CAPÍTULO VII
Tuve sueños inquietos y dormí toda la mañana. Cuando abrí mis ojos la luz ya no estaba, la oscuridad había llegado.
Me levanté deprisa, ¿cómo era posible que hubiera dormido tanto? Mi señor seguramente ya estaría deambulando, esperando que le sirviera la cena. Corriendo me quité el camisón, me aseé y me miré en el espejo.
Grité ante lo que vi. Esa persona no podía ser yo. Caí al suelo desmayada…
Unas frías manos me consolaban. Desperté en la biblioteca sentada en el regazo de mi señor. Parpadeé varias veces hasta enfocar la vista. Miré intensamente a los ojos de mi amo.
Él me abrazaba acariciando mi cara.
-¿Qué me ha ocurrido? Creo que tuve una pesadilla.
Intenté levantarme, pero él me lo impidió.-Mi dulce niña, estás únicamente arropada con una manta. Te encontré inconsciente en el suelo de tu dormitorio.
-¡Oh Dios mío. Soy un monstruo! (Comencé a sollozar).
-Mi bella criatura, no temas nada. Yo siempre te protegeré.
Eres la misma princesa que se ha transformado en una vampira.
No pensé que tan rápidamente te convirtieras en mi misma especie.
Es muy extraño sin habernos unido en cuerpo y alma que ya seas un ser de mi misma raza.
Siempre creí que te convertirías, cuando alcanzáramos el máximo grado de intimidad entre nosotros.
Es el primer caso que conozco, donde una guardiana únicamente por probar la sangre vampírica se ha transformado de la noche al día.
-¿Por qué, mi señor, me han crecido los colmillos y tengo tantas ganas de morderlo y saciarme con su sangre?
-Porque mi preciosa pequeña, ya no eres una humana, me necesitas igual que te necesito yo a ti para subsistir. Podemos alimentarnos con cualquier comida, pero sin beber la esencia vital, nos moriríamos.
-Mi señor. ¿Soy el alimento que os proporcionará la inmortalidad?
-Sí, así ha sido desde nuestros ancestros.
-No comprendo por qué nadie me explicó mi situación. Nunca pensé que llegara a convertirme en un no muerto.
Ahora. ¿Cómo voy a sobrevivir? Siempre dependeré de usted. Tiemblo por contenerme y no beber hasta la última gota de su sangre y lo deseo tanto…que me da mucho miedo.
Mi mente no lo acepta, pero mi cuerpo me domina.
Sin decir ni una palabra, mi señor se desabrochó la camisa y expuso su cuello para que me alimentara.
Por puro instinto hinqué con ganas mis colmillos y absorbí su elixir. Le apretaba fuertemente contra mi cuerpo y acariciaba su negro pelo. Lo deseaba con una pasión fuera de lo normal.
Mi señor separó mi boca de su cuello y yo le lamí la última gota.
-Lo siento, mi amo.
Con lágrimas en los ojos, salí corriendo de su abrazo desnuda y me encerré en mi cuarto.
Me tapé con la ropa de cama hasta la cabeza. Cerré los ojos fuertemente y deseé que todo fuera un mal sueño y que cuando despertara, nada de lo ocurrido había pasado.
Al momento noté un cuerpo a mi lado.
-Mi bella niña. No sufras, por favor. No tienes ninguna culpa por sentir lo que sientes.
Está en nuestra naturaleza. Yo también te deseo con locura.
No te avergüences por beber mi sangre y querer más y más. Eres demasiado joven y tus pasiones no las puedes controlar.
Abracé a mi pequeña y besé sus lágrimas.
-Mi princesa, estaba pensando en la locura de amor que sentimos. Creo que es algo más profundo, que lo que siente una guardiana y su señor. Por tus venas corre también sangre de vampiro.
Tu padre sería uno de la especie, por eso has cambiado tan pronto sin estar todavía unidos a través del acto amoroso.
-¡Es terrible lo que decís! Por favor, matadme. No deseo ser la hija de un vampiro. Soy un monstruo con instintos muy bajos y depredadores.
-¡No! ¡Jamás volváis a decir semejante disparate! Somos diferentes y no voy a negar que hay vampiros muy malvados. Pero no todos somos así. Yo sería incapaz de hacer daño a nadie, a no ser que se lo mereciera.
Me he dedicado los últimos diez años a perseguir criaturas malignas y destruirlas. Esos seres no merecen vivir eternamente.
