Capítulo 23
Ava estaba en el apartamento de Luke. Este la había dejado allí para que pudiera trabajar un rato y después había ido a hacer la compra y algunos recados. Pero ni siquiera estando sola podía concentrarse. Le bastaba estar en aquel espacio para distraerse.
Se obligó a terminar de revisar los informes telefónicos del caso Beeker. Después, abrió el ordenador, escribió las cartas que pensaba imprimir más tarde e intentó responder algunos correos. Pero después de leer por tercera vez un mensaje sin llegar a comprenderlo del todo, renunció. Ya no iba a conseguir hacer nada más.
Con un suspiro, se levantó y comenzó a recorrer la habitación. El apartamento de Luke era muy sencillo, pero estaba limpio y ordenado. No pudo menos que sonreír ante los toques masculinos que había dejado en aquel lugar: una bicicleta apoyada en la pared, detrás del sofá, los esquís en una esquina, ejemplares de Sports Illustrated en la mesita del café y una pantalla de televisión gigante en una pared. Había una fotografía de Luke con su familia en una estantería. La debían haber tomado en Navidad, y otras fotografías de edificios y paisajes hechas desde el aire. Era evidente que a Luke le encantaba ser piloto. Y Ava apostaba a que era uno de los mejores.
Fue a la cocina y abrió un par de armarios. Luke le había dicho que tomara lo que quisiera, pero no tenía hambre, estaba aburrida. Encontró latas de comida, algunos suplementos vitamínicos y un bote de proteínas en polvo. La nevera no estaba mejor surtida. En el cajón de las verduras y la fruta había una manzana y unas cuantas zanahorias. En las estanterías, leche, crema agria, gelatina y un paquete de salchichas. Probablemente comía fuera muchas veces.
Desde allí, cruzó el pasillo, se acercó al dormitorio y asomó la cabeza por el marco de la puerta. La cama estaba hecha, por supuesto. La puerta del armario estaba cerrada, pero no necesitaba abrirla para saber que en el interior estarían sus uniformes, perfectamente planchados, con los zapatos lustrados y ordenados debajo. Recordó el día que había ido a buscarla a El Último Reducto, con unos vaqueros gastados y una camiseta estrecha, y se echó a reír.
En una de las paredes se alineaban pesas de diferente tamaño y un avión enorme ocupaba la mayor parte de la superficie de la cómoda, que estaba a la izquierda de una gran pantalla de televisión. Había otro cuarto de baño junto al dormitorio principal. Ava sabía que estaría tan limpio como el que había utilizado al llegar a la casa.
Una llamada a la puerta la hizo volver inmediatamente al salón.
—¡Eh, Trussell! ¿Estás en casa? ¡Abre!
Ava abrió y encontró a dos hombres frente a ella. Uno era tan alto como Luke, el otro debía medir poco más de un metro setenta, pero ambos iban con camisetas de deporte, pantalones cortos y zapatillas deportivas, y estaban suficientemente sudados como para indicar que habían estado entrenando. El corte de pelo le habría indicado que eran militares aunque no hubiera podido ver las chapas que llevaban al cuello.
—¿Quién eres? —preguntó el más alto.
—Ava Bixby. Soy amiga de Luke. ¿Y vosotros?
El más bajo contestó:
—Soy el sargento O’Dell. Este es el capitán Fewkes. También somos amigos de Luke.
Ava reconoció el nombre del sargento. Era el hombre que estaba con Luke en el Moby Dick. Se alegraba de conocerle.
—¿Queréis entrar?
Entraron en el salón y Fewkes cerró la puerta, pero no se sentaron.
—¿Dónde está Luke? —preguntó O’Dell, mirando hacia el dormitorio.
—Está haciendo unos recados.
—¡Ah! —los dos hombres se miraron—. Sabe que estás en su apartamento, ¿verdad? No serás amiga de Kalyna Harter o algo parecido, ¿eh?
Ava se echó a reír.
—No, trabajo en El Último Reducto, una organización de apoyo a las víctimas. Estoy intentando ayudar en el caso Harter.
