Capítulo 2

 

Rigo miró a Nicole. Era muy diferente de lo que recordaba. Ya no había rastro de la joven despreocupada y desinhibida que lo había tentado unos meses atrás. En su lugar, estaba una formidable tigresa morena vestida con unos vaqueros rasgados y manchados de comida. Siempre iba muy bien preparado a sus negociaciones, conociendo perfectamente cómo era su oponente. Sin embargo, parecía que lo que sabía de ella ya no se podía aplicar a la realidad.

Tomó la fotografía que ella le ofrecía mientras ella le observaba. La foto era de un bebé con suaves rizos castaños y piel clara. Volvió a mirar a Nicole.

—Esto no demuestra nada.

El dolor se reflejó en los pálidos rasgos de Nicole. Entonces, ella le arrebató la fotografía de las manos.

—No sé qué más decirte. He sido completamente sincera contigo desde el principio. Te dije que estaba embarazada y no te monté ninguna escena cuando me dijiste que no querías estar implicado.

Rigo se mordió los labios con frustración. Ella estaba decidida a mantener su postura. Estaba totalmente claro. Sabía que ella había sido actriz de niña, pero jamás hubiera esperado que se mostraba tan firme en su actuación.

—Me haces parecer el malo en esta película tuya —dijo él manteniendo el tono deliberadamente tranquilo.

—Rigo, en estos momentos lo único que te pido es que utilices tu poder y tu influencia para que yo pueda regresar a mi casa con mi hija y no tener que volver a molestarte nunca.

—¿Y tengo que creer que no quieres ni un penique mío?

Nicole suspiró.

—Pregúntate una cosa. ¿Por qué iba yo a esperar casi seis meses de la vida de mi hija antes de filtrar una historia si estaba tan desesperada? No tiene ningún sentido.

Nicole parecía tan maternal, tan inocente en aquellos momentos. Lo más probable era que ella quisiera tener ese aspecto para hacerse la víctima. Rigo se deshizo del sentimiento de intranquilidad que lo había invadido después de ver la fotografía de la niña. Había acudido allí para terminar con aquel asunto.

—Tienes razón. No tiene ningún sentido, pero no tengo ninguna inclinación a tratar de comprender lo que ocurre en tu cerebro. Tanto si fuiste tú la que filtró la noticia a la prensa como si no, en estos momentos eso ya no me importa.

—Solo quieres que limpie tu nombre. No puedo hacerlo, Rigo. No voy a mentir.

—Mira, Nicole. Tal vez yo podría amordazar a los medios y evitar que siguieran hablando, pero no puedo deshacer el daño que ya se ha hecho. No se puede amordazar al público. El único modo de evitar que sigan hablando es que se demuestre que el escándalo no era cierto. Estoy dispuesto a subir la oferta que se te ha hecho hoy un veinte por ciento. Te pido que hagas lo correcto para todos los implicados.

Nicole respiró profundamente y se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros.

—Por mucho que deseo recuperar mi intimidad, no puedo comprometer mi integridad y contar una mentira que afectará a mi hija para siempre. Juré que nunca te pediría nada, Rigo, y hasta ahora no lo he hecho. Sin embargo, en estos momentos la intimidad de mi hija significa para mí mucho más que mi orgullo —dijo. Lo miró con una expresión seria en sus ojos color caramelo—. Hazte la prueba de paternidad. Si sale negativa, haré la declaración que tanto deseas.

—No veo razón alguna para realizar una prueba de paternidad cuando ya sé cuál será el resultado.

Realizar una prueba significaría más tiempo y, a cada día que pasaba y que ese escándalo seguía en boca de todo el mundo, significaba otro día de pérdida en el valor de las acciones.

—Si tan seguro estás de que no es tu hija, no tienes nada que perder.

—Está bien, organizaré lo de esa maldita prueba. Sin embargo, cuando se confirme el resultado negativo, harás esa declaración a la prensa.

—Si es negativo, trato hecho.

—Estupendo. En ese caso, ya hemos terminado —añadió haciendo ademán de dirigirse a la puerta.

—Espera un momento —le pidió ella—. Aún no hemos hablado de lo que haremos si el resultado es positivo.

Rigo negó con la cabeza.

—Si el resultado es positivo… —dijo mirando brevemente la fotografía de la niña, que Nicole aún tenía entre las manos. Tenía los ojos azul cobalto. Si Rigo no estuviera totalmente seguro de que era estéril, podría haber dicho que aquellos ojos eran del color de los Marchesi.

