11
Varian y Fondeliton habían girado corredor abajo hacia la sección de intendencia cuando Aygar y dos del grupo del encuentro en el campamento surgieron procedentes de otro acceso. Aygar dirigió a Varian tan sólo una breve inclinación de cabeza. Los tres llevaban los breves trajes adoptados por los nativos, aunque ahora provistos de cinturones de fuerza, aturdidores y unidades de carga. Varian decidió que los iretanos eran realmente mucho más atractivos como derivaciones humanas que como adaptaciones de los equipos pesados.
Después de haber recogido todo lo de su lista, con excepción de los tampones nasales, que el oficial de intendencia consideraba que debía ser su más apremiante necesidad, Varian estaba solicitando ayuda para llevar la carga al deslizador cuando el comunicador de Fordeliton sonó.
—Un momento, Varian, eso también le concierne a usted. La comandante Sassinak le envía sus saludos y pregunta si podemos reunirnos con ella inmediatamente. Oficial, encárguese de que estos pertrechos sean cargados en el deslizador de la gobernadora.
Varian se sorprendió de encontrar allí a Kai, a la doctora Mayerd y a Florasse, la hija de Tanegli, a la que había conocido cuando se había presentado en el asentamiento en el papel de Rianav. Mientras estaba siendo presentada, entró Aygar.
Entonces la comandante activó la pantalla principal.
—Este informe acaba de llegar del sudoeste, de parte del geólogo Dimenon. Cree que debemos saber de sus progresos.
—Ése es el emplazamiento del último hallazgo de Dimenon —dijo Kai cuando reconoció el terreno.
—Y el hábitat actual de veintitrés theks pequeños, si mi cuenta es correcta —añadió Sassinak con avieso regocijo—. Ahora observen los bordes de la imagen.
Mientras hablaba, Kai dejó escapar un inadvertido jadeo de horror y revulsión. Adelantó ambas manos al frente mientras los flecos avanzaban con su inimitable propulsión de encogerse-estirarse, encaminándose directamente hacia los sedentarios theks.
—A esos bichos les espera una buena sorpresa, gobernador —indicó Sassinak.
No obstante, Kai contuvo el aliento y arqueó el cuerpo hacia atrás mientras el primer flecos se extendía para envolver a un thek. Varian se sentía más interesada por las reacciones de Kai que por lo que estaba ocurriendo en la pantalla. Mayerd estaba observándole también discretamente. El flecos había sido atraído por una entidad letal, porque sus lados empezaron a fundirse y, antes de que la criatura pudiera desistir, se había visto reducida a su arrugado soporte cartilaginoso. Los otros flecos se enfrentaron al mismo destino. Luego, mientras los fascinados observadores miraban, los flecos que no se habían desplegado sobre sus pretendidas víctimas empezaron a frenar su avance y se detuvieron estremecidamente.
—Varian, ¿ha efectuado usted alguna investigación a fondo sobre esos… cómo los llaman, Aygar? —preguntó Sassinak.
—Flecos —la única palabra de Aygar rompió la hipnotizada mirada de Kai sobre la pantalla, atrayéndola hacia el iretano.
—La joven Terilla los llamó así —dijo Kai con una voz llana y fría, apartando los ojos de Aygar.
El robusto iretano no hizo ningún comentario, inclinando brevemente la cabeza.
—Sean lo que sean esas pirámides negras…
—¡Son theks! —Kai se mostró casi desabrido.
—Los flecos han encontrado entonces la horma de su zapato en esos theks. ¿Generan mucho calor?
—Sí.
—¿Qué fue lo que me dijo usted, Kai? —murmuró Mayerd en la incómoda pausa que siguió a la respuesta de Kai—. ¿Que los theks están alimentándose con la energía en bruto de Ireta?
Kai asintió secamente. La mujer agitó con lentitud la cabeza, sin apartar los ojos de la pantalla.
—No son de este mundo, Aygar, así que, ¿por qué necesitábamos saberlo? —La voz de Florasse tenía armónicos de confianza traicionada y desilusión, los suficientes como para hacer que Kai la mirara con sorpresa.
—¿Qué interés tienen los theks en nuestro mundo? —preguntó Aygar, pasando su mirada de la cerrada expresión de Kai a Varian.
—Nosotros también nos sentiríamos mejor si lo supiéramos, Aygar —le respondió Sassinak—. Los theks son una especie de muy larga vida que mantienen su propio consejo, comunicándonos a nosotros, pobres efímeros, solamente la información que consideraban que merecemos recibir.
—¿Son vuestros supremos gobernantes?
