AMPLIACIONES AL CAPITULO VIII
A
Buenos Aires, 4 de julio de 1826.
Sin embargo de los crímenes y excesos que han caracterizado la conducta de José Luis Molina,[137] y de que ella ha producido a la campaña males inmensos, haciéndose sus inmediatos autores dignos del más severo castigo: el Gobierno Nacional teniendo en consideración que dicho Molina se ha presentado voluntariamente queriendo que él y su familia sean restituidos a la vida social: y deseando dar a los salvajes esta nueva prueba práctica de la buena fe con que procede, viene en conceder al citado José Luis Molina un completo indulto por su conducta y excesos pasados, sin que por ello se le infiera jamás el menor daño ni castigo, y pudiendo por lo tanto pasar con su familia a establecerse en el punto de la ciudad o campaña que más le acomode, y ocuparse en lo que le agradase; pero con la precisa obligación de que antes de fijarse en parte alguna, lo primero que debe hacer es presentarse a la Policía a dar los conocimientos y noticias que se le exijan, y a avisarle del lugar en que va a situarse y ocupación que piensa emprender. En consecuencia, pásase esta resolución en copia autorizada al comisionado D. Juan Andrés Gelly para su conocimiento y demás que corresponda; al Departamento de Policía como también al Ministerio de Guerra y Marina previniendo al Jefe de Policía de cuenta del resaltado.
B. RIVADAVIA. — JULIÁN S. DE AGÜERO.
Buenos Aires, julio 5 de 1826.
A los efectos que expresa la resolución adjunta, se pasa en copia al Departamento de Policía encargándosele instruya oportunamente al gobierno de lo que resultase sobre este particular.
JULIÁN S. DE AGÜERO
B
Buenos Aires, diciembre de 1825.
Exmo. Señor:
D. Ramón Lara, capitán licenciado del antiguo extinguido cuerpo de Blandengues de Frontera a V. E. como corresponde hago presente: Que el 6 de septiembre del año 21, obtuve mi licencia y separación absoluta del servicio por el estado de total quebrantamiento de mi salud, de resultas de heridas graves que recibí en una acción empeñada con los bárbaros en las inmediaciones de la sierra de la Tinta. Desde aquella época hasta el día, recién he logrado restablecer mi salud. Con este motivo he pasado a recorrer la campaña del Sud, en solicitud de alguna hacienda de mi propiedad que hubiese podido haber quedado extraviada cuando los bárbaros me saquearon e incendiaron una estancia en Monsalvo, y un puesto también con haciendas en las inmediaciones de Dolores, y una casa dentro del mismo pueblo, de donde llevaron cautivas diez y siete personas de mi familia (incluso una ciega).
En esta diligencia he andado, cuando por todas partes se me han presentado los antiguos vecinos de aquel desgraciado pueblo, animándome a que me encargue de nuevo de su reedificación, de que por orden superior me hallé encargado la primera vez en asociación con el cura del punto D. Francisco Robles.
Yo como había quedado destruido, he tratado de levantar mi antigua casa para volver a fundar nuevas crías de ganados, y con sólo este paso se me han incorporado los 21 hombres que demuestra la relación adjunta, los más de ellos con familias, y ya tienen sus posesiones principiadas los unos, y concluidas los otros: aún deben incorporarse muchos más, persuadidos que mi comisión en consorcio del cura Robles subsiste hasta el día.
El concurso de estas gentes y sus súplicas, me ponen en la necesidad de pedir a V. E., se sirva revalidar aquella autorización con que antes estaba, para fundar el pueblo de Dolores, comprometiéndome a hacerlo sin ningún otro más gasto, que aquel que llegue a demandar la construcción de la capilla, en que tendrá intervención el mencionado cura Robles.
Es indudable, Exmo. Señor, que la reedificación del destruido pueblo de Dolores es ventajosa a la provincia, por ser un punto de apoyo para el fomento de todas las nuevas Guardias del Sud, y de custodia a gran parte de aquella campaña, y de costas marítimas, cuya conservación es tan interesante.
