12

Afortunadamente, Fordeliton les avisó de su llegada con algunos minutos de antelación, lo cual le dio a Varian el tiempo suficiente para elevarse e impedir que la lanzadera del crucero fuese atacada por los giffs. Fordeliton se mostró tremendamente excitado ante la variedad de animales que había visto en su camino hasta el acantilado. Cuando Varian le guió al interior de la cueva, estaba alucinado con los giffs, y sus compañeros Maxnil, Crilsoff y Pendelman no le iban a la zaga.

—Ahora que les tengo aquí, no estoy segura de lo que hacer con ustedes —dijo sinceramente Varian—. Trizein está fuera con el joven Bonard y Terilla…

—Podemos reunimos con él… —Fordeliton era todo ansiedad.

—No tiene mucho sentido el duplicar los esfuerzos. ¿Qué velocidad y alcance tiene su deslizador? —preguntó Varian, mientras buscaba un somero mapa del continente principal de Ireta que Kai había dibujado la tarde anterior.

—La estándar de la Flota: supersónica.

—¿De veras? Entonces, ¿no les importaría trabajar en la región polar? No hemos llegado hasta tan lejos. ¿Su deslizador puede soportar altas temperaturas?

—¡Por supuesto!

—Bien, entonces… —Varian señaló hacia la zona polar septentrional—. Me gustaría saber si hay alguna variedad de esos bichos que se hayan adaptado al calor intenso.

—Simplemente pondré ese mapa en el localizador, y partiremos de reconocimiento.

Apenas se habían marchado cuando un segundo deslizador penetró en territorio giff. No habían pensado en anunciar su llegada, de modo que Varian tuvo la oportunidad de presenciar el modo de ataque de los giffs. La conmoción resultante sacó a Lunzie de su cubil.

—Vas a tener que subir y escoltarles —le dijo a Varian.

—Sí, creo que ya hemos tenido bastante diversión —dijo Varian para sí misma, mientras acudía al rescate.

Esta vez era el segundo turno del Zai-Dayan, los entusiastas de la geología: Baker, Bullo y Macud. Kai contactó con Dimenon, y luego dispuso un sector no explorado para que los hombres del crucero se dedicasen a él. Partieron con la moral muy alta.

—No podemos seguir alarmando a los giffs de este modo —dijo Varian—, teniendo en cuenta que vamos a necesitar ayuda para cumplir con nuestra misión.

—¿Por qué no regresamos entonces a nuestro emplazamiento original? —sugirió Lunzie. Cuando observó la rígida postura de Kai, se alzó de hombros—. Bueno, sólo era una idea.

Kai inspiró profundamente.

—Y no es mala, debo admitirlo, Lunzie. De hecho, es una solución muy sensata. Me gustaría ver si una pantalla de fuerza mantendría fuera a los flecos. No pueden haberse desarrollado de animales acuáticos a terrestres en sólo cuarenta y tres años, ¿no? Bien… —tragó saliva e inspiró profundamente—, indudablemente fue Tor quien atrajo al flecos al campamento. Simplemente intentaremos asegurarnos de que mantenemos a nuestros visitantes theks a un mínimo. ¿De acuerdo? Luego planearemos restablecer nuestro campamento original. Es algo que tiene sentido desde muchos ángulos, no sólo el de proteger a los giffs. Es allí donde nos buscará la ARCT-10. Y puesto que los deslizadores del Zaid-Dayan poseen todos capacidades de amplio radio, no vamos a tener que establecer campamentos secundarios. Incluso tú puedes quedarte aquí, Varian, y observar a los giffs sin todas esas idas y venidas.

—Me gusta la idea, Kai —dijo Lunzie, aprobando con la cabeza—. Pero le veo un problema. Vamos a necesitar un montón de equipo…

—Haremos una lista. Sassinak dijo que se supone que su obligación es sustituir todo el equipo perdido.

—Reemplazar todo un campamento base, ¿no es pedir demasiado? —preguntó Varian.

—Me dedicaré a mi relación esta tarde —dijo Lunzie—. La sangre es más espesa que el agua y que unas cuantas piezas de repuesto estándar de la Flota.

