Capítulo 16

Luke no había revisado el teléfono al salir del gimnasio, de modo que no se dio cuenta de que tenía una llamada perdida de Ava Bixby hasta que no salió del coche con intención de entrar en Outback para disfrutar de un buen bistec. Intrigado y nervioso por lo que esta pudiera querer, escuchó el buzón de voz.

Ava necesitaba hablar con él, pero no le decía por qué. Esperaba que sus padres no la hubieran llamado. Marcó su número y esperó la respuesta.

—¿Diga?

—¿Ava?

Hubo un segundo de vacilación.

—Sí.

—Soy Luke.

—Capitán Trussell.

Luke se habría echado a reír ante su acartonada respuesta, pero no estaba muy seguro de lo que podía significar.

—Sí, esa es la manera más formal de dirigirse a mí.

—Gracias por llamar.

Mientras cruzaba el aparcamiento para dirigirse hacia la transitada calle que había delante del restaurante, subía hasta él el calor del asfalto mezclado con el humo procedente de los incendios que continuaban extendiéndose en el estado. La calidad del aire siempre era peor a aquella hora de la tarde, sobre todo en días como aquel, en los que la temperatura superaba los treinta y cinco grados.

—¿Ha cambiado de opinión y ha decidido ayudar a Kalyna a ponerme entre rejas? —le preguntó bruscamente.

—No.

Al menos era una buena noticia. Acababa de salir del coche y ya tenía la espalda empapada en sudor. Se encaminó hacia la entrada del restaurante.

—Entonces, ¿de qué quiere hablar conmigo?

Esperaba oírle decir que sus padres le habían hecho una oferta, pero no fue así.

—Quiero entregarle una copia de la documentación que he reunido para el caso.

Luke se detuvo en seco.

—¿De verdad?

—Sí, no es mucha, pero hay información que podría serle útil. Aunque solo sea porque le permitirá ahorrarse algo de dinero. Al fin y al cabo, es un trabajo que McCreedy y sus detectives no tendrán que hacer. Incluso podría ayudarle a decidir hacia dónde dirigir los esfuerzos a partir de este momento.

Podría haberle dicho lo mismo la noche anterior, pero no lo había hecho.

—Esto no tengo que agradecérselo a mis padres, ¿verdad?

—¿A sus padres?

Aparentemente, no.

—No importa. Le agradezco la ayuda. ¿Debería ir a buscar el archivo?

—Creo que eso sería lo más fácil. Pero también podría ahorrarle el viaje y enviárselo directamente a usted o a Mc- Creedy.

—No, me parece bien.

Si Ava tenía algo útil, quería saberlo cuanto antes. Pero eran las cinco de la tarde del Cuatro de Julio. Desde luego, no era el momento más adecuado para concertar una cita.

—¿Cree que es demasiado tarde para que pudiéramos quedar hoy? —le preguntó.

—¿No tiene otros planes para estas noche?

El único plan que tenía era cenar solo. Unos amigos suyos habían ido al lago a jugar al voleibol y le habían invitado a reunirse con ellos, pero Luke había rechazado la invitación. Lo último que le apetecía era tener que enfrentarse a toda una multitud de conocidos.

—Cuando a uno le acusan de violación, se le quitan las ganas de hacer cosas en grupo. No es muy apetecible tener que explicar mi situación cerca de una docena de veces. No sé si sabe lo que quiero decir.

—Lo comprendo perfectamente. Si quiere, puede pasar por aquí. Estoy en la oficina.

—Sin tráfico, puedo tardar cerca de una hora en llegar hasta allí.

—Esperaré.

¿No estaría molestándola?

—Esto no le hará llegar tarde a su fiesta, ¿verdad? Si quiere, puedo esperar hasta el lunes...

—No, puede venir hoy.

Luke advirtió que no había comentado en ningún momento que tuviera prisa.

—De acuerdo, nos veremos pronto —buscó una manera de agradecerle la ayuda—. ¿Ha cenado ya? ¿Quiere que le lleve algo? No un café con leche, por supuesto. Pero quizá pueda llevarle algo que no le parezca un intento de manipulación.

—No tiene por qué comprarme nada, pero...