El pueblo de Dolores después de levantado serviría para descanso de los convoyes que el gobierno destinase a la Guardia del Tandil y demás que van a crearse; para que los piquetes de tropas y chasques o correspondencias dirigidas a dichos establecimientos tuviesen los mismos recursos: para estacionar si se quiere una partida como de observación, que recorriendo el campo, a poca diligencia por la situación del territorio, pueda descubrir y dar parte con anticipación de cualquier avance repentino de los salvajes: para que el comercio que ha de llevar el fomento a las nuevas Guardias encuentre en el tránsito de una dilatada campaña, un pueblo donde pudiendo hacer descanso, le infunda más confianza de seguridad a sus intereses; no siendo muchos lo que fijarían su industria en las Guardias que van a crearse, si tienen que atravesar una larga distancia como desierta que es la que hay desde el Salado hasta Kakel.
El pueblo de Dolores dista de la costa de la mar, cinco a seis leguas en dirección a las Víboras, y de la del Tuyú como diez leguas; de las puntas del Monte del Tordillo una legua, y como cuatro a cinco al centro de ellos de donde se saca leña para consumo y madera para ranchos y corrales, que hace esta circunstancia fácil la construcción y adelanto de toda población. Aquellos campos son propios para labranza; también los hay buenos para ganados. Las aguas de pozo son tan potables que no hay diferencia de las del río.
Las ventajas de poblar este territorio están manifestadas en la anterior exposición hecha por un militar lleno de experiencia: por un militar que arrojó de toda aquella campaña a los salvajes que la poseían con no pocas tolderías; que esta empresa la principió en 1814, con un piquete de cincuenta hombres costeados por los hacendados; y el gobierno dictatorial por orden del 17 de julio de 1815, se dignó poner bajo mis órdenes un piquete de 25 hombres, que después fué elevado a compañía, y posteriormente sobre ella se creó el extinguido cuerpo de Blandengues; pero cuando llegó este caso ya los indios habían sido tan castigados, que habían dejado abandonada una inmensa campaña donde se fundaron las estancias más lejanas que en el día se encuentran. Kakel fué igualmente fundado por mí, bajo la dirección del Sr. general D. Juan Ramón Balcarce.
El terreno donde estaba fijado el pueblo de Dolores era de la propiedad de D. Julián Carmena, y lo donó para ese esclusivo objeto; más como su extensión es tan solamente de tres cuartos de legua de frente y dos de fondo — en el caso que V. E. se digne decretar la reedificación de Dolores, espero se servirá señalarme por agregado otro más terreno para la designación de quintas y chacras, autorizando al director de la población para la distribución de suertes a los pobladores.
No puedo llevar en esta solicitud otro interés, que el de cumplir con el empeño de tanto infeliz que desea ver restituida su feligresía, y con el de continuar mis trabajos en una campaña por cuya seguridad consagré los más grandes sacrificios, y por ellos tuve el honor de ser distinguido con el título de comandante político y militar.
Exmo. Señor.
RAMÓN LARA.
C
Ministerio de Gobierno.
Buenos Aires, 9 de julio de 1827.
Quedan aprobadas las propuestas que en 7 del corriente, elevó al Jefe de Policía para alcalde y teniente del cuartel número 3 de Monsalvo, en las personas de D. Eugenio Quinteros y Marcelino S. Román y nombrados igualmente D. Rumualdo Núñez, D. Teodoro Funes y D. Ambrosio Montes; el primero en clase de alcalde, y los segundos de tenientes del pueblo de Dolores, en conformidad a la enmienda propuesta.
JULIÁN S. DE AGÜERO.
D
Al Jefe de Policía.
Exmo. Señor.
