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Tras aquel ciego primer dolor producido por la pérdida, se sucedieron unos desolados noches y días. ¿Por qué? ¿Por qué? Y no había respuesta. Nunca la había. Nunca. Constituía un esfuerzo comer, casi le dejaba exhausta vestirse o ir al mercado, era una carga insoportable contestar al teléfono.
Luego, una mañana, Anna sintió el deseo de conectar de nuevo con la realidad. Cogió un montón de cartas, atadas, que habían llegado de Europa durante aquellos terribles momentos de la muerte de Maury. Le llegaron unas voces de la sombra: las de sus hermanos. Eli y Dan, aquellos muchachitos chatos y pecosos, en la cocina de su madre, y de repente, en Viena, una vez hubieron muerto sus padres. De Liesel, la hija de Eli. Y también la desconocida voz de Theo, el marido de Liesel.
1
Viena, 7 de marzo de 1938
Queridos tío Joseph y tía Anna:
Ahora que al final me he decidido a escribiros una carta, me siento avergonzada y he de empezar por disculparme por no haberos escrito antes, excepto la nota en la que os di las gracias por el bonito regalo de boda que nos enviasteis a Theo y a mí. Supongo que la única excusa válida por no haberos escrito durante todos estos años, y tampoco es muy buena, es que papá ya os escribía, y en realidad, es como si escribiese por todos nosotros. De todas formas, aquí estoy yo, vuestra sobrina Liesel, sentada en la biblioteca, mirando caer la nieve, en la habitación que da al jardín donde tomamos una vez café cuando estuvisteis aquí. ¿Fue hace ya realmente nueve años? Entonces yo era más que un bebé, que no quitaba ojo a sus parientes de América… Y aquí estoy de nuevo, pero ya casada; y con nuestro pequeño Friedrich, al que llamamos Fritzl, que tiene trece meses, que comienza a dar sus primeros pasos… Vamos a irnos a Estados Unidos. No puedo aún creerlo.
Por eso, en realidad, os escribo. Theo sale hacia París en tren a primeras horas de la mañana. Desde allí, se dirigirá a El Havre para tomar un barco y llegar a Nueva York, aproximadamente, hacia el día diecinueve. Tiene vuestro número de teléfono, por lo que no debéis sorprenderos si recibís una llamada… Ha pasado tres años en Cambridge y habla muy bien el inglés, no como yo. (Esta es la razón de que os escriba en alemán; recuerdo que sois capaces de entenderlo bien). Sé que os gustará mucho a los dos.
La razón de que Theo efectúe este viaje es para hacer planes para nuestra emigración. Como sabéis, es médico, y casi ha acabado su trabajo en la clínica de aquí, en la que ha estudiado cirugía plástica. He podido ver lo que hizo a un muchacho que tenía el brazo quemado; tiene mucho talento y ama mucho su trabajo… Necesita conseguir la convalidación del título para practicar la medicina en Estados Unidos, y es posible que encuentre a un médico que necesite un ayudante joven… Como podéis imaginar, todo resulta bastante complicado. Así que he pensado que, tal vez, entre vuestras numerosas amistades, conozcáis a un médico que pueda aconsejarlo. Asimismo necesitaremos un apartamento. Theo precisa firmar el contrato de alguno lo más rápidamente posible; luego regresará a buscarnos a Fritzl y a mí, y para disponer el embarque de todos nuestros muebles. Tal vez podáis decirle dónde encontrar ese apartamento.
Debo admitir que me asaltan unos sentimientos encontrados acerca de todo esto. Theo está absolutamente seguro de que los nazis ocuparán Austria este año o el próximo. Lo ha estado diciendo desde antes de que nos casáramos, e incluso desde que nos vimos por primera vez. Está muy interesado por la política y lo que dice suena muy convincente; está decidido a salvarnos por medio de la emigración. Mis padres y todos los parientes de mamá, e incluso los propios padres de Theo, piensan que sus ideas no tienen mucho sentido. Se niegan a irse y se les rompe el corazón por lo que vamos a hacer. Durante algún tiempo, papá incluso se enfadó con Theo debido a que perderá a su primer nieto y a su hija, pero, tal como van las cosas en la actualidad, está demasiado preocupado para enfadarse.
