8
Lucas observó con mucho interés cómo las tres mujeres asimilaban la noticia de la desaparición del cadáver en el jardín. La impresión se les reflejaba en el semblante. Los ojos desorbitados, la boca ligeramente abierta, las tazas suspendidas en el aire.
Evangeline tragó saliva con fuerza. Pero fue la primera de las tres en reponerse, y Lucas decidió que seguramente sería porque sabía cómo había muerto Hobson.
—Comprendo —dijo—. Bueno, supongo que no tenemos por qué hacer demasiados aspavientos por Hobson. Después de todo, estaba intentando matarme.
—Eso mismo pienso yo —intervino Lucas.
Clarissa cerró la boca y asintió satisfecha.
—Dadas las circunstancias, parece una forma muy oportuna de abordar el problema.
—Eso me pareció a mí —insistió Lucas.
—¿Habla en serio, señor Sebastian? —Beatrice lo miró con cierto recelo—. ¿Espera que el cadáver de Sharpy Hobson simplemente desaparezca en sus jardines?
—No será la primera vez, señorita Lockwood. Cuanto más se adentra uno en los jardines, más agresivas se vuelven las plantas. En el laberinto y en el Jardín Nocturno, la naturaleza actúa muy deprisa, especialmente de noche.
Esta información pareció interesar a Clarissa:
—¿Importa la hora del día que sea?
—He observado que la oscuridad suele aumentar cualquier tipo de energía paranormal —respondió Lucas—. Pero las corrientes que emanan de las fuerzas naturales de la Tierra son siempre más potentes por la noche. Según la teoría de mi tío, la luz del sol interfiere en las longitudes de onda de los extremos del espectro o, lo que es más probable, dificulta que quienes tenemos ciertas habilidades psíquicas captemos esas corrientes.
—Mi padre también llegó a la misma conclusión —coincidió Evangeline.
Lucas se dirigió a ella:
—Mencionó que a su padre le gustaba estudiar los fenómenos paranormales, señorita Ames.
—Sí —contestó Evangeline—. Él mismo tenía algunas habilidades psíquicas, ¿sabe?
—Es algo que suele heredarse —comentó Lucas sin apartar los ojos de ella.
—Fue su interés por los fenómenos paranormales lo que me llevó a decidir pasar el mes aquí, en Little Dixby —explicó Evangeline—. Escribió en uno de sus diarios que creía que esta región era un vórtice.
—Un lugar en el cual las fuerzas paranormales de la Tierra se juntan de tal forma que generan una cantidad considerable de energía —asintió Lucas, pensativo—. Fascinante. El tío Chester estaba convencido de lo mismo. Creía que Crystal Gardens era el centro del vórtice de Little Dixby. —Se detuvo un instante—. ¿De modo que fue su interés por la ciencia lo que la incitó a alquilar la casa de campo, señorita Ames?
—Bueno, no. No exactamente —admitió Evangeline—. No me apasionan especialmente los temas científicos. Pero cuando tomé la decisión de pasar un mes en el campo, recordé lo que había leído en el diario de mi padre. Vine aquí buscando inspiración para escribir. Pensé que los elementos paranormales de la zona podrían darme ideas para mi argumento.
—Tendría que haberlo imaginado —dijo Lucas con una mueca.
—Los escritores somos muy sensibles, señor Sebastian —comentó, mirándolo con frialdad—. Obtenemos inspiración de toda clase de cosas, incluida la energía del ambiente que nos rodea.
—Muy bien. Lo recordaré en el futuro.
—¿Qué es eso de que las plantas de los jardines de la vieja abadía se vuelven más fuertes y más agresivas? ¿Qué diablos está pasando en Crystal Gardens? —preguntó Evangeline con la mandíbula tensa.
—Ni puñetera idea —contestó Lucas.
Decía mucho de la gravedad de la situación y de la fortaleza de las tres jóvenes sentadas en el salón que ninguna de ellas prestara la menor atención a la ordinariez que Lucas acababa de soltar. Pero este tenía la impresión de que costaría mucho escandalizar a las tres empleadas de la agencia Flint y Marsh.
Evangeline ladeó ligerísimamente la cabeza y entornó los ojos para preguntarle:
—¿De verdad no sabe lo que está pasando?
