19

Si Varian hubiera vuelto al campamento principal aquella noche; si Triv, Aulia y Portegin hubieran llegado a tiempo para la cena; si Dimenon y Margit hubieran, por alguna razón, visitado el campamento, Kai tal vez se hubiera sentido obligado a airear sus pesimistas especulaciones acerca de los theks e Ireta. En vez de ello, los entusiastas de los dinosaurios del Zaid-Dayan y la Mazer Star celebraron una gozosa sesión informal, comparando los poco habituales especímenes hallados con Trizein y los tres chicos.

Kai se sentía desgarrado entre las obligaciones sociales de alzar su espíritu al nivel del de los demás y la necesidad de preocuparse en privado acerca de sus nuevas ansiedades. Al parecer se las estaba arreglando tan bien, que ni siquiera Lunzie se dio cuenta de nada. La doctora estaba examinando los detallados bocetos de Terilla, y pegando los más coloridos en las paredes del domo, «para iluminar un poco las cosas».

Más que nada con el fin de distraerse un poco, Kai se acercó a Perens, el navegante de la Mazer Star.

—¿Por qué los dinosaurios les fascinan tanto a usted y a esos otros? Son animales que huelen mal, están llenos de parásitos, no son muy inteligentes, y no puedo concederles ningún punto de belleza. Para mí no son más que gigantescos estómagos andantes. Si Ireta no estuviera bendecida con esta explosión vegetal, haría mucho que habrían muerto de inanición.

Perens, un apuesto hombrecillo con un bigote fino como de lápiz al que tironeaba amorosamente sin cesar, sonrió a Kai.

—¿No estudió usted la historia de la vieja Tierra en sus tutorías en la nave? —Cuando Kai asintió, Perens prosiguió—: Bien, lo único que recuerdo yo con todo detalle es el capítulo de la prehistoria. El resto no era más que una sucesión de guerras y luchas por el poder, no muy distintas de las que tenemos hoy en los Planetas Federados, sólo que más intensas porque estaban limitadas a un pequeño planeta y, generalmente, a uno o dos continentes. Pero recuerdo perfectamente los dinosaurios y la era mesozoica. Los recuerdo porque perduraron, como una forma de vida viable, durante muchos más millones de años de los que llevamos viviendo nosotros. —Se alisó el bigote con aire ausente—. Siempre me he preguntado qué mantuvo a los dinosaurios presentes durante tanto tiempo en la vieja Tierra, cuando el Homo sapiens, operando a una mucho menor escala temporal, estuvo tan a punto de echar el cierre sobre sí mismo. —Se alzó de hombros y sonrió ingenuamente a Kai—. Los dinosaurios son grandes, feos y fascinantes… ¡Poder en bruto, una fuerza mayestática de la naturaleza!

En aquel momento Lunzie apareció detrás de ellos, llevando en sus manos una bandeja llena con vasos de su brebaje iretano especial. Nada podía haber sido mejor recibido.

—¡Dioses! Has estado muy ocupada, Lunzie —reconoció Kai. Se volvió hacia Perens, animándole con una sonrisa—. Espero que sea usted un buen bebedor, porque este brebaje es local, ¡pero condenadamente bueno!

Lunzie alzó las cejas en burlona sorpresa.

—Pero es un producto natural del planeta, Kai, no está procesado.

—Estoy aprendiendo capítulos y versículos como un buen Discípulo —dijo él, brindando con el vaso. Tenía ya el sabor del licor en sus labios cuando frenó su mano—. No reaccionará con la medicina de Mayerd, ¿verdad?

—Si así fuera, no te lo hubiera servido.

—En este caso… —Kai engulló todo el vaso, tendiéndolo para ser llenado de nuevo.

—Hum… ¡Cómo han llegado a corromperse los puros! —dijo ella, pero se lo llenó de nuevo antes de alejarse.

