23 descubrimientos

Que sirvieron para enlazar dos edades:

de los catorce a los veinticuatro años.

Éstos son los 23 descubrimientos, y espero que con cada uno de ellos, cuando los leas, harás más descubrimientos.

Espero que te sirvan como base de ese mundo amarillo, base de un mundo diferente.

Yo los utilicé cuando me curé, los puse en marcha y me ayudaron a enlazar dos edades. Tú puedes utilizarlos para enlazar dos edades, dos momentos, dos sensaciones o simplemente vivir un instante, el actual.

Recuerdo que cuando yo los descubrí o comencé a ponerlos en práctica tenía veinticuatro años. Tal como comenté al inicio del libro, estaba totalmente curado y no podía creerlo; pasaron un par de días y me encontraba desorientado, sabía quién era, no sabía quién había sido.

Así que decidí sumergirme en mi infancia, en aquel chaval que tenía catorce años antes de enfermar, y comenzar a enlazar las dos edades: los catorce y los veinticuatro.

Fue algo mágico, increíble. Volvía a aquellos recuerdos, veía lo que me gustaba o lo que deseaba y era como trasplantar eso en el joven de veinticuatro. Pasé ese año maravilloso tendiendo puentes, conversando con las dos personas que convivían en un mismo cuerpo. Fue sin duda el año más increíble de mi vida, en el que me escuché, me entendí y me respeté. Durante ese año, aprendí las lecciones del cáncer y las apliqué a la vida. Uno de los chavales, el de veinticuatro, tenía las armas contra el cáncer y el de catorce, tenía la inocencia de seguir viviendo sin aún haberlo conocido. Qué mejor que utilizar la sinergia de ambas fuerzas, de ambas energías.

Sin duda, el chaval de catorce habría sido de otra manera, y el chaval de veinticuatro, que lo sabía, sólo deseaba que se sintiera aceptado, querido.

Me gustaba cuando se ponían de acuerdo, cuando veía que en realidad no les separaban tantas cosas. En realidad quizá deseaban lo mismo pero lo expresaban de forma distinta.

También me entusiasmaba cuando discutían; en realidad era entonces cuando crecía, cuando me daba cuenta de que ya no tenían los mismos objetivos. Y eso era bonito, porque de alguna manera dos personas compartirían dos intereses, dos búsquedas. El debate es necesario para subsistir.

Al final de aquel año hice un pacto con el chaval de catorce: siempre tendría un voto, siempre escucharía su opinión. Ya que aquel chaval de catorce no podía ser lo que deseaba, le permitiría estar siempre conmigo. Y jamás me ha abandonado; yo voy creciendo y cumpliendo años, pero el chaval de catorce continúa dentro de mí, aconsejándome y dándome su opinión.

Sin saberlo, mucha gente olvida a su chaval de catorce, y creo que lo ideal es volver, sumergirte y crear puentes hasta ese momento. Es como nadar por el fondo de una piscina, atravesar un pequeño túnel y aparecer en otra piscina más pequeña; allí es donde están los catorce años. Habla, intercambia y rescata lo que puedas para la piscina grande.

Los chavales de catorce nos hacen ricos, nos hacen complejos. Al fin y al cabo es una época dura en la que acabamos tomando las decisiones más importantes, las que marcan nuestro carácter. El problema es que a veces lo olvidamos, a veces pensamos que estábamos equivocados y volvemos a reconstruirnos.

Creo que lo bonito es reconstruirte a través de quien ya eras: vuelve a los cimientos, vuelve a los catorce años. Sin duda allí está la base de quien eres. De quien querías ser. Ahora que lo pienso, éste podría ser otro descubrimiento: el vigesimocuarto. Ahí lo dejo.

Tan sólo cree en los 23 descubrimientos. Cree y se crearán. Y ahora demos paso a los amarillos… Ya es la hora…