Capítulo 1

El Inicio

 

 

Omar disfrutaba de una vida… normal al igual, que los demás habitantes del sector; ingeniero de profesión, tenía una sociedad con una arquitecta y entre los dos, habían formado una pequeña compañía de obras civiles que le había permitido darse algunos pequeños lujos, como comprarse una buena casa y un clásico Mustang. Vestía a su gusto y no se dejaba impresionar por la moda como  al resto de las personas, era un tanto discreto, siempre se le veía solo y todas las noches, los vecinos lo veían regar el jardín. Hacía algún tiempo que se había mudado a la pequeña ciudad donde vivía, ahí, había decidido pasar los «últimos años de su vida». El sector era un lugar tranquilo, no habían niños que hicieran travesuras, apenas uno que otro adolescente que de tarde en tarde, hacían sus fiestas. El sábado, lo dedicaba a limpiar su casa y revisar las plantas y, luego de terminar la faena hogareña, se hacía acompañar de una buena botella de vino para ver su obra y escuchar las grabaciones de sus grupos predilectos, Los Beatles, Pink Floyd entre otros. Cuando el vino tomaba por asalto su cuerpo, llegaba en sus sueños, la imagen de un hombre corriendo, solo le veía la espalda y una mancha de color blanco en la parte trasera derecha de la cabeza, como si de pintura se tratase.

El tiempo sigue su curso, con sus invariables días y noches, para Omar no tenían nada de especial, de hecho, para él, cualquier día era igual a otro. En épocas de fin de año, contrataba los servicios  de el señor José  Marín, el jardinero, para que se encargara de sus plantas y luego se marchaba a las montañas, su hermana Cory, como cariñosamente le llamaba, le prestaba la pequeña casa que ahí tenía y como para ésa época estaba desocupada, podía descansar y escapar de los alborotos de las fiestas decembrinas, cosa que no le gustaban para nada. Un día, llegó al sector, una familia compuesta por cuatro miembros, el señor Pedro Sandoval, su esposa Margarita, que contaba con seis meses de embarazo, su hijo Alberto de trece años y Adriana de once. Omar no tomó en cuenta dicha familia y al percatarse de su presencia, la evadió, los niños, - pensó -, podrían ser un elemento perturbador para el sector, no le gustaban y nunca se había relacionado con ellos y esta no era una oportunidad para cambiar de parecer, se mantuvo a una prudencial distancia de la familia pero, algunas personas religiosas dicen que Dios, escribe sentencias rectas, con párrafos torcidos. Los años pasan y para él, es igual, un año más, un año menos, no había diferencia entre uno y otro, total, la vida sigue su curso, nada la detiene y hasta ahora, nada lo hará.

Frente al espejo, ve que su cuerpo, al igual que sus cabellos, van cambiando irremediablemente empujados por los años, el nacimiento de algunas canas en su sienes le indican que está por entrar a una nueva década de vida, el espejo, es uno de los pocos elementos que no mienten, el reflejo de su figura le dice que todavía tiene camino que andar y el resto de vida que le queda, lo hará en buena forma, aunque quisiera, que fuera mucho mejor.

El viernes por la mañana, es el día escogido para hacer las compras, selecciona minuciosamente lo que necesita para su casa, es un momento de distracción que disfruta en soledad, además de que hay menos personas en el supermercado, puede escuchar el ambiente musical sin el bullicio de la gente. Una distraída adolescente viene corriendo hacia donde él se encuentra y por estar concentrado en sus compras, no la ve, ella, mirando hacia otro lado, no nota su presencia y lo embiste, ambos ruedan aparatosamente por el piso llevándose por delante, una gran torre de latas de concentrado de tomates, la peor parte la sufrió la chica, ya que la joven, había caído sobre Omar, la madre advertida por los gritos de su hija, corre en su auxilio y al llegar al lugar, encuentra que un hombre la está ayudando a levantarse, ella al ver a su madre, quejándose del dolor extiende sus brazos hacia ésta, la mujer la abraza y desaparecen del lugar, sin siquiera agradecer al extraño la asistencia prestada, el incidente pasó como algo sin importancia, ¿y porqué habría que tenerla?, total, no tenía relación alguna con esas personas y como había pensado en otras oportunidades, mientras más lejos, ¡mejor! Se limpia un poco y se acomoda la ropa para continuar con sus compras y su mente, se concentra nuevamente en las compras.

Cory había telefoneado a su hermano para invitarlo al cumpleaños de su esposo Miguel, a regañadientes, aceptó, desde hacía algún tiempo, había decidido no asistir a invitación alguna a fiestas o reuniones, nada de contacto directo con personas que no fueran su familia directa  o de su trabajo y hasta eso, algunas veces, ni las aceptaba. Esta vez fue diferente, su cuñado le había puesto en un dilema: o venía a la celebración, o no dejaría a su hermana contestar sus llamadas, no le quedó más alternativa que aceptar, para él, su Cory era la persona que, después de su madre era la que más amaba. El viaje a la capital no representó novedad alguna, personas iban y venían, no tenían nada de especial, todo para él era normal, sin importancia alguna, buscando, eso si, no entablar conversación con persona alguna, a menos que fuera para obtener alguna información de utilidad.