Perens fue cauteloso. Sólo se humedeció los labios, luego pasó juiciosamente la lengua por ellos. Después tomó un pequeño sorbo, paseando el líquido por toda su boca. Kai lo observó con cierto respeto, porque el espirituoso brebaje tenía mordiente. Finalmente, Perens condescendió a beber.

—No está mal del todo. Me pregunto qué es lo que emplea. Si me disculpa… —y se alejó en persecución de la doctora.

Kai se acercó entonces a Trizein, que estaba dándoles una conferencia a Maxnil y Crilsoff sobre la evolución de la familia hadrasauro, observando que había trocado un sentido agudo del olfato por una visión mejorada. Los dos oficiales estaban escuchando con muestras de profundo interés, pero Kai observó que estaban bebiendo su licor con profundos sorbos. Maxnil llamó la atención de Lunzie, indicándole por señas que necesitaba reaprovisionamiento. Como fuera que al parecer Lunzie tenía pocos reparos en servir su brebaje al grupo, la velada adquirió al poco tiempo un aspecto más rosado para Kai, y al final el contingente del crucero tuvo que quedarse a dormir en el campamento porque ninguno de ellos confiaba en los otros para que pilotaran la vuelta al Zaid-Dayan.

Finalmente una variedad de claxons los despertó a todos. Las primeras discretas llamadas se volvieron estridentes cuando ninguno de los durmientes respondió a ellas. La unidad de comunicaciones se volvió también insistente en el domo de Kai. Abrió la conexión con dedos torpes y un gruñido de asentimiento.

—Gobernador Kai, saludos de la comandante Sassinak. Acaba de enviarle su pinaza para recogerle para una importante reunión. Y, señor —añadió la educada voz del oficial de comunicaciones de guardia—, ¿hay alguna posibilidad de que el teniente Pendelman, el oficial jefe Maxnil y…

—Están en el domo principal. Los despertaré. Puedo viajar con ellos.

—No, señor, su vehículo no es lo suficientemente rápido. Disculpe, gobernador, pero me reclaman por la otra línea —y cortó.

¿Una reunión importante? Kai sintió conflictivas emociones de alivio y temerosa anticipación. Realmente hubiera debido hablar con su gente la otra noche, aunque sólo fuera para prepararla. Luego se reprendió a sí mismo por buscarse problemas donde probablemente no existían. La reunión con Sassinak podía obedecer a un gran número de cosas: la llegada del tribunal, un informe del cuartel general del sector que ella prefería no comunicar por radio, incluso un informe de Dupaynil.

Kai estaba fuera de su domo ahora, y consciente de que, gracias a una bendición especial, Ireta había producido un resplandeciente amanecer de brillo espectacular. Con la boca abierta, admiró el cielo oriental, azul claro en una franja por encima de las distantes montañas. Encima de ella, las nubes tenían un color rojo sangre teñido de naranja y amarillo, vívidos primarios para herir al ojo. El enorme cuenco superior de nubes gris noche empezaban a teñirse de púrpura oscuro, huyendo del más claro cielo matutino. El trueno retumbaba en la distancia, y una fría brisa de aroma dulzón soplaba suavemente a través de una pantalla de fuerza que rechazaría los vientos más intensos. Un amanecer tan espectacular solamente podía ser presagio de grandes cosas, pensó Kai. Pero no era propenso a creer en presentimientos, y frunció el ceño ante la extravagancia.

—Por una vez, este condenado planeta es hermoso —dijo Lunzie, acercándose a su lado. Kai le sonrió, complacido de compartir la magnificencia de aquel amanecer con alguien más—. ¿Cuál es la conmoción? Todas las señales del campamento estaban sonando… —se frotó los soñolientos ojos.

—Sassinak ha mandado llamarme.

—Mi presencia también ha sido requerida. Y la de Varian, supongo.

—Espero que sí. Voy a despertar a los oficiales.

—Te ayudaré.

