Capítulo 36

 

 

 

 

Es sábado y el día de la celebración en Virmings. Durante toda la semana he trabajado con Philip en la organización del evento, pero no he visto el anuncio ni el póster y estoy ansiosa, la curiosidad me puede; de hecho, varias veces he estado tentada de verlo, pues se que está en Internet, pero me contengo; Charlie tiene razón, verlo aquí lo hará más especial.

Estoy sola en casa, Philip ha tenido que ir a Virmings a supervisarlo todo y aprovecho que estoy sola para hacer lo que llevo demorando toda la semana. Cojo mi teléfono y llamo a mi madre, ella es más comprensiva que mi padre.

—¡Hija! ¡Ya era hora! ¿Cómo estás?

—Muy bien, mamá. ¿Has visto el desfile?

—Por supuesto. Santi nos lo puso y tanto tu padre como yo nos sentimos muy orgullosos de ti; también hemos visto el anuncio. ¡Estás preciosa, cariño!

—Gracias, mamá, la verdad es que estoy muy feliz.

—¿Has vuelto con él?

—Sí, mamá, y también estoy trabajando de nuevo en Virmings —susurro. ¡Pobrecita!

—¿No vas a volver, verdad? —me pregunta casi llorando.

—No para vivir, pero iré en Navidades, en vacaciones y siempre que pueda; además, vosotros también podéis venir a verme.

—No es lo mismo, hija, no podré verte siempre que quiera.

—¡Claro que sí! Por Skype podemos hablar y vernos todos los días. Mamá, mi sitio está junto a él, no puedo imaginar mi vida sin Philip.

—Lo sé, cariño. Nunca te he visto tan triste como cuando volviste; si estar con él te hace feliz, es lo que debes hacer. Vive tu vida y sé feliz, aunque te aseguro que tu padre va a liarla cuando se entere.

—Lo sé, por eso he preferido hablar contigo.

—Intentaré mediar para que lo tome de la mejor forma posible.

—Gracias, mamá, te quiero.

—Yo también, hija.

Cuelgo el teléfono y lloro sin consuelo. No me gustaría estar en la piel de mi madre, la que va a liar mi padre cuando se entere, y me doy cuenta de que mis padres se merecen algo más que una llamada, tengo que hablar con ellos cara a cara. Además, si voy a vivir aquí tengo que recoger mis cosas, por lo menos las indispensables. Por suerte, cuando Philip llega el disgusto se me ha pasado; hoy es un día importante y no quiero preocuparlo.

Me ducho y me visto sin dejarle que me vea, quiero que sea una sorpresa. Llevo un vestido con cuerpo de tul morado transparente y con abalorios bordados estratégicamente para tapar el pecho, unido a través de un finísimo cinturón a la falda del mismo tono morado; me recojo el pelo en un moño bajo y me calzo unos tacones que me recuerdan a los zancos que llevé el día del desfile, pero que me hacen unas piernas de infarto. Me miro en el espejo y sonrío ante mi reflejo, ¡qué pasada de vestido! Me costó una fortuna, pero ¡qué dinero más bien gastado! Cojo mi clutch y me dispongo a bajar; estoy nerviosa, esta noche va a ser especial y quiero disfrutarla a tope.

Me sujeto de la barandilla con la vista puesta en los escalones para no darme una leche, ¡llevo demasiado tacón! ¿En qué puñetas estaba pensando cuando los compré?

—Eres lo más increíble que he visto en mi vida.

Levanto la vista y lo veo al final de la escalera sonriéndome y mirándome descaradamente; él también está impresionante, ¡tiarrón!

—Gracias, tú tampoco estás nada mal —le digo sonriendo mientras llego hasta él.

—Mañana las revistas estarán llenas de fotografías tuyas, vas a deslumbrarlos cuando te vean.

—No sabía que habría prensa.

—Siempre la hay, nena; las celebraciones en Virmings son muy famosas. Además, sabes que va a venir gente conocida y eso siempre atrae a los periodistas. Tu mera presencia ya es motivo suficiente para que esté hasta los topes —me dice rodeando mi cintura con sus manos, mirándome fijamente—. No me habías contado que Calvin te había invitado a su programa.

—No tiene importancia, no pienso ir.

