CAPÍTULO VII
-¡Eduard es maravilloso! Volvemos a ser nosotros mismos, pero con unos poderes extraordinariamente más poderosos.
Encenderé más fuego con el chascar de mis dedos. No me atrevo a matar al jabalí. Lo dejaré en tus sabias manos.
-No temas amada Emily, no sufrirá. Además tiene muchos años y ha vivido muy bien. Nos servirá de alimento para varios días y con algunos peces que pesquemos en el lago y los frutos silvestres del bosque, podremos almacenar comida por algún tiempo.
-Sí, necesitamos recuperar energías. Los conjuros nos quitan fuerza y nos dejan débiles. No podemos descuidarnos y que Dark Warlock nos encuentre frágiles.
Preparamos alimentos y los almacenamos.
Eduard consiguió lana de ovejas y yo hilé unas capas para protegernos del frío de las noches.
Comimos con hambre y nos tumbamos a descansar un rato. Sin quererlo nuestros cuerpos se buscaban y nuestras mentes se hablaban del amor tan profundo que nos profesábamos.
Muy pronto hallaríamos la solución a los problemas y regresaríamos a Palacio donde permanecían cautivos nuestros padres, bajo el dominio de Dark Warlock.
Después de un sueño reparador, comenzamos a estudiar el libro blanco de los hechizos. Deberíamos ir muy bien preparados y que ningún maleficio nos pillara por sorpresa.
Encontramos magníficos conjuros, podíamos: repeler ataques de rayos, convertirnos en otro ser vivo, trasladarnos de un lugar a otro sin ser vistos…
-Emily, en pocos días volveremos a visitar al hermano Petrus y él nos indicará el lugar más acertado para viajar en el espacio.
-Eduard, se llevará una sorpresa el malvado brujo oscuro, cuando nos presentemos allí y le derrotemos con el poder de nuestras mentes y manos.