La sonrisa de Lunzie tenía un toque de malicia hacia los hombres del Zaid-Dayan, que habían tragado enormes cantidades de su brebaje. Lunzie podía experimentar un mordaz deleite en las incomodidades que los excesos causaban en los demás.

Habían levantado a los profundamente dormidos oficiales cuando el globo lanzó una serie de alegres blips. Cuando Lunzie y Kai salieron del domo, la luz del amanecer se reflejaba en un costado de la pinaza. Kai estaba abriendo la pantalla cuando el boom sónico de la nave retumbó sobre sus cabezas.

—No han perdido el tiempo, ¿eh? —dijo Lunzie.

El piloto era Fordeliton.

—Tenemos que recoger también a Varian —dijo, haciendo un gesto para que se sujetaran sus cinturones—. El cuartel general del sector envió una actualización. Y… Kai —se volvió para ofrecerle al geólogo una amplia sonrisa—, la ARCT-10 está bien. De hecho, su mensaje acababa de llegar al sector.

—¿Qué le ocurrió? ¿Tiene algún detalle? —Kai se tensó en el cinturón, inclinándose hacia el piloto en su excitación.

—Si no lo divulga —respondió Fordeliton con buen humor—. Esa tormenta cósmica que fueron a investigar era considerablemente mucho más poderosa que las más atrevidas estimaciones. El sector ha enviado aviso de que ese tipo de azares espaciales deben ser «evitados, repetimos, evitados» en el futuro. Su nave perdió totalmente uno de sus motores y el panel principal de comunicaciones, y sufrió severos daños en las otras tres unidades motoras. Algunas de las secciones de ocupación fueron reducidas a chatarra, pero no hubo grandes pérdidas de vidas. Los nombres de las bajas no fueron incluidos en el mensaje.

»En cualquier caso, su NE tuvo que cojear hasta el sistema más cercano utilizando sus motores auxiliares…, lo cual le llevó cuarenta y tres años. El sector les envió una señal indicándoles que ustedes estaban a salvo y bien, así que pronto recibirán un informe oficial de todo ello. —Ford sonrió por encima de su hombro a Kai, feliz de ser el portador de buenas noticias.

—Este amanecer era un buen augurio —observó Lunzie, con un aire de complacida sorpresa.

Kai se recostó contra al respaldo del asiento, sintiendo un alivio tan intenso que le dejó un dolor en la base del cráneo.

—Nunca he comprendido por qué las NE se consideran a sí mismas invulnerables a los azares del espacio —dijo Lunzie—. Ésa es una de las razones por las que opté por esta misión cuando surgió la oportunidad, Kai. Imaginé que estaría mucho más segura en un planeta que persiguiendo una tormenta cósmica. —Esbozó una melancólica sonrisa—. Por supuesto, he estado mucho más segura.

—¿Qué? ¿Con motines, sueño helado, flecos, y ahora piratas? —preguntó Fordeliton, sorprendido.

—Al menos mis pies pisan terreno sólido, y el aire de Ireta está lleno de oxígeno.

Fordeliton emitió un sonido como de disculpa y se apretó la nariz con dos dedos. Luego se inclinó hacia su consola mientras la pinaza empezaba a descender para recoger a Varian. Estaba de pie en la cima del acantilado cuando la pinaza se posó deslizándose suavemente.

—La ARCT está bien, Varian —exclamó Kai tan pronto como ella entró en el vehículo.

Su júbilo tuvo que ser cortado en seco por Ford, que le indicó que se atara el cinturón para el viaje hasta la meseta. Kai repitió todo lo que sabía acerca de la situación de la ARCT-10, viendo reflejado su propio alivio en la expresión de alegría de Varian.

—Pero si la ARCT no está ni siquiera de camino para buscarnos, ¿por qué esta llamada urgente de Sassinak, a primera hora de la mañana? —preguntó Varian.

—Los theks —respondió sucintamente Ford.

—¿Han… «verificado»? —preguntó Lunzie.

