Capítulo 22

—¿Qué ha pasado? —preguntó Luke cuando Ava terminó de hablar.

Ava colgó y alzó la mirada hacia Luke.

—La madre de Kalyna está muerta. La han matado esta madrugada.

Luke se puso completamente alerta.

—Estás de broma.

—No. Su marido la ha encontrado en el suelo de la cocina cuando se ha levantado a las nueve. Había señales de resistencia. Ha desaparecido su dinero y su alianza de matrimonio.

—¿Ha sido Kalyna?

Ava se guardó el teléfono en el bolso.

—Todavía no lo saben, pero sospechan de ella. Estuvo allí ayer por la noche.

—¿Y ahora no está?

—No.

—¡Dios mío! —Luke se apretó el puente de la nariz—. Es una psicópata. Está completamente loca.

—Es posible que tengas razón.

—¿Quién te ha llamado?

Había dos clientes que no dejaban de mirarla, así que Ava se llevó a Luke a la puerta del cuarto de baño.

—Un detective de la policía de Mesa. Tati, la hermana de Kalyna, le ha dicho que yo estaba trabajando para ella y él ha pensado que debería ponerse en contacto conmigo. Creía que yo podría decirle dónde estaba.

—Seguro que el ejército no puede decírselo.

—No.

—¿Qué piensa él que ha pasado?

—Todavía no lo sabe. Dice que el señor Harter insiste en que ha tenido que ser Kalyna. Pero Tati acusa a un hombre llamado Mark Cannaby.

—¿Quién es Mark Cannaby?

—Por lo que me han dicho, un hombre que trabajaba para los Harter. Hace años que no está con ellos, pero vive a unos diez kilómetros de distancia y trabaja al final de esa misma calle, en el cementerio.

—¿El detective te ha contado todo eso?

—Sí.

—¿Normalmente no son mucho más reservados?

—Cortesía profesional. Conoce nuestra organización. En una ocasión coincidió con Skye en Scottsdale, en un seminario sobre medicina forense.

—¿Por qué culpa Tatiana a ese hombre? ¿Le ha visto merodeando por la casa o algo así?

—No, no le ha visto. No sabía que había ocurrido nada malo hasta que su padre la ha llamado. Pero la relación entre Cannaby y los Harter es hostil desde que este se marchó. Cuando Kalyna tenía dieciséis años, sospechaban que mantenía relaciones con ella, así que estuvieron vigilándole muy de cerca.

—Y le sorprendieron con Kalyna.

—Le sorprendieron, sí, pero no estaba con Kalyna. Estaba manteniendo relaciones con un cadáver.

Luke palideció.

—Es demasiado repugnante como para pensar siquiera en ello. Espero que le denunciaran.

—No, tenían miedo de que la publicidad negativa pudiera volverse contra ellos, así que se limitaron a despedirle y acordaron no decir nada siempre y cuando él se mantuviera a distancia.

—Pero la cosa no acabó allí.

—El detective Morgan dice que, según el señor Harter, la situación estuvo tranquila durante algún tiempo. Cannaby desapareció completamente de su vida. Pero al cabo de unos años, consiguió trabajo en el cementerio y los Harter comenzaron a encontrarse de vez en cuando con él. Cuando empezó a salir con una chica que pertenecía a la iglesia de la señora Harter, esta pensó que ya era demasiado. No soportaba verle cada domingo en la iglesia, comportándose como si fuera tan normal como todo el mundo. Así que le contó a su novia lo que había ocurrido.

—No la culpo, pero... —Luke soltó un silbido—, supongo que eso no acabó nada bien.

—No. La llamó despotricando y le dijo que era una zorra y que merecía morir. Después la amenazó. Le dijo que mantuviera la boca cerrada o se las pagaría por intentar arruinarle la vida.

—¿Cuándo ocurrió todo eso?

—Creo que hace unas cuantas semanas.

Luke sacudió la cabeza.

—¡Caramba! ¿Y Cannaby tiene coartada?

—No lo sé. Morgan no ha hablado todavía con él.

Luke se frotó la barbilla, acariciando la incipiente barba que la cubría. No había podido afeitarse. No era su imagen habitual, pero a Ava le gustaba el aspecto duro que le daba.

—Si Kalyna va a la cárcel, no creo que mi caso prospere.

—Lo que pase con tu caso dependerá de si el fiscal cree que hay pruebas suficientes o no. Pero supongo que Ogitani dejará el caso inmediatamente. Los militares han invertido demasiado en ti.

—¡Y además soy inocente! —le recordó Luke, como si le hubiera ofendido.

Ava consiguió sonreír.

—Eso también.

Luke fijó la mirada en el suelo.

—Parte de mí espera que vaya a la cárcel.

Aquella confesión sorprendió a Ava. Teniendo en cuenta que la encarcelación de Kalyna haría más probable que se retirara la acusación, pensaba que lo esperaría por completo.

—¿Y la otra parte?

—No me gusta pensar que está encarcelada llevando un hijo mío en su vientre.

