Capítulo 18
Ava no iba a aceptar el caso de Luke. Había tomado una decisión. Pero necesitaba averiguar la mejor manera de decírselo. A lo mejor podía pedirles a Skye o a Sheridan que se ocuparan del caso en su lugar. Sí, ese sería un compromiso razonable.
Pero sabía que uno de los motivos por los que Luke ofrecía una donación tan generosa era que ella le había demostrado lo concienzuda que podía llegar a ser. Para Ava, el trabajo era su vida. Skye y Sheridan también estaban completamente entregadas al trabajo, pero tenían que dividir su tiempo entre la oficina y el hogar. Tenían maridos, familias. La semana anterior, Sheridan había anunciado que estaba embarazada y, por lo tanto, no podría dedicar tantas horas como antes a la fundación. Además, sus compañeras ya llevaban tantos casos como podían manejar. ¿Acaso no habían estado hablando esa misma mañana de que necesitaban ayuda?
Habían decidido contratar a Jane para que les echara una mano, pero Ava no podía pasarle a Jane el caso de Luke.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Luke.
Aunque habían hablado mucho durante el postre, sobre todo sobre lo que había encontrado Luke en la vida militar, permanecían en silencio durante el trayecto de vuelta en coche.
—En nada —contestó Ava.
Pero recordaba a Luke saliendo del restaurante, apoyando la mano ligeramente en su espalda. Recordaba las miradas de envidia de la camarera y la forma en la que le había abierto la puerta del coche y le había tendido las sobras de la carne que la camarera les había empaquetado. Lo hacía todo con una delicadeza y una naturalidad que parecían indicar que haría lo mismo por cualquiera. Probablemente, así fuera, y eso hacía que fuera imposible protestar. Ava había intentado pagarse la cena, pero la camarera solo estaba pendiente de Luke y no había aceptado su dinero. Ava también había intentado apartarse de su lado y abrir ella la puerta, pero Luke, antes de que Ava hubiera podido darse cuenta, ya le estaba permitiendo ayudarla a entrar en el coche como si aquello fuera una cita.
Pero no era una cita. Era una cena de trabajo, se dijo a sí misma. Aun así, se sentía bien dejando que un hombre tomara la iniciativa por una vez en su vida. Sobe todo, un hombre como aquel. Por supuesto, todo sería mucho más divertido si no estuviera tan preocupada por cómo sacarlo para siempre de su vida.
—Ahora no te pondrás a trabajar en casa, ¿verdad? —le preguntó.
—No, estoy cansada.
Habían comido tanto que estaba convencida de que no volvería a tener hambre durante una semana. Pero la comida le había sabido mucho mejor que su cena habitual. Pasaba tanto tiempo inmersa en sus casos que rara vez cocinaba. Normalmente se conformaba con una barrita energética o un sándwich.
Poco después de que hubieran salido del restaurante, Luke vio fuegos artificiales en el cielo y sugirió que se detuvieran en la cuneta para contemplarlos. Bromeó diciendo que podía permitirse el lujo de perder unos cuantos minutos si no pensaba trabajar aquella noche. Ava estaba demasiado a gusto como para resistirse a aquella invitación.
Procurando guardar las distancias, se apoyaba en el coche, como Luke, mientras explotaba sobre sus cabezas la última exhibición de fuegos artificiales del día. Aquel espectáculo ponía el broche final a una agradable velada.
A pesar de su inicial renuencia, Ava se sentía tan satisfecha y contenta que tenía dificultades para reunir el valor que necesitaba para decirle a Luke que no quería aceptarle como cliente. Estaba a punto de abordar el tema cuando Luke se fijó en que tenía la carne de gallina e insistió en que se pusiera una sudadera que sacó de la bolsa en la que llevaba el equipo del gimnasio.