Ella lo miraba fijamente, pero Rigo rompió el contacto y se dirigió a la puerta.

—Sería algo milagroso —añadió—. Estoy seguro de que una prueba de paternidad no va a cambiar lo que ya sé.

Con eso, abrió la puerta y volvió a cerrarla a sus espaldas.

 

 

La sala de reuniones de las oficinas centrales del Grupo Marchesi estaba en la planta cuarenta y cinco. Nicole estaba sentada a un lado de una larga mesa de conferencias mientras varios hombres y mujeres estaban sentados al otro lado en completo silencio. Nadie la miraba ni se dirigía a ella. De repente, Nicole deseó poder cambiar de puesto con Anna, que estaba en la sillita a su lado, mordiéndose felizmente los dedos de los pies.

Un caballero muy distinguido de cabello blanco estaba sentado a la cabeza de la mesa. Estaba observándola. Nicole se aclaró la garganta y se sentó un poco más erguida en su silla. Sobre la mesa, tenía una fina carpeta de cuero. Dudó un instante antes de abrirla, consciente que, de repente, todos los ojos estaban prendidos en ella. El cheque que había en su interior tenía tantos ceros que se le cortó la respiración.

El caballero de pelo blanco se aclaró la garganta.

—Como miembro más antiguo de este consejo, le presento nuestra última oferta, señorita Duvalle.

—Esto no puede estar bien… —susurró ella. Las cifras bailaban ante sus ojos.

—El grupo Marchesi le ofrece un acuerdo muy generoso a cambio de una declaración pública en la que afirme que Rigo Marchesi no es el padre de su hija.

—Eso no fue lo que acordamos —replicó ella. Se sentía atrapada. Aquello no era una reunión, sino una emboscada.

—Comprenda una cosa, señorita Duvalle. No vamos a negociar la cifra que hay en ese cheque, así que, si quiere el dinero, le aconsejo que lo guarde ahora mismo.

Nicole se tensó. Sería tan fácil hacer lo que aquel hombre le estaba sugiriendo… Negar la verdad y salir huyendo sería lo más sencillo en muchos aspectos. La verdad era inconveniente, lo mismo que su hija y ella. Una rueda de prensa le llevaría menos de diez minutos y, entonces, podría escapar. Podría olvidarse de todo lo referente a Rigo Marchesi y volver a empezar de nuevo en otro lugar.

Sin embargo, ¿qué le ocurriría a su hija cuando fuera lo suficientemente mayor para comprender? ¿Qué haría cuando le preguntara por qué su padre no había formado parte de su vida? Su hija terminaría por descubrir que su madre le había mentido al mundo entero y le había negado el derecho de saber quién era su progenitor.

Pensó en su propia madre, en sus incontables mentiras y manipulaciones. Todo por dinero. ¿Qué clase de modelo sería ella si le mentía a su propia hija sobre algo tan importante?

Respiró profundamente. No se dejaría acobardar por aquellas personas.

—No pienso firmar nada sin hablar primero con el señor Marchesi.

Una mujer ataviada con un traje beige tomó la palabra.

—Soy consciente de que usted probablemente creció observando un cierto nivel de… negociaciones legales a través de su madre. Sin embargo, ¿está verdaderamente dispuesta a enfrentare a una empresa tan poderosa como la nuestra en un tribunal?

Nicole sintió un hormigueo en la piel. Aquellas personas le hacían sentirse barata y sin valor alguno.

De repente, todos los que la observaban dejaron de mirarla y se centraron en la puerta, que estaba a espaldas de Nicole. Ella se giró y vio que Rigo estaba en el umbral. Entonces, se puso de pie. La ira le había concedido una resolución de acero.

—Esto es inaceptable. No voy a dejar que me acosen.

—Yo no accedí a esta reunión, Nicole —le dijo con la voz más profunda de lo que era habitual en él. Entonces, miró brevemente a la sillita, en la que se Anna se movía sin parar—. Ve y espera en mi despacho. Iré en un momento.

 

 

Rigo se detuvo peligrosamente al borde de la mesa y esperó a que Nicole se marchara para tomar la palabra.

—Espero que alguien tenga la amabilidad de decirme por qué se convocó esta reunión sin mi consentimiento.

Mario, que era el caballero de pelo blanco y tío de Rigo, fue el que contestó.