—Ésa es la suposición de Sassinak, pero la palabra llegó en el lenguaje típico de los theks. Ningún detalle.

—Muy interesante —dijo Lunzie. Una nota en su voz hizo que tanto Kai como Varian la miraran—. ¿Estaban los theks en evidencia?

—No ha habido el menor cambio en los Osos —dijo Ford—. Por lo que he podido… ¡Hey! —exclamó de pronto, súbitamente alerta—. ¡Se han movido!

Trasteó en la pantalla principal de la pinaza, y todos pudieron ver la meseta. El crucero y el transporte no se habían movido, pero el thek mediano había desaparecido de su posición central cerca de la plancha de acceso del crucero, y los tres theks Grandes-Grandes ya no estaban justo detrás de la achaparrada masa del transporte. Estaban en el extremo más alejado de la parrilla de aterrizaje. La unidad de comunicaciones zumbó.

—Aquí Fordeliton. Sí, comandante. Acabamos de ver la redisposición. ¿Sí? De acuerdo, comandante. —Hizo una ligera desviación en la ruta de aproximación—. Voy a depositaros a los tres en… ¡Dioses! —exclamó cuando todas las alarmas de proximidad empezaron a sonar.

—¡No se desvíe! —El grito de Lunzie fue tan autoritario que Ford no corrigió su aproximación…, pero la pinaza sufrió una fuerte sacudida cuando uno de los theks que se aproximaban pasó por su lado casi rozándoles, camino de reunirse con los otros en el extremo más alejado de la parrilla.

—¿Qué fue eso? —preguntó Varian, consciente de la casi colisión.

—La horda de theks de Bonnard —respondió Kai, con considerable irritación—. Incluso los theks, o especialmente los theks, deberían seguir los procedimientos estándar de seguridad en vuelo.

—¿Qué demonios creen que están haciendo? —preguntó Varian, expresando un ultraje similar.

—Preparándose para una conferencia —respondió Lunzie, y de nuevo su tono era tenso. Bruscamente se soltó los cinturones de seguridad—. ¿Puede reducir la velocidad, Ford? ¿Sólo Kai y Varian han sido convocados a esta reunión?

—No, la comandante también está, y —Ford señaló hacia la pantalla— parece como si alguien del asentamiento y el transporte hubieran recibido igualmente invitaciones.

El capitán Cruss estaba cruzando con paso pesado la parrilla, y los dos deslizadores, uno del crucero y otro del asentamiento, cada uno con un solo pasajero, se encaminaban también hacia los theks.

—¿Qué están haciendo ahora? —preguntó Ford con tono perplejo.

Manejó los aumentos de la pantalla delantera para conseguir una mejor vista de la actividad. La horda de theks más pequeños no se había posado junto a los grandes. Mientras que algunos flotaban, otros empezaron a unirse a los Osos Grandes-Grandes, desafiando la gravedad y creando una especie de voladizo. De pronto aparecieron los tres Osos Medianos. Dos de ellos flotaban también, volviendo su extremo ahusado hacia abajo para encajar en los espacios entre los theks más grandes.

—Sí, yo tenía razón —dijo suavemente Lunzie—. Había oído hablar de esta configuración, pero nunca imaginé llegar a ver una. ¡Es una conferencia thek! —Sorpresa y maravilla tiñeron la voz de la doctora—. Kai, Varian, si queréis recordar más de lo que ellos quieran que sepáis, será mejor que os amortigüe.

—No comprendo —dijo Kai, pasando del edificio que estaban construyendo los theks a la grave expresión de Lunzie.

—¿Confiáis en mí?

—Por supuesto, y confío en los theks también. Nunca han causado daño a nuestra especie.

La boca de Lunzie se crispó en una seca sonrisa.

—Pero sabes la opinión que tienen de los efímeros. Se adscriben a la escuela de transmisión de información de la «necesidad de saber». Francamente, me gustaría saber todo lo que ha estado ocurriendo en Ireta y que tanto ha alterado a los theks. ¿A vosotros no?

