Capítulo Seis
Cenaron en el comedor prácticamente vacío del hotel, en silencio. En realidad, ninguno de los dos tenía nada que decir, ya que ambos estaban con la mente puesta en lo que tendrían que afrontar al día siguiente y no quedaba nada por discutir.
Cuando volvieron a la habitación ya había anochecido. Lauren buscó en la maleta que compartían, descubriendo con desesperación que sólo había metido uno de los camisones de seda y encaje que correspondían a su papel de esposa y que había olvidado por completo la bata. Resignada, tomó la atrevida prenda y se encerró en el cuarto de baño, dispuesta a sumergirse en un baño reparador.
Una vez inmersa en la fragante espuma, Lauren pensó en el día que había pasado, probablemente el más agitado de su vida. En primer lugar, había sido despertada por la explosión de una bomba debajo de su ventana; después se había visto envuelta en un torbellino de sentimientos y pasiones que había arrasado con sus ideas preconcebidas acerca del amor, los hombres y el sexo.
Todo ello aderezado con su primera incursión tras la cortina de acero, la entrevista con Stefan y la futura posibilidad de quedarse allí para siempre, sin poder volver a su tierra. Pero no, no podía pensar eso. El plan iba a funcionar porque estaba en sus manos y ellos lo conseguirían, seguro. Dependiendo de la eficacia de su parecido con Frances Monroe, la farsa podría prolongarse durante días sin ningún peligro para ella.
¿Y después... qué? Jordan volvería a buscarla.
Sonrió sin querer. Estaba segura de que la iba a ayudar, y además confiaba en él plenamente.
Cuando salió del baño comenzó a cepillarse el pelo delante del espejo, pero se detuvo horrorizada al ver reflejada su imagen. Aquel camisón tenía una tela tan sutil que se adaptaba a su cuerpo como una segunda piel transparente, o peor aún, insinuante. Era más provocativo que estar desnuda. De hecho, sus pechos se veían perfectamente a través del fino entramado del encaje. ¿Y ella pretendía acostarse en la misma cama que Jordan vestida así? Sonrió. Sabía perfectamente lo que iba a ocurrir. El mañana podía ser incierto, pero de cualquier modo tenían aquella noche para ellos, y Lauren tenía la intención de compartirla con Jordan. Después de lo ocurrido aquella mañana, resultaba absurdo pensar que pudieran acostarse juntos y limitarse a dormir.
Lauren abrió la puerta y salió a la habitación, que estaba apenas iluminada por la lamparita de la mesilla. Jordan permanecía de pie en un rincón, mirando por la ventana. No se volvió á mirarla; parecía abstraído.
—¿Jordan?
Dio media vuelta y se quedó mirándola fijamente, casi con incredulidad.
—¿Sí?
—Siento haber tardado tanto, pero es que no he podido resistirme a la tentación de darme un baño —dijo dirigiéndose lentamente hacia él, de manera que la luz quedaba a su espalda.
Al verla aproximarse así, Jordan supo que iba a ser incapaz de resistirse a ella aquella noche. Se aclaró la garganta.
—No te preocupes —respondió.
Pasó por su lado procurando por todos los medios no rozarla y se encerró en el cuarto de baño, pero no pudo evitar que Lauren advirtiera el deseo que ardía en sus ojos y la reacción de su cuerpo al verla.
Cuando Jordan salió del baño, después de una ducha vigorizante, la única luz de la habitación había desaparecido y solamente el tenue resplandor que se colaba por las ventanas podría guiarlo hacia la cama.
Llegó por fin a un extremo y se acostó pegado al borde. Con un poco de suerte, Lauren ya estaría dormida. Hizo un esfuerzo para acallar la respiración intranquila de Lauren, que decía bien a las claras que no estaba dormida.
—Jordan, cariño.
Lauren lo dijo con voz melosa, obviamente dirigida a los secretos oyentes.
—¿Hmmm?...
—Nunca me atrevo a preguntártelo, ¿sabes?, pero es que ya no puedo esperar más. ¿A ti te importaría que fuera una niña?
Jordan sintió una especie de calambre. Miró en dirección a ella pero en la oscuridad solamente pudo distinguir su silueta apenas insinuada.
—¿Qué? —preguntó con voz ahogada.