—El consejo está de acuerdo. Tu plan no ha conseguido nuestra aprobación. Has quedado en desventaja. Es necesario responder de un modo rápido y contundente para defender de la mejor manera posible los intereses de la empresa.

Rigo se aclaró la garganta. Observó la carpeta de cuero que había sobre la mesa y la cerró.

—Ese asunto no se cerrará con acuerdos legales.

—Ya sabes que el pasado de esta empresa hace que sea más vulnerable frente a los medios —dijo un valiente ejecutivo de Relaciones Públicas—. Tu padre siempre dejó muy claro que las indiscreciones privadas son intolerables.

Rigo sintió que se le acababa la paciencia.

—Mi padre ya no es el director ejecutivo de esta empresa, lo soy yo. Todos los que no sean miembros del consejo que se marchen ahora mismo. ¡Ya!

Se volvió hacia la ventana y respiró profundamente mientras varios hombres y mujeres salían rápidamente de la sala. Entonces, se volvió a mirar a su tío, el único miembro del consejo que estaba presente.

—No puedes tomar decisiones en mi nombre, Mario. Si querías mi trabajo, deberías haber peleado más duramente por él.

—Valoro demasiado mi tiempo libre. Se trata de un pago sin más, Rigo —dijo Mario poniéndose de pie y acercándose a su sobrino—. Esa mujer está ensuciando el apellido Marchesi y poniendo en peligro el contrato Fournier, por el amor de Dios.

—No está ensuciando nada —afirmó Rigo de mala gana—. Me han dado los resultados de las pruebas de ADN hace veinte minutos. Esa niña es mía.

Mario se quedó boquiabierto y sin palabras durante unos instantes.

—¿Accediste a hacerte una prueba de paternidad sin avisar a nuestros abogados? ¿Estás loco? Ni siquiera tu abuelo fue tan estúpido.

Mario no parecía en absoluto sorprendido por la noticia en sí, pero no se podía decir lo mismo de Rigo. Él aún estaba tratando de absorber la información. Contra todo pronóstico, Nicole le había estado diciendo la verdad. Rigo jamás había tenido duda alguna de que ella estaba mintiendo. Hacía mucho tiempo que se había ocupado de tomar medidas permanentes para asegurarse de que no se volvía a ver en aquella situación. Sin embargo, allí estaba.

Su tío se aclaró la garganta y miró de nuevo la carpeta de cuero.

—Todos los hombres Marchesi han cometido algunas indiscreciones, Rigo. Parece la debilidad familiar. Mi consejo es que no permitas que esto te impida resolver el asunto. Todo el mundo tiene un precio. Encuentra el de esa mujer.

 

 

Nicole no dejaba de pasear de un lado a otro del despacho de Rigo. Tenía los puños apretados mientras sopesaba las opciones que tenía en la cabeza.

El plan A era marcharse de allí sin decir ni una palabra a Rigo Marchesi ni a los demás. Trataría de encargarse ella de la prensa y suplicarles que le dieran intimidad, aunque lo más probable sería renunciar a sus sueños de volver a tener una vida normal. Sin embargo, su hija crecería sabiendo que su madre había hecho todo lo posible.

Plan B. El plan B consistía en tirar la moralidad por la ventana.

Se sentó en el sillón más cercano y trató de aclararse los pensamientos.

Resultaba raro que echara de menos a su madre para que la guiara. No. En realidad, deseaba que a su madre le importara lo suficiente lo que estaba ocurriendo como para tratar de ayudarla. Goldie Duvalle entraba y salía de la vida de su hija entre un matrimonio y otro y, por supuesto, solo cuando quería algo.

La última vez que vio a su madre fue el día en el que le dijo que estaba embarazada. La ira le hizo apretar los puños y el vientre se le contrajo al recordar cómo se había quedado sin su último hilo de esperanza. Su madre no era una opción, a menos que necesitara algún contacto para hacer un reportaje en alguna revista.

Con su propio pasado, tal vez se había estado engañando cuando pensó que podría ofrecerle a su hija una vida normal. Su errática infancia había distado mucho de ser normal. Parecía que el escándalo estaba destinado a seguirla por todas partes.

Miró a su alrededor. Se sentía pequeña y sola en aquel espacio. Por suerte, Anna se había quedado dormida en su sillita junto a la ventana.

Rigo entró en el despacho y cerró la puerta a sus espaldas.

