14
A la mañana siguiente, Varian y Kai reunieron a todos los supervivientes para explicarles su regreso al campamento original. La única en protestar fue Aulia, y lo hizo a pleno pulmón, proclamando histéricamente que estaban siendo transferidos a su muerte segura porque aquellos horribles animales estaban preparados para cargar de nuevo contra ellos, sin mencionar las cosas que habían devorado a Kai. En aquel punto, incluso la insensible Aulia se dio cuenta de la desaprobación que brotaba de todos lados. Su monólogo murió en un rebelde murmullo.
—La comandante Sassinak nos ha equipado con pantallas de fuerza de ataque y repulsión —dijo Kai—, y un dispositivo que es nuevo para nosotros pero infalible en detectar agresiones de cualquier fuente. Creo que podemos regresar tranquilamente. Es a ese lugar, al fin y al cabo, donde acudirá a buscarnos la ARCT-10.
—Kai, maldito «arcteano», ¿crees honestamente que la veremos de nuevo alguna vez? —la voz de Aulia era casi un chillido.
Los tres miembros más jóvenes se tensaron y miraron intensamente a Kai, aguardando su respuesta.
—Sí, puedo creer honestamente que la nave volverá a por nosotros. Éste es un caso en el que no tener noticias indica buenas noticias. Ni el capitán Godheir ni la comandante Sassinak han hallado nada en sus bancos de datos sobre la pérdida de una NE. Una pérdida de este tipo hubiera sido noticia en toda la galaxia. La comandante Sassinak ha pedido al sector una actualización con referencias específicas a un informe sobre la posición de la ARCT-10.
—En cuarenta y tres años la nave podría estar en otra galaxia. Quizá por eso no se ha oído hablar de ella.
—Según los mismos criterios —dijo Lunzie con voz insolentemente seca—, podría haber necesitado esos cuarenta y tres años para conseguir salirse de esa tormenta cósmica.
Ansiosa por proseguir el ataque, Aulia inspiró profundamente, pero exhaló el aire en un jadeo cuando Portegin la pellizcó fuertemente en el brazo. Frotándoselo, se volvió a Triv…, pero cuando vio su mandíbula encajada y la irritación en sus ojos, se sumergió en un malhumorado silencio.
—Bien, será mejor que organicemos el traslado. La gente del Zaid-Dayan se encontrará con nosotros en el campamento a las 09:00. Empecemos a trabajar. —Lunzie apuntó a Kai con un rígido índice—. Tú serás el director ejecutivo de la operación. ¡Sentado aquí! —señaló un taburete al lado del fuego.
Kai le dirigió una sonrisa y asumió ostentosamente su posición de mando.
De hecho, no tomó mucho tiempo asegurar el escaso mobiliario en la lanzadera, ni empaquetar las cosas en los deslizadores. Varian se quedaría con un deslizador biplaza para su uso particular y mantendría unas pocas necesidades básicas en la cueva, para poder seguir con sus observaciones, si el tiempo y las circunstancias se lo permitían. Luego llegó Kenley con otros miembros de la tripulación de la Mazer Star para ayudar en el traslado.
Triv iba a pilotar la lanzadera, y sujetando firmemente a la obstinada Aulia por el codo la metió en el aparato. Lunzie les siguió «para luchar con ella si fuera necesario», dijo en un furioso aparte a Varian. Portegin cerró la marcha, con aspecto tan hosco como el de Aulia pero por un motivo distinto. Dimenon llevaría a Trizein, Terilla y Cleiti en el deslizador de cuatro plazas, junto con los pertrechos de Trizein. Éste no dejaba de dar instrucciones a las dos muchachas sobre lo que debían ir metiendo y dónde, mientras Dimenon, con uno de los deslizadores pequeños, le daba a Bonnard una lección de vuelo que, según decía vehemente Bonnard, le correspondía desde hacía mucho como el hombre de cincuenta y ocho años que era. Margit y Kai se ocuparon del otro deslizador, cargándolo con todo lo que quedaba.