—Nuestro hijo, querido —contestó Lauren de manera que resultaba evidente que se estaba riendo—. Al principio no queríamos tener niños tan pronto, y no sé, me pregunto, si estarás arrepentido ahora que ya está en camino.
—Pero... Lauren.
Sintió que se movía; Lauren le estaba pasando el pie a lo largo de la pierna.
—¿Qué estás haciendo? —exclamó en un susurro.
—Perdona, amor. ¿Te estoy empujando? Es que esta cama es mucho más pequeña que la nuestra, ¿verdad? Aunque la verdad es que cuando tú y yo dormimos juntos tampoco me hace falta demasiado sitio —añadió acercándose hasta rozarle el hombro con sus cabellos—. Jordan, espero que se parezca a ti.
—¿Quién?
—El niño. Si es un chico me gustaría que se llamara como tú. Me gustaría también que tuviera el pelo negro y rizado, como el tuyo, y tus mismos ojos grandes y negros, y tu sonrisa maliciosa.
—Maliciosa...
Jordan se interrumpió al darse cuenta de que estaba pensando en la posibilidad real de que Lauren tuviera un hijo suyo. Por un momento, había llegado a imaginar con todo detalle al bebé que ella le describía, como si de hecho estuviera allí. Sólo que sus ojos no eran negros, sino verdes, de un verde casi gris, como los de Lauren. Y de pronto vio también una niña muy pequeña, con la cabecita llena de ricitos pelirrojos, que tendía hacia él las manos como esperando que la abrazara.
Jordan se despertó de aquella especie de ensueño horrorizado, con la sensación de que se estaba volviendo loco. Se le ocurrió pensar que podía ser por culpa del
"estrés", pero el hecho era que estaba desvariando. Sí, tenía razón al pensar que ya estaba demasiado viejo para aquel modo de vida. Necesitaba un descanso, quizá un retiro en un sanatorio en algún lugar lejano...
—¿O preferidas que le pusiéramos el nombre de tu padre?
Jordan contestó sin darse cuenta de lo que decía.
—No. No quiero que se llame como mi padre —respondió en tono mordaz—. ¿Por qué no lo llamamos mejor como el tuyo?
De una manera inconsciente, se había metido en aquel estúpido juego.
—Matthew Trent Mackenzie. Suena bien, ¿verdad? —exclamó Lauren casi con orgullo.
Jordan sonrió. Verdaderamente, parecía una madre orgullosa presentando a su hijo ante la audiencia televisiva. Se dio la vuelta, buscando recostarse de lado, y al hacerlo, sintió el cuerpo de Lauren a lo largo del suyo. No pudo resistirse; apoyó en ella la rodilla y dejó caer la mano sobre su pecho, tocándole un seno.
—¿Y qué me dices de nuestra hija? —añadió rozando con los labios el lóbulo de su oreja.
—¿Nuestra hija? —repitió Lauren sin aliento.
Jordan murmuró algo ininteligible mientras le cubría el escote con un collar de besos.
—Me refiero a la posibilidad de que sea niña.
—¡Ah! Bueno... no estoy segura.
—Seguramente será pelirroja como tú, y tendrá unos ojos grandes, como los tuyos, que vuelven locos a los hombres.
—¿Que mis ojos?...
—Sí, sí, como te lo digo. Si no estuviéramos ya casados, me habría molestado con aquellos hombres por el modo que tenían de mirarte esta tarde.
—Pero si yo...
Jordan interrumpió lo que fuera a decir por el sencillo método de besarla en la boca. Lauren intentó escabullirse, pero lo único que consiguió fue verse atrapada por el brazo y la pierna de Jordan. No era que Lauren deseara apartarse o huirle, ni muchísimo menos. Lo que ocurría era que no se esperaba una reacción tan repentina de su parte. Antes de empezar a hablar, había estado dando vueltas a la cabeza, buscando un tema de conversación que no resultara comprometedor en previsión de que hubiera escuchas ocultos en la habitación. Como las posibilidades eran tan pocas, al final había optado por la solución de decir disparates. Se volvió entre los brazos de Jordan y se entregó al beso con toda su alma, consciente de que era imposible que la besara solamente para hacerla callar. Sin embargo, eso era lo que ella quería y ya lo tenía.