Kai tuvo que mostrarse de acuerdo con aquello.

—Bien, entonces…, sé tres cosas acerca de una conferencia thek. Una, no se producen con frecuencia, quizá una vez por siglo. Dos, no hay forma de eludir una revelación completa durante una de ellas. No sé en absoluto cómo sondean los theks las mentes alienígenas, pero no hay ninguna duda de que lo hacen. —La seria expresión de Lunzie se relajó al punto de asentir tranquilizadoramente—. No tienes nada que temer, Kai. Vuestras claras conciencias y puros corazones os mantendrán firmes en estas circunstancias. El tercer punto es que, teniendo en cuenta el tiempo generalmente transcurrido dentro de ese círculo thek, los informes de los participantes confirman el hecho de que recuerdan relativamente poco de lo que ha ocurrido realmente durante la conferencia. De hecho, solamente recuerdan lo que se refiere a ellos en particular. No sé si una mente acolchada servirá de algo, pero creo que vale la pena intentarlo en estas circunstancias. ¿Vosotros no opináis así? —Inclinó ligeramente la cabeza, mirando fijamente a Kai.

—Lunzie ha señalado tres puntos válidos —dijo Ford, con una tranquila seriedad que apuntaba una nota de urgencia—. Y pronto voy a tener que aterrizar.

—Estoy dispuesta —dijo Varian, envarando los hombros y no mirando en absoluto a Kai.

—Esta conferencia es algo que querréis recordar, Kai, in toto —añadió suavemente Lunzie—. De tanto en tanto, nosotros los efímeros necesitamos un as en la manga. No se trata de deslealtad a los theks, en absoluto, y tú lo sabes.

Con un seco asentimiento, Kai aceptó, pese a una cierta reluctancia residual. No podía decir por qué se resistía a lo que era eminentemente una sensible precaución, porque en realidad deseaba saber exactamente lo que había estado ocurriendo en Ireta. Especialmente si la ARCT-10 había informado y podía estar muy bien de camino para recoger a la expedición.

—Relajaos —dijo Lunzie—, liberad vuestras mentes de pensamientos, respirad lenta y profundamente, listos para entrar en trance.

Al contrario que la situación de barrera, Lunzie simplemente reforzó las órdenes originalmente implantadas que Kai y Varian habían recibido durante el entrenamiento como Discípulos, destinados a impedir las sugestiones post-hipnóticas. Terminó el acolchado justo en el momento en que Fordeliton hacía descender la pinaza, a poca distancia del impresionante edificio thek. Un estrecho pasillo quedaba abierto entre dos de los theks Grandes-Grandes, mientras el thek Mediano flotaba sobre ellos. Los theks más pequeños que no habían encajado en el techo del edificio se habían unido a los lados como contrafuertes volantes.

¡Una catedral! Sí, decidió Kai… A eso era a lo que se parecía la estructura, y sintió que le invadía un profundo estado de reverencia.

Sassinak y Aygar descendieron de sus deslizadores, y el joven iretano contempló la estructura thek con abierta sospecha.

—¿Por qué han hecho esto? —preguntó a Varian, luego miró a Kai casi acusadoramente—. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué he sido obligado a venir?

—Los theks te lo dirán —respondió Sassinak.

—Entonces, ¿por qué no lo hacen simplemente? ¿Por qué necesitan erigir un… «monumento»? —Hizo un gesto despectivo hacia el edificio.

—Se te ha concedido un honor único, joven —dijo Lunzie, consciente del creciente antagonismo de Kai.

—Últimamente, parezco ser el receptor de muchas cosas de las que podría perfectamente pasarme. —La arrogante mirada de Aygar los barrió a todos, deteniéndose finalmente en la masiva figura del capitán Cruss—. ¿Qué ocurre con él? No debería tener problemas para andar en este planeta.