Cuando todo estuvo listo para el despegue, Kenley subió la escalera hasta la parte superior del acantilado, decidido a filmar el éxodo y la reacción de los giffs ante él. Si es que el clima lo permitía, corrigió lúgubremente: una negra línea de tormenta estaba señalando su aproximación por el lado del mar interior.
Varian y otro grabador permanecerían en la cueva. La mujer esperaba que los tres giffs viejos entraran en la cueva, una vez que el «gran huevo» hubiera abandonado el nido. La partida de la lanzadera podía plantear un auténtico shock cultural para los giffs, pero su marcha no podía impedirse. La lanzadera era una unidad esencial para el campamento principal. Su partida proporcionaría probablemente nuevos motivos de penetración a la inteligencia y percepción de los giffs, parámetros que Varian se sentía ansiosa de establecer pese al considerable shock que iba a ocasionar a los animales dorados.
Los deslizadores pequeños partieron primero, ligeramente agitados por los tormentosos vientos pero alejándose rápidamente de la turbulencia. Hubo que dar la vuelta a la pesada lanzadera, una maniobra que Triv efectuó diestramente, sacándola luego majestuosamente de la cueva y elevándola con gran dignidad por encima del acantilado. Varian sonrió para sí misma: había un inesperado elemento de teatralidad en el viejo Triv. Creyó oír un apagado grito de sorpresa de Kenley, pero en todo caso el viento se lo llevó y no pudo estar segura.
Con los deslizadores y la lanzadera fuera, la cueva parecía desoladamente vacía, y su pequeña alcoba una intrusión. Se sentó en el extremo de la banqueta, cargando el peso de la grabadora en su hombro. Las lianas penetraron en la cueva con una ráfaga de aire y un poco de la lluvia matutina la salpicó, mojando su rostro y manos y haciendo sisear el pequeño fuego.
Estuvo segura de oír los gritos de los giffs, agudos y excitados. ¿Por qué no había pensado en equipar a Kenley con una unidad de pulsera, para que pudiera irle diciendo lo que ocurría? Sí, había oído lo que solamente podía haber sido un griterío, y una emisión completamente humana. Aguardó pacientemente.
Se vio recompensada. De pronto las lianas fueron echadas a un lado y tres grandes aves doradas se deslizaron al interior de la cueva, deteniéndose a una respetuosa distancia de donde había anidado durante tanto tiempo la lanzadera. Varian sonrió ante su uso de la terminología mientras los grababa. Los tres giffs miraron al vacío espacio, con las alas aún semiextendidas. Los giffs de los extremos volvieron interrogativamente sus cabezas hacia el giff del centro, el cual hizo el equivalente de un encogimiento de hombros y plegó limpiamente las alas a su espalda en un gesto que podía interpretarse como de resignación ante una desagradable verdad.
Luego cada uno de los giffs pareció hundirse sobre sus patas, apretando las alas contra su cuerpo y encogiendo ligeramente el cuello. Varian percibió un aura de tristeza y decepción en ellos. Un pequeño sonido, justo al nivel de lo audible, llegó a sus oídos. Tenía que proceder de los giffs, puesto que no era causado por la tormenta ni por el viento: una nota triste y desconsolada. Tan triste que Varian sintió que el vello de su nuca empezaba a erizarse y decidió que ya era tiempo de hacer un avance.
Acababa de cambiar la grabadora de posición cuando Kenley descendió inesperadamente por el palo de la escalera. Los giffs extendieron las alas, silbando y lanzando exclamaciones tan fuertes que Varian se alarmó.
—¡Kenley, quédese quieto! ¡Abra los brazos! ¡Viene usted en son de paz!
—¡Me quedaré donde estoy! —Kenley cumplió con las instrucciones recibidas pero se apoyó contra la escalera como el más cercano medio de escapar de las aladas criaturas, que obviamente se preparaban a atacarle.