—¡Ah, sí, ahora lo recuerdo! Mencionó tu nombre. ¿Qué piensas de Kalyna?
—Creo que es una mujer con muchos problemas.
—Sabes que yo estaba en el Moby Dick con Luke, ¿verdad?
—Sí, Jonathan Stivers trabaja para mí. Habló contigo la semana pasada.
—¿Ese era tu detective?
—Tiene su propia agencia, pero trabaja muchas veces para nosotras.
—¿Te dijo que Kalyna estaba mintiendo? —preguntó O’Dell.
—Sí, me lo dijo. Pero ahora tenemos que demostrarlo.
—Esto podría ayudar —señaló con la cabeza a su compañero—. Fewkes se encontró con ella a mediados de mayo. Por eso le he traído. Ella comentó algo raro en un bar. Pensé que a Luke le gustaría oírlo.
—¿Qué fue exactamente?
—Cuando le pedí que bailara conmigo, me dijo que no podía ni acercarse a mí porque su prometido se pondría hecho un basilisco. Le comenté que no veía que llevara sortija y me dijo que era porque todavía no la habían elegido. Yo le dije, «pero si es solo un baile» —imitaba el tono y los gestos que había utilizado aquella noche—. Pero ella insistió en que su prometido era muy celoso. Le contesté que si tenía que pelearme con él no me importaría, y me contestó que no creía que tuviera una sola oportunidad contra el capitán Luke Trussell.
—¿Conocías a Luke?
—No mucho, aunque he jugado alguna vez al béisbol con él, así que sabía de quién me estaba hablando. Y le tengo suficiente respeto como para retirarme. Por supuesto, jamás obligaría a una chica a bailar conmigo. Pero desde que me alejé de ella, Kalyna no dejó de provocarme. Pasaba a mi lado, me rozaba el brazo con el seno o me tocaba de cualquier otra manera. También me miraba desde el otro extremo de la habitación, sonriéndome como si pensara que yo estaba loco por ella. Todo era muy raro. Tuve la sensación de que se me estaba insinuando a pesar de que me había advertido que no estaba disponible.
—¿Qué crees que se proponía? —preguntó Ava.
—¿Jugar conmigo? —respondió él, encogiéndose de hombros.
—Yo creo que estaba viviendo una fantasía —sugirió O’Dell—. Vi cómo se comportaba con Luke. Estaba obsesionada con él. No había nada que deseara más que ser su prometida y que Luke pudiera llegar a estar tan celoso como ella decía que estaba. Disfrutaba del peligro y la emoción de coquetear con Fewkes como si de verdad tuviera algo que temer de Trussell.
Conociendo a Kalyna, Ava se lo creía perfectamente. Esperaba que Luke regresara en cualquier momento, así que asomó la cabeza al vestíbulo. Pero estaba vacío. Tenía la impresión de que los hombres de aquellos apartamentos solo pasaban por casa para ducharse y cambiarse de ropa. Todos eran hombres solteros y muy dinámicos y el apartamento era solo un lugar para pasar la noche.
—¿Le has hablado a Luke de esto? —preguntó mientras cerraba la puerta.
—Pensé que no tenía sentido —respondió Fewkes—. Si Kalyna estaba diciendo la verdad, le fastidiaría saber que habíamos estado coqueteando. Si mentía, no pensaba volver a verla, así que pensé que no tenía ninguna importancia. No había vuelto a acordarme de ello hasta que hoy le he oído comentar a O’Dell en el gimnasio que había una chica que quería acusar a Trussell de violación. Su nombre me sonaba e inmediatamente me he preguntado que qué demonios estaba pasando. ¿A mí me había dicho que era su prometida y después decía que la había violado?
—Ninguna de las dos cosas es cierta —dijo O’Dell.
—Debe de estar completamente loca —añadió Fewkes.
O’Dell le dio un codazo.
—Cuenta todo lo demás.
—¿Hay más?
—Espera a oír esto —contestó O’Dell riendo.