Ava sabía que era una tontería, pero sintió una punzada de celos al pensar que Kalyna tendría una relación personal y permanente con Luke.

—Eso resolvería los problemas de la custodia.

Aquello pareció aliviar las preocupaciones de Luke.

—Bien pensado. ¿Qué más te ha dicho el detective?

—Nada. Eso es lo único que sabe. Y que cree que Kalyna podría estar dirigiéndose hacia California. Se pondrá en contacto con la base por si Kalyna decide aparecer por el trabajo. Me ha pedido que le llame en cuanto sepa algo de ella.

—¿No pueden localizarla a través del móvil?

—No contesta al teléfono. Pero Tatiana ha hablado con ella a primera hora.

—¿Y?

—Parece que la ha sorprendido la muerte de su madre.

—Si acaba de enterarse de que su madre ha muerto, ¿no sería más lógico que estuviera volviendo a Arizona y no volviendo hacia aquí?

—Por lo visto, no es eso lo que esperan de ella.

—¿Pero no sería lo que haría todo el mundo, teniendo en cuenta las circunstancias?

—Ya sabes que Kalyna no es como la mayoría de la gente. Norma y ella no se llevaban bien. Además, se ha ausentado del trabajo sin permiso, así que tiene una buena excusa para querer volver a la base.

—No me importa que tenga o no una excusa. Para mí, todo esto la hace parecer más culpable incluso.

—Estoy de acuerdo. Lo único que estoy diciendo es cómo lo ve la policía.

Luke se apoyó contra la pared.

—Dijo que mataría a cualquiera que tuviera una relación conmigo.

—Pero me dijiste que no estabas saliendo con nadie.

Luke la tomó por la barbilla. Por un momento, Ava pensó que iba a besarla. Pero no lo hizo.

—Cree que podría estar saliendo contigo.

Y la noche anterior, cuando había hablado con ella, Ava no había hecho nada para sacarla de su error.

—No, seguro que sabe que eso es imposible.

—¿Por qué? —sonrió—. Te he visto en ropa interior.

—Eso no tiene ninguna importancia.

Luke se inclinó hacia ella.

—¿Y tendría alguna importancia el hecho de que quiera volver a verte así?

—No bromees con eso.

—¿Qué te hace pensar que estoy bromeando?

Se miraron a los ojos y Ava sintió un revoloteo de mariposas en el estómago.

—Eres un cliente —respondió, intentando disimular su reacción.

—A mí eso no me importa.

—¿Y qué es lo que te importa?

Luke la agarró por la cintura y la condujo de nuevo hacia la mesa.

—El hecho de que haya una homicida suelta deseando matar a cualquiera que se acerque a mí.

Tatiana Harter miraba fijamente el cuerpo hinchado de su madre. Su padre llevaba a la funeraria un cadáver de la morgue dos o tres veces por semana. Era algo rutinario, parte del negocio. Aquel día, sin embargo, el proceso sería el contrario. Trasladarían un cadáver de la funeraria a la morgue. Y no sería un cadáver de otra familia. Sería Norma, una figura central en la vida de Tati. Después de la autopsia, la llevarían de nuevo a la casa en la que había pasado los últimos trece años de su vida, pero solo para que la arreglaran para el entierro.

Su ojo de artista estaba imaginando ya el maquillaje que le aplicaría a Norma, como hacía cada domingo antes de ir a la iglesia. Quizá no fuera la mejor maquilladora de la zona, pero sabía lo que le gustaba a Norma. Le pondría una base más gruesa de lo normal para disimular los moratones. Después, añadiría un colorete rosa pálido y un lápiz de labios del mismo tono, y le dibujaría las cejas como a Norma le gustaba. Luego definiría el contorno de los ojos con una sombra marrón y un toque de color verde en la esquina exterior del ojo. Pero antes le teñiría el pelo para ocultar las canas. A Norma no le gustaban nada las canas.

Tati se había encargado de maquillar a su madre durante años. Pero una vez muerta Norma, aquella sería la última vez que prestaría aquel servicio y no estaba segura de si sería capaz de hacerlo. Por fin había llegado a establecer una relación buena con la mujer que la había adoptado cuando tenía seis años. Se había ganado por fin el aprecio de sus puntos fuertes y la tolerancia de sus debilidades.

Pero Norma se había ido para siempre. No era justo. ¿Cómo podía haber hecho Mark, o quienquiera que hubiera sido, una cosa así?

—Eh, ¿estás bien?

Tati alzó la mirada hacia su padre, que la observaba con atención. Tan delgado como gruesa era Norma, parecía más consumido que habitualmente y las arrugas se marcaban más profundamente en su rostro. Llevaba el mismo traje de poliéster negro y la camisa abotonada que el día anterior, como si se las hubiera puesto nada más levantarse, recogiéndolas de la silla que tenía al lado de la cama. Aunque iba peinado, parecía desconcertado, desaliñado, viejo. Otro no habría notado el cambio. Pero para Tati parecía haber envejecido una década en cuestión de horas.