En lo que a mí respecta, perderé a mis padres, a mi hermano y a mi hermana, lo cual es terrible. Y a Viena. El padre de Theo y papá han dispuesto comprar un pequeño chalé para nosotros cerca de Grinzing. Hasta ahora hemos vivido en un piso muy bonito a pocos pasos de la Ringstrasse. También perderé todo esto… He olvidado mencionar que me han invitado, la próxima temporada, a tocar en una pequeña orquesta de aquí. Al final, creo que estaba haciendo grandes progresos con el piano. Será muy difícil empezar todas estas cosas en Nueva York.
Pero me percato, si se confirma que Theo tiene razón acerca de los nazis, que nuestras vidas estarían en peligro porque somos judíos. Es extraño, porque nunca me he sentido judía. Siempre me he sentido austriaca, vienesa para ser más exacta. Perdóname si te ofendo, puesto que ahora recuerdo que papá me ha dicho que eres muy creyente. Pero, de todas formas, estoy segura de que lo entenderás; el ser creyente o no es algo por completo personal, ¿no es verdad? Y cada cual debe hacer lo que le haga más feliz.
Hablando de gentes religiosas, debéis saber que tío Dan ya se ha ido. Él y toda su familia están desde el pasado mes en México. Ha intentado ir a Estados Unidos, pero es imposible porque han nacido en Polonia; la cuota de los polacos está completa para los próximos años. De todas formas, papá cree que tío Dan es muy estúpido… Al parecer nunca se han llevado demasiado bien, ¿no es cierto? De todos modos, confío en que tenga éxito allí, mucho más del que ha tenido aquí.
Esta carta se ha hecho muy larga, por lo menos más larga de lo que pretendía. Me parece que Fritzl ha despertado de su siestecita. Todos pensábamos que iba a tener el pelo rojo como papá y tú, tía Anna, pero lo tiene rubio, casi blanco.
Confío en que estaréis bien, y os doy por anticipado las gracias por toda la ayuda que podáis brindarle a Theo. No necesita dinero, sólo consejos.
Recibid todo el cariño de vuestra sobrina LIESEL STERN.
2
Viena, 9 de marzo de 1938
Querida hermana y cuñado:
Ha llegado vuestra carta esta mañana, y he quedado presa de la tristeza. Perder a vuestro hijo, a vuestro querido hijo… Destrozado en un insensato accidente… Ni siquiera en una guerra, luchando por su país… Esto también hubiera sido penoso, pero, por lo menos, habría una razón, y de ahí también hubiera venido el consuelo. Pero esto… Se me rompe el corazón por ti, y lo mismo le pasa a Tessa y a todos nosotros. (Me he enterado de que Liesel os escribió hace uno o dos días, pero tampoco lo sabía). Sabéis que haré cualquier cosa que necesitéis, querida Anna, querido Joseph.
Parece que, de repente, todo el mundo se ha vuelto loco. No es que intente comparar mis preocupaciones con las vuestras, claro que no, pero estamos aturdidos por las angustias de la partida… Como ya os habéis enterado, mi hijo político, un hombre muy agradable y perteneciente a una excelente familia, tiene metida en la cabeza la loca idea de irse a América. Por favor, no creáis que tengo el menor prejuicio acerca de Estados Unidos. Cuando tú te fuiste, Anna, y teniendo en cuenta dónde vivíamos, era algo comprensible, pero abandonar Austria, porque algunos fanáticos más allá de la frontera profieren amenazas, resulta absurdo. Incluso aunque Alemania se apoderase de Austria, y creedme que esto no va a ser fácil, eso tampoco significaría el fin del mundo… Posiblemente alguno de los extremistas de aquí quitarían a algunos judíos sus empleos; esto no resulta nada nuevo. Siempre hemos experimentado este tipo de cosas en Europa, a veces un poco más, y otras veces un poco menos. No es nada por lo que no hayamos pasado. De todas formas, he intentado decirle a Theo, y también a sus padres, que con las conexiones que tienen nuestras familias seríamos las últimas personas a las que molestarían.
