CAPÍTULO VI
Recorrimos muchas amplias salas, todas ellas bellamente decoradas, con preciosos muebles de caoba, cuadros, tapices y lámparas de cristal. En algunas se hallaban espejos e instrumentos musicales, como el piano y el arpa. Pasé mis dedos por sus teclas y cuerdas…
-¡Es maravilloso, debe estar muy orgulloso de su herencia!
-Si se refiere a lo material, es un lugar de ensueño y poseo gran riqueza; si es mi herencia espiritual…
-Mi señor, siempre le atenderé en sus dolencias.
Imagino que le han transmitido alguna enfermedad en su árbol genealógico que no le permite disfrutar de la luz natural de los rayos del sol.
-Criatura mágica. ¿Cómo lo ha sabido?
-Mi amo, es pura lógica.
Cuando es de día, todo está cerrado con pesados cortinajes para tapar las ventanas y que no entre nada de luz.
Usted, fue a buscarme al bosque, todo tapado, para que su piel no sufriera los impactos del sol. Y duerme hasta el anochecer.
Está acostumbrado a salir únicamente cuando es de noche.
Es todo oscuridad, incluso su persona.
¡Oh lo siento, no debí decir nada parecido!
Escondí mi rostro entre mis manos, avergonzada.
Él me las apartó.-No debes pedir perdón por decir la verdad.
Es cierto que soy un ser de la noche y el sol podría matarme.
He nacido así, al igual que los anteriores señores.
Somos por decirlo de alguna manera, diferentes del resto de los humanos en nuestros hábitos y costumbres.
-Le comprendo, mi amo.
Dormiremos por el día y nos levantaremos al oscurecer.
Besó mis manos.-Mi pequeña y dulce criatura, tú podrás recorrer todos los terrenos cuando quieras tanto si es de día como de noche.
No soy quién para prohibirte que salgas a contemplar el cielo azul y disfrutar de la naturaleza en cualquier momento de la mañana o de la tarde. Eso sí, te ruego que nunca vayas sola al exterior cuando oscurece. Es muy peligroso.
-¿Por qué, mi señor?
Nunca he tenido miedo a las criaturas de la noche, a veces me siento como una de ellas y no comprendo el temor que tenéis por si me atacan.
-Mi dulce pequeña señorita, sois demasiado inocente. Existen seres que no son de este mundo y esos si que son peligrosos para una criatura tan frágil y delicada, como vos.
-No creáis ni por un momento que soy tan débil. Aunque mi apariencia sea engañosa, mi interior es muy fuerte y nada ni nadie me va a amedrentar.
-Si no es indiscreción. ¿Cuántos años tiene, criatura dulce y bella?
-Dieciséis he cumplido el mes pasado.
-¿Y nada os asusta a tan corta edad?
-No.
Mi destino ya está marcado junto a vos, mi señor.
No espero nada más que serviros, ese es mi cometido. Lo que tenga que venir, vendrá.
Suspiré, porque mi pequeña no sabía el reto al que se iba a enfrentar. Yo la protegería de todo mal.
Pero siempre tendría que permanecer a mi lado, pasara lo que pasara.
Lo mejor sería enseñarle los aposentos donde permanecen todavía sin enterrar nuestros abuelos. Se iba a llevar una sorpresa no muy agradable.
Cogidos de la mano y con una vela, subimos hasta una de las torres del ala norte, donde el tormentoso mar rugía contra el acantilado de las rocas.
-Ven, mi bella pequeña. Te mostraré los cuerpos sin vida de nuestros antepasados. No debes asustarte por su aspecto, parecen dormidos, pero para nuestro pesar, creo que han sido asesinados de alguna manera sutil, sin ningún tipo de violencia en apariencia.
-No temáis por mí, mi señor. He visto muchos cadáveres en la aldea donde me he criado y los he embalsamado y ayudado a enterrarlos con mi querido párroco.
La vida y la muerte están unidas por un lazo invisible y sé que algún día tendré que pasar por el mismo ritual.
-Me sorprendes pequeña, tu corta edad no ha impedido que desarrolles unas actitudes y aptitudes muy loables.
Espero que sea cierta tu fortaleza, porque te verás sometida a pruebas muy duras y sobrenaturales.
Llegamos a la puerta de sus aposentos al final de la escalera.
Me apretó la mano.-¿Estás preparada, dulce niña?
-Por supuesto, mi señor.
Miró profundamente a mis ojos y yo le devolví la mirada más serena que nunca.
Abrió sigilosamente la puerta y entramos a unos aposentos muy fríos, sin nada de muebles, excepto una majestuosa cama en la que se encontraban dos cuerpos abrazados como si estuvieran relajados.
-No parece que estén muertos.
¿Nuestros abuelos eran…?
-Sí. Es bastante lógico que estuvieran tan unidos.
Pasaron todos estos años en completa soledad y su relación era muy íntima. Suele ocurrir entre señores y guardianas.
Nos miramos, yo me ruboricé y agaché la cabeza.-Comprendo, mi señor.
Alzó mi rostro.-Nada de lo que no deseéis os impondré. Entenderéis que la propia naturaleza obra así.
-Gracias, mi amo.
Podemos si queréis acercarnos a ellos y examinarlos. El ambiente está enrarecido, no sabría decir con qué sustancia.
-Sí, a mí también me ha venido un olor extraño, como a almendras amargas. Pudiera ser veneno.
-Lo mejor será mirar en el interior de sus bocas.