La alarma giff fue oída de nuevo y, maldiciendo con un fervor y una inventiva que hizo sonreír a sus oyentes, Varian salió para dar escolta. Mayerd llegó en el mismo momento en que Varian maniobraba fuera su vehículo. Mayerd abrió la cabina de su bruñido aparato monoplaza mientras Varian regresaba, y le dirigió un alegre saludo de disculpas con la mano. Salió de la pequeña nave, recogiendo tres paquetes grandes y uno pequeño antes de volverse hacia Kai y Lunzie.

—Mi unidad de diagnóstico no paró de ronronear durante unas buenas dos horas después de que usted se marchara, Kai, pero he venido con alguna medicación y unas cuantas conclusiones tentativas. Las conclusiones raramente son definitivas. Usted es Lunzie, ¿verdad? —preguntó, pasándose los paquetes de uno a otro lado para tener una mano libre que tender a la médica.

—Exacto, y sospecho que usted es la doctora Mayerd, del crucero.

—La misma. —Luego se volvió de nuevo a Kai, sonriendo—. Ese flecos no sólo le inoculó el veneno de sus jugos digestivos, Kai, sino que es usted alérgico al veneno. La UD no sólo estableció unas tabletas para ayudarle a eliminar el veneno de su sistema y contrarrestar la alergia, sino también un ungüento para tratar las punzadas y reducir la desensibilización. Y recomendó calurosamente el nuevo regenerativo nervioso. —Se volvió a Lunzie—. Crimgenetic: el regenerativo que tuvimos que usar para combatir la parálisis perseana. —Cuando la expresión de Lunzie siguió educadamente impasible, Mayerd parpadeó—. Oh, pero usted no puede saber nada de ello. Ocurrió hace veinte años…

—Durante mi última siesta —comentó Lunzie.

Mayerd sonrió.

—Entonces supongo que deseará leer algo acerca del Crimgenetic. Demostró ser notablemente efectivo en todos los tipos extraños de envenenamiento nervioso. Y tengo algunos discos sobre las últimas comunicaciones de la Revista Médica de la Federación que puedo prestarle también, para ponerla al día tras esa… siesta. Recuérdemelo esta tarde. Lo cual me lleva a esto —tendió los paquetes—. Pensé en el verde para usted, Lunzie. La investigación médica ha demostrado que nuestra profesión elige el verde como su color preferido en una proporción de nueve a uno. Espero que no sea usted ese uno.

—Generalmente considero que el verde es un color precioso, y es usted muy gentil llenando esa necesidad.

—Imaginé que algo de ropa para ponerse no figuraría en su lista de prioridades, de modo que cuando vi los preparativos en el salón de oficiales creí que lo más adecuado sería hacer un poco el sastre para ustedes. Azul para usted, Kai, y supongo que el rojo será aceptado por usted, Varian. Lamento haber venido sin anunciarme. Esos pteranodontes suyos son magníficos.

—También lo es esto —dijo Lunzie, palpando con dedos expertos la suave tela verde—. ¿Son muy grandes esos almacenes del Zaid-Dayan?

—Bueno, son bastante completos —dijo Mayerd con cierto orgullo—. Llevamos solamente cuatro meses de recorrido, así que nuestros repuestos están básicamente sin tocar. ¿Por qué? ¿Qué es lo que necesitan?

—Unos cuantos domos, pantallas de fuerza potentes…

—¿Capaces de freír flecos? —preguntó Mayerd con una risita de simpatía.

—¡Acaba de dar en la diana!

—Dénme una lista. Ha sido una buena cosa que esté usted emparentada con la comandante, ¿eh?

—¡Providencial!

—En realidad, aún no hemos redactado la lista —dijo Varian—. Acabamos de decidir hace un momento que debemos irnos de aquí antes de que los giffs pierdan todo su pelaje en esas refriegas.

—Una cueva parece un extraño lugar para instalar un campamento —observó Mayerd.

—Fue un buen puerto en un momento de… —Varian interrumpió su frase debido a la erupción de uno de los repentinos y violentos chaparrones de Ireta, que empujó las lianas hacia el interior de la cueva y arrojó lluvia y escombros a los pies del pequeño grupo.

