . . . . . . .Moa.
Perro . . . . . . . . . .Nió.
Papagayo . . . . . . .Aafi.
Coca . . . . . . . . . .Fafi.
Plato . . . . . . . . . .Fefe.
Anta . . . . . . . . . . .Nioa.
Tojo . . . . . . . . . . .Pucoro.
Nutria . . . . . . . . .Cuisepa.
Hamaca . . . . . . . .Jiabi.
Oso tamandúa . . .Bei-jaba.
Pájaro hornero . . . .Huachiripipi.
Anguila eléctrica . .Boapa
Peine (de caña) . . .Jupa.
Murciélago . . . . . .Viña.
Perico ligero . . . . .Bei
Mochila . . . . . . . .Gion-maiji.
Raya . . . . . . . . . . .Babi.
Martín carpintero .Cuelibo.
Tatú . . . . . . . . . . .Tzodi.
Hoja de parra
Tortuga . . . . . . . .Dati.
femenil . . . . . . .Japí.
Perico ligero . . . . .Bei.
Idem masculina . .Etibody.
Serpiente
Tumapa-
bacúa.
Pato . . . . . . . . . . .Juje
Tatú . . . . . . . . . . .Tzodi.
Mariposa . . . . . . .Baba
Flauta . . . . . . . . . .Birabiay.
Boa . . . . . . . . . . .Ejua.
Grillo . . . . . . . . . .Aji.
Maneche . . . . . . .Dujo.
Tambor . . . . . . . .Jomeure.
Cascabel . . . . . . . .Bacuacua.
Hormiga . . . . . . .Buyaja.
Marimono . . . . . .Biba.
Pluma . . . . . . . . .Eña.
308
1, paidabe; 2, beta; 3, quinugia; 4, diriyuí; 5, pizicca (los meses los cuentan con espigas de maíz, en doce hileras, una para cada una).
¿Cómo estás? — ¿Quipasu-seña-bame?
Dame agua — Quima equi.
Sí — Jejé
No — Imano
NOTA. En este mapa están bien determinadas las respectivas zonas hidrográficas del Beni, Madre de Dios y Mamoré, así como las antiguas Reducciones jesuíticas de Mojos, de las que se hace mención en el texto. La actual provincia de Caupolicán, hoy perteneciente al departamento de La Paz, formaba parte integrante del antiguo Beni