Jordan recibió aquella entrega incondicional con alborozo, que se vio aumentado al sentir el roce insistente de sus senos contra el pecho y la presión de sus rodillas, que le habían atrapado la pierna. En aquel momento, sus buenos propósitos desvanecieron por completo. Además, la responsabilidad no era toda suya, pues tenía la seria sospecha de que Lauren estaba intentando seducirlo descaradamente.
Se incorporó apoyándose en el codo y la miró en la oscuridad. Con una sonrisa burlona, fingió un tremendo bostezo y dijo:
—Bueno, querida. Ha sido un día muy largo y los dos necesitamos descansar; sobre todo tú.
Mientras decía aquello iba bajándole los tirantes del camisón. Lauren lanzó un gemido ahogado, y él, cuando le hubo bajado la prenda hasta la cintura, murmuró:
—Buenas noches.
La besó lentamente, sin vacilaciones; ninguno de los dos dudaba de que aquella noche iban a hacer el amor.
Continuaron acariciándose en silencio, siempre pendientes de la posibilidad de que fueran escuchados. Jordan la desnudó completamente, sin dejar de recorrer su piel con los labios, mientras ella se llevaba un puño a los labios para contener sus gemidos. Ya no había marcha atrás; antes del amanecer, Lauren ya conocería lo que era el amor entre un hombre y una mujer.
Queriendo imitarlo, Lauren le acarició el torso, buscando a tientas su pantalón, y se lo bajó muy despacio. Con mucho cuidado, Jordan se colocó encima de ella. Buscó su boca nuevamente, besándola primero en los labios con besos menudos, o trazando su contorno con la lengua, hasta que por fin se apoderó completamente de su boca.
Lauren no se asustó al sentirlo encima, no; todo lo contrario. Lo abrazó con más fuerza y se movió ligeramente para repartir su peso. Cuando él se incorporó un poco sobre ella y la miró, los dos temblaban de agitación y deseo. Jordan se adentró en su interior muy despacio, mientras ella se preguntaba, maravillada, cómo había podido esperar tanto tiempo para experimentar una unión tan completa con otra persona.
Así, unidos, Jordan la abrazó con ternura, sin moverse, disfrutando de la delicia de aquel momento.
Lauren sonreía con la cabeza acurrucada en su hombro. Ella había esperado que aquel fuera un momento de dolor, o por lo menos de algo extraño y, sin embargo, se encontraba maravillosamente, mejor que nunca.
Entonces Jordan empezó a moverse muy despacio, como en cámara lenta. Ella tenía la sensación de que algo desconocido se desataba en su interior, pues a medida que los movimientos se aceleraban, ella se sentía más y más tensa. Sentía el cuerpo como si estuviera a punto de explotar, y así fue: una repentina explosión que la cegó, dejándola sumida en un mar de alivio y de placer.
Apoyó la cabeza en el pecho de Jordan, y en aquel mismo momento, él se estremeció de pies a cabeza y cayó inerte a su lado, respirando entrecortadamente.
Poco después la estrechó contra sí, y abrazados, cayeron en un profundo sueño.
A la mañana siguiente, Lauren se despertó al oír una voz ya familiar:
—Vamos, cariño. Si quieres que aprovechemos el tiempo hoy, ya es hora de levantarse.
Lauren abrió los ojos de par en par, parpadeando al sentir la luz. Con un esfuerzo, miró a Jordan, que estaba a su lado en la cama. Verlo completamente desnudo tuvo el mismo efecto que si le hubieran arrojado un jarro de agua fría sobre las sábanas.
Lanzó una exclamación de sorpresa y se tapó a toda prisa hasta los hombros. Una cosa era hacer el amor con un hombre abrigada por la oscuridad, y otra muy distinta verlo desnudo, en toda su esplendorosa y turbadora belleza, a la luz del día. Pero en seguida se dio cuenta de que a él le importaba bien poco su desnudez.
—He pensando que ganaríamos bastante tiempo si nos duchamos juntos —
añadió con naturalidad y un brillo pícaro en la mirada.
—Pero yo... es que...
Haciendo caso omiso de sus vacilaciones, Jordan le apartó las sábanas.
—Ven, cariño. Tenemos que ponernos en camino—mientras hablaba, tiró de ella, y cuando la tuvo de pie a su lado, la miró de arriba abajo con una malévola sonrisa—.
