Octavo descubrimiento:
«Lo que más ocultas,
es lo que muestra más de ti»
Dime tu secreto y te diré por qué eres tan especial.
Néstor, el celador más enrollado que he tenido.
Todos somos especiales. Ya sé que suena a tópico, pero lo somos. En el hospital no nos gustó nunca la palabra minusválido, inválido o impedido. Son tres palabras a desterrar; las carencias físicas no tienen nada que ver con esas tres palabrejas.
Pasados los años he trabajado con discapacitados mentales y me he dado cuenta de que éstas son dos palabras que también hay que desterrar. Este tipo de personas son las más especiales de todas, las que más respeto me producen; son sensibles, inocentes y sencillas. Y lo digo en el sentido más rico de las palabras. Son especiales.
A mí me falta una pierna y un pulmón, aunque yo siempre he tenido la sensación de que tengo un muñón y un solo pulmón. Tener o faltar, todo depende de cómo se mire. Yo, a mi manera, soy especial. Me gusta pensar que me han marcado de cierto modo y eso me hace diferente.
Pero no tan sólo las carencias físicas y psíquicas son las que te convierten en alguien especial. Como he dicho antes, todos somos especiales. Tan sólo hay que potenciar lo que te hace especial.
Había un celador en el hospital que nos decía: «Decidme vuestro secreto y os diré por qué sois tan especiales». Él, mientras estábamos en recuperación, nos hablaba de la gente especial y de los secretos que todos guardamos. Opinaba que los secretos son necesarios en esta vida, son tesoros privados que sólo están al alcance de uno mismo. Como nadie los conoce no hay llave y nos marcan interiormente porque no los compartimos.
Pero sobre todo nos hablaba de la importancia de mostrar nuestros secretos. Nos decía que era como enseñar a los demás lo que te hace especial, lo que te hace diferente, y eso es de lo que siempre te cuesta más hablar.
Cuando él explicaba estas cosas yo lo miraba muy fijamente. Deseaba saber qué ocultaba aquel hombre de tez oscura, de ojos redondos y cejas marcadas. Deseaba saber por qué era especial, cuáles eran los secretos que lo hacían diferente.
Nunca lo supe, pero nos enseñó algo vital, lo que nosotros teníamos: muñones, cicatrices, moratones, falta de pelo… eran cosas que nos hacían diferentes y nos hacían sentir especiales, por ello jamás debíamos ocultarlas, teníamos que mostrarlas con orgullo.
Consiguió su objetivo, nunca me ha avergonzado enseñar mis carencias. Y además consiguió que tratáramos los secretos, las cosas que más nos cuesta compartir, como pruebas para demostrar nuestra diferencia.
Cuando dejé el hospital, no olvidé esas lecciones. Siempre que he tenido un secreto, he pensado que era bueno tenerlo y que yo decidiría cuándo lo mostraría, cuándo me convertiría en especial. Lo que ocultas es lo que más te define.
La fórmula es…
1. Piensa en tus secretos ocultos.
2. Déjalos madurar y finalmente muéstralos. Goza guardando pero goza más mostrando.
3. Al mostrarlos los secretos te harán especial. Sea lo que sea, era tuyo y ahora es de muchos. Todo lo que ocultas es lo que más muestra de ti.