—Esa misma noche, cuando pasé por delante de ella para salir del bar, sentí que me agarraba el trasero —continuó Fewkes.
—¿Continuaba provocándote?
—Supongo que sí, porque cuando le pregunté que qué quería, me dijo que me deseaba, pero que no se atrevía a hacer nada. Le pregunté que qué pasaría si nos descubría su prometido y me dijo que nos mataría.
—¿Qué le contestaste?
—No la creía. Como ya te he dicho, no conozco bien a Luke Trussell, pero me parece un hombre con la cabeza suficientemente fría como para no hacer una cosa así. Así que le contesté: «¿No te parece un poco exagerado?», pero ella me dijo que no, que ella haría lo mismo si le pillara engañándola. Se puso a reír otra vez y me preguntó que si pensaba que estaba de broma. Yo le contesté que pensaba que estaba borracha.
Ava intuía que allí no había acabado todo.
—¿Y?
—Entonces se inclinó hacia delante para enseñarme la navaja que llevaba en el bolso y me dijo que ya lo había hecho antes.
Un escalofrío recorrió la espalda de Ava. Definitivamente, aquel incidente le impulsaba a creer que Kalyna era la culpable de la muerte de Norma.
—¿Qué hiciste?
—Me marché. No quería saber nada más de ella.
—¿Y crees que hablaba en serio cuando decía que ya había matado antes a alguien?
Fewkes asintió con énfasis.
—Completamente en serio. Y estoy dispuesto a declararlo en un juicio.
Aquella historia revelaba una sangre fría aterradora por parte de Kalyna. Aunque ya solo fuera por eso, el testimonio de Fewkes podía ser importante en los dos casos, en el de Luke y en el de Norma.
—A lo mejor tienes que hacerlo. Dame tu teléfono.
Y en cuanto se fueron, llamó a la policía de Mesa.
La puerta se abrió en el momento en el que Luke estaba intentando cambiar todas las bolsas a un solo brazo para poder girar el picaporte.
—El sargento O’Dell y el capitán Fewkes se han pasado por aquí —anunció Ava mientras se apartaba para dejarle pasar.
Luke llevó las bolsas hasta el mostrador de la cocina.
—¿Quién es Fewkes?
—Un tipo con el que has jugado al béisbol en un par de ocasiones.
Luke no reconocía el nombre.
—¿Por qué ha venido a mi casa?
—Para decirte que Kalyna no está bien de la cabeza.
—Vaya novedad —guardó la leche en la nevera—. ¿Cómo lo ha averiguado?
Mientras Ava le explicaba lo que le habían contado Fewkes y O’Dell, Luke iba guardando el resto de las provisiones. Para cuando terminó Ava, parecía más aliviado que preocupado. Poco a poco iba creciendo el número de gente que estaba de su lado. Ningún juez le condenaría con todos los detalles que estaban saliendo a la luz.
Pero todavía no tenía la menor idea de cómo podía terminar todo aquello. Confiaba en ser capaz de cuidar de sí mismo, y dudaba de que Kalyna pudiera atacarle físicamente. Aunque los asesinatos de personas obsesas no eran solo cosa de las películas.
«Estás saliendo con ella, ¿verdad?».
La acusación que implicaban aquellas palabras demostraba que Kalyna les consideraba una pareja. Y ya había dicho lo que pensaba hacer con cualquiera que tuviera algún interés en él. ¿Estaría Ava en peligro?
Posiblemente. Nadie sabía dónde estaba Kalyna, pero si había asesinado a su madre, estaba dispuesta a todo. Y era una persona con entrenamiento militar y familiarizada con el uso de las armas.
—Estás muy callado —le dijo Ava al ver que no hacía ningún comentario sobre la historia de Fewkes.
Luke dobló las bolsas y las guardó en una estantería de la despensa.
—Estaba preguntándome qué hacer.
—¿Sobre qué?
—Sobre ti.
—Yo no soy problema tuyo.
