El fin amarillo
Aunque todo ha versado sobre la vida, debía acabar, tal como hizo Celaya, con el morir.
Fue la lección que aprendí del cáncer. Perdí el miedo a morir y eso es algo que pensaba que olvidaría cuando comenzara a vivir sin cáncer, pero ocurrió lo contrario. Sigo sin tener miedo a la muerte y eso tiene mucho que ver con los años de lucha contra mi enfermedad y con el contacto tan continuado con la muerte. Como ya conté, murieron muchos amigos míos. Aunque todos están cerca de mí y 3.7 los llevo dentro, muy dentro.
En muchas de las conferencias que hago, me han preguntado cómo se pierde el miedo a la muerte. ¿Cómo se consigue? ¿Se debe pasar por una enfermedad mortal? ¿Qué significa perder el miedo a la muerte: eres más osado, eres más impulsivo, no temes a nada en la vida?
La gente desea una receta rápida: haz esto y perderás el miedo a la muerte. Las recetas no existen. Existen las listas de consejos, las listas de cosas posibles para hacer. Pero como todo, uno debe interiorizarlas, creer que son verdad y, poco a poco, ponerlas en práctica.
En estas conferencias, suelo explicar la importancia de hablar de la muerte. No puedes perderle el miedo a algo si no hablas de ello. Tienes que pensar que es algo natural, algo por lo que pasarás, algo no negativo.
La muerte no es mala. La muerte siempre dignifica, siempre te da un fin.
Yo he escrito muchos guiones y lo primero que comento a mis alumnos es que, para ser un buen guionista, tienes que saber cómo acabarás la película, cuál será el fin. Con un buen fin eres capaz de tener una buena peli, si no sabes nada del fin, si le tienes miedo, la película puede que no acabe. Muchas veces se me han ocurrido finales que merecen una historia; a veces la encuentras y a veces no. Pero sin un final no puedes hacer nada.
En la vida pasa igual. Tienes que hablar con naturalidad de tu final. Hablar de tu muerte y de la muerte de la gente que tienes a tu alrededor.
Puede parecer complicado pero en realidad es sencillo, simplemente tienes que ponerlo en práctica. En el hospital, con los pelones hablábamos mucho de la muerte; todos sabíamos que podíamos morir pronto y eso nos daba ganas de hablar de ello. Saber cómo lo llevaría cada uno, saber cómo el otro deseaba morir, saber qué pensaría de tu muerte.
Siento que mi corazón se emociona cuando hablo de esto; eso es bonito. No hay que confundir emoción con tristeza. Siento emoción, pues me produce alegría pensar en aquellos chavales que murieron. Jamás he sentido por ellos compasión o tristeza; no se lo merecían, no merecían que su recuerdo estuviera relacionado con ninguno de esos dos términos.
Hay gente que me dice que no es fácil preguntarle a alguien cómo quiere morir o cómo desea ser recordado. Siempre les digo que lo mejor es comenzar desde lejos e ir acercándose. A mí me encanta preguntar a gente con la que hago amistad la siguiente cuestión: ¿cuál es la muerte que te ha afectado más?
Esta única pregunta sobre la muerte abre caminos. Descubres tantas y tantas cosas… Al fin y al cabo la gente habla de trabajos que hará, novias que tendrá o viajes que realizará. Y seguramente no hará esos viajes, ni tendrá esas novias y quizá no logre esos trabajos. Pero seguro que morirá.
Por ello, hablar de la muerte que más te ha dolido, seguramente hará que hables de la muerte que no has superado. Las más dolorosas son las no aceptadas, las más recordadas.
¿Qué debes hacer cuando alguien te habla de una muerte cercana no superada? Simplemente, escuchar, preguntar mucho y poca cosa más. Es casi como cuando te hablan de un viaje o de una nueva experiencia. Y sobre todo no sentir compasión. ¡Qué absurda es la compasión! No sirve absolutamente para nada.
Yo pienso que la muerte marca de un modo que la vida no puede hacer. Hay personas cuyo padre o cuya madre murió cuando eran pequeños. Estos chavales hablan de su madre de una manera especial, les ha marcado y les ha obligado a hacer cosas que quizá no habrían hecho. Morir es necesario para dejar legado, es importante para poner el broche de oro.
Debes pensar siempre en la muerte como en algo bueno. Al fin y al cabo la gente celebra vida, celebra bautizos, así que debería celebrar muertes próximas. A partir de entonces formará parte del recuerdo, de la dignificación.
Sé que alguien puede pensar que frivolizo sobre la muerte, que defiendo que es bonita, pero seguro que has pasado por la dolorosa muerte de seres queridos y no le encuentras nada bello. Pero lo que debes recordar es que la muerte en sí no existe. Cuando alguien muere se transforma en la gente que ha conocido. Sus recuerdos perduran, su vida se divide entre la gente que lo conoció. Es como si se multiplicaran en mucha gente.
No relaciones la muerte con el dolor. No relaciones la muerte con pérdida. Relaciónala con la vida, relaciónala con un fin digno. No pienses que desapareces, no tengas miedo a desaparecer. Es algo que tarde o temprano harás.