—¿Qué? —¿se estaría arrepintiendo?

—No hace falta que conduzca hasta Sacramento. Vivo en el delta, que está mucho más cerca.

—¿Quiere que quedemos allí?

—Sí, creo que estaría mejor. De hecho, estaba pensando ya en volver a casa. ¿Conoce la zona?

—No, pero tengo un GPS.

—Me temo que no le servirá de mucho, porque no puedo darle una dirección exacta. Pero hay una tienda de cebos en Penrington que no es difícil de encontrar.

—¿Penrington?

—Sí, es una población en la que solo viven tres personas.

—¿No querrá decir trescientas?

—No, tres —respondió riendo—. Pero le resultará más fácil encontrarla que mi casa flotante, así que nos encontraremos allí.

—¿Ha alquilado una casa flotante para pasar el Cuatro de Julio?

—No, vivo en ella.

—¿Siempre?

—Todos los días.

—Con la única compañía de los tres habitantes de Penrington.

—No, tengo amigos que suelen atracar aquí donde yo estoy.

—¿Cuántos amigos?

—Dos parejas.

Luke jamás se la habría imaginado en un entorno como aquel. Sus maneras invitaban a imaginarla en un moderno apartamento en el centro de la ciudad.

—Parece interesante.

—A mí por lo menos, me gusta. ¿Puede apuntar la dirección?

—Sí —regresó al coche y apuntó la dirección en un sobre que sacó de la guantera—. Creo que lo encontraré.

—Estupendo. Nos vemos dentro de media hora.

—Allí estaré.

Luke se había saltado el almuerzo por motivos de trabajo. Estaba hambriento. Pero no quería arriesgarse a perder aquella oportunidad. Miró con nostalgia hacia su restaurante favorito mientras salía del aparcamiento.

Ava llevaba un vestido de verano y unas sandalias. En un primer momento, a Luke se le antojó demasiado joven como para ser la mujer con la que se había reunido la tarde anterior. Pero al acercarse, reconoció su característica media melena. No vio ningún coche en la puerta, así que imaginó que había ido caminando desde su casa.

El establecimiento estaba cerrado. Tenía más aspecto de cobertizo que de tienda. La pintura blanca de la fachada se caía a pedazos y había un candado en la puerta, una puerta demasiado combada como para cerrar por completo. En un cartel, hecho a mano, se veía el dibujo de una lombriz. En otro colocado en la ventana se leía Vuelvo a las... y un reloj que señalaba las seis. Luke se preguntó si lo habrían dejado allí el verano anterior. Aquel lugar parecía llevar mucho tiempo abandonado.

Ava permanecía junto a un surtidor oxidado con un tercer letrero: Averiado. Al ver llegar a Luke, dio un paso adelante y este vio inmediatamente el sobre que llevaba en la mano. Allí estaban las copias que le había prometido.

Apagó el motor y bajó la ventanilla del coche.

—Bonito lugar —comentó con ironía, con la mirada puesta en las malas hierbas que crecían alrededor del edificio y en los cristales rotos extendidos sobre el asfalto.

A Ava parecieron sorprenderle sus palabras.

—¿No le gusta?

—Supongo que no está mal, pero no creo que sea el lugar más recomendable para una mujer soltera.

—¿Cómo sabe que estoy soltera?

—Me dijo que nunca había estado profundamente enamorada. Espero que eso le haya hecho escapar del matrimonio —además, no llevaba alianza, pero no lo mencionó. No quería que pensara que se había fijado en aquel detalle.

—Había olvidado que habíamos hablado de eso.

Y, obviamente, no quería seguir hablando del tema en aquel momento.

—¿Cómo es que ha terminado aquí?

—Es un lugar especial.

Luke asomó la cabeza y volvió a mirar a su alrededor.

—En eso estamos de acuerdo.

—Debería ver al propietario de la tienda. Está tan decrépito como ella, pero es un encanto.

—¿No está ahora aquí?

—No, este mes lo dedica a viajar de estado en estado visitando a su familia.

—¿Y a qué se dedican las otras dos personas que viven en Penrington?

—Son una pareja de científicos especializados en ciencias ambientales. Ahora mismo están estudiando cómo el amoniaco procedente de los desperdicios de Sacramento puede dañar este delicado ecosistema.