—¿Y la niña? —le preguntó mirando a su alrededor.

Aquella pregunta sorprendió a Nicole. Frunció el ceño y señaló hacia la ventana.

—¿No se despertará si hablamos?

Nicole negó con la cabeza y trató de mostrarse inflexible ante aquella aparente preocupación.

—Duerme muy profundamente, gracias a Dios. No debería despertarse.

Rigo asintió bruscamente mientras observaba durante un instante la mantita rosada que cubría a la pequeña. Después, se volvió de nuevo a mirar a Nicole. Sus ojos tenían una extraña mezcla de ira y de un sentimiento completamente desconocido para ella.

Estuvieron así unos instantes, mirándose en completo silencio, hasta que Rigo, por fin, tomó la palabra.

—Déjame que te aclare que yo no tuve nada que ver con esa reunión. Los miembros del consejo se estaban impacientando y decidieron actuar en mi contra. Siento que te tuvieras que ver en esa situación.

Nicole no había esperado una disculpa, con lo que aquellas palabras la sorprendieron mucho.

—Te dije que no firmaría nada sin la prueba.

—Cierto —admitió Rigo.

Se dirigió a su despacho y, entonces, le indicó que se sentara en una de las butacas. Cuando Nicole hubo tomado asiento, él hizo lo propio en su sillón.

Sentado a su escritorio, el aspecto de Rigo se hizo inmediatamente más poderoso y menos cercano. El imponente director ejecutivo ocupándose de otro punto de su agenda. Sin embargo, en aquellos momentos parecía algo vulnerable.

—He recibido una llamada de teléfono del laboratorio —dijo tranquilamente—. El resultado de la prueba revela una coincidencia positiva de ADN.

Nicole lo miró durante un instante, sin saber qué decir.

—Entiendo —respondió ella por fin.

—¿Es eso lo único que tienes que decir? —le preguntó él

Nicole se encogió de hombros y se mordió el labio inferior.

—Yo ya sabía cuál iba a ser el resultado.

Rigo se reclinó en su asiento y la observó durante un instante antes de hablar.

—Yo elegí no creer tu afirmación basándome en lo que creía que eran los hechos, Nicole. Ahora sé que estaba equivocado. Bueno, nuestra situación actual es lamentable.

Al escuchar la manera en la que Rigo definía lo que tenían en común, sintió que la ira le inflamaba el pecho. A pesar de todo, escuchó lo que él tenía que decir.

—La atención de los medios es una preocupación inmediata para ambos, pero siento que podremos conseguir un acuerdo para que ella nos beneficie.

Nicole se cruzó de brazos, sorprendida de que fuera capaz de hablar de negocios cuando acababa de descubrir que tenía una hija.

—Ya te he dicho que no mentiré a la prensa para salvar tu imagen pública.

—No te estoy pidiendo que mientras —replicó él—. Ahora que sé que es mía, no pienso negar el hecho. Ni pública ni de ningún otro modo.

Allí estaban. Las palabras que ella llevaba meses esperando escuchar. Sin embargo, en vez de sentirse aliviada de que su hija pudiera tener alguna clase de relación con su padre, lo único que sintió fue un miedo gélido que la atenazaba.

Se puso de pie y se alejó unos pasos de él.

—En primer lugar, ella no te pertenece —dijo—. Eres su padre biológico, pero te tendrás que ganar el resto. En estos momentos, no te pido nada más que tu ayuda para que la prensa se vaya de la puerta de mi casa.

Rigo guardó silencio. Se limitó a observarla con la misma intensidad que había aprendido a reconocer naturalmente en él.

Nicole se cruzó de brazos y lo miró.

—Si no lo deseas, no tienes obligación alguna de desempeñar un papel en la vida de Anna.

—Los dos sabemos que alejarme de ella ya no es una opción.

Nicole no sabía si eso significaba que no quería alejarse de ella o que sabía que no estaría bien. Le costaba mucho creer que fuera lo primero.

—Me gustaría que formaras parte de su vida, pero si se hace público que eres su padre, sabes que me perseguirán los paparazzi durante el resto de mis días. Las fotografías de mi hija se utilizarán para empapelar todos los tabloides el mundo entero. ¿Es eso lo que quieres?

—Tú no quieres mentir, pero no quieres que les diga la verdad. En ese caso, parece que nos hemos quedado sin opciones.