—Solo puedo suponer que los experimentos de mi tío tienen, en cierta manera, la culpa —respondió—. Un manantial subterráneo de aguas termales genera las fuerzas que existen entre los muros de los jardines. Y estas aguas ya eran sagradas para los antiguos. Cuando los romanos llegaron, construyeron unas termas en ese lugar porque estaban convencidos de que las aguas del manantial poseían propiedades vigorizantes, incluso curativas. Más adelante, se fundó la abadía en ese mismo sitio. Se creía que las aguas del manantial aumentaban el poder de las oraciones y favorecían las visiones religiosas. Con el tiempo, sin embargo, la abadía fue abandonada. Mi tío compró la propiedad hará unos treinta años y empezó a realizar en ella sus experimentos botánicos. Y todo parecía estar más o menos bajo control hasta los dos últimos años.
—¿Qué clase de experimentos llevaba a cabo su tío? —intervino Clarissa, repiqueteando con un dedo en el borde de la taza.
—Sus intenciones eran buenas —aseguró Lucas—. Creó varios híbridos para intentar desarrollar plantas con diversas propiedades psíquicas. Buscaba nuevas fuentes de medicamentos y cultivos que crecieran más rápido y fueran más productivos. Pero en algún momento las cosas empezaron a torcerse. La vegetación se está imponiendo. Los jardines se han convertido en una selva peligrosa. Algunas zonas son prácticamente inaccesibles.
—No me extraña que hablen de ocultismo —comentó Beatrice.
—En estos dos últimos años, por lo menos tres intrusos han logrado llegar hasta el laberinto y puede que hayan accedido incluso al Jardín Nocturno —prosiguió Lucas—. El tío Chester no podía estar seguro porque los cadáveres desaparecieron.
—¿Por qué diablos iba alguien a correr el riesgo de entrar sin permiso en un sitio tan peligroso? —se sorprendió Beatrice.
Lucas dirigió los ojos hacia Evangeline.
—Tal vez a la señorita Ames le gustaría responder esta pregunta.
Vio que Evangeline se ruborizaba como una muchachita a la que han pillado saliendo a escondidas de casa para encontrarse con un chico.
—Estaba aburrida y sentí curiosidad —se justificó con cierta actitud de desafío—. Esa es la única razón de que entrara en los jardines. No fui imprudente. Solo exploré un poco. Desde luego, no intenté entrar en el laberinto.
—Seguramente porque estaba cerrado con llave —replicó Lucas.
Evangeline se puso más colorada aún, pero fingió no haber oído la acusación implícita.
—Aparte de la curiosidad de la señorita Ames —prosiguió Lucas—, el principal motivo de que unas cuantas almas aventureras hayan intentado entrar en el laberinto y en el Jardín Nocturno es la leyenda del tesoro.
—Sí —se animó Clarissa—, la señorita Witton, de la librería, la mencionó hoy. Se cree que hay una gran cantidad de objetos de oro romanos enterrados en algún lugar de los jardines.
—No hay nada como la perspectiva de encontrar un cofre lleno de objetos de oro para atraer a los buscadores de tesoros —indicó Lucas—. Pero, en su mayoría, las fuerzas del Jardín Nocturno asustan a los posibles intrusos.
—A los que consiguen entrar rara vez se les vuelve a ver —finalizó Clarissa.
—Por lo general, no —dijo Lucas.
—He oído las historias sobre fantasmas y fuerzas diabólicas —comentó Evangeline—. Pero descarté la mayoría de las habladurías más dramáticas. De hecho, la idea de que la gente desaparezca en los jardines, consumida por las plantas, es mucho más escalofriante que las explicaciones que hablan de fenómenos sobrenaturales.
—Tiene esa expresión, Bea —dijo Clarissa con el ceño fruncido.
—Sí, ya lo veo —coincidió Beatrice.
—¿Qué expresión? —preguntó Lucas, observando atentamente el semblante pensativo de Evangeline.
—Evangeline siempre adopta esta expresión cuando está pensando en una nueva idea para el argumento de su historia —explicó Clarissa—. Creo que sus comentarios sobre plantas carnívoras la han inspirado.
—Le aseguro que no era mi intención. —Lucas contuvo un gemido.
—No se preocupe —dijo Beatrice—. Al final te acostumbras a los pequeños hábitos de Evangeline. De vuelta al tema del laberinto… si encontró el cuerpo de Hobson en su interior, es evidente que usted pudo entrar.
—Sí. —A regañadientes dejó de mirar a Evangeline—. Mi tío también podía recorrerlo. Es posible moverse por el laberinto si se tiene una buena cantidad de poderes. Pero incluso así, hay varios peligros, como las espinas venenosas y las enredaderas que se te pueden enroscar alrededor de una muñeca o de un tobillo y encadenarte con la misma fuerza que unas esposas o unos grilletes de hierro.