Varian se adelantó rápidamente, rodeando por un lado a los giffs que avanzaban amenazadores, y se situó entre ellos y Kenley.
—¡No le hagáis daño! —exclamó, con los brazos abiertos de par en par frente a los giffs para impedir su avance—. ¡Me conocéis! Tenéis que conocerme.
—¿Y si no la conocen? —dijo Kenley a sus espaldas. Había sujetado los primeros peldaños de la escalera.
—¡Soy amiga vuestra! Me conocéis. —Varian necesitó un tremendo esfuerzo para mantener su voz en un tono amistoso. Los giffs estaban tan cerca de ella que podía oler el aroma a pescado y especia que exudaban. Sus largos picos puntiagudos se habían alzado ligeramente y estaba siendo observada por unos ojos muy atentos y hostiles. Los dedos en la mitad de las alas se flexionaban como si quisieran agarrarla.
—Lamento no tener tampoco nada de hierba del valle de la hendidura para ofreceros. Éste no es precisamente el momento de aparecer ante vosotros con las manos vacías, pero no esperaba que Kenley apareciera por aquí antes de que yo hubiera tenido la oportunidad de hablar con vosotros. No es que podáis comprender mucho más que el tono de mi voz, pero ya veis que estoy intentando ser agradable y amistosa, ¿no lo creéis así?
El giff del centro, el que Varian había bautizado como giff grande, la dominaba con su tamaño, agitando los dedos, la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado como si mantuviera su ojo derecho fijo en ella.
—Cielos, Varian, ¡ni siquiera llevo un aturdidor en mi cinturón! ¿Qué vamos a hacer?
—Voy a seguir hablándoles —dijo ella, sonriendo tan ampliamente que tuvo la impresión de que sus mejillas iban a desgarrarse—. Y usted no mueva un músculo a menos que salten sobre mí. Si lo hacen, entonces será mejor que suba esa escalera a toda la velocidad que le den sus piernas. —Su tono era ligeramente alegre pese a sus ominosas palabras, y cuando Kenley gruñó, añadió—: No haga eso, amigo. Muéstrese tan alegre como yo. Ellos comprenden el tono, y ése no fue el adecuado. ¿De acuerdo?
—Captada la insinuación.
Varian no pudo evitar el sonreír ante la intensidad de las palabras del hombre. Luego, muy lentamente, tendió una mano hacia delante.
—Ahora veamos si podemos hacer los primeros avances de lo que espero sea una larga y duradera amistad.
Observó el cuerpo del giff grande, desviando brevemente la mirada hacia sus alas, pero el animal parecía tan curioso respecto al siguiente movimiento de ella como se sentía ella hacia la reacción del giff. Moviéndose con gran precisión, Varian acarició la garra del ala del giff. Se agitó inquieta, pero el giff no la retiró. Varian dejó que sus dedos resbalaran desde la garra hasta la superficie del ala. —Hey, pareces aceitoso. Esto no tiene el tacto de un pelaje, en absoluto.
—¿Esa cosa tiene pelo? Creí que los pájaros siempre tenían plumas.
—Hay un punto en la evolución en que el pelaje coexistió con las plumas. Los giffs tienen pelo.
Varian apartó su mano del giff grande, que había permanecido observándola con unos ojos que no parpadeaban. Ahora, repentinamente, parpadearon varias veces, con la misma y abrumadora expresión de un niño pequeño que se ha endurecido frente a una experiencia desconocida y de repente recibe una agradable sorpresa.
—¡Hey! No fue tan terrible, ¿verdad? —dijo Varian, sonriendo ante la honesta reacción a su actitud.
Se volvió hacia el giff más pequeño y, dándole tiempo de retroceder, acarició ligeramente la garra de su ala. El pájaro aguantó el contacto, pero inmediatamente dio un pequeño paso atrás.
—De acuerdo. Capté el mensaje. —Miró al otro giff pequeño y, como si éste captara su intención, dio también un paso atrás—. Y a ti te recibo fuerte y claro. —Miró de nuevo al giff grande—. Así que tú eres el valiente, ¿eh?
