Capítulo 18

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«Baja por ti mismo y deja tu cuerpo solo...». “Can’t Find My Way Home” —Blind Faith.

 

 

«PASARÁ», había dicho Ylena, «justo como cuando Mikhail consumía heroína». Primero alejaría a Shane, y lo haría con brutalidad y lo haría con una finalidad terrible, seguro de que solo necesitaría su dolor para existir. Y entonces, en el período subsiguiente, estaría devastado por la pérdida y seguro de que no habría manera de deshacer lo que había hecho.

—Te alejará cuando me haya ido, lubime —le había asegurado ella la noche anterior, mientras Mikhail estaba ocupado—. Lo hará de una manera horrible, de tal manera que te romperá el corazón en pedazos. Lo sé, porque he recogido los pedazos de mi propio corazón del suelo y los he vuelto a coser juntos y he decidido quererle a pesar del dolor. ¿Puedes hacer lo mismo?

Shane se había acobardado por un momento. Dios. Parecía como si estuviese predestinado a que cualquier amante que eligiese le pisoteara el corazón con zapatos de afilados tachones de metal.

—Valdrá la pena —le había dicho Ylena con suavidad cuando dudó—, lo juro.

—Por supuesto que puedo —le dijo Shane—. Te lo prometo... No estará solo cuando te marches.

Al día siguiente, por la mañana siguiente había recibido el escueto mensaje frenéticamente reprimido de Mikhail: «Ya no respira, Shane. Se ha ido». Entonces lo supo.

Había empezado.

Mikhail había parecido agradecido durante esa semana; había dicho «Gracias» a menudo y con sinceridad, pero Shane lo presintió. No habían hecho el amor en las horas oscuras, cuando todo el mundo se fue a casa. Mikhail había estado tumbado inmóvil en sus brazos, mirando fijamente la noche, preparándose para separarse; Shane lo notaba. En ocasiones, cuando Shane lidiaba con algo que Mikhail no entendía, alzaba la vista y veía esos ojos azul grisáceo sobre él, angustiados y fríos. Era como un angustioso «Quiero tenerte, pero no puedo». Shane ansiaba sacudirle. «Maldita sea, puedes tenerme; ¡solo tienes que intentarlo!».

El día del funeral, la ceremonia final para despedir a una mujer tan fuerte, amable y sorprendente, Shane vio a Mikhail mirando a la familia que se ofrecía a ser la suya y pudo percibir un miedo terrible en su rostro. «Oh, Dios; no puedo hacer esto. ¿Cómo es posible que sea mía?». Mikhail había dejado caer los ojos, y su expresión mostraba que ya había tomado una decisión clara. Shane suspiró.

Deacon le miró, claramente desconcertado.

—¿Qué demonios ha sido eso? No el baile; eso ha estado bien. ¿Que ha sido esa mirada que te acaba de echar?

Shane volvió a suspirar.

—Eso era Mickey preparándose para salir huyendo.

Deacon gruñó.

—Oh, sí. Tienes razón. Ya debería conocer esa mirada.

Al otro lado Crick también gruñó.

—¡Joder si deberías! No sé cómo la has pasado por alto.

—No la he pasado por alto —murmuró Deacon con amargura—. La he bloqueado. —Se giró hacia Shane—. ¿Cuál es tu plan respecto a esto?

—Bueno, primero dejaré que rompa conmigo y diga toda la mierda desagradable que ha estado reuniendo durante la última semana, para que pueda convencerse a sí mismo que no me merece y que yo estaría mejor sin él.

Deacon puso una expresión de compasión.

—Eso suena divertido... Y después de que te recojamos del suelo, ¿qué?

Shane sonrió a modo de disculpa.

—Entonces llamo a los refuerzos y le hacemos ver que no se puede librar de mí con tanta facilidad.

—Oh, Dios —gimió Crick—. Tenemos que hacer de canguros del novio de Shane. ¿A que será divertido?

—Le gustan las películas para niños —le dijo Shane a modo de ayuda—. Eso será un extra.

Crick se animó. Sentía una debilidad por Bob Esponja que se había vuelto una leyenda familiar.

—Bueno, vale... Eso puedo hacerlo.

El funeral terminó, y Shane se quedó de pie diligentemente detrás de Mikhail. Una vez, rozó sin querer el hombro de Mikhail y notó como se apartaba de él. Entonces apuntaló su corazón con mucho cuidado, porque se lo había prometido a Ylena, y también había prometido a Mikhail, ya puestos, que todos los pecados serían perdonados, por horribles que fuesen.