Yo creo que cuanto más hablas con tus familiares y amigos sobre tu propia muerte más preparado está todo el mundo. Y no hablo de hacer testamento, sino simple y llanamente de pedir cosas que te gustaría que hicieran cuando murieras. En el hospital los pelones deseaban un montón de cosas, por ejemplo que, una vez muertos, los que quedábamos fuéramos a Nueva York a un concierto de música. Deseos desde la muerte, deseos preciosos que he ido cumpliendo. Deseos llenos de vida.
Cuando escribí Tu vida en 65', la película que dirigió Maria Ripoll, quise ir aún más lejos. La película hablaba de un chico que era tan feliz que no deseaba buscar más, era tan feliz que ponía su broche de oro. No era una película que hiciese apología del suicidio sino que era apología de la vida y de la muerte. ¿Por qué no puedes desear morir de la misma manera que mucha gente desea vivir? ¿Por qué si lo tienes todo en la vida, si has alcanzado una felicidad extrema tienes que buscar y buscar más? Éstas eran las premisas de la peli. A veces, tienes y debes ir a los extremos para que la gente se centre.
A mí me gustaría morir un viernes. Me gustan los viernes: estrenan películas de cine y la gente suele sentirse feliz. De pequeño me gustaban especialmente porque los viernes venían a buscarme mis padres al colegio, me daban un bocadillo de atún e íbamos a Cardedeu donde teníamos una casa de veraneo. De camino siempre encontrábamos atascos y mi padre ponía la radio; en ese escenario aparecieron las primeras canciones que me emocionaron. Recuerdo sobre todo cuando sonó «Llamé solo para decirte que te quiero» de Stevie Wonder. Esa canción hizo que dejase de comer el bocadillo de atún, esa canción me pareció tan hermosa que me quedé embobado mientras se mezclaban las cortas-lar-gas-cortas de los intermitentes con esas trompetas y esos violines.
¡Me gustaría morir un viernes porque los viernes pasaban cosas tan hermosas!
Deberías comenzar por desear una fecha para morir: un día, una estación, un lugar. No es macabro, la muerte no es macabra, abandonar este mundo no es macabro. Por lo tanto, reflexionar sobre tu muerte es necesario y debería ser obligatorio. En el colegio debería haber la asignatura «Vida y muerte». No sería de humor negro, sería divertida, sería importante que desde pequeños tuviéramos contacto con nuestro final. Ese gran libro que es Martes con mi viejo profesor decía: «Aprende a morir y aprenderás a vivir». Yo deseo ir más lejos: piensa en tu muerte, piensa en datos, piensa en ese fin y podrás pensar en tu vida, en datos concretos de lo que deseas hacer en este mundo.
La muerte es el fundamento del mundo amarillo. El mundo amarillo se basa en saber que puedes perder y puedes ganar. Esta vida trata de eso: de perder y de ganar. Habrá épocas en las que sólo perderás, así que recuerda que hubo un tiempo en el que sólo ganaste.
Para finalizar este capítulo aquí tienes una pequeña lista sobre la muerte:
1. Piensa en la muerte como en algo positivo.
2. Habla con tus amigos sobre sus muertes o muertes que les hayan impactado. Deja que la conversación fluya, olvídate de la compasión y de que estás tratando un tema tabú.
3. Cuando alguien muera y vayas al cementerio o al tanatorio, no intentes evitar hablar de ello. Habla del muerto, de tu relación con él o con ella. Olvida las frases: «te acompaño en el sentimiento», «siento su muerte». Busca las frases que realmente definan su muerte. No existe una frase tipo para un entierro, no utilices una frase que no dice nada. Debe salir de ti, quizá sea un detalle de su vida, quizá lo que sentiste al conocer su muerte.
4. Llama a los familiares y amigos después de la muerte de la persona querida. Sin miedo, veinticuatro horas después llama, pregunta, habla de qué sienten; y sigue haciendo esta pregunta durante el tiempo que creas necesario. Seguramente será lo que más le ha marcado en la vida. ¿Por qué crees que le molestará hablar de lo que más le marca en la vida?
5. Piensa en tu propia muerte. Piensa en el día, la estación, la temperatura que debería hacer, el lugar, con quién te gustaría estar. No pienses en si quieres ser incinerado o enterrado. Piensa en el momento, justo en el momento, no en lo posterior.
6. Habla con tus amigos de esos detalles. Y explícales cosas que te gustaría que hicieran, cosas llenas de vida. No cosas para hacer en el aniversario de tu muerte ni en el cementerio sino cosas que rebosen vida.
Hubo un pelón que me dijo que si un día moría y yo escribía un libro, le gustaría que en algún momento apareciese la palabra pomelo en el libro. A él le encantaban los pomelos, le parecían la mejor fruta del mundo. Le dije que lo haría. Murió un año más tarde. Ahora, veo escrita la palabra pomelo y siento que él vive, está en su plenitud y se cuela dentro de ti. Puedes imaginar una cara, unos ojos, lo ves comiéndose ese pomelo. ¿Puede estar muerto alguien que nos hace sentir tanto?
7. Muere. Cuando sea, cuando toque. No busques la muerte pero no le tengas miedo. El cáncer hizo que muchas veces tropezara con la muerte, que me la encontrara de frente. Y olvida tus miedos: perder a tu gente, perder tus cosas, perder lo que eres. En realidad, no pierdes nada, absolutamente nada. Créeme, aparta el miedo, aparta el pavor y mira a la palabra muerte de tú a tú. Visualízala, tan sólo eso.