Capítulo 7
—¡Sorpresa!
La hermana de Kalyna abrió la puerta y abrió los ojos como platos.
—¡Kalyna! —exclamó—. ¿Qué estás haciendo en Arizona?
Kalyna dejó el equipaje en el suelo para poder darle un abrazo.
—He venido a hacerte una visita.
—¡Pero si papá y mamá no me han dicho nada!
—Porque no les he avisado. ¿Dónde están?
—El coche fúnebre estaba dando problemas. Se lo han llevado al garaje para hacerle una revisión.
—¿Mamá se ha montado en el coche fúnebre?
Norma no había vuelto a acercarse a aquel coche desde que su hijo murió con dos años y tuvieron que transportarlo en un vehículo similar. De hecho, desde entonces evitaba todo lo que tuviera que ver con el negocio de su marido.
—No, mamá ha seguido a papá en su coche —le aclaró Tati—. El garaje está cerrado. Iban a dejar el coche allí con las llaves puestas.
—Oh, muy bien.
Aliviada al enterarse de que no estaban sus padres, Kalyna comenzó a relajarse. Sabía que tendría que enfrentarse a ellos, pero así contaría con algún tiempo antes de tener que contestar a sus preguntas.
—¿Cuánto tiempo piensas quedarte? —quiso saber Tati.
—Estaré aquí mañana y el sábado.
Cuando Tati metió sus bolsas en casa, Kalyna pudo apreciar el interior de la casa que su padre había comprado cuando se habían mudado a Mesa. Había sido un restaurante en otro tiempo, pero lo habían reformado por completo.
Las salas de los velatorios estaban delante, la de embalsamar y la cocina en la parte trasera. Las cámaras frigoríficas en las que se conservaban los cuerpos hasta que eran embalsamados, se encontraban en el piso de abajo, junto al ascensor, al igual que el dormitorio que Kalyna siempre había compartido con Tati. Sus padres vivían en el piso de arriba.
—Esto no ha cambiado nada.
Incluso la selección de urnas del salón y los féretros eran los mismos de siempre.
—El negocio no va muy bien.
—¿La Anderson Brothers os están obligando a bajar otra vez los precios?
—Sí.
—Ellos no maquillan ni preparan los cadáveres tan bien como nosotros. Nunca han sido capaces de hacerlo. Sus muertos parecen... bueno, muertos —Kalyna rio de su propia broma.
—Yo no tengo tanto talento como tú, pero hago lo que puedo. De todas formas, pensaba que estabas de permiso y que te irías a Santa Cruz con todos esos tipos a los que conociste el mes pasado.
—Yo también, pero ha ocurrido algo.
—¿Qué ha pasado? —Tati observó a Kalyna mientras esta se sentaba en uno de los sofás reservados para los clientes.
—Se supone que no deberías sentarte allí —le advirtió—. Ya sabes que a mamá y a papá no les gusta.
—No están aquí.
Kalyna subió incluso los pies, explotando su nuevo estatus de mujer conocedora de mundo. Había conseguido liberarse mientras su hermana continuaba sujeta a la autoridad paterna.
Tati frunció el ceño.
—¿Por qué no vamos a la parte de atrás?
—Porque nosotras somos tan importantes como cualquiera. Siéntate —Kalyna señaló una butaca que era una antigüedad real, no una réplica—. Tú trabajas mucho por este lugar, mucho más que mamá, de hecho. ¿No crees que tienes derecho a sentarte aquí si te apetece?
Tati no era una mujer a la que le gustara discutir. Se sentó en el borde de la butaca que Kalyna había señalado, pero parecía sentirse muy incómoda.
—Cuéntame por qué has podido volver a casa —le pidió.
Anticipando la reacción horrorizada de su hermana, Kalyna alzó la cabeza.
—Me han violado.
El rostro de Tati no mostró la reacción que esperaba. Ni siquiera parecía sorprendida.
—No, no es verdad.
El escepticismo de su hermana provocó en ella una fuerte irritación, pero intentó reprimirla. Gracias a sus lágrimas falsas y a las expresiones atormentadas que había fingido desde el seis de junio, podía olvidarse del ejército durante unos cuantos días. ¿Por qué dejar que aquello le arruinara la fiesta? ¿A quién podía importarle lo que pensara su hermana?
—Es verdad.
Sin intención de decir nada más, se reclinó en el sofá y se relajó, pero al ver que su hermana no respondía, no pudo evitar añadir:
—Hasta me pegó y todo.
Tati se inclinó hacia delante.
—Pues a mí me parece que estás bien.
—¡Porque eso fue hace varias semanas, estúpida! No he venido directamente.
—¿Por eso te han dejado salir? ¿Porque te violaron?
—No es que me hayan dejado salir. El sargento primero no me habría dado permiso, aunque debería haberlo hecho, así que me he marchado.
