CRIMEN EN RETROSPECTIVA
—Le presento a mi esposo, miss Marple. Giles: no tengo palabras para explicarte hasta qué punto ha sido amable conmigo miss Marple.
—Encantado de conocerla, miss Marple. Sé que Gwenda ha vivido muy asustada durante días, hasta el extremo de creer que iba a terminar loca.
Los azules ojos de miss Marple escrutaron el rostro de Giles Reed, formando su dueña una opinión favorable del joven. Era un chico simpático, de elevada estatura, de desenvueltos modales, impregnados de una curiosa y natural timidez. Miss Marple no dejó de notar su aire voluntarioso, la suave energía que trascendía de su mentón.
—Tomaremos el té en la salita de escribir —dijo Gwenda—. Nadie suele estar en ella. Luego, enseñaremos a miss Marple la carta de tía Alison.
Miss Marple miró a la joven, muy interesada.
—Hemos tenido contestación. Y todo, desde luego, es como usted se había figurado.
Después del té, Gwenda procedió a la lectura de la carta escrita por miss Danby:
Me he sentido muy disgustada al saber que has vivido algunas desagradables experiencias. A decir verdad, ya no me acordaba de que siendo una niña residiste en Inglaterra durante un breve periodo de tiempo.
Tu madre, mi hermana Megan, conoció a tu padre, el comandante Halliday, cuando ella estaba de viaje, con el propósito de visitar a unos amigos nuestros en aquella época destinados en la India. Se casaron y tú naciste allí. Cuando tenias dos años, tu madre falleció. Fue esto un golpe tremendo para nosotros. Entonces, escribimos a tu padre, con quien nos habíamos carteado, pero al que no conocíamos personalmente, rogándole que te dejara a nuestro cuidado. Deseábamos tenerte a nuestro lado y comprendíamos que una niña no podía seguir viviendo con un oficial del ejército viudo y destinado en el extranjero. Tu padre, sin embargo, se negó, anunciándonos que pensaba pedir el retiro para volver contigo a Inglaterra. Añadió que esperaba que le visitáramos algún día ahí.
Tengo entendido que durante el viaje tu padre conoció a una joven, con la que se comprometió, casándose tan pronto pusieron los pies en Inglaterra. El matrimonio, al parecer, no salió bien, y un año más tarde se separaban. Tu padre nos escribió para preguntamos si estábamos dispuestos a acogerte en nuestro hogar. No es necesario que te diga, querida, que nos sentimos muy felices procediendo así. Una institutriz se encargó de traerte hasta aquí. Al mismo tiempo, tu padre cedió la mayor parte de sus bienes sugiriendo que adoptaras legalmente nuestro nombre. Tal decisión se nos antojó bastante curiosa, si bien pensamos que su intención era excelente, pretendiendo tan sólo que fueras una más en nuestra familia. No nos atuvimos a lo sugerido, sin embargo. Un año más después, tu padre moría en una clínica. Supongo que cuando te envió a nosotros se hallaba en posesión de malas noticias sobre su salud.
Lamento no poder decirte dónde viviste con tu padre durante tu estancia en Inglaterra. En sus cartas figuraban sus señas naturalmente, pero han transcurrido dieciocho años desde entonces y tales detalles suelen olvidarse. Era en el sur de Inglaterra... Eso es lo que sé. Me imagino que Dillmouth es la población correcta. También pienso en Dartmouth vagamente... Es que estos dos nombres se parecen. Me parece que tu madrastra se casó de nuevo. No recuerdo cómo se llamaba. Claro, tu padre debió decírnoslo en su día, al notificarnos su segundo casamiento, pero es otro de los detalles olvidados. No nos agradó mucho que contrajera matrimonio tan pronto, aunque nos hicimos cargo de sus circunstancias. Por otro lado, las largas horas de travesía, el trato constante con otra mujer durante días, favorecen ciertas cosas. También debió de pensar que con la nueva situación tú saldrías favorecida.
Fue una estupidez por mi parte no haberte dicho nunca que habías estado de niña en Inglaterra. La verdad es que no había vuelto a pensar en ello. La muerte de tu madre en la India y tu venida a nuestra casa fueron siempre fechas clave. Todo lo demás quedó relegado a un segundo plano.
¿Han quedado aclaradas tus dudas?
Espero que Giles no tarde en reunirse contigo. Sois muy jóvenes todavía y ha de resultaros sumamente dura esta separación. En mi próxima carta entraré en más detalles, ya que quiero enviarte ésta ahora mismo para corresponder a tu cablegrama.
Tu tía, que te quiere,
Miss Marple alisó, reflexiva, la fina hoja de papel.
—Sí, claro. Nos enfrentamos con la explicación que dicta el sentido común. Muy a menudo, según mi experiencia, es la que suele cuadrar.