En cuanto comenzó a meter en ella la cabeza, Ava se sintió envuelta de una suave fragancia que olía exactamente igual que él. Y cuando Luke la ayudó a sacar las manos de entre las mangas, renunció completamente a la idea de retractarse. No le entusiasmaba la perspectiva de tener que tratar con McCreedy, o incluso de que pareciera que estaban del mismo bando, pero a cambio de diez mil dólares, se esforzaría en que todo saliera bien. En cualquier caso, no podía rechazar a Luke en lo que a aquel caso concernía. Y a juzgar por el revoloteo que sintió en el estómago cuando le rozó las muñecas con las yemas de los dedos, quizá tampoco fuera capaz de rechazarlo en el caso de que hubiera un requerimiento más personal.
Al parecer, era tan tonta como su madre, las otras esposas de su padre y los millones de mujeres que permitían que un hombre las convenciera de que debían olvidarse de su buen juicio.
Era una suerte que Luke no se sintiera atraído por ella. Porque si los sentimientos no eran recíprocos, no tendría que preocuparse de que la situación se le fuera de las manos, ¿verdad?
Ava salió del coche de Luke casi antes de que hubiera frenado por completo.
—Gracias por la cena —le dijo—. Te llamaré el lunes. No soporto a tu abogado, así que tendrás que...
—¡Vaya! —la interrumpió—. ¿Qué no te gusta de McCreedy?
—Me enfrenté a él en un caso de asesinato el año pasado y lo intentó todo para conseguir librar de la pena a ese tipo. Como no funcionó, convenció a esa escoria a la que defendía de que alegara y al final consiguieron un acuerdo favorable para su defendido. Así que, básicamente gracias a McCreedy, pronto volverá a las calles un asesino a sangre fría que, probablemente, hará sufrir a personas inocentes, como mi cliente, que ahora vive aterrada.
—Sí, entiendo que sois completamente diferentes —admitió.
—No estoy acostumbrada a trabajar para la defensa, así que tendrás que mediar entre nosotros. No quiero tener nada que ver ni con McCreedy ni con sus detectives. Asegúrate de que entienda que no tiene que tener ningún contacto conmigo.
—De acuerdo.
Luke desvió la mirada hacia la silueta que había al final del destartalado muelle. La casa flotante en la que Ava vivía parecía vieja, pero era difícil adivinar nada más sobre ella. No había una sola luz encendida. Habían salido a cenar antes de que anocheciera y Ava no pensaba estar fuera hasta tan tarde.
—Empezaremos intentando documentar las autolesiones de las que me habló la madre de Kalyna —le explicó Ava—. Si podemos demostrar que se lesionó a sí misma en el pasado, quedará resuelta la cuestión de los tiempos. No necesitamos que entrara nadie después de que te fueras. En media hora tuvo tiempo suficiente para golpearse y hacerse esas heridas.
A Luke le costaba imaginarse a Kalyna pegándose a sí misma, pero Ava le aseguró que había muchos casos documentados de personas que desarrollaban ese tipo de conductas.
Y cuando pensó en ello, comprendió que no se diferenciaba mucho de esa moda de cortarse para dejarse cicatrices en la piel que se había extendido durante los últimos años entre los adolescentes.
—Buena idea.
—¿Estás seguro de que encontrarás el camino para salir de aquí? —le preguntó Ava.
—Creo que sí.
—Sé prudente.
Cerró la puerta y comenzó a alejarse, pero Luke bajó la ventanilla.
—¿De verdad no me dejas acompañarte a la puerta?
—¡No hace falta! —gritó Ava por encima del hombro.
—Estás sola en medio de la nada —le recordó Luke.
Estaba señalando algo obvio, por supuesto, pero aun así, no le gustaba dejar a una mujer sola en un lugar tan aislado, sobre todo sin estar seguro de que llegaba a salvo a su casa. A lo mejor era porque él vivía, durante la mayor parte del tiempo, en un entorno protegido, pero el caso era que le parecía arriesgado. Cualquiera podía meterse en su casa para robarle, matarla o incluso violarla, y no habría una sola persona a la que pedir ayuda. Incluso el tipo que vendía cebos de pesca estaba fuera de allí.