La voz de Tati por fin mostró preocupación, pero no de la clase que Kalyna esperaba provocar.
—¡Eso significa que te has convertido en una desertora!
—¿Y? No esperarán que me quede allí después de una experiencia tan trágica.
Ni siquiera le había dado a Ogitani la oportunidad de protestar por su marcha. No le había dicho nada. Su abogada pretendía que estuviera disponible en todo momento, pero Kalyna ya había pasado muchas horas con ella y con Ava relatando todos los detalles de su supuesta violación y tener que fingir constantemente comenzaba a resultarle cada vez más aburrido. Necesitaba un descanso. Tenía miedo de que se le escapara algún error de modo que, ¿por qué no relajarse durante unos días en Arizona?
—¿Quién ha dicho que no pueden esperar que te quedes? —preguntó Tatiana.
—¡Lo digo yo! Además, desapareciendo unos cuantos días les demostraré lo mucho que estoy sufriendo.
—En cuanto te alistas al ejército, les perteneces a ellos, Kalyna. Te lo dejaron muy claro.
—Yo no pertenezco a la Fuerza Aérea. Además, tengo más libertad de la que tenía aquí. Por lo menos nos dejan salir por las noches —se ahuecó el pelo—. En cualquier caso, no estoy preocupada. No se considera deserción a no ser que esté durante más de treinta días fuera.
—¡Pero de todas formas, puedes tener problemas!
—Conseguiré que me apliquen el Artículo 15 por ausentarse sin permiso.
—¿Qué es el Artículo 15?
—En este caso, probablemente se traduzca en una reducción de la paga. Pero puede haber otras penas.
—¿Como cuáles?
—Como una degradación de rango. Pero eso no va a suceder. Solo son unos cuantos días. No es gran cosa. Y esta es mi primera infracción.
Su primera infracción por ausencia. También le habían aplicado un Artículo 15 por no obedecer la orden de informar antes de salir del trabajo, pero había sido porque su superior la odiaba y estaba pendiente de cualquier error que pudiera cometer.
—¿Pero por qué corres este riesgo? ¿Por qué no te has quedado donde se supone que deberías estar?
—No te preocupes por eso. Yo me encargaré de todo —frunció el ceño—. De todas formas, ¿a ti qué te pasa?
Tati pestañeó.
—No entiendo lo que quieres decir.
—Te estás comportando como mamá y papá. Y tienes muy mal aspecto. ¿Por qué has engordado tanto?
Su hermana esbozó una mueca.
—No he engordado...
—Sí, claro que has engordado. Estás muy descuidada. Es repugnante. ¡Y mírate el pelo!
Para Kalyna, estar frente a su hermana era como estar ante un espejo, contemplando la peor versión de sí misma. No era capaz de imaginar que un hombre como el capitán Trussell pudiera sentirse atraído por una mujer con el aspecto de Tatiana.
¡Pero no eran iguales!, se recordó. Ella tenía la piel bronceada, vigilaba su peso y hacía ejercicio. Se hacía la manicura todas las semanas y era una mujer asertiva y sociable, no tímida y aburrida. Y ya no olía a formol. A lo mejor no era tan atractiva como había soñado con llegar a ser, tenía que asumir sus limitaciones. Pero había hombres que se volvían cuando pasaba por su lado. Y sabía cómo sacarse partido.
Además, tras haber fantaseado con el capitán Trussell durante semanas, había conseguido acostarse con él, ¿o no?
—¿Ya han agarrado al hombre que te violó? —preguntó Tatiana, cambiando de tema.
—Sí. Está acusado de violación. Pronto nos veremos en los tribunales.
Repentinamente consciente de su aspecto, Tati tiró de la falda hacia abajo, como si quisiera ocultar su aspecto.
—¿No te da miedo testificar?
—Al contrario, lo estoy deseando.
—¿Y si sale y después va a buscarte?
Kalyna examinó su recientemente manicurada mano.
—No lo hará.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
Porque Luke no era un hombre violento, a pesar de lo que ella había declarado. De hecho, era uno de los hombres más honrados que había conocido nunca y, con diferencia, el mejor piloto.
—Sé cómo protegerme.
Tati no respondió lo que habría sido más lógico, que no se había cuidado muy bien si había permitido que la violaran y la pegaran.
—¿Cómo ocurrió?
Kalyna estaba cansada de contar la historia. Cansada de preocuparse por cómo iba a salir de aquella situación, así que optó por dejar el tema.
—No quiero hablar de ello —se encogió de hombros—. Ocurrió y estoy intentando superarlo. Eso es todo.
Tati no hizo ningún comentario.
—Bueno, ¿y qué has estado haciendo tú por aquí? —le preguntó Kalyna.
Su hermana señaló con la cabeza hacia la sala en la que embalsamaban los cadáveres.
—Imagínatelo.