—¿Le importaría que fuera un momento a buscar una pluma y papel? Me gustaría tomar unas notas —soltó Evangeline, animada.
—Sí, me importaría, señorita Ames. —Lucas imprimió cierta dureza en su voz—. Por si no se ha dado cuenta, tenemos otras prioridades.
—De acuerdo —aceptó Evangeline, y tomó su taza con la mirada perdida.
Lucas apretó los dientes. Se percató de que estaba tomando notas mentalmente.
—Evie nos dijo que su tío murió en los jardines… —dijo Beatrice—. ¿Acaso fue víctima de una de esas plantas espantosas?
—En realidad, falleció en la mesa del desayuno. Ya que fue en ese lugar donde la señora Buckley, el ama de llaves, lo encontró.
—Pues yo había oído que se había desplomado por los jardines —dijo Evangeline sorprendida y con el ceño fruncido.
—Los rumores nunca cuentan bien los hechos —dijo Lucas—. Los lugareños prefieren creer que lo mataron unas fuerzas sobrenaturales. Pero no les quepa la menor duda, estoy convencido de que fue asesinado, pero no por demonios o espíritus del más allá.
Evangeline intercambió miradas con Clarissa y con Beatrice. Lucas notó su curiosidad y su creciente entusiasmo. Comprendió que a todas ellas les encantaba la emoción que conllevaba un misterio. Sin duda, eso tenía algo que ver con sus facultades.
—¿Tiene algún móvil para la muerte de su tío? —preguntó Clarissa.
—Todavía no… —contestó Lucas pensativo—. Pero supongo que está relacionado con su reciente descubrimiento en los jardines.
—¿Y qué descubrimiento es ese? —quiso saber Beatrice, embelesada.
—No lo sé —admitió Lucas—. Lo único que recibí fue un breve telegrama, muy críptico, en el que me decía que había descubierto algo muy importante en el Jardín Nocturno. Murió antes de que encontrara el momento de venir a verlo por mí mismo.
—¿No sintió curiosidad? —se extrañó Evangeline.
—Verán, el tío Chester siempre me estaba informando de nuevos descubrimientos botánicos y de los resultados de sus últimos experimentos —explicó Lucas—. Si hubiera venido a Crystal Gardens cada vez que recibía un mensaje en el que me hablaba de algún nuevo híbrido fantástico, habría estado aquí cada semana.
—Pero puede que esta vez se hubiera topado con algo realmente valioso o importante, ¿es eso lo que cree? —insinuó Evangeline.
—Parece una explicación probable, pero hay otras —dijo Lucas.
—¿Tenía su tío enemigos? —intervino Beatrice.
—Que yo sepa, ninguno —respondió Lucas—. La mayoría de la gente creía que estaba chalado. Pero hay un puñado de botánicos que llevan a cabo experimentos parecidos. No muchos, claro, dada la naturaleza paranormal del trabajo. Aunque sería más adecuado clasificar de rivales a algunos de aquellos a los que él consideraba colegas.
—De modo que los celos profesionales podrían haber sido un factor —dedujo Evangeline.
—Todo esto es fascinante —murmuró Clarissa.
—Me gustaría muchísimo ver sus jardines, señor Sebastian —dijo Beatrice.
—Y a mí también —aseguró Clarissa.
—A mí también me gustaría visitar Crystal Gardens como es debido —se animó Evangeline.
—Y yo estaré encantado de mostrarles todas las partes que todavía me parecen seguras —aseguró Lucas.
—Espléndido —exclamó Beatrice.
—¡Qué emocionante! —añadió Clarissa.
—Gracias. —Evangeline sonrió—. Como ve, la visita genera muchísimo entusiasmo.
—Los jardines son más interesantes después de anochecer —informó Lucas, sin apartar la mirada de Evangeline—. Organizaré una visita esta noche con una condición.
—Quiere más detalles sobre mi último caso, ¿no es cierto? —dijo Evangeline, haciendo una mueca.
—Como estoy involucrado en lo que ocurre como consecuencia de esa situación, creo que es importante que tenga más información al respecto.
Evangeline titubeó antes de hablar:
—Todavía no sabemos si el intento de asesinato está relacionado con el asunto de los Rutherford.
Todos la miraron. Nadie dijo nada.
—Pero tenéis razón. —Suspiró—. Creer que no hay ninguna relación entre ambas cosas es demasiado. Aunque por más que lo intente, no se me ocurre cuál. Le contaré la historia esta noche, cuando visitemos los jardines.