—¡En absoluto! Sin embargo, constituyen una fuerza vital en los Planetas Sentientes Federados. Uno no puede ni debe mezclarse impunemente con los theks… como acabamos de ver. Lo que ahora nos interesa es otra cuestión: ¿qué saben ustedes, los nativos iretanos, sobre los flecos?
—Que hay que mantenerse alejado de ellos. —La mirada de Aygar se clavó brevemente en Kai.
—¿Y qué más? —le animó Sassinak.
—Son atraídos por el calor corporal, y envuelven a su presa, aferrándola con los dedos que tienen en la mitad de su sección para asegurarse. Luego consumen a su víctima con sus jugos digestivos. El mono de vuelo que llevaba usted fue lo que le salvó la vida —observó Aygar a Kai—. Los flecos tienen problemas en digerir las fibras sintéticas.
—¿Qué arma utilizan para protegerse contra esos animales? —preguntó Sassinak.
—Pues… huimos de ellos —y Varian estuvo segura ahora de que el joven estaba poseído por un fino sentido del humor—, puesto que no poseemos ningún arma efectiva. Unos cuantos theks apostados por los alrededores serían un medio disuasorio ideal.
Fordeliton tosió fuertemente, e incluso Sassinak miró un tanto sorprendida al iretano ante la irreverente sugerencia de Aygar.
—¿Es efectivo el fuego?
Aygar se alzó de hombros.
—Nunca los he visto quemarse antes, aunque no hemos tenido oportunidad de usar ningún líquido inflamable. Hasta ahora no han penetrado en esta meseta.
Sassinak se volvió hacia la última escena en la pantalla: los flecos retirándose de los theks.
—Observamos flecos acuáticos antes de entrar en criogenia —dijo Varian—, pero ninguna evidencia de comunicación entre miembros de la especie. Quizá los flecos terrestres estén más adelantados en su evolución. —Se estremeció—. No me gusta siquiera pensar en lo que podrían hacer en cooperación. Los acuáticos son considerablemente más pequeños. Oh, y las aves doradas también se mantienen muy apartadas de ellos.
—¿Flecos en el mar? —Aygar se volvió hacia Varian, con el ceño fruncido.
—Sí, nuestro químico hizo algunas pruebas sobre el tejido de los flecos. Constituyen una de las muchas anomalías que este planeta nos presentaba. Una forma de vida con un desarrollo celular completamente distinto del de los dinosaurios…
—¿Dinosaurios? —entró en erupción Fordeliton, sorprendido.
—Sí, está todo en mi informe —dijo Varian—. El Tiranosaurio rex, al que llamamos «caracolmillos», hadrasauros de todas las variedades, crestados, con casco, hiracoterios, pteranodontes, a los que yo llamé giffs…
—Pero eso es ridículo —empezó Fordeliton.
—Eso es lo que dijo Trizein. Es un naturalista aficionado al mesozoico…
—¿Tienen dinosaurios en esta meseta? —preguntó ansiosamente Fordeliton a Aygar.
—No. Escogimos la meseta porque está afortunadamente desprovista de formas de vida grandes —dijo Aygar—. Evitamos los dinosaurios del mismo modo que evitamos los flecos. Especialmente los pájaros dorados. —Lanzó una mirada de soslayo a Varian.
—Los giffs son inofensivos —dijo Varian firmemente.
Las cejas de Aygar se alzaron ligeramente en una expresión de duda, una duda que Florasse secundó.
—Obviamente hay una gran cantidad de información que debe ser compartida —dijo Sassinak, recuperando firmemente el control de la reunión—. Y es un motivo considerable para que todos ustedes cooperen —y su gesto abarcó a todo el grupo—. Estimo que tienen una semana, dos semanas como máximo, antes de que reciba órdenes, ya sea del Sector o del Tribunal. Como mencioné antes, cualquier nave de la Flota que se encuentre con supervivientes varados tiene la obligación de prestar cualquier ayuda razonable que le sea pedida. Por el momento, ignoraremos esa complicación —e indicó con un dedo el transporte de los equipos pesados—. Mi nave lleva cuatro meses en el espacio y mi tripulación agradecerá una estancia en un planeta, aunque huela tan mal como éste. Muchos de ellos tienen aficiones técnicas: geología, botánica, metalurgia, agronomía. Hay analistas de todas clases. —Tendió una hoja impresa a Kai y otra a Aygar—. Estoy segura de que podemos arreglar un reparto de tareas que incluya a cualquiera que usted considere que puede ser útil, gobernador. Mi gente aportará con entusiasmo lo que pueda faltarles en experiencia. —Kai tomó la hoja que se le tendía, pero Aygar permaneció mirando estólidamente a Sassinak. Con un asomo de irritación, la comandante del crucero agitó la hoja ante él—. Tiene perfecto derecho a mostrarse suspicaz ante cualquier oferta gratuita de ayuda, joven, pero no a ser estúpido. Tiene usted tanto que perder o ganar como esa gente. Puede que no se dé cuenta de ello, pero mi profesión es proteger la vida en todas sus miríadas de misteriosas formas. No destruirla.