—¿Dónde viven?

—Desde aquí no se ve su casa. Ahora están fuera. Me han dicho que iban a acercarse a la ciudad a ver los fuegos artificiales.

Luke advirtió entonces que llevaba la radio bastante alta y bajó el volumen.

—¿Por qué no se ha quedado en la ciudad para ver el espectáculo?

—Tenía que entregarle esto —le tendió el sobre y Luke lo dejó en el asiento de pasajeros.

—Podríamos haber quedado en Sacramento.

—De todas formas, no tenía intención de ver los fuegos artificiales —se irguió y le dirigió una sonrisa—. ¡Buena suerte!

Luke permaneció donde estaba, intentando encontrar la manera de hacerle el ofrecimiento del que había hablado su madre.

—¿Puedo hacer algo más por usted? —preguntó Ava al ver que no se movía.

Luke apoyó el codo en la ventanilla y la miró atentamente.

—¿Por qué me ayuda?

—Porque creo que es inocente.

—Ayer por la noche también pensaba que era inocente. Podría haberme invitado a seguirla a su despacho y haberme entregado allí estos documentos.

Ava le miró con los ojos entrecerrados y después se acercó al coche.

—Ayer, después de dejarle, hablé con Kalyna.

—¿Y?

—Y creo que tiene razón. Está desequilibrada.

—¿Qué le dijo?

—¿Además de llamarme zorra y decirme que esperaba que me queme en el infierno?

Al parecer, Ava había visto una faceta de la Kalyna que él ya conocía.

—Bienvenida al lado oscuro.

—No estoy de broma. Cambió tan rápidamente de tono de voz que pensé que estaba poseída.

Luke se echó a reír.

—Le ocurre cuando no consigue lo que quiere.

—Creo que tiene algún problema serio. Y creo que podría llegar a ser peligrosa.

—¿Cree que podría llegar a hacer daño físicamente a alguien?

Ava se puso muy seria.

—Eso nunca se sabe. De momento sabemos que puede ser muy vengativa.

—Antes ha mencionado a un par de parejas que atracan cerca de su yate, ¿verdad?

—Sí, ¿por qué?

—¿Ahora mismo están aquí?

—No, están de excursión. ¿Por qué lo pregunta?

Porque si Ava se encontraba con algún problema, nadie podría ayudarla. A lo mejor era por su condición de militar, pero Luke reparó inmediatamente en su vulnerabilidad.

—¿Kalyna sabe dónde vive?

—No.

—Mejor.

—No estaba pensando en mí.

—A mí no va a hacerme ningún daño —respondió Luke.

La mera idea le parecía ridícula. Pero tampoco esperaba que Kalyna hiciera nada de lo que había hecho hasta ese momento.

—No creo que pueda protegerse contra cualquier arma —colocó los dedos como si su mano fuera una pistola y presionó un gatillo imaginario—. Supongo que Kalyna sí sabe dónde vive, o que puede averiguarlo.

—En este momento, creo que soy yo el que tiene más ganas de disparar —admitió Luke—. Ya me tiene agarrado por los... eh... por la garganta —se corrigió—. ¿Qué más puede querer de mí?

Ava esbozó una sonrisa burlona.

—¿Está bromeando? Nunca ha tocado a un hombre más grande que usted.

Se estaba burlando de él, reprochándole su actitud del día anterior. A Luke le ardieron las orejas, pero sonrió.

—Es posible que exagerara.

—¿Poco o mucho?

Estaba aprovechándose de su posición ventajosa, así que Luke decidió ponerla en su lugar.

—¿Está insinuando que quiere comprobarlo por sí misma?

Cuando la vio abrir los ojos como platos, supo que había conseguido volver las tornas, tal como había planeado. Pero la chispa que había saltado entre ellos la noche anterior volvió a encenderse, sorprendiéndole. En ese mismo instante, sintió una tensión en determinada parte de su cuerpo que le recordó la facilidad con la que un hombre podía superar una mala experiencia como la de Kalyna.

