Capítulo 3
Sophia guiñaba los ojos contra el fuerte sol de la tarde. Nunca había estado encariñada con sus suegros, sobre todo con la madre de Skip. Por lo general la trataban con una especie de tranquila indiferencia y ella fingía no notarlo, pero de cuando en cuando detectaba un verdadero desdén. Solo podía suponer que su marido se había quejado de ella con ellos, al igual que solía hacer con Lexi. Ella nunca había dicho o hecho nada que hubiera podido ponerlos en su contra… pero estaba el problema de la bebida. La desaprobación y la frialdad que le demostraban hacía que le resultara difícil acudir a ellos, incluso en aquella hora de necesidad. Aquel día les había llamado porque se merecían saber que su hijo había desaparecido. Estaba bastante unido a ellos, y ella necesitaba dinero para volar a casa con Alexa. Porque a sus padres no podía pedirles ayuda. Hacía doce años que su padre había fallecido de cáncer de próstata, y catorce desde que su madre fue hospitalizada de manera indefinida.
–¿De qué estás hablando? –le espetó Sharon–. Eso no puede ser cierto.
Sophia acababa de decirle que Skip no estaba en el barco cuando ella se había despertado la mañana anterior y que no había vuelto a verlo desde entonces. Había decidido no mencionarles lo del FBI. Imaginaba que enterarse de que su hijo había desaparecido y que probablemente estaba muerto ya era lo suficientemente duro; ya asimilarían el resto cuando ella estuviera de regreso en casa y contara con mayor información. Pese a la dura realidad de su actual situación económica, o precisamente por ello, Sophia seguía esperando que hubiera una explicación lógica… aparte de aquella que los hechos parecían sugerir.
–Sharon, es cierto –dijo–. No tengo ni idea de dónde puede estar. He contactado con la policía brasileña, por supuesto, y llevan buscándolo desde entonces. Pero han pasado ya treinta y dos horas y no hay señal alguna de él.
–¿Has llamado a su móvil?
–Una y otra vez.
–Debe de tener negocios en Río –dijo su madre con su habitual brusquedad de modales. Siempre se comportaba como si lo supiera todo y tuviera todas las respuestas–. Ya sabes cómo es. Trabaja sin parar.
–¿Me estás diciendo que se fue nadando a su cita de negocios? Porque esa es la única manera en que pudo haber llegado allí… a no ser que se nos pasara desapercibido que un barco apareciera para recogerlo en mitad de la noche.
Un silencio acogió su respuesta. Sharon había detectado el sarcasmo, pero en aquel momento en particular, Sophia no podía soportar la arrogante actitud de su suegra. Ya estaba teniendo suficientes problemas para dominarse. Aunque había logrado superar la noche entera sin probar una gota de alcohol, no había dormido. Sentía los ojos como si fueran de papel de lija, le dolía la cabeza y el estómago y tenía algunas horribles verdades a las que enfrentarse: verdades que iban a cambiar toda su vida. Si Skip no volvía, si no arreglaba el desastre que había creado, ella no tendría manera alguna de sobrevivir, y mucho menos de cuidar bien de su hija.
Se quedó mirando fijamente su desnudo dedo anular. En su décimo aniversario de bodas, Skip había sustituido su alianza de matrimonio por un diamante de cinco quilates que valía más de doscientos mil dólares. Pero cuando ella entró en la clínica de rehabilitación, él se lo había quitado, diciéndole que quería hacerlo tasar a efectos del seguro…
A la luz de lo que había estado oyendo durante el último par de días, sospechaba que no había caído precisamente en manos de un tasador.
–Lo siento –escondió la mano para que no volviera a recordarle el anillo, y se esforzó por recuperar el control de sus emociones–. Estoy… estoy muy afectada, como te podrás imaginar. Como te dije, no tengo la menor idea de lo que ha sucedido, cómo es que Skip no está aquí o dónde podría estar. Espero que se encuentre bien, y que todo termine bien y pronto. Pero deseo desesperadamente volver a casa. Tengo que regresar a casa. Puedo esperarlo allí.
–Comprendo que ha debido de ser un día muy… duro para ti. Pero no puedes perder las esperanzas y abandonar tan rápidamente a tu marido.
Haciendo una mueca, procuró encontrar una explicación que no incluyera admitir que el FBI había presentado cargos contra Skip. Sabía el efecto que aquella noticia tendría sobre sus padres. Ellos le tenían en un altar. Siempre lo habían preferido a su hermano, que trabajaba como fontanero y tenía cinco niños con cuatro mujeres diferentes.
–No puedo quedarme aquí. Ha habido un… un problema con nuestras cuentas y no puedo cubrir los gastos de comida y de combustible, ni pagar a la tripulación.
–Dios mío, ¿y ahora me estás hablando de dinero? ¿Qué es lo que hay que hacer para encontrar a Skip antes de que sea demasiado tarde?
–Si pudieras mandarme el dinero suficiente para que volviera a casa con Alexa… Entonces te lo explicaría todo en persona, o al menos lo poco que sé.
Oyó una conversación de fondo.