—Esta es mi casa, no me pasará nada —respondió Ava riendo.
—¿Dónde viven esos científicos de los que me hablaste?
—A un kilómetro y medio de la tienda de cebos, justo al otro lado.
Luke no veía ni edificios ni luces por ninguna parte, solo el resplandor de la media luna brillando en el cielo.
—No tengo por qué entrar en tu casa. Puedo mirar a través de la puerta.
Ava señaló la dirección por la que habían llegado.
—La autopista está allí.
Maldita fuera. Qué mujer tan cabezota. Ava Bixby parecía creer que podía enfrentarse a cualquier cosa.
Pero debería saber que no era así. Con un trabajo como el suyo, seguro que había tenido que oír historias terribles. Luke podía comprender que se negara a vivir tras una barricada y rodeada de cerrojos, pero allí estaba viviendo prácticamente a cielo abierto. Por supuesto, no era un lugar fácil de encontrar y no había nadie por los alrededores, por lo menos en ese momento. Pero si le ocurría algo malo cuando sus amigos estaban fuera...
No iba a marcharse. Permaneció sentado en el coche para que pudiera contar por lo menos con la luz de los faros.
Los pasos de Ava repiquetearon en la madera del muelle. El sonido se atenuaba a medida que se alejaba de él. Después, Ava entró en el barco y su silueta se perdió entre las sombras.
Las cigarras parecieron enmudecer cuando se levantó la brisa. Luke casi podía oír el agua acariciando el barco. Era una noche perfecta y probablemente el amanecer sería glorioso. «Deberías ver el amanecer desde la ventana de mi dormitorio», había dicho Ava. De alguna manera, la posibilidad le había parecido mucho más apetecible de lo que esperaba. A lo mejor Ava no era una belleza en el sentido clásico, pero tenía... algo especial. No sabía exactamente qué, porque era la mujer más difícil con la que se había encontrado nunca.
Se encendió la luz. Ava estaba en casa. Luke puso la marcha atrás, giró el volante y se dirigió hacia su casa. Pero apenas había llegado a la autopista cuando sonó el teléfono. Pensó que era Ava, que le llamaba para contarle algún detalle que había olvidado mencionar. Sin embargo, en cuanto vio el identificador de llamadas, supo que no era ella.
Ava apoyó la cabeza en la puerta. La cena había terminado. Luke se había ido, gracias a Dios. Por fin podía intentar olvidarlo y volver a su vida de siempre. Por lo menos hasta el lunes, que tendría que volver a volcarse en el caso. A partir de entonces, aquel militar se convertiría en el centro de su vida durante una buena temporada. Pero ella conseguiría que todo saliera bien. Demostraría que Kalyna se había infligido sus propias heridas y utilizaría esa información para convencer al fiscal de que archivara el caso. No sería difícil. Se convertiría en una heroína y Luke podría regresar a su vida. Y McCreedy perdería una generosa minuta. Después, ya no tendría que volver a enfrentarse a las devastadoras sonrisas de Luke. Y en cuestión de meses, le olvidaría.
De pronto, se dio cuenta de que, en su precipitación por salir del coche, había salido con su sudadera puesta. Luke no había dicho nada, ni siquiera había intentado recuperarla. Un gesto muy amable por su parte. Pero Ava no quería pensar en él como en un hombre amable. Ya era suficientemente difícil enfrentarse a un hombre increíblemente atractivo y sexy como el pecado.
Se volvió hacia el espejo de la entrada y contempló su imagen. Air Force, se podía leer en su pecho. Se había encaprichado de un duro militar. ¿Quién podría habérselo imaginado?
Se dijo a sí misma que debería quitarse la sudadera y guardarla hasta que pudiera devolvérsela. Pero mientras se la quitaba, no pudo evitar detenerse durante algunos segundos para aspirar la masculina esencia que desprendía.