D. Ramón Lara, capitán del ejército, y encargado de la reedificación del pueblo nuevo nombrado Dolores, situado al sur del Salado, departamento de Monsalvo, ante V. E. con el más profundo respeto y debido acatamiento me presento y digo: Que hallándome próximo a marchar para aquel destino con el señor cura que está nombrado para aquella misma D. Ramón González, y hallándome sin brazos para poder dar principio a la obra, de la capilla, que es lo más esencial a toda nueva población, en estas circunstancias ocurro a la justificación de V. E. a fin de que tenga a bien ordenar se me franqueen diez individuos de los prisioneros portugueses que se hallan en esta ciudad, e igualmente sean conducidos a aquel destino para los fines arriba expresados, haciendo presente también a V. E. quedan de mi cuenta el cuidado y vigilancia sobre dichos individuos: en cuya virtud y por tanto:
A V. E. pido y suplico, que habiéndome por presentado, se sirva mandar según solicito y dejo expuesto, que es gracia que espero recibir, y para ello, etc.
Ramón Lara.
Buenos Aires, 17 de julio de 1827.
Informe el Jefe de Policía.
BALCARCE.
Exmo. Señor.
El infrascripto en cumplimiento del superior decreto marginal que antecede, dice que al cargo de este departamento existen diez y seis prisioneros de guerra sin destino, incluso dos que se hallan en el hospital.
Buenos Aires, Julio 18 de 1827.
Hipólito Videla.
Buenos Aires, 20 de julio de 1827.
Entregúense los prisioneros que se solicitan bajo las seguridades de estilo.
BALCARCE.
Buenos Aires, julio 21 de 1827
Respecto a que los prisioneros que se mandan entregar por el adjunto decreto, deben existir bajo la inmediata inspección del comisario de Monsalvo y custodiados por el capitán D. Ramón Lara, siendo además destinados a trabajos públicos, no parece regular exigir al dicho Lara las fianzas de estilo. Sin embargo, el Superior Gobierno resolverá lo que tenga por conveniente.
El infrascripto repite a V. E. las consideraciones de su mayor respeto.
Hipólito Videla.
Buenos Aires, 21 de julio de 1827.
Como dice el Jefe de Policía: al efecto vuelva a él.
BALCARCE.
Exmo. Señor Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina.
E
Exmo. Señor.
En representación que a fines del año 25 elevé a esa superioridad, y con sus antecedentes deben obrar en el Ministerio de Gobierno, manifesté los motivos que me impulsaron a pedir la competente autorización para levantar por segunda vez el pueblo de Dolores, arrasado por los bárbaros el 30 de abril de 1821; y por las ventajas que probé resultarían a toda la provincia en general de la ejecución de la obra, que me fué encomendada por la superioridad. Ella sin ningún gravámen del Estado se principió, se ha seguido, y hoy se halla ya presentando el ser casi de una población antigua.
Todo se ha hecho con mi sola invitación, y el deseo de algunos por volver a un lugar que había sido el depósito de sus familias e intereses.
Tocios aquellos grandes gastos que demanda el establecimiento de una población, y que siempre se han impedido, ofrecí serían reducidos tan solamente a auxilios que se me franqueasen para la construcción de la capilla; y como el gobierno se había allanado a ello, cuando llegó el caso de levantarla, que fué en julio del año próximo anterior, solicité diez prisioneros de guerra para los trabajos: se mandaron poner a mi disposición, pero por falta de trasportes no me fueron remitidos, según instruyó el señor jefe de policía al comisario del mismo departamento en Dolores, y el gobierno los destinó a otros objetos que creyó de suma importancia, quedando sin hacerse una obra tan necesaria por carecer de brazos. Pero en el justo empeño de llevarla a cabo, solicito ahora de nuevo se me entregue el indicado número de prisioneros, bien de los que haya en esta capital, en el fuerte de la Independencia, o de los que existen en el mismo pueblo de Dolores a cargo del coronel D. Angel Salvadores, y son cabalmente los mismos diez: ellos estaban empleados en la construcción de cuarteles, más habiéndose éstos concluido, creo que aquel jefe no los necesitará.
Con estos brazos que espero se me entreguen y estén bajo mi sola dependencia beneficiaré material cocido para formar un templo decente y de duración. Si posible fuese se hará un horno que después servirá de gran beneficio a la misma población.