Pero Mickey tenía una lengua afilada, y Shane no era inocente.

Le llevó en coche de regreso al apartamento, sabiendo que no todo el mundo se iba a casa. Deacon y Crick iban conduciendo detrás de él y encontraron  un sitio para aparcar el bonito sedán de Crick. Mikhail asumió que iban a quedarse por allí para asegurarse de que Shane estaría bien.

Estaba bastante seguro de que no iba a estarlo.

Tan pronto como pasaron por la puerta Mikhail se encogió de hombros con desgana y dijo:

—No tienes por qué pegarte a mí como una lapa, ¿sabes? Tengo una vida propia. Ya puedes irte.

Shane asintió.

—Sí, Mickey; puedo. Quería estar aquí por ti, pero tienes razón. No tengo por qué quedarme.

Mikhail entrecerró los ojos; una expresión completamente desconocida cruzó su rostro, y Shane suspiró. Ahí venía.

—Bueno, es simplemente patético, ¿sabes? Colgarte de mí como un cachorro. Ella ni siquiera era tu madre.

«Ouch».

—No, no lo era. Pero era una dama agradable y me gustaba. Quería ayudar a su hijo.

—Bueno, ya me has ayudado. Ahora puedes irte.

—Claro que puedo. Primero me gustaría asegurarme de que estarás bien. ¿Te parece bien? —Shane se acercó a la nevera para asegurarse de que hubiese suficiente comida para las próximas dos semanas. Estimo que ese sería el tiempo necesario; dos semanas bastarían. Había muchos guisos y platos que Shane y Benny habían puesto en bolsas de plástico y metido en el congelador. Shane se alegró de que lo hubieran hecho.

—¿Vas a comer? Ya estás bastante gordo; no necesitas nada más.

Shane luchó contra el impulso de poner los ojos en blanco. Sí, como si aquella fuera la primera vez que un amante le hubiese llamado gordo.

—Tienes razón, Mickey. Estoy demasiado gordo. No iba a comer. —Cerró la puerta de la nevera y dio un paso atrás, apartando las manos—. Ves.

El rostro de Mikhail se derrumbó por un momento, al borde de las lágrimas, como si no pudiera soportar oír a Shane hablar mal de sí mismo pero, al mismo tiempo, tuviera que aguantar.

—¿Qué clase de hombre acepta este trato? Tú no eres un hombre. Eres un asombro sin pelotas. Si me bajara los pantalones y meneara el culo en el aire, probablemente no sabrías que hacer con él.

El temperamento de Shane se encendió por un segundo pero tomó aire profundamente. Aquel era un territorio peligroso y delicado. Se estaba acercando el punto en el que, si Shane perdía el control, él diría algo imperdonable.

—Sabría qué hacer con él —dijo suavemente—. Lo azotaría, porque su dueño se está comportando como un niño.

—¿Soy un niño porque estoy cansado de ti? ¿Es eso? Bueno, todo el mundo debe de estar cansado de ti... Trayendo regalos como un patético perdedor... ¿Quién necesita tus regalos? ¿Quién te necesita?

«¡Tú, jodido idiota!»

—Mi familia —dijo Shane en voz baja—. ¿Has terminado? ¿Tienes algo más desagradable que decir? Necesito asegurarme de que sacas todo esto de ti antes de marcharme un tiempo y dejar que recuperes la cordura.

—¿Por qué? ¿Por qué tendría que estar loco por dejar escapar un premio como tú? —Mikhail estaba de pie en el centro de la habitación, solo, vulnerable y, si se hubiera dado cuenta, llorando. Shane hizo todo lo que pudo para no ir corriendo hacia él, para no sujetarlo contra el suelo, para no hacerle aceptar el consuelo. Pero él también tenía su orgullo. La madre de Mikhail había tenido razón. Hablar con él cuando estaba así, cuando estaba decidido a decirle al mundo, a la gente a la que más quería que les jodieran y se muriesen, era completamente inútil.

—Siempre supe que eras demasiado bueno para mí, Mickey. —Shane aprovechó la oportunidad y se acercó lo suficiente como para secarle la mejilla con el pulgar—. Podrías tener a cualquier hombre que quisieras... ¿Por qué me ibas a escoger a mí?