¿Entonces de quién era el problema? Dudaba de que se hubiera visto enredada en aquella historia si hubiera dejado el caso y se hubiera olvidado de todo. Había sido al apoyarle cuando se había puesto en una situación de riesgo. Había sido él el que le había dicho a Kalyna que Ava estaba trabajando para él. Lo único que le había faltado había sido pintar una diana en la frente de Ava. ¿En qué demonios estaba pensando?
Pensaba que Kalyna era una persona como las demás, como él. Que respondería al abandono de Ava dándose cuenta de que había perdido su inicial posición de ventaja. Que daría marcha atrás. Pero Kalyna no era como los demás. Y cada vez era más consciente de ello.
—Entonces, ¿crees que estarás a salvo en tu casa? ¿Estás segura de que Kalyna no tiene forma de encontrarla?
—Completamente. Pero sí sabe cómo llegar a este apartamento.
Puede aparecer por aquí, subir, pegarte un tiro... y todo habría terminado en cuestión de segundos.
—A mí no va a matarme.
—Eso no lo sabes. No puedes quedarte aquí.
—¿Y dónde se supone que tengo que ir?
—A casa de un amigo.
—Todos mis amigos comparten piso y no les sobran camas.
Y no pienso dejar mi apartamento a no ser que tenga una opción que realmente me apetezca.
—¿Y eso qué significa?
Luke sonrió.
—Me apetecería ir a tu casa.
—De ningún modo. No vas a venir conmigo.
—¿Por qué no?
A lo mejor la ropa que llevaba era la más fea que le había visto nunca, pero a pesar de todo, estaba guapa con ella. Mucho más guapa que el día que se habían conocido. Luke no era capaz de decir por qué parecía haber cambiado tanto en tan poco tiempo, pero, de alguna manera, su personalidad le hacía parecer mucho más atractiva.
—Tienes una mecedora muy cómoda.
Ava frunció el ceño.
—Estás de broma, ¿verdad? ¿Mañana por la mañana no tienes que trabajar?
—Puedo hacer una llamada de teléfono y dejarle un mensaje a mi superior. Tengo tantos permisos pendientes que seguro que me dará una semana. Eso le ahorrará el tener que pensar qué tareas asignarme ahora que me paso el día en tierra.
—Así que quieres venir a mi casa conmigo.
—Creo que sería más seguro.
Luke disimuló una sonrisa. Él no necesitaba ir a ninguna parte. Tenía una pistola en la cómoda y podía protegerse a sí mismo, pero la imagen de Ava en tanga apareció ante sus ojos por millonésima vez y la posibilidad de quedarse en su casa, o en ninguna otra parte, no podía competir con ella. Dudaba de que Kalyna pudiera encontrar el barco, pero no quería equivocarse por segunda vez y que Ava terminara herida. Sentía la necesidad de protegerla y no veía nada malo en ello.
—¿Qué dices?
—He utilizado mi casa en otras ocasiones como refugio para mis clientes —reflexionó Ava—. Y tengo un dormitorio de sobra...
«Deberías ver el amanecer desde mi dormitorio», recordó Luke. Él no tenía ningún interés en dormir en el dormitorio de invitados. Y pensaba que era justo que Ava lo supiera.
—Solo para que lo sepas, es posible que al invitarme a tu casa te estés buscando problemas.
Ava le miró con los ojos entrecerrados.
—¿Qué clase de problemas?
Luke dio un paso hacia ella y bajó la voz:
—La clase de problemas que pueden tener un hombre y una mujer.
Ava se humedeció los labios.
—Pero tú no sientes ninguna atracción por mí, ¿recuerdas?
—Creo que sobrevaloré mi nivel de desinterés.
—No, tenías razón —Ava retrocedió—. No hacemos buena pareja. Somos completamente diferentes, pertenecemos a dos mundos totalmente distintos.
—Sí, no paro de decírmelo.
—Pero...
—Aun así, continúo deseándote.
Ava se aclaró la garganta.
—No. Olvídate. No voy a hacer nada contigo —respondió.
Pero al hacer el equipaje, Luke metió en la bolsa una caja de preservativos, por si acaso.