¿Qué tal has dormido, querida? —agregó mientras la conducía hacia el cuarto de baño.
—Bueno, yo...
—Ya me imagino que habrás extrañado la cama. Cuando uno viaja es difícil descansar como es debido. Yo, sin embargo, he pasado tantos años de un lado a otro que ya estoy acostumbrado.
Lauren nunca habría creído que pudiera sonrojarse de pies a cabeza, pero al echarse un vistazo en el espejo del baño se dio cuenta de que sí era posible. Y todavía habría de sonrojarse más cuando se dio cuenta de que él había reaccionado también de una manera muy evidente al verla a ella.
Jordan se inclinó sobre ella y la besó bajo la oreja, rodeándola con sus brazos.
Luego se miraron en el espejo. El parecía muy divertido al verla tan azorada.
—Si crees que voy a disculparme por lo que ocurrió anoche, estás en un gran error
—dijo en voz baja.
Lauren sacudió la cabeza, incapaz de articular palabra. Entonces entraron en la ducha, y Jordan la enjabonó con amorosas caricias hasta hacerla olvidar su vergüenza. Ahora tenía la oportunidad de contemplar el cuerpo que la noche anterior había recorrido a tientas. Era como si Lauren hubiera aprendido en aquel corto espacio de tiempo a reaccionar ante sus caricias; él, asimismo, parecía conocer ya a la perfección los ocultos resortes de placer de su cuerpo.
Cuando la levantó contra él y la hizo rodearle la cintura con las piernas, Lauren lanzó un sonoro gemido.
—¿Te hago daño? —preguntó preocupado.
Ella negó con la cabeza.
—Puedes decirme lo que quieras. Nadie nos oye con el ruido del agua.
—¿No te hago daño en la espalda? —murmuró ella.
Jordan la besó larga y apasionadamente, haciéndole olvidar la pregunta y todo lo demás. Cuando por fin se separaron, Lauren estaba tan débil que apenas si podía agarrarse a él.
—¿Si me hago daño en la espalda me darás un masaje después? Porque en ese caso merece la pena.
Incapaz de concentrarse en lo que estaba haciendo, Lauren arqueó la espalda y sintió como si se derritiera. Jordan se estremeció violentamente, y la apretó con tanta fuerza que apenas le dejó espacio para respirar. Después de unos cuantos movimientos, volvió a dejarla en el suelo.
—Lauren... desde luego, eres una compañera de ducha muy fuerte.
Lauren sonrió, sintiéndose de pronto satisfecha de sí misma. Jordan actuaba como si ella en realidad supiera lo que estaba haciendo, cuando en realidad lo único que hacía era dejarse llevar por él.
Cuando salieron de la ducha se dio cuenta de que las piernas le temblaban tanto que apenas sí podía mantenerse de pie.
—No sé si esto ha sido una buena idea —murmuró con voz débil.
—¿Qué te pasa? —preguntó Jordan abrazándola—. Te he hecho daño, ¿verdad?
¡Maldita sea!
Lauren sacudió la cabeza.
—Yo no tenía ni idea... cómo iba yo a saber... Pero estoy bien, de verdad —añadió rápidamente—. No quería asustarte.
—Oh, Lauren —añadió él, ocultando la cabeza contra su pelo—. Yo no quiero hacerte daño, cariño.
—No te preocupes —contestó ella tomando una toalla—. Oye, ¿no deberíamos cerrar la ducha antes de que alguien piense que estamos inundando la habitación?
Jordan asintió sin decir nada y cerró el grifo.
—¿Qué tenemos en la agenda para hoy? —preguntó Lauren en tono casual.
El la siguió hasta la habitación, y una vez allí empezaron a vestirse. Lauren no podía apartar los ojos de él, y tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no quedarse mirándolo fijamente.
—¿Te acuerdas de la tiendecita que descubrimos ayer? —preguntó él, refiriéndose al lugar en el que se habían encontrado con Stefan el día anterior.
—Ah, sí.
—Me gustó muchísimo el juego de ajedrez que tenían con las piezas labradas a mano. ¿No te parece que sería un regalo muy bueno para tu padre?
Lauren sonrió, pensando que su padre no había jugado al ajedrez en su vida.
