Capítulo 23

 

–Creía que estabas dormida –dijo él.

Sophia se quedó congelada en los escalones de la bañera, que había empezado a subir.

–No.

–¿Cuánto tiempo llevas aquí fuera?

–Un rato –admitió–. Lo siento. Debí haber dicho algo, pero no quería molestar a Eve, no quería estropearos la noche.

Miró a su alrededor, como había hecho antes.

–¿Dónde estabas?

Señaló la zona en sombras, bajo la terraza.

–Intenté volver a la casa de invitados sin que me vierais, pero… ninguna oportunidad de hacerlo me pareció buena. Lo siento –dijo de nuevo.

Parecía desconcertado, como avergonzado de lo que había estado hablando con Eve, o quizá de no haber estado más atento cuando había descubierto la bañera abierta. Pero al final se encogió de hombros como si no pudiera hacer nada al respecto.

–No te preocupes –le indicó con un gesto que volviera al agua, encendió los chorros y se metió él también–. Es… tarde. Y los últimos días han sido duros. ¿Cómo es que no estás durmiendo?

Ella se deslizó hacia el otro lado de la bañera, poniendo la mayor distancia posible entre los dos.

–Dormí un poco antes. Pero luego… –se encogió de hombros– me desperté y ya no podía relajarme. Pensé que esto me podría ayudar.

–Estar de repente en un lugar extraño debe de producirte al principio una sensación rara, pero terminarás acostumbrándote –la estudió a través del vapor–. ¿Qué tal le ha ido a Alexa hoy en la escuela?

Se comportaba como si realmente le importara.

–Parece que bastante bien.

–¿No ha tenido problemas con Connie?

–Nada más que una amenaza verbal.

–Haría bien esa niña en no cumplirla –recostándose, alzó la mirada a las estrellas–. ¿Cómo se siente Lex estando aquí?

–Parece que le gusta. Sabe que somos afortunadas de tener un lugar cómodo donde vivir. Y te está muy agradecida.

–Es una gran chica.

Sophia sonrió. En cierto sentido, tenía la sensación de que ella y su hija estaban llegando a conocerse mucho más, a conocerse de verdad, por primera vez… y a Sophia le gustaba lo que veía.

–Sí que lo es.

Él se apartó el pelo de la cara.

–La estuve buscando, pero no vi la factura de la comida extra y de las otras cosas que compraste hoy… las flores y las velas.

–Fue cosa mía. No espero que me lo pagues.

–¿Querías que Eve y yo cenáramos con flores y velas?

–Ya sé que no es mucho. Solo esperaba darle un toque bonito a la cena. Los dos habéis sido muy generosos conmigo.

Él no dijo nada, sino que continuó mirándola.

–¿Qué pasa? –preguntó, cada vez más incómoda. Estar sola con Ted allí, en lo oscuro, le suscitaba pensamientos que no debería tener… sobre todo después de la amabilidad que había tenido Eve con ella al no contarle a Ted lo de su alcoholismo. Ella nunca haría nada que pudiera perjudicar la felicidad de Eve, nunca revelaría el anhelo que sentía en aquel momento por Ted, y que había sentido durante años.

–Sí que fue un detalle bonito –dijo él–. A Eve le gustó.

Sophia carraspeó.

–Me alegro –se preguntó si a él también le habría gustado. No lo dijo, pero ella tuvo la impresión de que sí.

Cuando se descubrió contemplando fijamente su hombro desnudo, deseando que las cosas pudieran ser diferentes entre ellos, se levantó.

–Te dejo para que tengas tiempo para ti mismo.

–¿Sophia?

Lo miró cuando pasó a su lado.

–Parece que has cambiado un montón.

–Bueno, solamente podía ser para mejor, ¿no? –se echó a reír como si no lo hubiera dicho en serio, pero sabía que él, y la mitad de Whiskey Creek, probablemente estarían de acuerdo con aquella frase.

Él salió de la bañera y le recogió la toalla. Ni siquiera entonces la dejó marcharse.

–¿Cómo está tu madre?