Los antepasados de Tessa han vivido en Austria durante muchos siglos, puesto que nadie sabe cuándo llegaron aquí por primera vez. Su padre es un funcionario de alto rango en el Ministerio de Hacienda. Y la hermana de su padre se casó con un católico y se convirtió; incluso uno de sus nietos llegó a obispo… Esto constituye mucho para Tessa. Yo no tengo, desgraciadamente, tantas conexiones, pero también he tenido un éxito modesto. Como ya sabéis, luché en la guerra y conseguí la medalla al valor del emperador. Realmente, no puedo ver una razón para esta histérica conducta. Pero también sabéis que los jóvenes son a menudo irrazonables, y este será el caso…
Perdonadme por hablar acerca de todo esto cuando tenéis los corazones tan oprimidos. Por favor, cuidaos vosotros y de vuestra hija y del nieto sobreviviente. Sabed que siempre pensamos en vosotros. Que estamos con vosotros, que rezamos para que logréis la fuerza suficiente para sobrellevar esta terrible cosa, y todo lo demás.
Siempre vuestro, EDUARD.
3
París, 15 de marzo de 1938
Queridos tía y tío:
Os escribo deprisa y corriendo para explicaros mi fracaso en llegar a Nueva York. Debéis preguntaros por qué no estaba en el barco, aunque tal vez habéis comprendido por las noticias que corren por qué ha sucedido así.
El día antes en que debía zarpar, Austria fue ocupada. He intentado comunicarme por teléfono con mi casa, con los padres de Liesel o con los míos. Pero las líneas no responden. Debo presumir que han abandonado Viena y se han dirigido al campo. Tal vez han ido a la casa de las montañas, cerca de Graz, que poseen los familiares de Tessa. De todas formas, cogeré mañana el tren de Viena, donde han debido dejar algún mensaje. Ya os escribiré tan pronto como sepa algo.
Respetuosamente, THEODOR STERN.
4
París, 20 de marzo de 1938
Queridos tía y tío:
Os escribo lo antes posible porque imagino lo preocupados que debéis de estar. Yo estoy casi loco. No puedo conseguir nada. Ha sido como una pesadilla. He tratado de regresar a Austria, pero me han dicho en Francia que si lo intentase, me arrestarían en el mismo tren. No he querido creerlo, pero los periódicos de París han comenzado a informar de nombres e incidentes relacionados con gente que ha intentado regresar junto a sus familiares, como yo quería hacerlo. Y es verdad, se han apoderado de todos ellos y los han metido en la cárcel. Por esto, obviamente, no puede suceder nada bueno. De todas formas, tengo aquí algunos contactos que servirán seguramente de ayuda. Ya os tendré informados.
Respetuosamente, THEODOR STERN.
5
París, 26 de marzo de 1938
Queridos tía y tío:
Aún nada. Parece que la tierra se ha abierto y se ha tragado a todas las personas que tanto quiero. Pero no es posible. No puedo creerlo. Trabajo día y noche. Os escribiré inmediatamente que sepa algo.
Respetuosamente, THEODOR STERN.
6
París, 3 de abril de 1938
Queridos tía y tío:
¡Dios sea loado! ¡Están vivos! Se encuentran en el campo de detenidos de Dachau, al que han sido llevados mucha gente importante del Gobierno, del periodismo, y de otros sectores, para ser interrogados. Me imagino que el propósito es poner fuera de circulación a las personas subversivas… por lo que no tenemos nada que temer; en realidad, nuestras familias difícilmente pueden ser calificadas de subversivas… Supongo que volveré pronto a verlas. Tengo algunas personas trabajando en los círculos más elevados y supongo que conseguirán traerlas aquí, a Francia, para que se reúnan conmigo.