—Sí, me parece una idea estupenda. Me alegro mucho de que te hayas acordado de él.
Jordan se acercó a arreglarle el cuello del vestido y después le pasó las manos por la cintura.
—Ya sabes que yo siempre tengo presente a tu familia. Son todos estupendos. ¿Te has acordado de comprar las postales para Meg y Amy?
Lauren le miró con expresión burlona.
—No. Pensé que preferías que sé las enviáramos desde Francia. Ya sabes cómo son mis hermanas.
—Nos tenemos que ir ahora mismo, Lauren. Hoy nos hemos quedado dormidos más de la cuenta.
—¿Y qué más da, Jordan? Al fin y al cabo estamos de vacaciones, ¿no?
—Tienes razón. Está bien que me lo recuerdes, porque si no yo siempre tengo la tendencia a organizar las horas.
Stefan les había dejado un mensaje en la tienda diciendo que los estaría esperando a las tres en un lugar muy conocido de la ciudad. Jordan sugirió que comieran antes algo, puesto que no sabían cuándo volverían a tener la oportunidad de hacerlo.
En el restaurante, empezó a mirarla con tal insistencia, que Lauren terminó por sentirse incómoda.
—¿Qué es lo que pasa? ¿Es que tengo alguna mancha en la cara?
La mirada de Jordan se hizo más penetrante.
—No. Lo que pasa es que me tienes sorprendido —declaró finalmente, llevándose una cucharada de helado a los labios.
—¿No esperabas que resultara tan agresiva?
Lauren dijo aquello con una sonrisa burlona, tratando de restarle importancia a la situación, pero no consiguió cambiar nada, porque Jordan seguía tan serio como al principio.
—Me gustaría comprender el porqué —murmuró como si tuviera algo en la cabeza y no hiciera más que darle vueltas.
—¿Por qué? —preguntó Lauren desconcertada.
—¿Por qué conmigo? ¿Y por qué ahora? ¿Por qué has esperado tanto tiempo para después tomar una decisión como esta?
—¿Estás tratando de decirme que debería haberme detenido a sopesar los pros y los contras cuidadosamente antes de aventurarme a hacer el amor contigo?
—Te estoy diciendo que actuaste de una manera que no es propia de ti, y tú lo sabes.
—Me parece que tú haces demasiadas conjeturas. No me conoces lo suficiente como para afirmar eso.
—Sé que soy el primer hombre con quien haces el amor.
—¿Tan evidente es mi falta de experiencia? Y yo que pensaba que había aprendido muy aprisa...
—No has conseguido engañarme en ningún momento, Lauren. Por lo que sé de ti estoy en condiciones de afirmar que eres una mujer fuerte e independiente que no se deja llevar por impulsos momentáneos.
—Te equivocas, porque si yo estoy aquí ahora es precisamente por haber seguido un impulso. ¿Me creerás si te digo que estaba cansada de mi ritmo de vida normal y necesitaba un cambio?
—¿Y por qué he tenido que ser yo?
Lauren habría querido contestarle que porque no habría otro más a mano, pero fue incapaz, y le respondió:
—Puede ser que me haya enamorado de ti.
Lauren vio perfectamente cómo Jordan se estremecía como si acabara de recibir una bofetada. En realidad, no era nada para sorprenderse. ¿Qué podía esperar ella?
—Tú sabes que nuestra relación no puede tener ningún futuro —declaró él en voz baja.
—Sí.
—Yo llevo una vida...
—Sé perfectamente cómo es la vida que llevas, así que no te esfuerces en describírmela, por favor.
—No me aprovecho de la situación después de haberle asegurado que...
—No tienes por qué apuntarte tú todos los tantos dado que yo también me he aprovechado de ti.
Jordan sacudió la cabeza, molesto porque no podía llevar aquella conversación con la seriedad que él quería. De una cosa, al menos, estaba seguro en medio de aquella confusión, y era que Lauren no podía amarlo. Ni lo amaba, ni se sentía atraída por él, lo cual era lógico, si se tenía en cuenta cómo la había tratado desde el principio. Y, sin embargo, había algo que les hacía lanzar chispas cada vez que estaban juntos. Incluso en aquel momento, después de la agitada noche y el agitado despertar, volvía a desearla de nuevo. ¿Qué tenía aquella mujer que lo afectaba tanto?