II

Gwenda permaneció largo rato inmóvil. Luego, temblorosa, se dejó caer, sentada, sobre la cama.

Se hallaba en una casa en la que nunca estuviera antes, en una región que conocía ahora por vez primera... Dos días antes, tendida en aquel mismo lecho, había estado imaginando un papel adecuado para las paredes de su dormitorio... Y el papel que imaginara se correspondía exactamente con el que cubriera tiempo atrás aquellas paredes.

¿Qué explicación racional cabía dar a aquello?

Podía considerar lo del sendero del jardín, lo de la puerta de comunicación con el comedor, como simples coincidencias. Pero no podía ver esto de ahora de la misma forma. No era posible imaginar un papel de decoración tan particular para acabar dando allí mismo con el dibujo pensado, exactamente... Tenía que existir otra explicación, que no alcanzaba a aprehender y que... sí, que la atemorizaba. Su visión no se proyectaba hacia el futuro, sino que se invertía, fijándose en un estado anterior de la casa. Cabía la posibilidad de que en cualquier momento empezara a descubrir una nueva cosa, algo que no quería contemplar... La vivienda en que se encontraba la asustaba... Ahora bien, ¿emanaba su miedo de la casa o de ella misma? Ella no quería ser de las personas que ven cosas raras...

Gwenda suspiró profundamente. Después de haberse arreglado un poco, abandonó la casa. Poco más tarde, cursaba el siguiente telegrama:

Oeste, Plaza Addway, Chelsea, Londres.

Es posible que cambie de opinión y que vaya a veros mañana.

Gwenda.
Puso este telegrama con respuesta pagada.