Por lo menos, eso le hacía darse cuenta de que era una mujer normal. De que no había envejecido antes de tiempo, como muchas veces había llegado a temer. Tenía las mismas apetencias sexuales y los mismos deseos que cualquier otra mujer de su edad. Aunque solo fuera por eso, merecía la pena haber conocido a Luke.
O quizá no. Porque, ¿qué era mejor? ¿No desear, o desear y no ser nunca satisfecha?
—¿Luke?
Luke apretó los dientes al oír la voz de Kalyna al otro extremo del teléfono. Jamás había odiado a nadie, pero estaba convencido de que lo que sentía hacia esa mujer era odio.
—¿Qué quieres?
Ignorando aquella repentina tensión, pensó en la bolsa que llevaba en el maletero. Había comprado una grabadora esa misma mañana, pero no le serviría de nada parar y sacarla porque en la tienda en la que la había comprado se habían quedado sin pilas. Pensaba comprar pilas antes de volver a casa, pero al final, había invitado a Ava a cenar, y en ese momento, cuando tenía a Kalyna al teléfono otra vez, no podía demostrar que había vuelto a llamarle.
A no ser que buscara un testigo. Giró bruscamente y se dirigió hacia el barco de Ava. Con un poco de suerte, llegaría antes de que se hubiera acostado, antes de que Kalyna colgara...
—Tengo algo que decirte. Es algo importante —anunció.
Luke se dirigió directamente hacia la intersección y se detuvo en la señal de stop, agradeciendo la ausencia de tráfico.
—¿Vas a retirar la denuncia?
—Eso depende de cómo reacciones.
Quizá Luke debería haberse sentido esperanzado, pero no fue así. Sabía que aquello no auguraba nada bueno. Kalyna parecía demasiado confiada, demasiado emocionada. Luke sintió la punzada del miedo en la boca del estómago.
—¿Qué ocurre?
—Estoy embarazada.
—No —Luke, incapaz de seguir conduciendo, frenó bruscamente—. No te creo. Estás mintiendo.
—Si quieres, te enviaré la prueba.
—¡Mierda! Dime que no es verdad. Dime que esta es otra de tus formas de venganza.
No le extrañaba que se hubiera atrevido a llamarle. Tenía una excusa perfecta.
—¿No estás contento?
En ese momento, Luke comprendió que estaba completamente loca. ¿Cómo podía imaginar que podía sentir otra cosa que un completo rechazo?
—Porque... estoy pensando que ahora quizá deberíamos intentar hacer las cosas bien —continuó.
Luke permanecía sentado en el coche, a un lado de la cuneta.
—¿Hacer las cosas bien? —apenas podía pronunciar palabra.
Sabía que si elevaba la voz, terminaría gritando como un loco.
—Sí, por el bien del bebé.
Minutos antes, Luke estaba inmensamente aliviado al saber que contaba con la ayuda de Ava. Estaba seguro de que ella podría sacarle de aquella situación. Pero nadie podría liberarle de esa nueva pesadilla. ¿Qué podía hacer? Acababan de verse confirmados sus peores temores, lo que tanto le preocupaba desde que se había enterado de que habían encontrado restos de su semen en el cuerpo de Kalyna. Hasta ese momento, pensaba que podía haber alguna posibilidad de que el preservativo estuviera dañado. Pero en ese instante tuvo la certeza de que había sido Kalyna la que lo había roto. En un primer momento, había intentado convencerle de que no lo utilizara, pero al no conseguirlo, había cambiado de estrategia. Evidentemente, esperaba que el embarazo fuera el resultado.
—Me dijiste que estabas tomando la píldora.
—Seguramente me olvidé de tomarla ese día.
—No creo que un día pueda tener tanta importancia.
—Es posible que sí. En cualquier caso, eso significa que esta es la voluntad de Dios. Todos los hijos son un milagro, Luke. Todos. Hasta los nacidos de una violación.
—¡Yo no te violé!