¿Pero Ava? ¿Es que había perdido el juicio? Ava no era la clase de mujer que le gustaba. A lo mejor era más guapa de lo que le había parecido en un primer momento. Desde luego, parecía mucho más femenina con aquel vestido que con el traje chaqueta que llevaba el día anterior. Pero continuaba siendo una mujer autoritaria, quisquillosa y cabezota. Y eso era solo lo que había podido ver hasta ese momento.

Afortunadamente, soltó una carcajada y alzó la mano para relajar la tensión.

—De acuerdo, yo me lo he buscado, pero creo que deberíamos dejarlo aquí. Le deseo lo mejor, Luke Trussell. Y vigile su espalda. No se sabe hasta dónde podría llegar Kalyna.

Aquello era una despedida. Diciéndose a sí mismo que lo mejor que podía hacer era largarse de allí, Luke se despidió de ella con la mano y puso el coche en marcha. Pero estaba seguro de que las debilidades personales de Ava podrían ser sus fuertes en el terreno profesional. Conocía a Kalyna y había dejado de creer en ella. Eso podría ser de gran importancia en el caso. Y él nunca había tenido una mejor oportunidad de conseguir ayuda.

De modo que se detuvo y puso la marcha atrás.

Al oírle, Ava esperó a que llegara a su lado.

—Esto no tiene nada que ver con la conversación que hemos mantenido hasta ahora, así que, por favor, no se lleve una idea equivocada, pero, ¿habría alguna oportunidad de que quisiera cenar conmigo? —le preguntó.

Ava no se lo pensó ni medio segundo.

—No, gracias.

Ligeramente ofendido por la falta de interés con la que había recibido la invitación, Luke miró intencionadamente a su alrededor.

—No parece tener mejores ofertas. Por lo menos esta noche.

—Tampoco las necesito. Estoy bien como estoy.

—¿Qué piensa hacer ahora?

Ava comenzó a caminar, pero Luke la siguió.

—Me he traído trabajo a casa.

—¿Piensa estar trabajando mientras todo el mundo ve los fuegos artificiales? ¿Dónde queda su patriotismo?

—¿Piensa hacer algo patriótico esta noche? —preguntó ella a su vez.

—Últimamente, mi vida está bastante alterada. La suya parece tan ocupada como siempre.

—Hay mucha gente que depende de mí.

Una prueba más de su valía profesional.

Llegaron a una zona de grava que corría en paralelo al canal y Luke tuvo que elevar la voz por encima del crujido de las ruedas.

—Eso no significa que no pueda dejar que alguien la invite a cenar. Tendrá que comer algo.

Ava se echó la melena hacia atrás, pero el pelo volvió inmediatamente hacia delante, rozándole la barbilla mientras caminaba.

—Ahora mismo no es eso lo que me preocupa.

—¿Entonces hay algo que le preocupe?

Ava se detuvo bruscamente.

—Digamos que prefiero una aproximación más directa. Supongo que quiere invitarme a cenar por alguna razón, ¿verdad?

—¿Tengo que tener un motivo en especial?

—Ayer dejó bastante claro que no me consideraba una mujer atractiva, así que sé que no es una invitación a salir.

Nuevamente avergonzado por su conducta del día anterior, Luke decidió dejar de intentar ganársela con sus encantos.

—Cuando dije eso... estaba frustrado.

Ava continuó caminando.

—Supongo que eso hizo que fuera completamente sincero.

No, no lo había sido del todo. Era cierto que, en condiciones normales, no se habría sentido atraído hacia Ava.

Pero tenía que reconocer que aquella mujer conseguía llegarle muy dentro. Aunque no comprendía por qué.

—¿No podemos olvidarnos de todas las tonterías que dije ayer y empezar desde cero?

—Por mí, estupendo, pero la respuesta sigue siendo no.

—Ni siquiera sabe lo que le voy a pedir.

—Sí, claro que lo sé. No soy una chaquetera.

Luke rodeó un grupo de árboles para seguirla por la carretera que salía del camino de grava.

—¿Por qué?

—No me parece ético.

—¿Cómo no puede parecerle ético si cree que soy inocente? —preguntó Luke.

Consiguió mantenerse a su nivel, a pesar de los profundos surcos de la carretera.