Mikhail le miró, sorprendido, traumatizado y no del todo cuerdo. Shane inclinó la cabeza hacia esos labios mohines y le besó; suave al principio pero él respondió con fuerza y enfado porque le dolían sus palabras y, de repente, Mikhail empezó a tirar de su propia ropa y de la de Shane. Se quedó medio desnudo con tirón despiadado a sus pantalones, y se dio la vuelta para inclinarse sobre el respaldo del sofá.

—Vamos, gran hombre. Me deseas tanto..., hasta aguantas mi mierda. ¡Ven a por mí! ¡Ven a follarme! ¡Sé como cualquier otro cabrón del planeta y simplemente hazlo!

Shane se apartó de su loco amante ruso y se frotó la cara con ambas manos. Cuando habló tenía su temperamento bajo control.

—Te lo he dicho antes, así no.

Y diciendo eso se dio la vuelta y salió. Así de simple. No podía aguantar más, y si lo intentaba no sería capaz de volver, simplemente no podría.

Cerró la puerta de un portazo para que sonara definitivo, y allí en el pasillo, con sus pantalones buenos y el traje del funeral, se puso de cuclillas y apoyó la cabeza contra la puerta. Al otro lado oyó a Mikhail gritándole algo a lo que probablemente era un cojín del sofá y sollozando lo bastante alto como para romper el marco de las ventanas.

No supo durante cuánto tiempo estuvo allí sentado, pero de repente Deacon estaba a su lado, poniéndolo de pie y llevándolo por las escaleras mientras y él se secaba los ojos con el hombro de su gabardina.

—¿Muy mal? —preguntó Deacon con suavidad, poniendo a Shane en el asiento del copiloto de su propio coche. Deacon extendió la mano y Shane le dio las llaves sin preguntar. Vio como Crick sacaba su coche detrás de ellos y dedicó un segundo a pensar en el trabajo que le habría costado a Crick volver a conducir.

—Bastante mal —dijo Shane brevemente, y volvió a pasarse la base de las manos por los ojos borrosos.

—Entonces, ¿cuál era el plan?

Shane inspiró profundamente, una bocanada de aire que le hizo temblar por dentro y por fuera, y puso su mente donde necesitaba tenerla.

—Enviar a los refuerzos.

 

 

AL DÍA siguiente Shane se ocupó de algunas tareas en su casa, aunque no eran las tareas divertidas. Cuando Benny fue a visitarle (fue corriendo hasta la casa de Shane por el camino que Deacon había abierto ese otoño), él estaba vestido con unos tejanos y una sudadera, llevaba guantes de cuero y estaba recortándoles las uñas a los gatos y dándoles medicinas contra las lombrices.

Benny se sentó en la pequeña cocina y bebió algo de agua, sacudiendo la cabeza cuando Shane envolvió a Maura Tierney en una vieja sábana con una rapidez asombrosa, dejando que solo le sobresaliera la cabeza de color caramelo y crema con sus ojos azules que le fulminaban con una mirada torva.

—¿Por qué lo haces?

—¿Medicarlos? Para mantenerlos sanos. Les recorto las uñas para mantenerme sano yo. —Al decir eso se puso a la gata envuelta bajo el brazo y le metió una pastilla en la garganta hasta que la tragó. Hizo un ruido; un gruñido bajo y zumbón que amenazaba con hacerle a Shane cosas terribles y nefastas; si el animal de cuatro kilos y medio pudiese atraparle a solas, lo dejaría hecho picadillo.

Suspiró. Ahora venía la parte difícil. Después de algunas maldiciones y algo de forcejeo consiguió ajustar las vendas del gato-momia hasta que su cabeza quedó envuelta casi enteramente (porque los cabrones podían morder) y sus patas delanteras quedaron libres. Volvió a ponérsela bajo el brazo cogió el corta uñas teniendo mucho, mucho cuidado de no cortar demasiado a ras, porque eso le haría daño.

—No, eso no —murmuró Benny—. Quiero decir, ¿por qué nos envías a cuidar al chico que acaba de romperte el corazón en un millón de trozos?

Maura Tierney gruñó de nuevo y su pata de atrás se liberó. Shane maldijo con madurez y la gata le hundió las uñas en el antebrazo a través de la sudadera, y le arañó en la muñeca justo debajo del guante. Maldiciendo todavía, y mientras le goteaba la sangre, consiguió volver a colocar la maldita sábana y, puesto que la pata de atrás estaba libre, se dedicó a recortarle las uñas allí. Benny guardó sabiamente silencio hasta que hubo terminado, tuvo a la gata bajo control y terminó con ella.