Se suponía que el tiempo que estaría en casa de su hermana, sería de dos días, pero, el clima es un elemento que no se deja manipular y hace lo que le viene en gana a cualquier hora, a las personas que quiera y sin importarle el país, su estadía duró casi una semana.

Su hermana sabe por la transición que está pasando y muy sutilmente pregunta:

- ¿Desde cuándo no das clases? Estoy segura de que te sentaría bien el volver al aula y disfrutar de lo que más te gustaba hermano, creo que es tiempo de que cambies tu forma de actuar.

- No te preocupes Cory, me siento bien así, todo para mi está perfecto, nada me falta…

Y al concluir, su voz se escuchó pesada y hueca, sin vida alguna:

- Nada me sobra.

Finalmente, tomó el avión que lo llevaría de vuelta a la ciudad donde, más que vivir, se escondía. En casa Cory y Miguel comentaban sobre la vida de Omar:

- Tu hermano tiene que hacer algo con su vida cariño.

- Si, tiene que hacer algo con ese dolor, ningún ser humano, puede aguantar tanto esa carga, pero… ¿cómo se puede ayudar a alguien… que no quiere ser ayudado?

 

 

En su oficina pasaba mucho tiempo, demasiado tal vez, cuando el personal se marchaba a sus casas, él, adelantaba el trabajo del día siguiente, así, su escritorio, se mantenía limpio de la acumulación de las tareas que se efectuarían el día siguiente, siempre su mente estaba ocupada en algo, algo había que hacer, cualquier cosa,  el día se había hecho para trabajar y Omar en eso, era experto.

Llega el viernes y como siempre, la rutinaria compra de comestibles y cosas que se necesitan en casa, Omar está tan inmerso en las instrucciones de un electrodoméstico que no ha notado la presencia de una mujer a su lado, ella lo aborda diciéndole:

- Buenos días señor Curie.

- Buenos días, ¿en qué le puedo servir mi señora?

- En nada señor, solo quería darle las gracias por ayudar a mi hija aquí, en el supermercado, no sabe cómo se lo agradezco, ese día, por la preocupación, ni las gracias le di y eso que somos vecinos.

Omar recuerda el incidente con la joven, pues lo había golpeado en el muslo y en la caída se había lastimado en una vieja herida, la cual, quería olvidar.

- No hay por qué darlas señora…

- Margarita.

La mujer extendiendo la mano hacia Omar, le ofreció la mejor de sus sonrisas, éste, para no incomodar a la mujer, se la estrecha, hubo una especie de vacío en el ambiente, algo embarazoso, eso fue obvio para la mujer, pues notó que el hombre en cuestión, se hallaba un poco incómodo y para salirse de la situación le dijo:

- Bueno señor Curie, gracias nuevamente, cuando desee, venga a visitarnos, ¡hasta luego!

- Adiós señora, que tenga un buen día.

Cada uno tomó su camino agradeciendo el final de ese encuentro que, al parecer, no fue lo que la señora Margarita esperaba. El día sábado llegó y luego de organizar la casa y revisar las plantas del jardín, se sentó frente a su equipo de sonido, revisó los compactos uno a uno y encontró uno en particular, lo miró por un instante, lo puso a un lado y colocó el que había escogido, se quedó frente al aparato hasta que el último CD, dejó de sonar, luego, tomando los viejos LPs  de vinilo, los coloca en el tocadiscos, el ambiente se llena con una hermosa melodía instrumental, a su memoria llegan los recuerdos reprimidos, su corazón quiere salirse del pecho, pero él, cual Vulcano de la vieja serie televisiva, reprime sus sentimientos, se dirige al bar, toma una botella de vino y sirviéndose una copa, mira todo cuanto le rodea, es una casa muy bien ordenada, no hace falta nada, a excepción de…

Copa tras copa va vaciando la botella, hasta que, como siempre, Baco, saltaba del envase y moraba en él por varias horas, pero con éste bribón, llegaba la imagen del hombre que escapaba, dejando a Perséfone acompañándole por pocos minutos, para luego llevarse la parte más feliz de su vida, dejándolo sumido en el más grande de los dolores que humano alguno, pudiera soportar.

Al despertarse, su lucha consigo mismo era titánica, se armaba de valor y, continuaba con su vida y como decía siempre, nada le faltaba, nada le sobraba. El domingo, lo acompañaba con el silencio, se sentaba en su butaca y esperaba, nada le faltaba, nada le sobraba, solo él, era auto suficiente,  y así sería hasta el día que llegara su hora.