La mujer que le dio la bienvenida a Kalyna en Ayuda para las Mujeres, una clínica gratuita de Reno que abría veinticuatro horas al día, permanecía en la puerta de la sala de exploraciones en la que Kalyna había estado esperando. Sonreía, lo cual parecía una buena señal.
—Buenas noticias —anunció.
A Kalyna le dio un vuelco el corazón.
—¿En serio?
—En serio. Los análisis del SIDA demuestran que no tienes anticuerpos. Estás limpia.
Pero, ¿y su bebé?
—¿Y el embarazo?
La sonrisa de la médica desapareció.
—Me temo que no estás embarazada.
¡No estaba embarazada! Kalyna no se lo podía creer. Jamás en su vida había tenido tantas relaciones sexuales sin ninguna clase de protección. ¡Tenía que haberse quedado embarazada! Cuando era más joven, se quedaba embarazada con mucha facilidad.
—¿Tengo algún problema? —preguntó—. ¿Hay algún motivo por el que no pueda tener un hijo?
Volvía a sentir la necesidad de agredirse. ¿Por qué Dios no le daba un hijo? Porque era mala, esa era la razón. Pero había sido Dios el que la había hecho así. Nunca había tenido nada de lo que deseaba, nunca. ¿No podía al menos tener un hijo de Luke?
La doctora se quitó el estetoscopio del cuello y lo guardó en el bolsillo de la bata.
—En un examen tan rápido es difícil determinarlo. Deberías hacerte una revisión más exhaustiva si quieres tener un hijo. Y no te preocupes, incluso en el caso de que tuvieras algún problema, ahora mismo son muchas las posibles soluciones.
Pero para entonces, ya sería demasiado tarde.
Si se hubiera quedado embarazada, Luke le habría dado otra oportunidad. Él era de esa clase de hombres. Y ella solo necesitaba otra oportunidad para demostrarle lo bien que podían llegar a estar juntos. No había nadie que le quisiera tanto como ella.
—Ya puedes marcharte —le dijo la doctora, y salió de la sala.
Kalyna se levantó lentamente. «¿Y ahora qué?», se preguntó. Solo era cuestión de tiempo que Ogitani abandonara el caso. Su propio padre testificaría contra ella. Y también Ava. Esa zorra lo había fastidiado todo hablando con su madre, con su hermana y con Luke. Se suponía que no tenía que haber ocurrido...
Había sido Ava la que había alejado a Luke de su lado.
«La odio. La odio con todo mi corazón». Kalyna ya no tenía esperanzas. No le quedaba nada.
Pero mientras salía con los resultados del análisis, comprendió que estaba renunciando demasiado pronto. Aunque en el análisis pusiera que no estaba embarazada, eso era algo que con un poco de corrector y una fotocopiadora se podía solucionar.
Luke le había pedido alguna prueba de que estaba embarazada y ella le presentaría los resultados falsificados. Por supuesto, su estrategia solo duraría unos cuantos meses. Después, sería evidente que su vientre no crecía.
Pero unos cuantos meses eran mejor que nada.
El padrastro de Ava había dejado la casa flotante donde estaba. Aunque había dejado tras él el olor a colonia barata, gracias a Dios, se había marchado. Ava no quería tener que volver a hablar con él después de haber dormido tan poco... y llevando a Luke con ella.
Bueno, en realidad, nunca tenía ganas de hablar con él.
En cuanto retiró la llave de debajo de una maceta y abrió la puerta, vio una nota en la mesa de la cocina. Estaba todo tan oscuro que tuvo que encender la luz para leerla.
Gracias, decía Pete con un rápido garabato. Alguien, presumiblemente su novia, había escrito debajo:
Gracias por permitirnos utilizar tu casa. Ha sido una aventura maravillosa que mi hijo nunca olvidará.
—Es una pena que no haya dejado su número de teléfono —musitó Ava.
—¿Quién? —preguntó Luke.
—Liz... Smeltzer, si estoy leyendo bien la firma.
—¿La novia de tu padrastro? ¿Serías capaz de advertirla contra él?
—Desde luego.