Habían transcurrido siglos desde que alguien le había preguntado por Elaine. Su madre llevaba tanto tiempo ausente de Whiskey Creek que hacía años que se había llenado el inicial vacío que su marcha había dejado en la comunidad. Al menos aquello parecía ser cierto para todos los demás. Sophia lo encontraba irónico, teniendo en cuenta que el pueblo entero había girado antaño en torno a sus padres.

–Estaba bien la última vez que la vi –respondió–. No hablo con ella muy a menudo.

–¿Por qué?

Quiso echarle la culpa a Skip. Se había mostrado tan desagradable cada vez que ella había querido visitarla en el hospital… «¡No le veo ningún sentido!», había gruñido, y habitualmente él se había negado a verla. Pero Sophia sabía que la verdadera razón por la que evitaba el contacto con su progenitora era otra.

–Ella ya no me reconoce –respondió.

No sabía por qué le había hablado de su madre. Generalmente nunca hablaba de ella. Simplemente había... surgido, como si no hubiera podido continuar guardándose dentro algo tan doloroso. Pero se arrepintió en el mismo instante en que las palabras abandonaron sus labios y leyó la compasión en su rostro. No deseaba que él pensara que estaba intentando fabricarse excusas para sí misma o para manipular sus emociones. Así que se apresuró a meterse en la casa, donde no pudiera decir nada más. Y donde no se sintiera ya tentada de confesarle lo mucho que siempre le había amado.

 

 

Cheyenne y Dylan estaban en el café a la mañana siguiente. Y también Riley, Callie, Levi, Kyle y Eve. Una vez más, Ted había pensado en saltarse el ritual semanal. Iba muy retrasado con su libro. Imaginaba que eso le proporcionaba la excusa perfecta para evitar las pullas que seguro iba a recibir por haber ayudado a Sophia después de haber pensado tan mal de ella. Pero luego Eve le llamó para preguntarle si iba a recogerla, y entonces comprendió que, con Sophia viviendo en la casa de invitados, necesitaba hacer todo lo posible por estar disponible para su novia y ayudarla a sentirse segura.

Entraron juntos en el Black Gold, sin tomarse de la mano ni hacer ningún gesto que pudiera traicionarlos como pareja, pero la amplia sonrisa que esbozó Cheyenne le confirmó a Ted que ya lo sabía. Lo que significaba que Dylan también… con lo que los demás terminarían inevitablemente averiguándolo. No estaba preparado para soportar ninguna presión añadida. Eve y él serían la primera pareja oficial formada dentro del grupo después de años de amistad, y eso generaría una mayor atención de la que estaba dispuesto a soportar. Sobre todo en aquel momento, cuando eran tantas las cosas que bullían en su cabeza. Pero no podía esperar mantener en secreto la relación durante mucho más tiempo. Ambos estaban demasiado cercanos a sus amigos.

Al menos aquello alejaría cualquier sospecha que tuvieran de que fuera a volver con Sophia.

Noah fue el primero en sacar el tema.

–Hola, Ted. Tengo entendido que Sophia consiguió un empleo.

Todo el mundo que estaba sentado alrededor de la mesa se echó a reír, mirándose entre sí.

–Yo también lo he oído –Kyle se sumó a la broma–. Aparentemente no era tan mala en el instituto como para que no pudieras perdonarla. Entonces dinos, ¿de qué iba toda aquella charla que nos diste?

–Cállate –dijo Ted–. Ninguno de vosotros ibais a dar un paso para ayudarla.

–Tú eras el único que ofertabas un empleo –le recordó Noah–. Nos estamos metiendo en el invierno, que es mi temporada de menos trabajo. Yo habría tenido que despedir a alguien para contratarla, y eso no me parecía justo.

Ted abrió los brazos.

–Me dio pena, ¿de acuerdo? No es para tanto.

–¿Qué fue lo que dijo la semana pasada? –preguntó Riley–. ¿Qué los actos tienen consecuencias?

Gracias a Dios nadie parecía saber que también se había trasladado a vivir a su casa…

Eve lo tomó del brazo.

–Vamos, chicos. Relajaos. Diga lo que diga, Ted tiene un corazón del tamaño de Texas. Eso no debería constituir ninguna sorpresa.