—No creo que ni la más potente de las pantallas estándar de energía pueda mantener fuera este tipo de tormenta —dijo Mayerd, retirándose más al interior de la cueva. Sacó un bloc y un trazador del bolsillo de su cadera y miró expectante a su alrededor—. Veamos, ¿cuántos domos? ¿De qué potencia las pantallas? ¿Mobiliario? ¿Artículos auxiliares? ¿Luces?

Cuando se fue, llevaba consigo una lista mucho más exhaustiva de lo que nunca hubieran confeccionado ellos mismos. Varian sugirió que tal vez se estuvieran pasando, pero Mayerd desechó inmediatamente la idea.

—Sassinak ha dado órdenes de que les sea entregada cualquier cantidad razonable de pertrechos…

—Yo no llamaría a esto razonable —dijo Varian, indicando el bloc lleno de anotaciones. Mayerd la miró con las cejas alzadas en cortés sorpresa—. Cuando Sassinak vea domos, pantallas de fuerza…

—La comandante Sassinak —y Mayerd hizo una breve pausa para enfatizar el nombre— nunca verá una lista tan trivial como ésta. Tiene un gran problema con un transporte, y ese problema ocupa todas sus horas. Esto —y Mayerd agitó el bloc— va directamente a intendencia, y me cuidaré personalmente de que sea entregado mañana por la mañana. —Se dirigió ágilmente hacia el pequeño vehículo monoplaza, abrió la cabina y se sentó en su interior—. Es decir, suponiendo que mañana por la mañana estemos todos en condiciones de hacer algo. Déjenme comprobar las coordenadas de ese campamento ahora, cuando aún soy capaz de ello. —Kai miró la anotación y la confirmó—. Nos veremos luego.

Varian no pudo resistir la tentación de colgarse de una de las lianas y ver lo que hacían los giffs ante la velocidad del aparato de Mayerd. Algunas aves jóvenes partieron en su persecución, pero resultó inmediatamente obvio que nunca podrían alcanzar al veloz deslizador, de modo que pronto empezaron a trazar perezosos círculos en el cielo que se estaba aclarando, primero hacia la izquierda y luego hacia la derecha. Casi, pensó Varian, como si estuvieran convirtiendo, primero la punta de una ala, y luego la de la otra, en el gozne de un muy particular círculo en el cielo.

—Me gustaría que no corrieras riesgos como éste —dijo Kai, frunciendo ansiosamente el ceño mientras ella volvía a la seguridad del interior de la cueva y soltaba la liana.

—Oh, vamos… Por una parte, es emocionante. Y por otra, tenía que actuar rápido o me hubiera perdido el espectáculo, y la escalera estaba demasiado lejos, Kai —y Varian tendió una mano, con la intención de entrechocar sus brazos para transmitir su comprensión. El gesto quedó incompleto cuando recordó el problema del hombre y no estuvo segura del daño que podía hacerle un contacto, aunque fuera ligero. Dejó caer su mano—. Kai, solamente quería decirte que creo que la idea de cambiar el campamento para proteger a los giffs de innecesarias experiencias es excelente.

Kai se alzó de hombros.

—Bien, pues si seguimos todos aquí haría que tu trabajo fuese imposible, si lo que quieres es captar a los giffs en su rutina regular, si tienen alguna. Y además —sonrió reluctante—, creo que eliminará una cantidad de fantasmas el volver allá abajo. ¿Quieres conservar la lanzadera como tu base aquí?

Varian miró en torno, a las comodidades que el capitán Godheir y Obir habían dispuesto tan cuidadosamente.

—Estaré muy confortable aquí sin la lanzadera. Y luego está el asunto de la reacción de los giffs a la partida del aparato. Será algo interesante de observar. —Sonrió.

—¿No crees que van a preguntarse por qué no le han salido alas ahora que ya ha crecido lo suficiente? ¿O plumas?

—Ya siguieron ese camino una vez, cuando Tor te hizo su visita.

Sonrieron, de nuevo en armonía el uno con el otro. Luego Kai le dio a Varian un afectuoso apretón en el brazo.

—Vamos. Tenemos que organizar un poco las cosas.