No os podéis imaginar todas las cosas que he hecho. Ya he mencionado los contactos de negocios de mi padre aquí, en París. Pero también debo resaltar, entre mis amigos de Cambridge, a un compañero alemán, que está ahora agregado en su Embajada en París. Además de lo que pueda él hacer, he entrado también en contacto con la Cruz Roja Internacional, y he conseguido que hagan algunas importantes llamadas telefónicas.
Oh, si consiguiera hablarles por teléfono… Pero no creo que esto ocurra muy deprisa. He pensado que debimos empezar estas cosas hace un año, y ahora Liesel y el niño estarían aquí conmigo. Pero de nada sirve pensar en ello.
Mi amigo alemán me asegura que serán liberados dentro de poco. He puesto una gran cantidad de dinero a su disposición y esto puede ayudar a que las cosas vayan más deprisa. Porque el mundo sigue siendo igual. Mientras tanto, estoy en tratos con la Embajada cubana para lograr que los padres de Liesel puedan escapar a Cuba, donde aguardarían pacíficamente, y con comodidad, a que mi suegro fuese incluido en la cuota polaca para emigrar a Estados Unidos.
Os escribiré de nuevo, probablemente la próxima semana, en cuanto sepa más noticias.
Respetuosamente, THEODOR STERN.
7
Marigny-sur-Oise, 14 de agosto de 1938
Queridos Monsieur y Madame Friedman:
Ustedes no me conocen, pero soy un amigo de la familia de doctor Theodor Stern, y creo que también lo seré, indirectamente, de su familia. El doctor Stern ha estado viviendo con mi esposa y conmigo durante los últimos tres meses. Hemos conocido y tratado durante muchos años a su padre. En abril pasado nos encontramos de nuevo en París, donde intentamos prestarles algunos servicios en relación a su esposa, su hijo y sus padres… pero, trágicamente, no hemos sido capaces de hacer nada.
He creído entender que la última información que tenían de sus parientes era que se encontraban en el campo de concentración de Dachau. El doctor Stern movió cielo y tierra para obtener su liberación, es tremendo decirlo, pero no consiguió ningún éxito. Todos ellos, la familia completa, han muerto, algunos allí y otros en distintos campos, en unión de otros muchos miles como ellos, a los que fueron trasladados. Los únicos detalles que conocemos es que el bebé murió de neumonía unos días después de su arresto. En cuanto a los demás, no deseamos tampoco saber los detalles.
El doctor Stern se puso muy enfermo al conocer estas noticias. Yo personalmente estuve muy preocupado por él desde el principio, puesto que no descansaba, ni dormía, ni casi comía, dando vueltas alrededor de París como un loco, intentando encontrar cualquier clase de posible ayuda. Cuando se conocieron las noticias quedó completamente derrumbado. Fue entonces cuando lo llevamos con nosotros a nuestra casa del campo, un lugar tranquilo, donde conseguimos hacernos con un excelente doctor, y tratamos de conseguir lo mejor para él.
En la actualidad, parece haberse recobrado un poco. Come algo y está calmado, pero permanece muy silencioso. Me ha pedido que escriba esta carta para él, y pensé que era una buena sugerencia, en vez de que fuera él el que la escribiera, volviendo a recordar todas estas cosas.
Ayer nos dijo que había decidido marcharse a Inglaterra, donde pasó unos años muy felices en la Universidad. Plantea ofrecer sus servicios al Ejército británico y estar preparado para la guerra que él cree segura dentro de poco. Puedo decirles que él les escribirá de nuevo, dado que siente que son ustedes el único nexo con la esposa que ha perdido.
Les saluda atentamente, JACQUES-LOUIS VILLARET.
8
Ciudad de México, 23 de agosto de 1938
Queridos Joseph y Anna:
Hace mucho tiempo que no os he escrito y hoy os debéis de estar preguntando qué nos ha sucedido. Por eso os pongo estas líneas y confío que permitiréis que nuestro hermano Eduard y su familia sepan dónde estamos. Dadles nuestra dirección, y por favor, enviadme la suya. Supongo que debieron de irse de Viena, pero como Eduard siempre decía que tenía mucha influencia en las alturas, estoy seguro de que deben estar bien todos, de lo cual doy gracias a Dios.