Con ellos y algunos vecinos levantaré el edificio para el cual espero que V. E. se servirá mandar se construyan cinco puertas: una principal, para el frente de la iglesia; dos para los costados, una para la sacristía a la parte interior, y otra para la exterior, asimismo, dos ventanas.
Estos son sólo los costos que anuncié tendría en su nueva formación el pueblo de Dolores. Ellos son ningunos, Exmo. Señor, para los que se invierten en una población, y mucho más limitados se encuentran si se comparan con las ventajas que por esta población reporta la Provincia.
Con el justo deseo de poner todos los medios que faciliten el progresivo alimento de Dolores, debo igualmente rogar a V. E. se digne dispensar las consideraciones que sean dables a los legítimos pobladores en el servicio activo de la milicia; que el alistamiento de ellos sea en una compañía, bien de infantería o caballería, destinada exclusivamente a la defensa del punto, porque si se enrolan en un cuerpo activo, teniendo que hacer las fatigas que como a tal le corresponden, a veces serán empleados en chasques, en acantonamientos particulares, y lo que es más, en alguna entrada o movimiento sobre los indios, quedando ya abandonado e indefenso el pueblo, o paralizados los primeros trabajos que tiene que emprender un poblador para adquirir su subsistencia, y formar sus establecimientos. De este modo también no habría necesidad de que una fuerza que podría operar fuera, en oposición o persecución del enemigo, quedase dentro del pueblo, por guarnecerlo, cuando sus propios vecinos podían defenderlo, y con el doble empeño los estimularía el peligro de sus intereses.
Si los dos puntos de mi presente solicitud los hiciese dignos de la aceptación de V. E., la exposición que acabo de hacer, poco ya me faltaría para pensar en presentar a V. E. un pueblo formado, detallando cuanto demostrase el número de sus vecinos, casas, y demás noticias, que en tal caso deba dar para dejar terminada una comisión a que me he consagrado sin otro interés que el de restituir el primer ser que tuvo el pueblo de Dolores; también en fuerza de mis fatigas, y por propender al fomento de una campaña, en cuya defensa de las continuas irrupciones de los bárbaros, nunca omití arrastrar sacrificio alguno. — Buenos Aires, enero 19 de 1828.
Exmo. Señor.
RAMON LARA.
F
Al Juez de Paz de Chascomús. —
En este momento, que son las 11 de la mañana, acabo de recibir la nota de usted fecha 2 del corriente, y en su contesto digo: que en este pueblo no se hallan más vecinos que D. Manuel Sánchez, D. José María Imbaldi. D. Iieón Argañaraz y D. Santiago Maldonado; habiendo emigrado el resto del vecindario, unos para la ciudad y otros para ese destino; y algunos de estos que nombro por haber concluido ya de expender los restos de su negocio, piensan retirarse a sus establecimientos de campo; de modo que en el estado que se halla este pueblo es imposible dar el debido cumplimiento a su nota.
Con este motivo, el que suscribe saluda a Vd. con toda $u consideración y respeto. — Dolores, abril 3 de 1829.
RAMON LARA.
G
Señor D. Felipe Girado.
Dolores, abril 3 de 1829.
Muy señor mió: En virtud de que usted se halla comisionado por los jefes de la División Federal, puede tomarse la molestia de reunir los vecinos que se hallan en ese destino de los que han emigrado de aquí, y proceder al nombramiento del Juez de Paz que debe sustituirme a mí, y lo mismo a los Alcaldes, pues aquí no han quedado absolutamente vecinos, como se impondrá por el adjunto oficio.
Expresiones a la familia de Bullinós y a la de usted y mande en lo que guste a su servidor. — Q. B. S. M.
RAMON LARA.
H
Señor Editor:—
No pretendo comenzar una historia en lo que voy a decir: no es tampoco mi objeto halagar el amor propio de nadie con una biografía lisonjera: ninguna pretención tengo, ningún interés me mueve. Solamente quiero, tenga usted la bondad de hacerme un lugar en sus columnas, para producirme en obsequio al servicio que han prestado al país dos viejos patriotas, D. Ramón Lara y D. Juan Sosa, quienes han tenido la filantropía de reedificar el pueblo de Dolores, destruido por los indios el año veintiuno.