-Mi señor, cuéntame cosas de la vida de nuestra raza o por lo menos desde que usted nació.
Acarició mis labios con sus fríos dedos y sonrió.-Tienes derecho a saberlo todo sobre mí. Estaremos tan unidos, que no seremos nada el uno sin el otro. Para empezar me gustaría que nos llamáramos por nuestros nombres, no guardiana y su señor.
-Podéis decirme Anabella, es el nombre que me puso mi padre adoptivo.
Besó mis labios suavemente.-Es un nombre precioso como tú, mi bella Anabella. A mí podréis llamarme Andrei.
Tengo veinticinco años, para un vampiro son muy pocos. Generalmente viven cientos de años.
Mis padres viven retirados en otro Castillo, están alejados de cualquier actividad, llevando una vida muy tranquila, los dos solos.
Como te he comentado antes, desde los quince años, persigo a todos los malvados de nuestra raza y los elimino cortando sus cabezas con una larga espada de platino. De este modo no queda ni rastro de su existencia.
-Andrei. ¿Por qué a nuestros abuelos los mataron, si eran buenas personas?
-Anabella, por desgracia han intentado disimular sus muertes, como si fuera algo natural y no un asesinato.
Conozco al ser tan vil y maligno que ha llegado a cometer tal atrocidad con nuestros seres queridos.
-¿Es un enemigo de la familia, un mata vampiros?
-Es más que eso. Por sus venas corre mi misma sangre. Es el hermano de mi padre, mi tío. Siempre le ha envidiado y el abuelo lo desterró por su mal carácter y egoísmo. A mí me dejó su legado con este Castillo y en consecuencia contigo.
-Andrei. ¡Es terrible que tu propio tío haya matado a su padre por venganza y avaricia! ¿Qué podemos hacer para impedir que siga asesinando?
-Mi pequeña Anabella, he estado estudiando detenidamente donde se esconde la alimaña. Posee un reino donde él es el amo y señor, maltratando a otros pobres vampiros como esclavos.
Cuando tengamos las suficiente fuerzas para atacarle y destruirle, iremos allí y le cogeremos desprevenido.
-Temo que sea ese monstruo quien nos encuentre y descuartice para hacerse con la herencia de tu abuelo.
-Sí, es otra posibilidad. Deberemos estar muy atentos.
-Andrei. ¿Cómo puedo ayudarte para acabar con su terror?
Con cariño besó mi rostro.-Mi dulce Anabella, todavía es pronto y no estás preparada. Necesitas tiempo para tomar una decisión, que nos unirá para siempre sin retorno. ¿Comprendes lo que te quiero decir?
-Hum…Creo que sí, Andrei. Debo ser tu amante, ¿verdad?
-No, serás mi mujer y la madre de mis hijos.
-¡Andrei, si apenas nos conocemos! ¿Como podría ser yo, un ser tan insignificante, la dueña de tu corazón?
-En el fondo de tu alma, reconoce que me amas como yo a ti. Es algo inevitable contra lo que no podemos luchar.
Entiendo tu reticencia y desconcierto. Pero así son los sentimientos cuando llegan. Nunca nos avisan y de repente nos atrapan en sus redes.
-Tienes razón, siento una gran atracción por ti y te deseo intensamente.
Le abracé y le ofrecí mi cuello para que me mordiera y se saciara con mi sangre, como antes yo lo había hecho con él.
Ya no sentí ningún dolor, si no, un placer indescriptible mientras bebía de mi esencia.
Separó su boca de mi cuello y besé sus labios con pasión.
Andrei me devoraba con intensidad, los dos estábamos más allá de lo racional y con desesperación nos unimos en cuerpo y alma, poseyéndonos a la vez, mientras nos mordíamos para seguir bebiendo.
Alcanzamos el éxtasis y nos miramos asombrados por el amor tan ardiente con el que nos habíamos amado.
No podíamos, ni queríamos, separar nuestros cuerpos.
-Anabella, te amo tanto…Besó mis labios desesperado y yo le respondí como si mi vida me fuera en ello.
No sabía de donde había sacado tanta fuerza para amarnos con desenfreno y tan apasionados. Parecía como si nunca pudiéramos saciarnos y necesitáramos más y más hasta casi consumirnos por el amor.
Jadeando nos sonreímos y nos quedamos dormidos abrazados.