Interludio

Nada más terminar aquellas palabras, Alasi prorrumpió en sollozos, a los que se unió Firuzká, y ambos se abrazaron, después de lo cual pareció que un triste silencio se iba adueñando de aquella desventurada compañía.

Tras unos instantes eternos, Vathek se decidió a romperlo, rogando al tercero de los príncipes[117] que contara su historia. Esto demuestra que aún mantenía incólume su curiosidad, pues está escrito que sólo en el postrer suplicio se erradicarán de los corazones criminales todas sus pasiones, excepto las que brotan del odio y de la desesperación.