Muy pocos serán los que estén en sus antecedentes, y por lo mismo me es necesario tomar las cosas desde su principio. Mi método no será el de un escritor, porque a la verdad, yo no lo entiendo; pero sí, el de un observador que sabe hacer justicia al mérito.
En el año 18, estando a la cabeza del gobierno D. Juan Martín de Pueyrredón, se determinó la creación de un pueblo al sur del Salado. El prestigioso juez político y militar, D. Pedro Antonio Paz (santiagueño) tuvo órdenes para ello, y reunió los primeros elementos. El capellán D. Francisco Robles fué nombrado para desempeñar el curato; y con los auxilios del gobierno y los que le prestó el comandante de milicias (en aquel tiempo) D. Ramón Lara, construyó una capilla en un terreno que D. Julián Carmona cedió en donación.
Lo hermoso de la llanura, la fecundidad de la tierra, la cercanía a los montes, y la proporción de hacerse de buena cal trayendo los materiales de la costa del mar; todas estas conveniencias facilitaron los medios a muchas familias para edificar sus ranchos en muy pocos meses. El cura se esmeraba mucho; y el pueblo había progresado; pero una incursión repentina de los indios, mató y cautivó todos sus habitantes, y arrrasó con el fuego sus casas, y cuanto habían trabajado.
Largo tiempo estuvo asolada la llanura, porque una serie de invasiones, casi no interrumpidas, dejó poco menos que desierta nuestra campaña; y sólo un pequeño reducto en las márgenes de la laguna de Kakel, comandado por el mencionado Lara, era toda la esperanza de los hacendados, y el refugio de una que otra familia, que aún conservó valor para quedarse en la fuga despavorida que todos hacían hasta la capital.
De todos estos penosos desastres participó el comandante Lara; y en la desplobación de Dolores, le cautivaron toda su numerosa familia, y le saqueron su estancia de los ganados que tenía.
A pesar de todos estos acontecimientos desgraciados, sostuvo con firmeza el proyecto de reedificar el pueblo; y no pudiendo por su vejez (después de largos servicios), continuar más en la carrera de las armas, pidió su retiro absoluto, y se le concedió sin pensión alguna. A continuación recabó del gobierno una autorización para reunir nuevos pobladores, y concedida que le fué, con el título de administrador, la obra ya se hizo de él solamente y se ocupó largo tiempo en reunir nuevos elementos.
Las circunstancias no eran las más aparentes para semejante empresa, porque las incursiones se hacían más frecuentes, y todos los habitantes se trasportaban huyendo con sus ganados al otro lado de Samborombón. Por este medio todo se hacía más difícil; pero él, constante siempre en su propósito, insumió una parte de sus intereses que salvó de la invasión, en los preparativos de la obra.
Hablar de los trabajos y diligencias que emprendió para conseguir los primeros recursos, sería muy largo de explicar; baste decir, que en el año 25 principió otra vez Dolores con tres familias, entre las que se señaló D. Antonio González, construyendo una especie de fortificación, que sirvió después de refugio a todas las demás que se poblaron, y que el administrador recogía de diversas partes de la campaña.
El 26 ya tenía algunas poblaciones, y aunque las incursiones continuaban a punto de derrotar y dispersar nuestras fuerzas veteranas al mando de Morel, con una matanza horrible, no por eso desmayó Lara en sus trabajos. El pueblo se fué agrandando cada vez más; y ayudado por el teniente de línea reformado D. Juan Sosa, y los esfuerzos del vecino D. Antonio González; Dolores sería hoy mucho más numerosa, si el desgraciado año 28 y su revolución, no se hubiera presentado como otro mayor inconveniente a sus progresos.