—No sé. No sé qué pensar... Todo esto me parece irreal... como una pesadilla —comprendiendo que probablemente su padre se sentía tan perdido como ella, esbozó una sonrisa—. ¿Y tú cómo estás?

—Siempre pensé que yo sería el primero en morirme. Jamás habría imaginado nada igual.

El ayudante del forense acababa de acercar la furgoneta a la zona de carga. Abrió la puerta trasera y se metió para sacar la camilla. Dewayne le siguió, obviamente con intención de ayudar.

Sonó el teléfono en ese momento. Tati desvió la mirada hacia el mostrador, pero no contestó por miedo a que la policía hubiera descubierto quién había cometido aquel terrible asesinato, por miedo a que no hubiera sido alguien tan ajeno a la familia como esperaba.

Al ver que Tati no reaccionaba, Dewayne giró en aquella dirección, pero, de alguna manera, Tati encontró la energía que necesitaba para interceder.

—Ya contesto yo —farfulló, y señaló hacia la furgoneta—. Tú vete con mamá.

—¿Estás segura?

—Sí, estoy segura.

—De acuerdo. Pero si es algo importante, llámame.

Tati asintió mientras su padre se marchaba. Después obligó a sus piernas a moverse para cruzar la habitación.

—¿Diga?

—¿Eres Tatiana?

Tati esperaba que fuera Kalyna. Que llamara para decir que había decidido volver. Quería creer lo que le había dicho su hermana, pero tras ver el comportamiento de la policía y la actitud de su padre, estaba comenzando a tener serias dudas. Deseaba con todas sus fuerzas que apareciera Kalyna para demostrar que no tenía nada que ver con lo que había pasado aquella mañana. Entonces, ella podría volcar todo su dolor en la tragedia de haber perdido a su madre, y podría dejar de preocuparse porque la situación empeorara. Pero era la voz de un hombre la que se oía al otro lado de la línea.

—Sí, soy Tatiana.

—Tatiana, soy Mark Cannaby.

En lo primero en lo que Tatiana pensó fue en ir a buscar a su padre. A lo mejor Mark iba a confesar. A lo mejor estaba a punto de oír la respuesta a todas sus preguntas y podía reconciliarse con su hermana. Pero detectó algo en la voz de Mark que le hizo dudar. Se acercó a la puerta e incluso la abrió, pero no corrió a detener la furgoneta. Se limitó a despedirse de su padre con la mano.

—¡Cómo te atreves a llamar aquí! —dijo por teléfono, cuando su padre desapareció.

—No sé qué demonios te habrá contado Kalyna, pero yo no lo he hecho —respondió.

—¿Entonces cómo te has enterado de lo que pasó? —le desafió.

—¿Cómo crees que me he enterado? ¡La policía acaba de estar aquí! El detective Morgan me ha dicho que han asesinado a tu madre y quería saber dónde había estado esta noche. Pero yo estaba en casa, durmiendo, como todas las noches. Se han equivocado de persona.

—No, no se han equivocado. Kalyna me lo ha contado todo, Mark.

Tati no había sido capaz de llorar desde que había hablado con Kalyna. Pero la confusión y el sentimiento de pérdida que la embargaban en aquel momento provocaron una oleada de lágrimas.

—¿Qué te ha contado?

—Me ha contado lo de... —sollozó—, lo de la autoestopista a la que mataste hace años... A la que quemasteis después de hacerlo...

—¡Eso no es cierto! E incluso en el caso de que me creyeras capaz de una cosa así, ¿piensas que Kalyna lo habría mantenido en secreto durante todos estos años?

Tenía razón, pero Tati no quería reconocerlo. A Kalyna le encantaba impresionar a los demás, le encantaban los chismes y contar secretos. Y a ella se lo contaba todo. Por lo menos antes.

—Tiene la gargantilla de esa chica. La he visto en su joyero.

—¿Ah, sí? ¿Y cómo es?

Aquello la pilló por sorpresa, pero estaba decidida a convencerle de que sabía de lo que estaba hablando.

—Es un diamante con una cadena de oro. Una joya que ella no habría podido comprarse.

—¿Se la has visto puesta?

—La he visto muchas veces en su joyero. No se la ha puesto nunca. ¡Te vio quitársela a la chica a la que asesinaste!

—Tengo algo que enseñarte, ¿quieres venir a verlo?

—¡No!

Tati no se atrevía. Mark nunca le había gustado. Nunca había confiado en él.

—Entonces, dame tu correo electrónico y te lo enviaré.

—¿Qué es?

—Ya lo verás.

Tati estaba sentada delante del ordenador de sus padres cuando llegó el correo.

Aquí tienes a tu hermana mostrándose horrorizada por lo que hice.

Tati descargó el archivo adjunto. Era una fotografía, pero era tan grande que no podía ver toda la imagen a la vez. Ni siquiera averiguar de qué era.

Tras activar varios comandos, consiguió reducirla de tamaño. Era una fotografía de Kalyna cuando tenía unos diecisiete años. Estaba tumbada en la cama, completamente desnuda, riéndose despreocupada. Y llevaba esa gargantilla al cuello.