—¿Calvin Miller te invita a su programa y no tiene importancia? Esto sí que es bueno. ¿Sabes que cualquiera que se precie de ser importante suplica por ir? Y a ti te lo propone y lo rechazas... y encima dices que no tiene importancia.

—Para mí no la tiene; por nada del mundo iría a la televisión para hablar de mi vida, y tú... ¿cómo lo has sabido? —le pregunto con desconfianza.

—Él mismo me lo ha contado. Me ha llamado esta mañana para que intentara convencerte.

—¿Lo conoces? ¿No te ha preguntado si estamos juntos y si la canción la escribiste para mí?, porque conmigo no se fue por las ramas.

—Claro que lo conozco, nena... por mi trabajo conozco a mucha gente, y claro que me lo ha preguntado, él es así, pero yo también soy como soy y nunca contesto a ninguna de sus preguntas.

—Me alegro, no quiero que mi vida se convierta en un circo.

—Escúchame, quiero que entiendas una cosa: en tu mano tienes parte del control de tu vida, lo que quieres hacer y lo que no, pero no puedes controlar lo que la gente dirá de ti. Te has convertido en un personaje público y, mientras dure la fiebre que siente el público por ti, vas a tener que oír de todo, bueno y malo, verdades y mentiras... y no debes dejar que nada te afecte, ¿vale? No quiero verte sufrir por eso, porque tu vida puede que sí se convierta en un circo y tienes que entenderlo.

—Mientras estés a mi lado, no me preocupa.

—Siempre, nena. ¿Preparada para ver el anuncio por fin?

—Impaciente más bien.

—Pues no lo demoremos más.

Esta vez no cogemos el coche de Philip: una limusina pasa a recogernos a nosotros y a Charlie y Katia y, entre risas y nervios, llegamos a Virmings. Fuera está lleno de prensa y de la mano de Philip salgo de la limusina; los periodistas me llaman, me hacen miles de preguntas, me fotografían, pero contesto las que quiero, las que no tienen importancia, y sonriendo me dirijo dentro de Virmings fuertemente cogida de su mano.

Dentro está hasta los topes. Un servicio de cáterin ofrece comida y bebida a diestro y siniestro. Saludo a Pierre y a Kelly, que han venido a la celebración en representación de Promesses, charlo con mis compañeros, con Sandro, Dylan y su equipo, y empiezo a reconocer a actores, celebrities, presentadores y a gente famosísima que me conoce del día del desfile y posteriormente de la inauguración de Promesses. Hablo y río con todos, disfrutando de cada segundo. Si esto me lo hubieran dicho hace un mes, me hubiera caído de bruces y, en cambio, ahora estoy hablando con Orlando Sun, el actor de moda, como si lo conociera de toda la vida. ¡Qué fuerte! ¡Si me pinchan, no sangro!

—¡Orlando! ¿Qué tal? — le pregunta Philip acercándose a nosotros.

—¡Coño, Philip! ¡La que has montado con el anuncio! ¡Enhorabuena, tío!

—Gracias, la verdad es que ha sido todo un éxito. ¿Y tú? No sabía que estabas rodando aquí, capullo, que mierda de amigo estás hecho.

¿De qué se conocen estos dos? ¿Son amigos? Ahora sí que me he quedado muerta.

—Joder, si voy de culo con el rodaje. A ver si te llamo y quedamos para tomarnos algo antes de que nos larguemos.

—Sabes dónde estoy, pásate el día que quieras... y ahora, si me lo permites, me llevo a mi chica.

Y cogiéndome de la mano me acompaña hasta donde están Charlie y Katia. Lo veo subir a un pequeño escenario montado a propósito y babeo mirándolo, ¡qué hombre, Dios!

—Buenas noches y bienvenidos a la presentación de Promesses. Esta presentación es muy especial para mí por varios motivos y un éxito tremendo del trabajo en equipo.

»Desde el principio nos propusimos crear el anuncio perfecto. Creamos una canción que fuera el hilo conductor del spot, una canción que conectara también con la modelo, Paula Ferreño. A Promesses debemos agradecerle que nos la propusiese como imagen de la campaña; gran parte del éxito se lo debemos a ella, por el esfuerzo y profesionalidad mostrados desde el inicio.

»También quiero agradecerle a Promesses que nos dejara vía libre en el proceso de creación y, por supuesto, al equipo de Virmings por su implicación, ilusión y esfuerzo diario en un proyecto que no ha resultado fácil.