Sin embargo, protegidas las marchas de Lara por la expedición, y demás importantísimos trabajos del general Rosas en campaña, se cuentan hoy en el libro de asiento, seiscientas setenta familias crecidas todas, de que se compone la población: muchas casas de negocios con buenos principales, entre las que hay algunas que pasan de cien mil pesos; un número considerable de tropas de carretas que viajan de continuo para la capital, llevando y trayendo efectos; y siendo muy laboriosos sus vecinos, y aplicados a la labranza, tienen además muchas estanzuelas a la circunferencia, que entre todas ellas componen gran cantidad de ganados vacuno, caballar y lanar.
El caminante que no hace mucho vió yerma y asolada esta campaña, y que ahora encuentra en ella un pueblo nuevo todo, y bien delineado, no podrá menos que sorprenderse al reconocer un terreno que no esperó jamás ver tan favorecido. Tales son los relevantes servicios de mis dos buenos patriotas, que sin haberle hecho el Estado el menor desembolso para toda esta benemérita obra, muestran hoy día al público unos tan felices resultados, sin hacer ostentación de lo mucho que han hecho.
Lo que hay de más mérito, sobre todo, y que dá lugar a la observación, es el desinterés con que han coronado su obra. Sosa está tan pobre como vino, pero siempre honrado: Lara tiene mucho menos de lo que trajo, y vive pobremente; y desde un solar a lo lejos de las chacras (en el que edificó un rancho para estar con su familia) vé con gusto levantarse diariamente nuevas casas en el recinto de su pueblo.
Esto es lo que he querido poner en noticia de todos, y esta es la clase de ciudadanos que nunca se debe echar en olvido, como no lo hará jamás su servidor de usted, señor editor.—
EL ANTIGUO CARBONERO.
I
Señor Editor.
No he podido negar a mi corazón el placer de reiterar el objeto del Antiguo Carbonero de la Gaceta de anteayer, esto es, hacer saber a todos y tributar mi reconocimiento a los reedificadores del pueblo de Dolores. Este servicio tan patriótico merece ocuparse de él con extensión, y lo prometo hacer a mi vuelta. Pero no puedo dejar de recordar al Superior Gobierno, que el número de familias que vivimos allí, sentimos la necesidad de una escuela de primeras letras, y tanto más cuanto en poblaciones de menos comercio y vecindad las hay. ¡Cerca de cuatrocientas familias reunidas en el suelo bonaerense sin tener quien enseñe a la juventud los primeros rudimentos! Esto es admirable, señor Editor, y no puede ser más de un descuido, en el siglo en que vivimos.
También se echa de menos un depósito de presos, lo que es muy extraño, desde que el gobierno se ha reservado con este fin un sitio completo en la plaza, y aún se halla baldío y sin cerco lo que no sucede a alguna distancia de ella.
El penúltimo punto creo que no será desatendido, y fue usted, señor Editor, se servirá insertar en su apreciable diario estas cortas líneas como lo espera.
EL VECINO.
J
Señor Editor.—
Dolores, mayo 26 de 1834.
En el número 3488 de su apreciable diario del viernes diez y seis de mayo, y en el del lunes diez y nueve del mismo, he tenido la complacencia de ver dos comunicados: el primero con el nombre de Antiguo Carbonero, y el segundo con el de un Vecino, los dos dirigidos a elogiar a los reedificadores del pueblo de Dolores entre los que han tenido a bien nombrarme como uno de ellos. Nada había más distante para mí que tener que agradecer al señor Carbonero tan buen acuerdo en la parte que me toca, que a la verdad me paga con demasía el trabajo a que me dediqué, no queriendo aspirar a más después de la pérdida de mi familia; pero en cuanto a los otros individuos, el cura Robles, D. Pedro Antonio Paz, D. Juan Sosa y D. Antonio González, bien merecido se tienen el elogio que hace de ellos el señor Carbonero y el aprecio con que los distinguen les vecinos de este pueblo al que tengo el honor de pertenecer.