Shane suspiró y depositó a Maura en el suelo, dejando que saliera del envoltorio por sí misma. Benny siseó con compasión, se puso de pie y fue al armario.

—Venga, deja que te vende eso... ¡No te preocupes! —dijo cuando Shane empezó a protestar—. Soy buena en esto. Deacon le da un puñetazo a la pared cada cierto tiempo y a veces se disloca el pulgar o algo le aplasta el pie. Confía en mí; me ha enseñado todo lo que sabe.

Shane se rindió y se acomodó para que le atendiese, pero Benny era una chica lista y no se le había olvidado lo que estaban hablando cuando el gato intentó cortarle la muñeca como si fuera una tarta.

—No has respondido a mi pregunta —dijo de nuevo mientras le quitaba el guante de cuero, le curaba el profundo arañazo con algodón y después le aplicaba un poco de crema antibiótica.

—¿Por qué hago esto por Mickey?

—Sí... Quiero decir, me cae bien, pero tú eres nuestro, y él te ha hecho daño. Estoy algo así como obligada a estar cabreada con él, ¿sabes?

Shane tuvo que reírse entre dientes, y después hizo una mueca porque ella era buena en su trabajo, y estaba limpiando el arañazo a conciencia.

—Bueno, puedes decírselo. Pero tú te enfadas con nosotros todo el tiempo, y, en cambio, no nos apartas de tu vida.

—¿Ahora él es familia? —Había una dosis de escepticismo en su voz, y Shane no la culpó.

—Espero que se vuelva adicto a nosotros —le dijo—. Seremos algo opuesto a las drogas... ya sabes, un subidón de familia.

Benny frunció el ceño un poco más y se concentró con determinación en la cura.

—¿Por qué haces esto, de todos modos? —preguntó, irritada—. Quiero decir, esos malditos gatos te arrancan un pedazo cada vez.

—Bueno, sí; pero sobreviviré. Si no me aguantara y cuidase de ellos, probablemente ellos no lo harían.

—Pero nunca te enfadas. Haces esto una vez al mes, y nunca te enfadas. ¿Cómo puedes no enfadarte nunca? —Benny alzó la vista hacia él, con los ojos inundados, y ya no estaban hablando solo de Maura Tierney y de la herida de quince centímetros de su muñeca.

Shane se inclinó, se inclinó mucho porque el padre de Benny no había sido tan alto como el de Crick, y ella era bastante bajita, y le dio un beso en la frente.

—No lo hacen con mala fe —dijo en voz baja—. Puedo enfadarme todo lo que quiera, pero no lo hacen en serio. Me quieren. A veces, algunas criaturas, cuando se encuentran atrapadas, olvidan quién les quiere y creen que todo el mundo es el enemigo. No les dejas solos sin más, con frío y asustados, porque entonces su instinto les domina y eso está mal. Haces eso si no te importan nada, ¿entiendes?

Benny le rodeó la cintura con los brazos y le dio un abrazo a traición (se le daban bien), y él la rodeó con un brazo, agradecido por ello.

—Entonces, Andrew y tú haréis una visita esta noche, ¿verdad?

Ella se rió un poco pegada a su camisa.

—Tenemos un calendario preparado; dijiste que todas las noches durante las próximas dos semanas, ¿verdad?

—Domingos excluidos, claro —asintió Shane, satisfecho con el plan—. ¿Y tenéis los pequeños...? ya sabes, todo eso.

Benny se apartó y sacudió la cabeza.

—Esa es una parte que no entiendo. ¿Por qué quieres que hagamos eso?

Shane apartó la vista y suspiró.

—No puedo decírtelo en realidad, corazón. Es algo así como un secreto que se supone que no tengo que saber.

Benny dio un paso atrás y empezó a recoger el kit de primeros auxilios. Él lo guardó y ella lavó el vaso de cristal y lo puso en el escurridor.

—Bueno, tengo cosas que hacer si tenemos que estar allí a tiempo para llevarle en coche. ¿Crees de verdad que volverá a trabajar tan pronto?

Shane asintió sombrío.

—Cariño, no tiene ningún otro sitio a donde ir.