»Antes de mostrarles el anuncio que casi todos han visto, querría que vieran el making off. Disfrútenlo al igual que hicimos nosotros mientras lo rodábamos.

Tengo que obligarme a controlar mi expresión; me tiene fascinada, no puedo apartar la mirada de él... y entonces oigo la canción y empiezan a emitir imágenes del rodaje.

Estoy alucinada. En ellas se me ve a mí riendo mientras me retocan el maquillaje, a Sandro dándome instrucciones en la orilla de la playa... se me ve feliz, disfrutando, y no puedo apartar la mirada de la pantalla completamente fascinada.

Estoy abrumada. Oigo la letra de la canción y recuerdo los días en la isla, mi situación con Philip, la última noche... y de repente tengo muchas ganas de llorar, pero entonces acaban de emitirlo y... empieza el anuncio.

Suena la canción, la más disco, y lo primero que se ve es a mí mirando a la cámara fijamente mientras el viento mueve mi pelo; detrás se adivinan las palmeras y el turquesa increíble del agua... voy caminando hacia la orilla y pum, pum, pum... suena la música llenando la pantalla de imágenes mías en el agua, en la orilla, tirándome de cabeza. Recuerdo la plataforma, el atardecer... salgo del agua mirando fijamente a la cámara y se ven las letras «Promesses nueva colección» llenando el plano. Cada imagen es más preciosa e increíble que la anterior, dejándome con la boca abierta... Comienza a sonar la canción lenta y de nuevo las letras, ahora «Promesses verano», pero esta vez con imágenes mías más sensuales, arqueándome en la arena mientras el agua moja mi cuerpo, o mirando fijamente a la cámara. Me veo sexi, femenina, preciosa. El anuncio es perfecto, no me extraña que haya sido un gran éxito, no puedo apartar mi mirada de la pantalla.

Entonces finaliza y todo el mundo aplaude entusiasmado. Oigo cómo Philip me llama, pero me siento incapaz de reaccionar.

—Paula, por favor, ¿puedes acercarte? Ha llegado el momento de descubrir la fotografía que presidirá nuestra recepción, el recordatorio de un gran éxito.

Charlie me da un ligero empujón y tengo que obligarme a caminar, a acercarme a él; me tiende la mano y se la cojo con fuerza, me tiembla todo el cuerpo.

—Adelante, Paula —me anima Philip—, tira del cordón.

Lo hago y sonrío...

—Las hojas no se venden —murmuro sólo para él mirando el póster.

—Sólo tú serías capaz de conseguirlo —susurra para mí.

Oigo los aplausos de fondo, pero tengo la mirada atrapada en el póster: es la fotografía que vi en su despacho, es un primer plano mío con las letras «Promesses» en negro en el lateral inferior, con la cascada de fondo y rodeada de exuberante vegetación.

—Me encanta, Philip —le digo mirándolo fijamente.

—Todas las fotografías eran preciosas, pero ésta tiene algo que no te permite apartar la mirada de ella y es lo primero que verá la gente cuando entre en Virmings.

—¡Capullo! ¡Suerte que no te hice caso! Pensaba que no ibas a utilizar esas fotografías —le espeta Sandro sonriendo y dándole un ligero puñetazo.

—Y no lo he hecho; en el anuncio no aparecen y aquí solamente se ve su cara —le contesta Philip descojonándose.

—Pero en el catálogo la has puesto en las dos páginas centrales.

—Era para que se viera la faldita de los cojones. Con lo corta que era, si no utilizamos una doble página, esa menudencia no se vería; además, fue idea de Pierre, no mía.

—Y una mierda, te ha encantado, tuve una idea cojonuda.

—El mérito no es tuyo, capullo, es de ella y de esos ojazos verdes.

—Lo que tú digas, pero a los hechos me remito —le suelta carcajeándose—. ¿Cuándo voy a hacerte el book, diosa? —me pregunta zalamero.

—Déjame que lo piense —le contesto sonriendo.

—No te lo pienses mucho, diosa.

—Ya hablaremos —le digo apurándome—. Perdona, pero tengo que hablar con Katia.

Salgo disparada. Me encantó hacer el anuncio y el desfile, pero me agobió un poco lo que vino después. Las palabras de Philip cada vez toman mayor fuerza y tengo que pensarlo seriamente; aceptar hacerme el book y rodar más anuncios implica meterme más de lleno en este mundo y no sé si es lo que quiero.