—Lo único que te pido es protección contra los medios de comunicación —afirmó ella con tranquilidad—. Sé que con el poder que tú tienes eso se puede conseguir.

—Las órdenes de protección son algo muy frágil y que pueden cambiar de la noche a la mañana. Los fotógrafos aún irán a hacerte fotos a ti. La historia se ha hecho pública y ella siempre será una hija del escándalo. Jamás podrá deshacerse de eso…

—Tiene que haber un modo…

Nicole se sintió de repente muy débil por el peso de aquellas palabras. Por supuesto, él tenía razón. El daño ya se había hecho. Los escándalos de ese tipo jamás desaparecían del todo.

¿De verdad era tan ingenua como para pensar que él, de algún modo, podía hacer que todo desapareciera? Nicole había traído a su hija al mundo y se había jurado que no permitiría nunca que Anna sufriera lo que ella misma había sufrido de pequeña: verse acosada por los fotógrafos en la puerta del colegio y tener que actuar constantemente para los medios. Había crecido demasiado rápidamente. ¿Cómo podría consentir que su hija tuviera que pasar por lo mismo?

Rigo se aclaró la garganta y se puso de pie para sentarse sobre el escritorio.

—Hay un modo, Nicole. Un modo que estoy dispuesto a ofrecerte para que los dos podamos beneficiarnos de la atención de los medios.

—¿Y cómo vamos a poder hacer algo así?

La voz de Rigo resonó fría y profesional.

—El modo más eficaz y más rápido es convertir la historia en algo mucho más grande para que la prensa empiece a babear.

—¿Y qué podría ser más grande que esto? —preguntó ella frunciendo el ceño.

—Una boda. Para ser preciso, nuestra boda.

Nicole se quedó en silencio. Casi no se podía creer lo que él acababa de decir. Si había oído bien, lo que Rigo le proponía era absolutamente ridículo y no suponía en absoluto una solución.

—¿Quieres fingir que estamos casados? —le preguntó con incredulidad—. Eso no serviría de nada. Todo el mundo sabría que es mentira.

—No estoy sugiriendo una mentira —repuso él mirándola fijamente—. El único modo de terminar con este escándalo de una vez por todas es que yo demuestre que no he abandonado a mi hija y a su madre. Hacerles creer a los medios lo mucho que se han equivocado. Y el mejor modo de conseguirlo es que tú te conviertas en mi esposa.

 

 

Rigo observó cómo Nicole palidecía. No llevaba puesto ni una pizca de maquillaje y las oscuras ondas de su cabello estaban recogidas en la base del cuello. Sin embargo, tenía un aspecto muy elegante sin esfuerzo alguno. Estaba frunciendo el ceño y tenía una expresión de asombro en la mirada.

No era precisamente la reacción que él había esperado.

—No puedes hablar en serio —susurró ella.

Rigo se cruzó de brazos y observó el pálido rostro de ella.

—Eso no es lo que un hombre espera escuchar cuando acaba de pedirle matrimonio a una mujer.

—No me has pedido nada. Acabas de lanzarme otro acuerdo, un acuerdo que yo no estoy dispuesta a aceptar bajo ninguna circunstancia. Preferiría tomar el dinero y salir huyendo.

—Te aseguro que hablo completamente en serio. Y esto no tiene nada que ver con los negocios. Ahora no, cuando sé que soy padre —dijo. Estuvo a punto de trabarse en aquella sencilla palabra, una palabra con la que jamás había tenido la intención de etiquetarse—. Nicole, te guste o no, Anna, tú y yo estamos juntos irrevocablemente. Simplemente te estoy sugiriendo que hagamos ese vínculo público y permanente para que podamos resolver todos nuestros problemas de una vez.

—No me puedo creer que de verdad estés dispuesto a casarte conmigo para salvar tu empresa —replicó ella con una única carcajada.

—Sería una unión legal, una boda de verdad. Lo que te propongo es el modo de asegurar y proteger nuestros intereses. Ahora que sé que tengo una hija, quiero formar parte de su vida.

—¿Seguiría siendo igual si tus acciones no estuvieran perdiendo valor día a día?

Rigo sintió que el dardo de aquellas palabras hacía blanco y se tensó inmediatamente.

—Tal vez yo no haya planeado esto, Nicole, pero jamás le daría la espalda a la carne de mi carne.

Ella bajó los ojos y se abrazó el torso en gesto defensivo que siempre parecía utilizar cuando estaba en presencia de Rigo. Tardó unos instantes en aclararse la garganta y volver a mirarlo.