—No tengo pruebas de que sea inocente.

La carretera comenzó a estrecharse. Luke tuvo que maniobrar para sortear varios obstáculos, pero Ava no cambió de rumbo.

—¿Cree que he violado a Kalyna? —gritó Luke desde el coche.

Ava continuó avanzando.

—Lo único que estoy diciendo es que yo no estaba allí. No puedo estar cien por cien segura.

—¡Pero ya sabe cómo es Kalyna!

—Eso no importa.

Un bache enorme obligó a Luke a aminorar la velocidad, pero aceleró en cuanto lo pasó.

—¡Pues debería!

—Los fondos de nuestra organización están destinados a situaciones desesperadas.

Luke apagó la radio del coche.

—Yo creo que mi caso es bastante desesperado.

—Me refiero a casos de vida o muerte.

Se detuvo para sacarse una piedrecita de la sandalia, lo que invitó a Luke a fijarse en sus pies. Tenía los pies delgados, como el resto de su cuerpo, pero a diferencia de las de las manos, llevaba las uñas de los pies pintadas de rosa y en el dedo gordo una línea de diamantes diminutos.

De alguna manera, aquello le llevó a preguntarse si Ava no era una mujer distinta de lo que aparentaba. ¿Llevaría ropa interior atrevida bajo aquel sencillo vestido de verano?

La verdad era que no tenía la menor idea de por qué se estaba haciendo aquella pregunta.

—Acaba de decir que piensa que Kalyna podría ser peligrosa.

Me ha recomendado que vigile mi espalda —le recordó.

La carretera estaba a punto de terminar. Si Ava cruzaba aquella puerta de madera por la que se accedía a un camino peatonal, la conversación tendría que terminar. Por allí no podía entrar en coche y no iba a bajar para seguirla.

—De momento no ha amenazado a nadie, ¿verdad? —le preguntó Ava.

—Me dijo que iría arrastrándome a ella antes de que todo esto terminara, ¿eso cuenta?

Ava se detuvo de nuevo para ajustarse la sandalia. Se sujetó la falda del vestido mientras lo hacía y Luke se descubrió deseando que subiera la falda un poco más. Tenía las piernas bonitas, delgadas pero bien torneadas.

—Que le hieran a uno el orgullo no es un caso de vida o muerte.

—Para alguien tan presuntuoso como yo, podría serlo.

Ava le miró divertida.

—Creo que es más resistente de lo que piensa.

—¿Y si le pago?

—McCreedy ya le va a salir suficientemente caro.

—¿Nunca ha trabajado a cambio de dinero en El Último Reducto?

—No, todavía no, pero mis compañeras lo hacen cuando estamos necesitadas de fondos.

—A lo mejor este es el momento de que siga su ejemplo.

—No, gracias.

Posiblemente necesitaba hacer más atractiva su oferta. Avanzó los últimos centímetros y gritó mientras Ava abría la puerta.

—¿Y si hago una donación?

En realidad, era lo mismo, pero si cambiar de bando le causaba tanto impacto como pensaba, necesitaba algo más.

—¿Cuánto? —preguntó Ava, volviéndose hacia él.

Luke pensó en una cifra.

—¿Diez mil dólares?

¿Podría permitírselo? Sus padres le habían ofrecido ayuda, pero en realidad, él no quería contar con ellos y su defensa podría llegar a costarle entre setenta y ochenta mil dólares. Definitivamente, mucho más de los cincuenta mil que tenía ahorrados. Pero por lo menos, esos diez mil eran fiscalmente deducibles, a diferencia de los que le había pagado a McCreedy. Eso hacía mucho más atractiva la posibilidad de contratarla.

—Una cantidad importante —señaló Ava.

Probablemente tendría que vender el coche para pagarla, pero no le importaba. Prefería salvar su trasero a salvar su coche.

—¿No podemos hablar de todo esto durante la cena?

Ava no respondió directamente, pero era evidente que estaba considerando la oferta.

—¿Ava? —la urgió.

—¿Qué? —la respuesta de Ava fue suficientemente huraña como para indicarle que había ganado.

—Estoy muerto de hambre —alargó la mano para abrir la puerta de pasajeros—. Adelante.