La celebración es todo un éxito y me siento orgullosa. Philip y yo apenas nos hemos separado en toda la noche; sin hacerlo a propósito, somos incapaces de permanecer mucho tiempo alejados el uno del otro. Si alguien albergaba algún tipo de duda sobre nuestra relación, esta noche las ha disipado, pero ¿por qué esconder algo que nos llena de felicidad? Cuando me doy cuenta, la noche ha pasado volando y la gente está empezando a marcharse.

Nos despedimos de cada uno de ellos y, sólo cuando el último de los invitados se marcha, lo hacemos nosotros.

Estamos muertos y subimos a la limusina sin dejar de comentar las anécdotas de la noche. Charlie, a quien parece que le han dado cuerda, tiene para dar y tomar, y terminamos descojonándonos con él, como siempre; es el alma de la fiesta y una tontería la convierte en todo un acontecimiento sujeto a broma y pitorreo.

Llegamos por fin a casa y entramos cogidos de la mano.

—Estos zapatos estaban matándome —me quejo quitándomelos y camino descalza hasta la habitación; los pies me palpitan de dolor.

—Si te sirve de algo, estabas preciosa; he sido el hombre más envidiado de Virmings esta noche. —Me sonríe mientras se quita la pajarita.

—Voy a tener que volver a Madrid —murmuro de sopetón; cuanto antes, mejor.

—¿Qué has dicho? —pregunta con seriedad acercándose a mí con el rostro contraído.

—Philip, si voy a vivir aquí, mis padres se merecen una explicación por mi parte. Voy a alejarme de ellos para siempre, ¿no crees que les debo algo más que una llamada de teléfono?

—Joder, nena, pensaba que te referías a otra cosa —me dice respirando profundamente—. Espera unas semanas y te acompaño, me gustaría conocerlos. Si vas a casarte conmigo, quiero hacer las cosas bien.

—¿No me digas que vamos a casarnos? ¿Cómo he podido olvidar ese momento tan increíble en el que te arrodillas y me pides que sea tu mujer? ¡Philip, voy a tener que ir al médico! ¡He olvidado uno de los momentos más importantes en mi vida! —le suelto riendo exageradamente.

Me mira con socarronería y, dejándome con la boca abierta, se arrodilla mientras coge mi mano.

—Quiero ser tu ayer, tu hoy y tu mañana; no me imagino mi vida sin ti, sin tus risas y tu mal genio, por no hablar de cómo me gusta cuando me coges con ganas —me declara con una media sonrisa—. Mi vida te pertenece, quiero ser tu marido y el padre de tus hijos, quiero compartir cada segundo contigo. ¿Te gustaría compartir los tuyos conmigo?

—Sí... —respondo con los ojos llenos de lágrimas mientras me arrodillo yo también—. Quiero que seas mi ayer, mi hoy y mi mañana, quiero que seas mi marido y el padre de mis hijos, cogerte con ganas todos los días y compartir cada segundo de mi vida contigo, no he deseado otra cosa desde que me miraste fijamente en esa revista; eres mi vida, Philip, nunca he querido a nadie como te quiero a ti.

—Ni yo tampoco, nena, eres lo más increíble que me ha pasado nunca y necesito atarte a mí de todas las formas posibles —afirma sacando un anillo precioso de una cajita—. Te quiero, Paula, y te prometo que, decidas lo que decidas sobre tu carrera, siempre te apoyaré; te prometo que jamás te soltaré de la mano —añade poniéndome el anillo, que encaja perfectamente en mi dedo, y haciendo que recuerde la letra de la canción; la escribió sin saber que estaba escribiendo nuestro futuro.

—Yo también te quiero, Philip, y te prometo que pase lo que pase nunca me soltaré.

Nos miramos emocionados y con los sentimientos a flor de piel unimos nuestros labios sellando nuestra promesa en un dulce beso con mi fotografía como único testigo.

Y aunque los caminos de rosas no existen, yo he aprendido a caminar sorteando las espinas, porque todo sufrimiento merece la pena si con él puedes alcanzar la felicidad más absoluta, y yo la he conseguido. Tengo al hombre de mis sueños conmigo y un maravilloso futuro por delante. Soy feliz.