A mi esposa Inma, el mejor de mis sueños,
y a Chavi, nuestro ángel de luz.
¡Oh, Egipto, Egipto, de tu religión nada quedará más que fabulosas leyendas que ni tus propios hijos creerán, y tan sólo sobrevivirán, grabadas en la piedra, palabras que nos hablen de tu sabiduría!
Hermes Trimegisto