Si han sido envenenados, el color será diferente y desprenderán más fuerte el aroma de las hierbas con las que han sido asesinados.
Arrimó la vela a sus caras y con delicadeza cogió un pañuelo y abrió un poco sus labios.
-Hum…Es cierto.
Los pobres han sido envenenados con una planta muy destructiva y maligna que los deja muertos casi instantáneamente. Produce arsénico con un veneno muy potente.
-Tiene razón, mi guardiana. No lo relacioné, obsesionado como estaba en vengarme del culpable.
-Mi señor, ¿conoce el responsable de sus muertes?
-Es un asunto desagradable de familia.
Salgamos de aquí, ya empieza a amanecer y debo retirarme a mi descanso.
-Si lo deseáis, mi amo, puedo encargarme de su cristiano entierro. Los prepararé y al anochecer, usted me ayudará a bajar sus cuerpos y darles cristiana sepultura.
-Mi pequeña (acarició mi rostro). Ellos únicamente serán sepultados en la cripta familiar. Me encargaré personalmente de enterrarlos.
Tu única misión será dedicarte exclusivamente a mí.
-Como vos deseéis.
Bajamos en silencio hasta llegar a nuestros aposentos.
-Pasad un momento a mi alcoba, luego os podréis retirar donde queráis.
-¿Necesitáis que os traiga algún alimento o ayudaros en vuestro aseo? Puedo calentar agua para que entréis en calor.
Siempre tenéis las manos muy frías.
Sonrió.-Y el corazón. No hace falta mi pequeña y dulce niña.
Echaré más leña al fuego mientras os despojáis de vuestras ropas, no quiero que cojáis frío.
-Creo que no le he entendido muy bien, mi señor ¿Acaso me estáis diciendo que me desnude delante de vos?
-Sí y meteros en la cama. Yo haré lo mismo. No temáis no voy a abusar de vuestros encantos. Es un ritual por el que tenemos que pasar para unirnos como guardiana y señor.
Algo confundida comencé a quitarme el chal y a desabrocharme mi vestido de lana. Me quedé con las enaguas y la ropa interior. Las manos me temblaban ante la íntima situación.
Él ya estaba metido entre las sábanas, completamente desnudo.
-Venid, que os ayude a despojaros de toda vuestra vestimenta. Y dejad de temblar, no os voy a comer entera. (Por lo menos por ahora).
Me acerqué hasta el borde de la cama y con su fortaleza me tumbó encima de él, con gran destreza me dejó desnuda y tapándome, me abrazó.
No podía dejar de sentir escalofríos y mis dientes castañeaban.
-Tranquila, mi adorada niña. Me acarició mis cabellos, mi frente, los párpados, la nariz y con sus fríos dedos tocaba una y otra vez mis labios.
Sois tan bella y delicada mi dulce pequeña, tendré cuidado cuando intercambiemos nuestra sangre.
Supongo, que no os ha pasado desapercibido mis colmillos tan afilados y habréis comprobado, que son iguales, que los que nuestros difuntos abuelos tenían cuando los hemos examinado.
-Sí, mi señor. Pensé que era característico de los habitantes del Castillo.
-Y lo cierto que así es.
No están por casualidad, tienen una finalidad, ya os podréis imaginar para que sirve tenerlos así.
-Serán para que me los clavéis en mi cuerpo y absorbáis mi sangre. Aunque no sé como intercambiaré la suya por la mía. De momento no me han crecido los colmillos.
Se rió ante mi ocurrencia.-Eres tan inocente y pura. He tenido mucha suerte más de la que me imaginaba con mi fiel guardiana.
No os preocupéis por los pequeños detalles, yo me encargaré de cumplir satisfactoriamente por ambas partes y mezclar nuestras sangres.
¿Dónde preferís que os hinque los colmillos?
-No sé, quizás donde más fácil sea para vos.
Antes me mirabais con ansia mi cuello, podéis beber, mi señor, cuando queráis.
-Sí, la verdad es que no he podido disimularlo y vuestra sangre llama a la mía. El pulso de vuestra vena me atraía y ahora ha llegado el momento de estrechar nuestra relación.
Me abrazó con fuerza, besó mis labios y con suavidad fue bajando hasta mi cuello. Sentí un duro pinchazo y como fluía mi esencia hasta su boca. Después no sentí dolor, al contrario empezaba a tener placer mientras bebía de mi sangre.
Besó dulcemente mi cuello, me miró muy feliz y sonriente.-Eres mi elixir de la vida, sin ti soy un ser muerto. Me haces sentir una pasión desenfrenada por amarte. Pero no os asustéis cuando estéis preparada vos me lo pediréis.
Con sus propios colmillos se desgarró la muñeca y me la ofreció para que tomara todo lo que quisiera.
Miraba atónita como salía su sangre a borbotones y él arrimó mi boca para que la absorbiera.
Bebí con ansia, sabía algo oscuro varonil y salado. No tenía fuerza de voluntad para dejar de beber. Me excitaba y mi cuerpo temblaba de puro placer.
Riéndose, separó mis labios de su muñeca y se pasó su lengua para cerrar la herida.-Eres una criatura muy sensual y veo que te ha gustado tomar mi esencia como a mí la tuya.
Ahora será mejor que te vayas a tus aposentos, no quisiera imponerte mis atenciones sin antes estar segura.
Sorprendida por la pasión que me despertaba y que no sabía controlar, salí deprisa de la cama, recogí mis ropas y corriendo desaparecí a mi dormitorio.