Florasse se agitó nerviosamente, sintiendo hormiguear su mano, pero Aygar dio un paso adelante y tomó la lista con otra de sus rígidas inclinaciones de cabeza.
—Para mi información, apreciaría mucho un informe de ustedes los iretanos sobre las formas de vida que han encontrado. Gracias por su atención. —Se levantó, indicando que la reunión había terminado, y su gesto indicó que Varian y Kai debían quedarse—. Ahora —dijo cuando la puerta se hubo cerrado de nuevo—, ¿ha habido alguna suerte con sus investigaciones, Mayerd?
—Es demasiado pronto para decirlo.
—¿Qué? ¿Su aparato de diagnósticos le ha fallado?
—Mi unidad tiene mucho que digerir, pero ha confirmado la medicación provisional que recomendó la Mazer Star. Pronto tendremos un informe más completo. —Sonaba confiada.
—¿Puedo volver con mi grupo, entonces? —La expresión de Kai era desacostumbradamente tensa.
—Tan sólo si se lleva con usted a Fordeliton. Es un devoto entusiasta de los dinosaurios.
—Tiene que haber algún error —dijo Fordeliton, casi forzando sus palabras.
—No según Trizein. Nuestro químico es también un entusiasta de los dinosaurios —respondió Varian—. Geológicamente, este planeta se halla anclado en el mesozoico.
—No hay ninguna posibilidad, mi querida Varian, de que en Ireta pudieran evolucionar criaturas similares a los monstruos que vagaron por el planeta Tierra hace millones de años.
—Somos muy conscientes de esa improbabilidad —le aseguró Varian con una desconsolada sonrisa—. Pero eso es lo que tenemos, y Trizein lo ha verificado. Está en todos nuestros informes.
—Ya veo que voy a tener que dedicar una gran atención a esos informes. Esperaba que Ford lo hiciera por mí. —Sassinak hizo una mueca de resignación—. Pero en conciencia no puedo retenerle aquí dentro si esos animales están realmente merodeando por ahí fuera. ¿No tenemos a otros naturalistas en la lista, Ford?
—Sí, comandante… Maxnil, Crilsoff y Pendelman. Anstel también, pero está de guardia.
—No son tripulación esencial, ¿verdad? No, ya veo. ¿Les importaría llevar de vuelta a algunos pasajeros a su nido de águilas, gobernadores? —Cuando recibió una ansiosa afirmación por parte de Varian, hizo una seña con la cabeza a Fordeliton—. Ocúpese de ello, ¿quiere, Ford? Busque un transporte, y será mejor que tome también algunas provisiones y vituallas. Manténgase en contacto. Ahora, todos, fuera de aquí. —Tomó la primera de las cassettes de los informes y la deslizó en la ranura de reproducción de su consola—. Voy a tener mucho trabajo. —Los despidió agitando la mano.
Abandonaron la estancia casi como niños saliendo de una aburrida clase. La excitación de Fordeliton era palpable.
—Miren, buscaré a Maxnil, Crilsoff y Pendelman, haré una incursión a los almacenes y al laboratorio de grabaciones y les sigo luego. ¿De acuerdo?
—¿Tendrá tiempo, y espacio en la nave, para tomar a uno o dos de los geólogos? —preguntó Kai.
—Por supuesto. —Fordeliton torció el cuello para ver la lista en manos de Kai—. Baker, Bullo y Macud son buenos, y trabajan duro. En estos momentos están fuera de guardia, así que deben sentirse aburridos y no me costará persuadirles de que me acompañen. —Fordeliton sonrió—. No hay ningún problema. No quiero que se sienta presionado, pero recuerde: esto es un trato.
Por entonces habían alcanzado la esclusa de salida. Varian tuvo un claro atisbo del cielo y vio a los tres deslizadores del asentamiento iretano partir con dirección al sudeste. Se preguntó si iban a consolidar su posición en el primer campamento que habían abandonado. Miró rápidamente para ver si Kai había observado los deslizadores, pero estaba discutiendo de provisiones con Fordeliton.
—Si dispone de rastreadores en sus almacenes, sería buena idea montar uno en su deslizador —sugirió Varian a Fordeliton.
—Tenemos. Lo haré. Les seguiré tan pronto haya reunido a los hombres.