—He de darle las gracias por su interés, miss Marple —dijo Giles—. La pobre Gwenda se hallaba muy afectada por los acontecimientos y yo he pasado unos días preocupado, pensando que podía ser una clarividente, una persona dotada de extraños poderes.
—En una esposa, tal condición daría lugar a raras complicaciones —señaló Gwenda—. A menos que siempre hubieras llevado una vida impecable.
—Tal es mi caso —se apresuró a responder Giles.
—Bueno, ¿y qué hay acerca de la casa? —inquirió miss Marple.
—Vamos a trasladarnos allí mañana. Giles está deseando verla.
—Yo no sé si usted lo verá así, miss Marple —declaró Giles—, pero todo queda resumido a la idea de que se nos ha venido a las manos un crimen de primera clase. Prácticamente, nos lo han dejado a la puerta de nuestra casa o, para ser más exacto, en nuestro vestíbulo principal.
—Ya había pensado en eso, naturalmente —dijo miss Marple, pronunciando con lentitud estas palabras.
—A Giles le gustan mucho las novelas detectivescas —puntualizó Gwenda.
—Éste es un asunto detectivesco, verdaderamente. Tenemos en el vestíbulo el cadáver de una bella mujer que ha sido estrangulada. Sólo conocemos de la misma su nombre. Desde luego, ya sé que todo pasó hace veinte años. No pueden existir pistas después de tanto tiempo, pero cabe siempre la posibilidad de efectuar indagaciones, de esforzarse por localizar algunos de los hilos de la trama. ¡Oh! No voy a afirmar que va uno a acabar por descifrar el enigma...
—Puede llegarse a eso —declaró miss Marple—. Aunque hayan pasado dieciocho años. Sí. Yo creo que podría lograrlo.
—De todos modos, a nadie perjudicaría realizar una intentona en ese sentido.
Giles guardó silencio, mostrando una cara radiante.
Miss Marple se agitó en su asiento. La expresión de su rostro era de gravedad. Se sentía inquieta, casi.
—Podrían derivarse serios perjuicios de todo ello —manifestó—. Yo os aconsejaría... ¡oh, sí!..., os aconsejaría, muy convencida, de que era lo mejor que podíais hacer, que os desentendierais de este asunto por completo.
—¿Usted cree? Hubo un crimen...
—Yo también pienso que fue cometido un crimen. Por eso precisamente opino así. Un crimen es una cosa muy seria, con la que nadie debe enfrentarse a la ligera.
Giles objetó:
—Sin embargo, miss Marple, si todo el mundo pensara igual...
Ella no le dejó seguir.
—¡Oh, ya sé! En ocasiones, aclarar uno de estos enigmas constituye el deber de una persona... Puede haber por en medio una persona inocente, que se ve acusada; puede ser que recaigan sospechas en varios seres; es posible que ande por ahí un criminal peligroso, dispuesto a actuar de nuevo... Pero en este caso el crimen cometido queda muy atrás, en el pasado. Evidentemente, no fue tenido por tal. De lo contrario, el viejo jardinero, u otra persona, hubiera hablado de él. Un crimen, por mucho tiempo que haya transcurrido, siempre es noticia. De una manera u otra, el cuerpo de la víctima desapareció, por lo que no hubo sospechas. ¿Estáis realmente seguros de que no es una imprudencia remover este asunto de nuevo?
—Miss Marple —dijo Gwenda—; se siente usted verdaderamente preocupada, ¿verdad?
—Estoy preocupada, en efecto, querida. Sois dos jóvenes encantadores. Os casasteis hace poco y os sentís felices. Os ruego que no os dediquéis a descubrir cosas que podrían causaros... ¿cómo lo diré?... serias perturbaciones.
Gwenda miró fijamente a miss Marple.
—¿Está usted pensando en algo especial? ¿Qué es lo que piensa usted exactamente, miss Marple?
—Sólo pretendo daros un consejo: que os desentendáis de todo esto. Tengo muchos años y sé muy bien cómo es la naturaleza humana. He aquí mi consejo: olvidadlo todo.
—No es tan fácil proceder así. —La voz de Giles tenía ahora otro tono, impregnado de severidad—. «Hillside» es nuestra casa, aquella en que Gwenda y yo vivimos. Alguien fue asesinado en la vivienda. Es lo que nosotros creemos, al menos. No puedo permanecer indiferente ante un crimen que fue cometido en mi casa... ¡Aunque hayan transcurrido dieciocho años desde entonces!
Miss Marple suspiró.
—Lo siento —contestó—.
Me imagino que la mayor parte de los jóvenes de claro espíritu
piensan así. Hasta simpatizo con vuestra idea, os admiro incluso.
No obstante, desearía que pensarais de otro modo.