Abrió el maletín y sacó su ordenador.
—No me digas que vas a seguir trabajando —dijo Luke cuando lo encendió.
—Sí, me gustaría hacer unas cuantas cosas, como llamar a la hermana de Kalyna.
—¿Hay alguna posibilidad de que sepa dónde está Kalyna?
El ordenador se puso en funcionamiento.
—Es posible que haya estado en contacto con ella, pero, en cualquier caso, podría convertirse en nuestra aliada.
—¿Cómo lo sabes?
Ava se sentó en la mesa del comedor.
—Cuando hablé con ella la noche del restaurante, me pareció muy diferente a su hermana. Tuve la impresión de que en realidad no quería hablar mal de su madre. Y ahora que ha pasado esto, es posible que esté suficientemente afectada como para decir lo que realmente piensa.
Luke dejó su petate encima del sofá.
—También puede llamar a su hermana y decirle todo lo que le estás contando.
—Creo que es un riesgo que tenemos que correr, ¿no te parece? Es posible que sospeche que Kalyna mató a Norma y eso puede haber erosionado su lealtad hacia su hermana.
—O hacerle temer a Kalyna —la contradijo—. A lo mejor por eso dijo lo que dijo cuando hablasteis por teléfono.
—Es lógico que tema a su hermana. Si Kalyna es tan egoísta como creo, todo el mundo debería temerla. Por eso tenemos que actuar rápidamente. Cuanto antes la encuentre la policía, antes podremos respirar todos.
—¿Tienes su número de teléfono?
Ava entró en uno de los navegadores de Internet y localizó la página de la funeraria.
—No tengo su móvil, pero puedo llamar a la funeraria. Estoy segura de que fue así como Jonathan consiguió el número.
—¿Jonathan?
—Stivers. El detective privado que me ayuda en algunos casos.
—No es Geoffrey.
—No.
—¿Cada cuánto ves a Geoffrey?
—Una vez a la semana, aproximadamente.
—¿Por qué no te acuestas con él?
Se había acostado con él, aunque hacía tiempo, pero no estaba segura de que quisiera explicarle a Luke lo vacía que se sentía cuando lo hacían.
—Ya has oído a mi padrastro, soy frígida.
—Estoy seguro de que no te lo crees...
No, pero esperaba que Luke se lo creyera. Quizá de esa forma disminuyera parte de la tensión sexual que había entre ellos.
—Yo ya no sé lo que creo —farfulló.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que has estado con alguien?
—Eso no es asunto tuyo.
—Vamos, Ava, somos amigos, ¿no?
—No.
No eran amigos. Por eso tenía que cambiar de tema, o no pasarían ni quince minutos antes de que hubieran empezado a quitarse la ropa. Entonces Luke descubriría que no era frígida en absoluto. De hecho, cada vez que miraba a aquel hombre deseaba tocarle.
—Estábamos hablando de llamar a Tatiana.
—Sí —se frotó la cara—. A lo mejor deberíamos esperar a mañana. Acaba de perder a su madre.
—Sé que esto puede sonar duro, pero ahora es cuando más información podemos sacarle. Y Kalyna podría ser peligrosa, no solo para nosotros, sino también para los demás.
—En ese caso, vale la pena intentarlo.
Ava marcó el número de teléfono, esperó a que se activara el mensaje del contestador y pulsó después el número uno. No contestó nadie, pero tenía la opción de dejar un mensaje.
—Soy Ava Bixby, de El Último Reducto, una organización de apoyo a las víctimas de Sacramento. Me gustaría hablar con Tatiana. Tatiana, por favor, ¿podrías devolverme la llamada? Hay algo muy importante de lo que me gustaría hablar contigo —dijo, y dejó su número de teléfono.
Acababa de colgar cuando sonó el teléfono. En el identificador de llamadas apareció el número de la funeraria.