Lo que ha segundado el Vecino en su comunicado, respetando lo mucho con que nos ha honrado el señor Carbonero, sin duda alguna me interesa mucho más; la escuela, sobe todo, que es tan marcable su falta, es cosa que ya tenía pensada, y que en consideración a las urgencias del Estado no había querido remover, pero ya que se ha servido el Vecino decir algo a este respecto y que conviene en el todo a mis deseos, no haré más que registrar su misma producción, suponiéndome que el gobierno no dejará de atender a la necesidad de una escuela de que carece nuestro pueblo; y al señor Carbonero y al señor Vecino en nombre de todos les doy las más expresivas gracias por el comedimiento que han tenido en nuestro favor. Y al señor Editor tendré que agradecer también que me haga un lugar en sus columnas a todo cuanto dejo dicho en contestación a los dos apreciables comunicados que me refiero, dignándose admitirme las más sinceras demostraciones de aprecio con que lo saludo.
RAMON LARA.
K
Señor Editor.—
Dolores, junio 10 de 1834.
El Antiguo Carbonero que en ocasión pasada en uno de los números de su apreciable diario, elogió al comandante D. Ramón Lara reedificador del pueblo de Dolores, y que no puede negar ni a la virtud, ni al mérito, los tributos que se merecen, tiene hoy el sentimiento de anunciar a usted para que se sirva publicarlo, que este benemérito patriota, de cuyos particulares servicios se ocupó en esa vez, falleció de repente a las cuatro de la tarde del día de ayer, dejando en la mayor consternación a su familia, a sus amigos, y a todos los vecinos de este pueblo.
Justamente sucedió a la hora misma que se corría una función de toros, por lo que se separaron sus amigos de la diversión a que habían asistido, y se ocuparon únicamente de hacerle a escote, al día siguiente, el funeral que fue lucido y de una gran concurrencia. Allí vió el Carbonero que el verdadero mérito tiene un lugar muy preferente en todas partes, y que sus amigos lo lloraban refiriendo cada uno en particular algo de su benevolencia; y los padres y madres de familia asistieron llevando consigo a sus hijos entre el acompañamiento para mostrarles el sitio en donde iban a ser sepultados los últimos restos de aquél, que por su propia mano, les señaló el solar en que habitan, y de que tienen propiedad. Esta demostración de gratitud, sin duda alguna, les hace mucho honor a los vecinos de Dolores.
Entre lo mucho que se dijo en alabanza del finado Lara, oyó decir el Carbonero que como militar desempeñó puntual y fielmente sus empleos, y en diversas jornadas con los indios se batió con honor y recibió heridas graves: que fué buen soldado, y mejor ciudadano; trabajador y sin codicia, buen amigo y buen esposo; y que su filantropía llegó a punto de no reservar sus bienes, cuando los tuvo, para sus amigos pobres, ni jamás dejó salir desconsolada a la necesidad de sus puertas sin que fuese socorrida.
También sabe, que ya tenía formado el plano de su pueblo con el número de casas que contiene, y su correspondiente padrón, y que trataba de remitir todo esto al superior gobierno suplicándole lo relevase de este encargo porque su salud (como se ha visto), no le daba para más. Esto solamente le faltó, pero está hecho; y si el Carbonero en su primer comunicado, por lo que expuso recomendó que, —«esta clase de hombres no se debía echar en olvido»— ahora con más razón tiene que agregar que si es cierto que el mérito se premia en todas partes, seguramente que éste tiene su lugar para que sea atendido, porque no es una friolera la creación de un pueblo sin que al Estado le cueste nada, como se ha dicho, y esto debe mirarlo el gobierno, o los mismos vecinos quienes están en el deber de recordar con agradecimiento la memoria de un hombre por quien han adquirido la propiedad del terreno en que viven, y muchos su fortuna. Sí, debió ser premiado, y en su defecto, su viuda que todos saben que queda en la indigencia.
Por la parte que toca al gobierno de cuanto se ha dicho, bien puede pedir los informes que guste a los mismos vecinos, que en lo que a ellos les cabe bien sabrán registrar su conciencia.
Adiós, señor Editor, usted tendrá la bondad de dispensar las molestias del Carbonero que se retira a su faena llevando consigo el sentimiento que todos han manifestado por la pérdida de un hombre tan apreciable.