Y aquel niño no era ningún milagro. Era la peor pesadilla que podía imaginar. Preferiría estar solo y desarmado frente a las líneas enemigas, con su avión hecho cenizas, que enfrentarse a toda una vida teniendo que tratar a Kalyna como la madre de su hijo.
—¡Lo hiciste a propósito!
—Eso no es verdad.
—Sí, claro que lo es. ¡Querías terminar conmigo!
—¿Cómo puedes culparme de eso? ¡Fuiste tú el que me forzaste!
—Deja de decir eso, ¡sabes que es mentira!
—Solo estoy intentando asimilarlo. Para mí, la existencia de un bebé lo cambia todo. Un hijo debería ayudarnos a resolver nuestros conflictos y a reconciliarnos.
Luke ya no estaba tan seguro de que fuera una buena idea ir a ver a Ava. Kalyna estaba mintiendo. Lo que estaba diciendo era una auténtica locura. Pero, a falta de un mejor plan, continuó conduciendo hacia allí.
—Eso es imposible.
—No, no es imposible. Si me dieras una oportunidad, podrías llegar a quererme.
—¿Por qué yo? —quiso saber—. Hay muchos otros hombres en el mundo. Es imposible que me quieras tanto. Solo conoces mi faceta profesional. Apenas me conoces personalmente.
—Sé que sabes tocar a una mujer cuando quieres darle placer —respondió en un tono susurrante y seductor—. Y he visto tu expresión cuando...
Ansioso por interrumpirla antes de que pudiera conjurar otro recuerdo, la interrumpió.
—Porque nos hemos acostado una vez, eso es todo. ¡Eso no significa que me conozcas!
Pisó el acelerador. Sabía que no era seguro conducir a tanta velocidad por unas carreteras tan estrechas. No las conocía y no quería terminar atropellando a un zorro o a un venado. Pero la necesidad de que Ava oyera a Kalyna se convirtió de pronto en algo esencial. Tenía que comprender hasta qué punto era una mujer perversa y desesperada.
La voz de Kalyna se hizo más estridente. Su tono era casi desafiante.
—Sé mucho más de ti. Sé que siempre llenas el depósito en la gasolinera de Chevron que está al lado de la base. Que compras pipas de girasol y bebidas energéticas antes de ir a jugar al béisbol los lunes por la noche. Sé que eres un gran catcher porque te he visto jugar.
Luke se devanaba los sesos, sorprendido por los detalles que Kalyna conocía de su vida e intentando recordar cuándo podía haberlos mencionado.
—¿Cuándo? Yo nunca te he invitado al parque. Ni siquiera te he dicho que jugaba al béisbol.
Kalyna no contestó. Continuaba recitando todo lo que sabía sobre él.
—Sé que te encantan los burritos de huevo de El Taco, que llevas siempre el equipo de deporte en el coche y que la chica de la fotografía que llevas en la cartera es tu hermana. Sé que tus padres viven en San Diego y que les hará mucha ilusión enterarse de que van a ser abuelos...
—¡Basta!
No quería oír nada más. Estaba a punto de vomitar.
—Tengo tu reloj —susurró Kalyna—. Lo llevo en las bragas.
Luke esbozó una mueca de disgusto.
—Eso no me excita. Tíralo.
—No me estás poniendo las cosas fáciles.
«¡Vamos! ¡Vamos». Tenía que llegar a casa de Ava. La grava salió disparada cuando giró en el camino de acceso al muelle y estuvo a punto de terminar en el canal.
—Estoy intentando dejar las cosas claras, Kalyna. No tengo ningún interés en ti.
—¡Ni siquiera me has dado una oportunidad!
No podía esperar que lo hiciera después de todo lo que había hecho. Seguro que estaba buscando algo más.
—Te pagaré —le dijo.
Aquella vez, pareció sorprenderla.
—¿Por qué?
Desde donde estaba, Luke podía ver la casa de Ava. Ya casi había llegado.
—Para que te practiquen un aborto.