—Es posible ejercer de padre sin estar casados, ya lo sabes.

—Tuve la suerte de crecer con el amor y el apoyo de mi madre y de mi padre en un solo hogar. Disfruté de la mejor educación y cuidados médicos y conté con estabilidad económica. ¿Me estás diciendo que, si se te da la opción, no querrías lo mismo para Anna? ¿Cuál es tu alternativa?

Nicole bajó la mirada al suelo y se mordió el labio. Los dos sabían cuál era su alternativa. Rigo sabía que ella no tenía casa propia. Y se había mudado a un país extranjero.

—Ser padre es mucho más que tener mucho dinero, Rigo. Tal vez en estos momentos no sepa muy bien dónde va a ir mi carrera y tenga que vivir mirando el dinero, pero soy una buena madre y amo a mi hija más que a nada en la Tierra.

Tragó saliva y tuvo que apartar el rostro para que él no viera que tenía húmedos los ojos por la emoción.

—La quiero desde el momento en el que la vi —prosiguió, tras parpadear para que él no pudiera verlo—. Eso es mucho más de lo que puedo decir de ti.

Rigo no podía refutar aquellas palabras. Estaba tratando de convencerla de hacer lo mejor para la niña cuando él ya había hecho lo peor que un padre puede hacer al perderse los primeros meses de la vida de su hija. Había empezado aquella conversación para resolver el problema de la manera más rápida y más eficaz posible, pero, de repente, sintió el verdadero peso de su propuesta.

Estaba proponiéndole a Nicole formar una familia, no la adquisición de una empresa. Aquel pensamiento le provocó un escalofrío por la espalda que estuvo a punto de hacerle perder la compostura.

Se aclaró la garganta y se apresuró a seguir hablando.

—Si nos casamos, ella disfrutaría de lo mejor de ambos. Nicole, piénsalo lógicamente. Tenemos una hija en común y los dos necesitamos que el escándalo desaparezca tan pronto como sea posible. Por ello, necesitamos una solución a largo plazo que ponga a Anna en primer lugar.

—Deja de hablar como si esto fuera un negocio, por el amor de Dios…

Nicole se alejó de él y, durante un momento, Rigo temió que ella se fuera a marchar del despacho. Sin embargo, por el modo en el que lo miró, de soslayo al llegar junto a la ventana, supo que ella estaba dudando. Rigo era un negociador muy experimentado. Sabía cuándo había que dar el golpe de gracia y cuándo era mejor que su oponente tuviera un espacio para poder respirar.

Permaneció en silencio mientras ella parecía batallar consigo misma, retorciéndose las manos con fuerza. Por fin, se volvió para mirarlo. La expresión de su rostro revelaba inconscientemente todos sus pensamientos.

—Lo he sacrificado todo para asegurarme de que mi hija tenga lo mejor que la vida puede darle. Ahora nunca será ya lo mismo, tome la elección que tome.

—En ese caso, casándote conmigo tienes todas las de ganar —dijo él. Se acercó a ella para poder ver su rostro claramente.

—No me puedo creer que esté considerando algo así. No creo en esta clase de… matrimonio en apariencia. Es absurdo.

—El matrimonio no es una creencia. Es una unión entre dos personas que quieren proteger intereses y bienes comunes. Me dijiste que dejara de tratar esto como si fuera un negocio, pero eso es exactamente lo que sería.

—¿Cómo puedes ser tan frío y lógico cuando estás pensando encadenarte a una mujer a la que ya has dejado muy claro que consideras una cazafortunas?

—Tu pasado será olvidado siempre que te comprometas a ser una esposa respetable para mi imagen pública —afirmó él encogiéndose de hombros.

Nicole abrió los ojos como platos.

—Qué romántico…

—Si te imaginabas flores y cartas de amor, me temo que no seré esa clase de esposo…

—Todo esto me resulta abrumador. Hace tres días, yo llevaba una vida tranquila y normal. Ahora me estás pidiendo que vuelva a convertirme en blanco para la prensa.

—Tendrás que enfrentarte a ellos de una manera u otra. ¿Por qué no hacerlo llevando, por una vez, los ases en la mano? En este mundo, nuestras vidas son tan solo un juego para el público. Algunas veces debemos elegir si ser uno de los jugadores o dejar que jueguen con nosotros.