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Le rogué que me explicara con claridad lo que le pasaba. Me dijo lo siguiente:

«Por ejemplo, si escucho un programa dramático en la radio, entiendo y oigo perfectamente la parte dialogada, pero la música de fondo desaparece, como si el sol, de repente, escondiera las nubes.»

Yo le pregunté: «¿Y qué sucede en los programas íntegramente musicales?»

Ella continuó: «Pues, que me ilusiono y pienso “ahora empieza la música”, aumento el volumen del aparato y finalmente no consigo oírla. Cuando vuelve a intervenir el locutor, escucho la voz con normalidad.» El solo hecho de pensar en la música la hacía desaparecer. El concepto de la música anulaba en ella a la música misma.

Pensé que podía tratarse de un delirio, pero de una forma y manifestación tan extrañas, que debía probarse y analizarse. Así que decidí hacerlo inmediatamente. Le pedí a mi enfermera que trajera un transistor y empecé a seleccionar las emisoras. Una de ellas radiaba una serie de cursos de inglés, que Reiko oía perfectamente. Continué dando vueltas al botón hasta localizar una emisión de música muy ruidosa, similar a la latinoamericana. Los ojos de Reiko reflejaron desorientación y una extraña ansiedad. Algo parecido a la sensación de encontrarse dentro de un automóvil en un gran atasco.

Hice todo cuanto pude por interpretar la expresión de aquellos ojos. Imaginé que en algún instante había escuchado algo y que en su interior reinaba la duda: «¿qué hago?», «¿digo que la oigo?», «¿finjo no oírla?».

De forma casi inmediata obtuve una respuesta. Reiko me dijo que no había oído nada. De repente, su rostro se quedó sin vida y sus ojos se convirtieron en un par de elementos abiertos, en vano, hacia el silencio. Poco a poco fueron surgiendo algunas lágrimas, sus límpidas pupilas parecían vacilar…

Pensé que si no podía ser aquel mismo día, en la próxima visita iniciaríamos la terapia basada en la asociación de ideas libres. Lo mejor era preguntárselo directamente a ella, sin permitir ningún sentimiento de hostilidad hacia el psicoanalista, sentimiento posible dada su inestabilidad emocional. El doctor F., adicto a esta terapia y con tendencias a aplicarla en todos los casos, una vez obtuvo inmejorables resultados utilizándolos de forma contraria.

«A propósito sobre estar embarazada, ¿continúa manteniendo relaciones con él?»

«Sí.»

Al contrario de lo que me esperaba, me respondió claramente, como si mi pregunta la hubiera tranquilizado.

«Cuando entré a trabajar en la empresa, él era casi un niño. Trabajaba en mi mismo departamento y era el punto de atención de todo el público femenino. Por ello yo sentía una gran antipatía hacia él.»

Reiko abrió su monedero y sacó una fotografía que guardaba detrás de su abono ferroviario. «Éste es», me dijo.

Pude ver a un joven en camiseta y pantalón corto que sonreía sosteniendo un remo en una mano, parecía un miembro de cualquier club de universidad. Me dijo que había formado parte del club de remo como estudiante de la Universidad T. Era un hombre guapo, fuerte, alto y con una interesante expresión en su rostro. Tenía todas las cualidades requeridas por el sexo femenino.

«Esta foto pertenece a su época estudiantil; aquí aún aparece con su aire de estudiante y goza de buena reputación en la oficina», me explicó acercándose para mirar junto a mí la fotografía.

«¡Caramba!», respondí casi a propósito.

Del resto de su historia entendí que Reiko, a los pocos meses de haber entrado a trabajar en la empresa, se había dado cuenta de la situación. Naturalmente, fue considerada como la rival de las demás empleadas, porque Ryuichi Egami, el muchacho de la foto, era el ídolo en el trabajo, aunque nadie le había robado aún el corazón. Reiko se mostraba fría ante él y él tampoco había mostrado ningún interés hacia ella. Entre las chicas se había formado una relación amistosa y pactaron la «no agresión» hacia el muchacho. Una relación como aquélla, en la cual se finge poco interés, pero que se controla desde lejos, no hace más que aumentar el deseo de cada uno. Reiko, voluntariamente o no, acabó enamorándose de él sin apenas darse cuenta.