Interludio[142]
La terrible historia del príncipe Barkiaroj, más llena de espantosos crímenes que la del califa Vathek, los sumió a todos en un terrible silencio, claro augurio de su funesto y cercano castigo. La hermosa mujer, en quien Vathek y Nuronihar repararan al entrar en la pequeña habitación donde se desgranaban tan extraordinarias narraciones y que en ningún momento había soltado la mano del joven sentado a su lado, quien, tiernamente, la miraba, idéntico a ella como puedan serlo entre sí dos gotas de agua, decidió romper su mutismo y, con voz dulcísima, se dirigió al Califa.