Tati caminaba nerviosa por el dormitorio mientras esperaba a que Ava Bixby contestara. En realidad, no debería haber devuelto la llamada. Sabía lo que Kalyna pensaba de Ava, sabía que interpretaría aquella llamada como una traición. Llevaba horas intentando localizar a su hermana, pero, o bien se había quedado sin batería, o había desconectado el teléfono. ¿Por qué no había vuelto a hablar con ella desde la última vez que la había llamado? Podría haber utilizado una cabina telefónica y llamar a cobro revertido si no tenía dinero. ¿No le importaba que su madre estuviera muerta? ¿Que toda su familia estuviera destrozada?
¿Y la fotografía que Mark le había enviado? ¿Qué significaba?
No podía ser cierto lo que había dicho. Kalyna siempre había sido una persona rara. Era sombría, reservada y egoísta, aunque de vez en cuando tuviera algún gesto de generosidad, como cuando le había comprado los vaqueros en el centro comercial. Pero jamás mataría a nadie por pura diversión, como Mark había dicho.
—Yo solo la ayudé a deshacerse del cadáver, Tati —se había defendido.
—¿Por qué no se lo contaste a nadie?
—¿Estás de broma? Estaba localmente enamorado de ella. Y me había prometido toda clase de favores sexuales si conseguía sacarla del lío en el que se había metido. No renuncié hasta que me amenazó con contarles a tus padres lo mío con los... bueno, ya sabes, con los cadáveres. A ella también le gustaba hacérselo con los muertos. No creas que era solo yo. Fue ella la que me obligó a empezar a hacerlo. Decía que no se acostaría conmigo hasta que no le demostrara...
—¿Diga?
Tatiana tragó saliva, intentando olvidar las acusaciones que se repetían en su cabeza.
—¿Ava? Soy Tatiana Harter... Me has llamado...
—¿Estás bien, Tatiana?
Tatiana no esperaba encontrar tanta preocupación en su voz y no pudo evitar responder:
—No lo sé —empezó a llorar—. Nunca he estado tan asustada... ni tan confundida.
—¿Cómo van las cosas por allí?
—Esto es un caos. Nadie sabe nada, salvo que mi madre está muerta.
—¿Has sabido algo de Kalyna?
—No he vuelto a saber nada desde que la he llamado esta mañana para decirle lo de mi madre.
—Tú no crees que ella sea la culpable de lo que ha pasado, ¿verdad?
—No sé qué pensar... Pero nada de esto tiene sentido.
—La policía me ha hablado de un hombre llamado Mark Cannaby. Al parecer tuvo problemas con tus padres y lanzó algunas amenazas.
—He hablado varias veces con Mark y él... y él dice que es inocente.
Y, que el cielo la ayudara, pero después de haber visto la fotografía que le había mandado, también ella estaba empezando a creerlo.
—¿Tiene coartada, Tati?
—No, dice que anoche estuvo solo. Pero Kalyna tampoco tiene coartada. Dice que se fue de casa a las doce, pero eso no tiene por qué ser verdad. Los informes dicen que mi madre murió entre la una y las cuatro de la madrugada. Incluso en el caso de que Kalyna se fuera a las doce, el margen de tiempo es muy pequeño.
—Hoy ha venido a verme un hombre —le explicó Kalyna—. Dice que tuvo una conversación interesante con tu hermana hace varias semanas.
Tati se encogió por dentro al pensar en lo que podría haberle contado. A Kalyna le gustaba impactar a los demás, algo de lo que a menudo ella se avergonzaba.
—¿Y qué le dijo?
—Le dijo que había matado a alguien en una ocasión. Y fue suficientemente convincente como para que él la creyera. Y después de lo que ha dicho la policía sobre esa autoestopista, me preocupa que pueda ser cierto...
Al oírla, Tatiana se derrumbó por completo.
—¡Dios mío! ¿Cómo es posible que uno crea conocer a alguien y no lo conozca en absoluto?
—Es algo que ocurre constantemente —la tranquilizó Ava—. ¿Has visto u oído algo que pueda corroborar esta historia?
—En realidad no —Tatiana tenía que hacer un enorme esfuerzo para poder seguir hablando—. ¿Puedes enviarme tu correo electrónico? Voy a mandarte algo.