Ted no quería que Eve se le pegara tanto. Aquello hacía que el cambio operado en su relación resultara demasiado obvio… lo suficiente como para que Kyle tomara nota de pronto de lo posesivo del gesto.

–¿Qué es lo que sabes tú de su corazón? –le preguntó.

Eve le soltó e intentó disimular.

–Somos amigos desde hace años.

–¿Y seguís siendo amigos? –preguntó Riley, mirándoles de cerca.

Ted no podía negar la verdad. Aquello implicaría que se sentía avergonzado de su relación. Así que cuando Eve pareció vacilar en su respuesta, él dio un paso al frente.

–Nos estamos viendo.

Adelaide se quedó mirándoles boquiabierta.

–Os estáis viendo como si... ¿estuvierais saliendo juntos?

–¿No es eso lo que significa la expresión? –repuso él.

–No estaba segura, dado que sois amigos desde hace muchísimo tiempo y os veis constantemente –Addy no había formado parte del grupo original, ni siquiera les había frecuentado después del instituto. Noah la había incluido en el grupo cuando ella había vuelto hacía un año.

–¿Desde cuándo? –quiso saber Callie.

–Halloween –intervino Cheyenne con una carcajada.

–Vaya, aparentemente, hay gente que se divierte más en el jacuzzi que otros –se burló Riley.

Eve se ruborizó.

–¿Por qué tienes que hacer que parezca tan vergonzoso?

Noah se frotó la barbilla.

–Has contratado a Sophia pero estás saliendo con Eve. Interesante giro de acontecimientos.

Ted le fulminó con la mirada.

–Nos saltaremos los titulares, si no te importa –deseoso de separarse del grupo hasta que la sorpresa fuera perdiendo fuerza, se volvió hacia Eve–. ¿Te pido algo? ¿Quieres un yogur?

–¡Oh, Dios mío! –gritó Cheyenne–. ¡Increíble! ¡Ted va a invitar a Eve a yogur a partir de ahora!

 

 

Kyle era el único que no parecía haber acogido con diversión la noticia. No había dicho una palabra desde «la gran revelación»… y se levantó para seguir a Ted a la cola que estaba aguardando ante el mostrador.

–Oye, ¿estás seguro de que sabes lo que estás haciendo? –le sonreía, en beneficio de los demás, pero su mirada era seria.

Ted no podía admitir la verdad, no podía exteriorizar su incertidumbre. No habría sido justo para Eve.

–Por supuesto.

Volviendo la espalda al grupo de la mesa, Kyle lo intentó de nuevo.

–Recordarás lo que pasó cuando Callie y yo…

–Lo recuerdo –le interrumpió para ahorrarle tener que decirlo.

–Te lo tienes que pensar mucho antes de entrar en intimidad con alguna de esas chicas.

–Ya me lo he pensado.

Kyle le lanzó una mirada escéptica mientras avanzaban en la cola.

–¿Qué pasa? –le espetó Ted, irritado por el hecho de que Kyle le estuviera obligando a examinar sus motivos y decisiones.

–Es que todo ha sido tan… rápido. Hace unos días erais amigos, como siempre. ¿Y ahora sois amantes?

–Esas cosas pasan. Tú deberías saberlo mejor que nadie.

–Exacto. Entonces… ¿dónde está la chispa entre vosotros dos?

–Quizá no se trate de esa clase de relación.

Cuando la persona que tenían delante pareció estar escuchándolos, Kyle bajó la voz.

–Pero se supone que ahora sí lo es, ¿no?

–Eve y yo no basamos nuestra relación en la atracción sexual. No del todo, al menos –repitió cuando se dio cuenta de que había sonado como si no quisiera hacer el amor con ella.

–Escucha…

El tipo que tenían delante pidió su orden, dándoles más espacio pero menos tiempo del que probablemente necesitaban para terminar aquella conversación.

–Yo perdí a la única chica a la que me estaba muriendo de ganas de tener –continuó Kyle.

Ted se sorprendió de oírle confesar que, para él, no había habido nadie que pudiera compararse con Olivia.

