De mañana temprano. Galilei al lado del telescopio sigue con sus apuntes. Virginia entra con una maleta de viaje.

Galilei. - ¡Virginia! ¿Ha ocurrido algo?

Virginia. - El convento ha cerrado y nos obligan a regresar a casa. En Arcetri hay cinco apestados.

Galilei (llamando). - ¡Sarti!

Virginia. - Anoche cerraron también la calleja del mercado. Parece que hay dos muertos en la parte vieja de la ciudad y tres están moribundos en el hospital.

Galilei. - De nuevo lo han callado todo hasta el último minuto.

Sra. Sarti (entrando). - ¿Qué haces tú aquí?

Virginia. - La peste.

Sra. Sarti. - ¡Dios mío! Haré las maletas. (Se sienta.)

Galilei. - Deje las maletas. Cuide de Virginia y de Andrea. Yo juntaré mis apuntes. (Galilei se dirige apresuradamente a su mesa y recoge algunos papeles con toda precipitación. La señora Sarti pone un abrigo a Andrea, que entra corriendo, y va luego en busca de ropa de cama y comida. Entra un lacayo del Gran Duque.)

Lacayo. - Su Alteza ha abandonado la ciudad en dirección a Bolonia a causa de los estragos de la peste. Antes de partir insistió en dar al señor Galilei la oportunidad de ponerse a salvo. La calesa estará dentro de dos minutos frente a la puerta.

Sra. Sarti (a Virginia y Andrea).-Pronto, vamos ya. ¡Hala!, llevad esto.

Andrea. - ¿Por qué? Si no me dices primero que es lo que pasa, no voy.

Sra. Sarti. - ¡La peste, hijo mío!

Virginia. - Esperemos a papá.

Sra. Sarti. - Señor Galilei, ¿está ya listo?

Galilei (envolviendo el telescopio con el mantel). - Lleve a Virginia y Andrea a la calesa. En seguida voy.

Virginia. - No, sin ti no vamos. Si te pones primero a empaquetar tus libros no estarás nunca listo.

Sra. Sarti. - Ya está ahí el coche.

Galilei. - Sé razonable, Virginia, si vosotros no subís se marchará el coche. La peste no es ninguna bagatela.

Virginia (protestando, mientras la señora Sarti la empuja con Andrea hacia afuera). - ¡Ayúdelo con sus libros, si no no vendrá!

Sra. Sarti (llamando desde la puerta). - Señor Galilei, el cochero se niega a esperar.

Galilei. - Señora Sarti… no creo que deba yo partir. Mire esto, está todo en desorden, todo, los apuntes de tres meses que no servirán para nada si no los continúo dos noches más. Y la peste está en todos lados.

Sra. Sarti. - ¡Señor Galilei! ¡Ven inmediatamente! Estás loco…

Galilei. - Usted debe llevarse a Virginia y Andrea. Yo los seguiré después.

Sra. Sarti. - En una hora no podrá salir ya nadie de aquí. ¡Ven! ¡Tienes que venir! (Escuchando.) ¡Se va! ¡Lo detendré! (Desaparece. Galilei se pasea por la habitación. La señora Sarti regresa muy pálida, sin su atado.)

Galilei. - ¡Qué hace ahí parada! Todavía es capaz de perder la calesa con los niños.

Sra. Sarti. - Ya se ha ido. A Virginia la tuvieron que contener. En Bolonia ya se preocuparán de ellos. ¿Pero quién le guisará a usted aquí?

Galilei. - ¡Estás loca! ¡Quedarte en la ciudad para guisar! (Toma sus apuntes.) No vaya a creer que soy un demente. Es que no puedo tirar por la borda todas estas observaciones. Tengo enemigos poderosos y es necesario que reúna pruebas para ciertas aseveraciones.

Sra. Sarti - No necesita disculparse. Pero no me dirá que esto es razonable.