Sabía que sus padres se llevarían un disgusto de muerte si llegaban a enterarse. Ni siquiera él estaba seguro de lo que pensaba al respecto, pero estaba desesperado. No podía traer un niño al mundo en esas circunstancias, con una mujer como aquella.
—¿Un aborto? —repitió Kalyna—. ¿Quieres que aborte? —rompió a llorar—. ¿Cómo puedes pedirme que mate a nuestro niño después de todo lo que me has hecho?
Luke tenía la sensación de que nada de aquello era real.
Luke continuaba dándole vueltas a la cabeza mientras paraba el coche en el muelle. Pero después de enterarse de lo del bebé, ya no quería salir del coche. Ava no podría hacer nada al respecto. Era algo que tenía que resolver por sí mismo.
—Tienes razón. No quiero que abortes. No quiero hacerte vivir con eso, pero... yo me haré cargo del niño. ¡Le criaré yo solo! —sí, esa era la mejor opción—. Lo único que tienes que hacer tú es decirme cuál es el precio. Si tengo la cantidad que me pides o consigo que alguien me la preste, será todo tuyo. Lo único que tienes que hacer es admitir que no te violé y comprometerme a entregarme al niño cuando nazca.
Kalyna se sorbió la nariz.
—¿Podré verte durante el embarazo?
Luke no podía soportar la idea de que aquella mujer formara parte de su vida. Pero si a cambio estaba dispuesta a admitir que no la había violado, merecería la pena.
—A lo mejor.
—¿Y cuando llegue el bebé?
Luke quería decirle que no, que no querría que supiera nada de él. ¿Pero sería justo para el niño? ¿Sería justo para Kalyna? ¿Y tenía sentido preocuparse por lo que podía ser justo para una persona como aquella?
Dios santo, aquello era peor que la peor de sus pesadillas.
—Eh... quizá. Probablemente, supongo.
Fijó la mirada en la casa de Ava mientras esperaba la respuesta. Era una buena oferta. No podía hacer nada más. Kalyna tenía que aceptarla.
—¿Así que podremos sacar algo bueno de todo esto? ¿Por fin tendremos una oportunidad?
¿Tenían que volver otra vez a eso?
—Déjalo ya, Kalyna. Lo nuestro no tiene ninguna posibilidad de salir bien. Nunca la ha tenido.
Las lágrimas de Kalyna dieron paso a un intenso sollozo.
—¡Irás a la cárcel aunque sea lo último que haga en mi vida! —gritó, y colgó el teléfono.
Luke estaba temblando cuando dejó el teléfono. Jamás había sentido tanta rabia, y menos hacia una mujer. ¿Cómo podía saber tantas cosas de él? «Sé que te encantan los burritos de huevo de El Taco, que llevas siempre el equipo de deporte en el coche y que la chica de la fotografía que llevas en la cartera es tu hermana. Sé que tus padres viven en San Diego y que les hará mucha ilusión enterarse de que van a ser abuelos...»
¿Le habría seguido? Todas aquellas conductas eran atribuibles a una acosadora. Jamás habría imaginado que podría estar siendo víctima de algo parecido. Jamás había sospechado nada. Había coincidido con Kalyna suficientes veces como para que comenzara a extrañarle, suponía, pero no le había dado ninguna importancia. Y estaba también el sentimiento de culpabilidad por haberse acostado con ella. Incluso había tenido la tentación de creer que su padre tenía razón al decir que las mujeres se tomaban el sexo más seriamente que los hombres, y eso significaba que se merecía lo que le estaba pasando por haber traspasado la línea. Pero Kalyna no era una mujer frágil a la que había herido sin pretenderlo. Estaba completamente loca.
Y decidida a destrozarle.
Abrió la puerta del coche y salió. No estaba seguro de qué podía hacer Ava respecto a lo que acababa de suceder, pero quería contárselo cuando todavía estaba reciente.
Un segundo después, se alegró de haber cedido a aquel impulso, porque Kalyna volvió a llamarle.