–No ha sido lo mismo con nadie desde entonces –continuó Kyle–. Mi matrimonio fracasó por muchas razones, pero la primera y principal fue que yo no amaba a Noelle. Nunca debimos habernos liado. El año que pasé con ella, y el año que pasé recuperándome del divorcio, que fue cuando me acosté con Callie, fueron los dos peores de mi vida. Hay días en los que todavía se me hace duro lidiar con las consecuencias. Además de toda la porquería emocional, tengo que pasarle a Noelle una enorme cantidad de dinero en concepto de pensión matrimonial. Eso quiere decir que no tengo manera alguna de alejarla de mi vida.

No solamente eso, sino que además tenía que soportar ver a su hermanastro con la mujer a la que realmente quería… aunque aquel día Brandon y Olivia aún no habían aparecido.

–En cualquier caso –prosiguió Kyle–. No quiero que ni Eve ni tú paséis por lo mismo que pasé yo.

El crudo sentimiento de su súplica dejó aterrado a Ted. Se había mostrado tan seguro, tan confiado de que podría seguir comprometido con Eve… Pero cuando volvió a hacer el amor con ella la noche anterior, antes de meterse en el jacuzzi, la experiencia no había resultado tan satisfactoria como habría deseado. De hecho, después se había sentido un tanto… vacío.

¿Estaría perjudicando a Eve por intentar forzar aquello? ¿No sería mejor que dieran marcha atrás y admitieran que seguían sintiendo lo mismo que siempre habían sentido el uno por el otro? ¿O acaso sus sentimientos eran los únicos que no estaban cambiando?

Eve parecía tan feliz… Él no quería aguarle la fiesta, no quería hacerle daño. Ya se había prometido a sí mismo que no se lo haría. Además, no estaba seguro de haberse dado tiempo suficiente para tomar una decisión firme. Ellos solían burlarse de la incapacidad de Noah para los compromisos. Ted nunca había tenido tantas aventuras como Noah, pero sospechaba que era él quien tenía un problema con el compromiso… y el descubrimiento fue un verdadero shock.

–¿Por qué decidiste liarte con Eve? –le preguntó Kyle.

Porque aquello le había parecido un movimiento seguro. Inteligente. ¿Pero acaso no había sido porque ella no era Sophia? Tenía que admitir que no había estado pensando con claridad en la noche de Halloween, aunque él se había asegurado a sí mismo que sí. El alcohol tenía aquel efecto sobre la gente.

–¿Qué queréis?

El barista estaba listo para tomarles nota, así que Ted no pudo responder a la pregunta de Kyle. No había tiempo. Y se sintió agradecido por ello. No podía imaginar lo que podría salir de su boca en un momento en el que se sentía tan desgarrado por dentro. No quería reconocer que había estado bebiendo aquella noche. Eso solo habría convencido a Kyle de que indudablemente había cometido un enorme error.

Pero algo en sus ojos debió de haber traicionado su incertidumbre, porque Kyle le lanzó una sola mirada, sacudió la cabeza y maldijo por lo bajo.

 

 

Eve estaba ocupada aquella noche. Y durante la semana siguiente estaría fuera. Su abuela cumplía ochenta años, así que pensaba volar a Montana con sus padres para celebrar la fiesta familiar. Aquello le daría a Ted un cierto respiro. Él se alegraba de ello, ya que además necesitaba tiempo para escribir. Lo que no quería decir que fuera a conseguir el aislamiento al que estaba tan acostumbrado. Aunque se suponía que Sophia libraría los fines de semana, ya que eso era lo que él había pretendido cuando colgó su anuncio de oferta de empleo, ella le estaba tan agradecida porque no le cobrara la renta y parecía tan decidida a compensarlo, que había insistido en cocinar para él a todas horas. Y era difícil quejarse de ello cuando le preparaba unas comidas tan deliciosas, que siempre estaban listas en el momento adecuado.

Había otros beneficios en tenerla cerca, también. No creía haber visto nunca la casa tan limpia. Y si escuchaba atentamente, podía oír risas, algo que siempre le hacía sonreír. Era Alexa, que pasaba el tiempo con su madre cuando no tenía colegio. Se daba cuenta de que le gustaba la hija de Sophia, a pesar de su padre.