Algo parecido a un canturreo brotó del giff grande. Su garganta estaba vibrando.
—Oh, así que estás de acuerdo conmigo… —Lentamente, extendió de nuevo su mano hacia la garra del ala, cuyos tres dedos colgaban fláccidos. Tomó uno entre su índice y su pulgar y lo apretó muy suavemente—. Un apretón de manos iretano. El primer contacto entre especies.
—¡Tiene usted valor! —jadeó Kenley a sus espaldas.
—No se mueva, Kenley.
—Ni un pelo. Se lo dejo todo a usted.
Mantuvo su ligero apretón, y su amplia sonrisa, consciente del intenso escrutinio del giff grande. Luego, tentativamente, la garra se cerró suavemente alrededor de sus dedos. El contacto era cálido y seco, y Varian se preguntó qué impresión tendría el giff del contacto con su carne. La garra soltó sus dedos, y ella retiró su mano.
—Normalmente una dice: Hola, ¿cómo te encuentras hoy? —Varian inclinó el cuerpo en una ligera reverencia y rió triunfante cuando el giff se inclinó también ligeramente hacia ella.
—Tendría que haber grabado esto, Varian. Realmente hubiera debido hacerlo. Para eso es para lo que estoy aquí, ¿no?
Kenley sonaba agraviado, y Varian tuvo que contener su irritación.
—Lo habría hecho yo misma, si no hubiera bajado esta escalera como si todos los galornis del mundo estuvieran tras de usted. —Varian consiguió mantener su voz en un tono falsamente alegre, pero se sentía irritada con Kenley por su entrada.
—No lo hubiera hecho —respondió él exasperado— si hubiera sabido que tenía usted este trío aquí dentro. Pero no lo sabía. ¿Cómo entraron?
—Volando. Saben volar.
—Lo siento. Supongo que me precipité. Hey, tengo que filmar esto…
—Lo único que le pido es que se mueva lentamente, Kenley.
Varian mantenía la mirada fija en el gran giff. Éste había mantenido un ligero sonido, surgido de muy adentro de su pecho, y los otros dos giffs habían empezado a retroceder de Varian. Luego, como si aquello fuera una muy repetida cortesía, el gran giff empezó a retroceder también, un movimiento torpe y difícil para un animal de su tamaño. Luego, tras un segundo comentario entre ellos, los tres giffs anadearon con cierta envarada dignidad hacia la boca de la cueva y se dejaron caer por ella.
Kenley corrió hacia el borde, enfocando la grabadora hacia su salida.
—¡Guau! ¡Conseguí grabar eso! —dijo, ignorando el hecho de que había sido su comportamiento lo que había ocasionado que se perdiera grabar la más impresionante escena de un primer contacto.
Varian dejó escapar un suspiro de intenso alivio. El sudor resbalaba por su frente, y lo secó con la manga mientras la reacción debilitaba sus rodillas. Regresó a su banqueta y se sentó pesadamente en ella.
—Regla número uno, al filmar animales de hábitos y costumbres desconocidas… acércate cautelosamente desde cualquier dirección.
—Hey, Varian, los tres que estuvieron aquí han desaparecido en su gallinero, pero hay toda una flotilla de ellos dirigiéndose al sur, hacia el centro del mar interior.
Olvidando la reacción nerviosa, Varian avanzó a toda velocidad hacia la entrada, colgándose de una liana para impulsarse hacia fuera más allá del reborde, inclinando su cabeza hacia arriba. La anterior tormenta había pasado, y pudo ver en el brumoso cielo a las doradas aves dedicadas a sus actividades diarias, las redes aún vacías colgando de sus patas.
—¡Espero que haya traído un buen metraje de reserva, Kenley, porque están yendo a pescar! ¡Vamos!
El hombre se reunió con ella en el deslizador. Gracias fueran dadas a los dioses: era grande estar haciendo lo que había anhelado hacer desde que había despertado.