–¿Sophia? –el teléfono había cambiado de manos. Se había puesto Dale, el padre de Skip.
Ella agarró el teléfono con fuerza.
–¿Qué diablos está pasando?
Como regla general, los hombres la trataban mejor que las mujeres. Era por eso por lo que ella solía preferirles. Pero su suegro era una llamativa excepción.
–Ya sé que es… es increíble –dijo, y le repitió lo que le había contado a Sharon.
–Mi hijo nunca dejaría a su familia de golpe y porrazo –comentó cuando ella hubo terminado–. Debe de tratarse de algún juego sucio, un… un secuestro.
–No ha habido nota de rescate alguna.
–Entonces ha tenido que ser otra cosa. Él nunca te abandonaría a ti y a Alexa en ese maldito barco por voluntad propia.
Una lágrima resbaló por su mejilla porque estaba completamente segura de que Skip había hecho exactamente eso, y lo sentía sobre todo por su hija. ¿Cómo había podido prometerle a Alexa unas maravillosas dos semanas en el mar en plan familiar… para luego desaparecer?
–Probablemente… probablemente tengas razón –dijo, pero solo para no discutir.
Cuánto más pensaba sobre la oportunidad de la desaparición de Skip, más se convencía de que se había fugado. Tenía que haber sabido que el FBI estaba detrás de su pista. O quizá alguno de sus inversores le había estado presionando para que le entregara los fabulosos beneficios que él les había prometido, y se le habían acabado las excusas.
–¿Tenía problemas con la tripulación? –le preguntó su suegro.
¿Estaba pensando en un asesinato?
–No, ninguno. La tripulación es magnífica. Nadie habría pensado en hacerle el menor daño.
–¡Pues alguien tiene que haberle hecho algo, por Dios! ¿Y ahora tú quieres marcharte, volverte a casa sin él? ¿Cuándo probablemente esté en graves problemas… quizá perdido en medio del mar? ¡Podría necesitar tu ayuda!
Sophia tuvo que hacer un esfuerzo para hablar por culpa del nudo que tenía en la garganta.
–Ya te lo he dicho, no tengo dinero para quedarme. Yo… yo ni siquiera puedo cubrir las necesidades de Lex. Piensa en tu nieta, por favor. Necesito que vuelva a casa.
–¿Cómo es que no tienes dinero? Todo este asunto apesta, Sophia. ¿Qué pasa? ¿Qué es lo que no nos estás diciendo?
Ella dejó caer la cabeza, apoyándola en su mano libre. Se daba cuenta de que aquella conversación no podía esperar, después de todo.
–El FBI ha bloqueado nuestras cuentas bancarias, Dale.
–Suelta el teléfono –ordenó a su mujer. Luego volvió a hablar–. ¿Has dicho FBI?
Sophia suspiró.
–Eso me temo.
–¿Por qué habría de bloquear vuestras cuentas el FBI? El FBI no hace eso a no ser que… a no ser que…
–A no ser que tengan una razón para ello –terminó Sophia por él–. Dicen que Skip ha estado defraudando a sus inversores.
–¿Qué?
–Es cierto. Han bloqueado todo el dinero para devolver todo el que sea posible. Pero Kelly me dice que se trata de una cantidad mínima, si es que queda alguna.
–¡Tonterías! –explotó–. Mi chico nunca engañaría a nadie. Él no necesita estafar a nadie. Todo lo que toca lo convierte en oro. Tú has visto lo que ha hecho, lo mucho que te ha ayudado.
¿Habría estado vulnerando la ley durante todo el tiempo? ¿O solo recientemente?
–Espero que sea inocente, como tú dices. Y espero que podamos demostrarlo.
–¿De veras? Porque suenas como si ya te hubieras dado por vencida –graznó–. ¿Es que no tienes ninguna confianza en él?
–Yo solo sé lo que me ha dicho Kelly, Dale, y lo que me ha dicho es que los planes del FBI son acusar a Skip de fraude al Fondo SLD.
Se hizo un breve silencio.
–No puede ser. El Fondo SLD estaba haciendo mucho dinero. Vi el informe del mes pasado.
Una oleada de inquietud invadió a Sophia.
–¿Cómo es que leíste tú ese informe? Tú no tenías inversiones en ese fondo…
Skip nunca habría defraudado a sus propios padres. ¿O sí?
–Claro que sí –respondió orgulloso su suegro–. Metí los ahorros de toda una vida en ese fondo. Lo mismo hizo casi toda la población de Whiskey Creek. Y cuando vean la rapidez con que mi hijo doblará su dinero, se alegrarán enormemente de haberlo hecho.
Sophia empezó a reír. Una vez que empezó, ya no pudo parar. No hasta que terminó llorando.
–¿Sophia? ¡Sophia, para! –ladró Dale–. ¿Estás borracha?
–No –respondió–. No he bebido una sola gota de alcohol.
–¿Entonces qué te pasa?
Sorbiéndose la nariz, se secó los ojos.
–Te lo creas o no, tu hijo ha desaparecido –dijo–. Y con él todo el dinero que tú y todos los demás habéis invertido en ese fondo.