Era sábado por la noche y las dos se hallaban en la cocina. Sophia estaba instruyendo a su hija en cómo saber si un pastel de pavo estaba en su punto cuando entró Ted.

–¿Quieres que te sirva algo? –le preguntó Sophia.

Alexa le lanzó una sonrisa, que él le devolvió.

–Estoy agotado –dijo–. Es hora de una copa de vino.

La sonrisa desapareció rápidamente del rostro de Alexa al tiempo que miraba a su madre.

–¿He dicho algo malo? –preguntó.

–No, por supuesto que no –respondió Sophia–. ¿Qué clase de vino?

–Chablis –se sentó a la mesa a hablar con Alexa mientras su madre bajaba a la bodega, pero la niña parecía distraída. Se volvió para seguir con la mirada a su madre.

Él le hizo una seña para llamar su atención.

–¿Todo bien?

–Sí –dijo–. ¿Dónde tienes el sacacorchos? Te lo conseguiré para que tú puedas abrir la botella.

Confiaba en que Sophia podría hacerlo sola, pero le señaló el cajón derecho y ella fue a buscarlo. Luego, tan pronto como Sophia apareció de nuevo, Alexa se hizo cargo de la botella y se la entregó.

–Toma.

–Gracias –la abrió mientras Sophia le sacaba una copa–. ¿No quieres tú? –le ofreció, levantando la botella.

Parecía como si ni siquiera quisiera mirarla.

–No, gracias –dijo, ocupada en terminar de preparar la comida.

–¿Qué tal las cosas con Connie, Babette y las demás? –le preguntó a Alexa mientras bebía un sorbo de vino.

–Bien. Ya no me hablo con ellas.

–¿No te están dando ningún problema?

–A veces se burlan de mí cuando me ven, pero… no pasa nada.

Cuando Sophia retiró el pastel del horno, Ted vio que tenía un aspecto excelente. Se parecía a los mejores que había probado en Just like Mom’s.

–Eso huele fantástico –comentó.

Sophia alzó la mirada al escuchar el timbre de admiración de su voz.

–Espero que sepa tan bien como huele.

Lo puso encima del horno.

–Te había puesto un servicio en el comedor, pero… –señaló la mesa a la que estaba sentado– si prefieres comer aquí, te lo traigo.

Ted recordó que había estipulado que comerían separadamente. Aunque en aquel momento aquello le parecía una tontería, el hecho de estar en la misma casa y comer la misma comida de manera separada, él no les pidió que se sumaran. Necesitaba mantener alguna distancia entre ellos, no quería que su relación se deslizara en la dirección equivocada solo porque estaban empezando a sentirse tan cómodos.

–El comedor está bien –dijo, así que ella le sirvió el plato allí. Incluso encendió una de las velas que había comprado para su romántica relación con Eve. La parpadeante vela daba un bonito toque a la habitación bañada por la luz crepuscular. Sentado allí solo, en silencio, pudo verla atravesando el jardín trasero con su hija. Ambas llevaban sus respectivos platos con las manos enfundadas en manoplas para no quemarse, charlando y riendo, y de alguna manera la camaradería que percibía entre ellas hizo que se sintiera aún más solo.

Quizá fue por eso por lo que decidió ir a verlas un rato después para preguntarles si querían ver una película con él. O quizá fuera porque Sophia no había querido instalar la televisión por cable en la casa de invitados. Le había dicho que necesitaba ahorrar dinero para otras cosas, lo cual era cierto. Pero con fondos tan limitados, y sin televisión, no se imaginaba qué podrían hacer un sábado por la noche. Ya no tenían que deshacer las cajas; se habían pasado días haciéndolo, y Alexa se merecía un poco de diversión. Toda la diversión que había disfrutado antes, incluidas sus amigas, había desaparecido.

Así que se convenció a sí mismo de que haciendo acopio de helado y otras golosinas y yendo a la tienda a alquilar una película, simplemente estaba intentando ayudar a una niña que últimamente lo había pasado muy mal.

Aunque sabía en el fondo de su corazón que ella no era la única a la que esperaba complacer.