—Dios mío, me alegro de haber salido de aquí. Deberías venir conmigo. ¡California es increíble!
Tatiana desvió la mirada hacia la alfombra que cubría el suelo.
—Podrías conseguir otro trabajo y vivir conmigo —le propuso Kalyna.
—¿Qué trabajo puedo conseguir yo?
—¡Cualquier cosa! A lo mejor no encuentras un trabajo en el que estés todo el día rodeada de hombres en perfecta forma física, como yo, pero seguro que es mejor que trabajar como una esclava para papá y mamá. Te están utilizando.
Es lo que han hecho siempre. Y estás desperdiciando tu vida.
—¡No estoy desperdiciando mi vida! Papá me necesita.
Se levantó, como si la mera mención de Dewayne le hiciera imposible continuar desobedeciendo sus órdenes.
—No puede llevar solo el negocio y sé que me recompensará de alguna manera. Cuando se jubile, yo llevaré las riendas de la funeraria. Me lo ha dicho él.
—Eso será dentro de veinte años, Tati. ¿Piensas dedicar otros veinte años a lavar cadáveres? ¿Y si muere antes que mamá? ¿Cómo vas a soportar a esa vieja zorra?
—No es... no es una zorra. De todas formas, ya me enfrentaré a ello cuando tenga que hacerlo.
Kalyna alzó la cabeza. Creía haber oído el motor de un coche, pero vio que el camino de entrada a la casa continuaba vacío.
—¿No quieres salir de aquí, conocer a un hombre y acostarte con él?
Las mejillas de su hermana enrojecieron.
—Me gustaría enamorarme y formar una familia, pero...
—¡Qué asco! Eres una fracasada. No puedes quedarte aquí esperando a que aparezca tu príncipe azul. ¿Desde cuándo nos han regalado nada de lo que queríamos? ¡Siempre hemos tenido que salir a buscarlo!
—¿Y terminar siendo violada, como tú?
Por fin mostraba Tati algo de su carácter, pero Kalyna no podía permitir que su hermana pensara que había hecho mal al marcharse. No podía permitir que se vanagloriara de haber tomado una decisión más sabia al quedarse.
—Si pudieras ver al hombre que me violó, harías cola para estar con él —le espetó con una presuntuosa sonrisa—. Es el hombre más maravilloso que he conocido nunca. Y no puedo decir que no me lo pasara bien.
—¡Pasártelo bien! —Tati la miró boquiabierta—. ¡Pero si has dicho que te pegó!
Kalyna la miró con exagerada paciencia.
—No entiendes lo que fue.
—Entonces, explícamelo.
—No lo entenderías aunque lo intentara. Tú no sabes nada del amor. Así que déjalo, ¿quieres? —se levantó. Si a su hermana le ponía tan nerviosa estar en el salón, podían marcharse de allí—. Has cambiado —le dijo a Tati con el ceño fruncido.
—No, no he cambiado.
—Sí, claro que has cambiado. Eres incapaz de divertirte con nada.
Tati se tensó.
—¿Tú prefieres que salga de aquí y terminen violándome?
—No lo critiques tanto hasta que lo pruebes —musitó en respuesta.
Pero no quería seguir pensando en la intimidad que había compartido con Luke. Recordar aquellos momentos le hacía desear estar a su lado, verle, acariciarle, olerle. Aquel anhelo le hacía preguntarse cuál habría sido la actitud de Luke si ella no hubiera actuado tan precipitadamente. ¿Habría vuelto a llamarla?
No. Kalyna sabía que no podía haberse arriesgado. Tenía que luchar por aquello que quería, como acababa de decirle a Tatiana.
—¿Tenemos algo de comer? Estoy hambrienta.
Su hermana la miró con expresión incrédula.
—A veces no te entiendo.
Kalyna habría contestado con una carcajada, pero el sonido de un coche en la puerta la hizo detenerse. Sus padres habían llegado a casa.
Al oír el motor del coche, Tati se quedó en silencio y esperó ansiosa.
—¿Qué vas a contarles? —preguntó al final.
—La verdad —contestó Kalyna, y forzó una sonrisa en el momento en el que su madre entró en la casa.
—¿Qué estás haciendo aquí? —quiso saber Norma.
Kalyna alzó la barbilla.
—¿Qué pasa? ¿No puedo venir a casa?
Su padre habló antes de que Norma pudiera responder.
—¿Qué has hecho? —le preguntó.
—¿A qué te refieres? Yo no he hecho nada —respondió Kalyna.
La respiración fatigada de su padre le indicó a Kalyna que su padre había visto el coche en la puerta y había ido corriendo hasta la casa.
—¿Por qué te han expulsado del ejército?
—¡No me han expulsado!
—Gracias a Dios —su madre se dejó caer en el sofá del que Kalyna acababa de levantarse—. Entonces, ¿cuándo piensas volver?