En lo que a nosotros se refiere, todo esto ha sido un gran cambio, como podéis imaginar. Hubiéramos preferido ir a Estados Unidos, no sólo por la seguridad que en sí mismo representa el país, sino a que entonces viviríamos más cerca de vosotros. La familia lo es todo, ¿con qué más se puede contar en este mundo? Me gustaría mucho estar con vosotros, cortar juntos el pan cada viernes por la noche, pero no puede ser.
De todos modos, estamos muy bien desde el principio y no nos podemos quejar, especialmente cuando leemos lo que está sucediendo en Europa. Pero no puedo pensar en ello, porque si no mojaría este papel con mis lágrimas.
La Ciudad de México es muy extensa. Las casas se extienden a lo largo de unas avenidas mucho más anchas que cualquiera de Viena… Llegamos aquí en febrero pasado a toda prisa, y fue una cosa muy rara encontrarnos en un lugar tan primaveral en una época así del año… Hemos alquilado una casita muy decente, que está construida en torno a un pequeño patio, de la forma como hacen aquí las casas. Dena se ha apresurado a plantar flores. Aquí, a la luz del sol, crece cualquier cosa. Y en cuanto al abuelo, he olvidado deciros que está con nosotros, aunque ya cuenta noventa y tres años, pero tiene todavía la mente muy clara; el viejo permanece fuera la mayor parte del día, moviéndose del sol a la sombra, y me parece que disfruta de estar aquí. Al principio no quería venir, ya lo sabes, pero como es natural no podíamos dejarlo atrás, por lo que le obligamos y soportó el viaje muy bien. Quedaríais sorprendidos.
He conseguido un empleo de peletero con una empresa muy importante. El negocio de las pieles es bastante bueno, a pesar del clima de este país. Aquí hay mucha gente rica y les gusta seguir la moda. Tillie, nuestra hija política, es una costurera de primera y ha logrado una buena posición en una tienda de confección, en la que copian modelos de París. Saul es relojero y también posee una colocación, mientras que Leo aún la está buscando, pero estoy seguro que conseguirá alguna cosa. Los más jóvenes, los cinco, han empezado a ir a la escuela y aprenden español tan deprisa que en pocos meses podremos utilizarlos como vendedores o en el negocio. Para Dena y para mí es muy duro aprender un nuevo idioma. Después de todo, ya tenemos más de cuarenta años, y esta es la segunda vez en nuestras vidas que tenemos que hacer de inmigrantes y de extranjeros en un nuevo país y con un nuevo idioma. Pero nos arreglamos. Incluso el abuelo ha aprendido bastantes palabras. Os reiríais si lo oyeseis…
Nuestros planes consisten en ahorrar todo lo que podamos y luego, en unos cuantos años, mis hijos políticos —y para entonces sus hijos también serán bastante mayores—, y yo abriremos alguna especie de negocio de importación-exportación llevándolo juntos. Creo que será más fácil salir adelante aquí que en Viena. Parece haber sitio para los recién llegados y las cosas no son como allá. De todos modos, tenemos que darle las gracias a Dios, porque nos encontramos en un lugar tranquilo y en paz. Podemos dormir tranquilamente por la noche, todos nosotros juntos, ¿y no es esto acaso lo más importante?
Esperemos que todos estéis bien, y ahora que ya sabéis dónde estamos, aguardamos oír noticias de vosotros a menudo.
Vuestro hermano que os quiere, DANIEL.
P. S. No tenía idea de que Norteamérica fuera tan extensa. Estaba a punto de decir que iba a visitaros, cuando miré en un mapa y me percaté de que Nueva York estaba a miles de kilómetros de Ciudad de México. De todos modos, ¿podríais venir vosotros?