Su comentario hizo que los demás se volvieran y miraran al equipo pesado, cuya forma de andar era realmente curiosa. Parecía estar ligeramente inclinado hacia atrás, y sus piernas se movían solamente a partir de la rodilla, en un paso extrañamente restringido.

—No creo que apruebe esta reunión más que tú, Aygar —sonrió melancólicamente Lunzie—. Pero asiste a ella, lo quiera o no.

El capitán Cruss estaba ahora lo suficientemente cerca como para que fuera visible la expresión de su rostro: furiosa indignación y resistencia. También podía verse que no estaba andando, sino que estaba siendo transportado justo por encima del nivel del suelo, y que estaba intentando constantemente alcanzar el suelo para clavar sus talones en él.

—Un poco de ayuda de un amistoso thek nos hubiera ahorrado un montón de problemas, ¿no? —observó Lunzie a Sassinak, con los ojos resplandecientes ante los apuros del equipo pesado—. ¿Recuerda los procedimientos? —preguntó a la comandante.

—Mi memoria estará clara, no se preocupe. Vamos, ahora ya estamos todos. No sería educado hacer esperar a nuestros anfitriones.

Con una sonrisa, Sassinak tomó a Aygar del brazo y penetró osadamente en el monumento thek. El reacio capitán Cross cerró la marcha. Al instante mismo en que hubo cruzado el portal, éste se cerró con un ruido sordo.

«Catedral» es un término completamente apropiado, pensó Kai, admirando el extraño entorno. La iluminación del interior realzaba esa impresión.

—¿Está Tor aquí? —preguntó Varian a Kai en voz muy baja.

—Espero que sí —murmuró Kai, escrutando los triángulos individuales de theks que formaban el techo. Las delgadas líneas de luz que definían las distintas partes del conjunto se cerraron bruscamente. Sin embargo, no hubo un obscurecimiento apreciable.

—Creo que han situado allí a su thek más viejo —dijo Sassinak, hablando también en voz muy baja. Señaló hacia el extremo más alejado. Kai distinguió entonces la silueta de un objeto apoyado sobre el suelo. Parecía ser una colección de fragmentos porosos, de un color gris carbón, oscuro y mate, muy diferente de la habitual obsidiana de los theks—. Y si realmente es un thek muy viejo, entonces los efímeros tendremos que revisar algunas de nuestras teorías favoritas… y algunas bromas.

Kai no estaba seguro de que su frivolidad fuera adecuada, pero se sintió extrañamente tranquilizado por su comentario.

—Comandante, exijo una explicación del ultrajante tratamiento al que he sido sometido —exclamó el capitán Cruss, y su sonora voz reverberó tan fuertemente que los demás retrocedieron unos pasos.

Sassinak giró sobre sus talones para enfrentarse al robusto hombre.

—No sea estúpido, Cruss. Sabe perfectamente bien que los theks tienen sus propias leyes. Y ahora está usted sujeto a una de esas leyes, y a punto de presenciar su justicia.

Se le ocurrió a Kai que, inadvertidamente, ellos también habían adoptado un esquema triangular: Cruss en un vértice, Aigar en otro, él y Varian en el tercero, mientras que Sassinak estaba en el centro. Aquella fue la última observación que tuvo tiempo de hacer, porque entonces el thek empezó a hablar.

—Hemos verificado.

La afirmación fue un shock para Kai, no por su contenido, porque ya había supuesto que era por aquello por lo que había sido convocada aquella reunión, sino porque la afirmación fue seguida por toda una frase, y porque el sonido que formaba la frase parecía moverse a lo largo de toda la pared interior en sílabas:

—Ireta es para los theks como lo ha sido durante centenares de millones de años. Seguirá siendo thek. Por esas razones…

Una curiosa nota sonó en aquel punto en la mente de Kai, pero tuvo el suficiente control para observar tan sólo que Varian se veía igualmente afectada, y luego el pensamiento consciente se hizo imposible cuando un sonido blanco los envolvió a todos.