ESCENA TERCERA
AL encenderse las luces, vemos a Magee que está hablando por teléfono. Han pasado cinco días. Marión se está planchando el vestido, con el bolso colgado del brazo. La habitación aparece más desordenada, con varias prendas de vestir repartidas por el mobiliario, puestas a secar o simplemente fuera de lugar y olvidadas.
magee: ¡Sus acusaciones de espionaje son ridículas, Míster Krojack! Son turistas y no se los vamos a entregar. No, no va usted a esperar que salgan. Llevan aquí cinco días, y están dispuestos a pasar cinco años si es necesario. No me amenace. Y no les amenace a ellos: sabe usted muy bien que hacen esto únicamente porque hemos capturado a Adolph Lopert, su ilustre Zorro Gris. Yo...
(Cuelga, disgustado.)
marión (planchando): Chico, son unos cenizos.
magee: Mrs. Hollander, ¿querría usted llevarse esa tabla de planchar?
marión: ¿Y dónde quiere usted que planche? Si voy a la cocina, el chef se echa a llorar. MAGEE: Si cada uno hiciese el favor de irse a su cuarto...
marión: ¿Cuánto cree que puede resistir una persona encerrada en un ropero? Escuche, Walter me tiene preocupada. Primero escribió a su amigo del Congreso y recibió de vuelta una circular ciclostilada. Luego escribió a su amigo del Senado y recibió de vuelta una circular ciclostilada. Luego escribió a nuestro hijo y recibió de vuelta una circular ciclostilada: «Estoy muy bien. Como regularmente. Descanso mucho. Estudiaré cualquier sugerencia que me hagas. Tu hijo que te quiere, Seth».
magee: Eso ocurre porque le escribe tres cartas diarias. Se preocupa demasiado por ese chico. No hace ninguna falta que su marido le envíe comida de Europa. Por favor, llévese esa tabla de planchar.
(Marión pliega la tabla de planchar. Entra Walter en bata y calzoncillos.)
marión: Hola, Walter. (Walter la ignora y sale.) ¿Lo ha visto? Le he dicho: «Hola, Walter». ¿Y ha visto cómo me ha mirado? (Sale tras él, llevándose la tabla de planchar.) Hola, cascarrabias.
magee (va hacia ella, cuando entra Kilroy): Mrs. Hol...
kilroy (interrumpiéndole): Puede llegar en cualquier momento.
magee: ¿Quién?
kilroy: El sultán de Bashir. ¿O es que ya no se acuerda?
magee: ¿El sultán? ¿No se había cancelado?
kilroy: Le sugerí un aplazamiento, pero usted insistió en que controlaba la situación y que el procedimiento siguiera como de costumbre.
magee: Oh, cielos. Déjeme pensar.
kilroy: Usted sabe que el sultán es un dictador y un hombre muy temperamental. Cualquier indiscreción comprometería el tratado de su padre sobre el petróleo, y no quisiera estar en los zapatos de usted si eso ocurre.
(Sale.)
magee: Quizás estoy aún a tiempo de llamarle y retrasar la visita.
(Sale en pos de Kilroy. Entran Walter y Marión.)
walter: He recibido un telegrama esta mañana. Sam Blackwell ha servido una fiesta de cumpleaños.
marión: No quiero oírlo.
walter: Le hicieron un precio especial por las carnes...
marión: No me interesa.
walter: Porque no recurrió a nuestro proveedor habitual, ¿oyes? Quería una ganga.
marión: No te escucho.
walter: Cuatro invitados vuelven a casa aquella noche, ¿y qué ocurre? Amanecen intoxicados.
marión: Oh, Dios mío...
walter: Están en el hospital. Porque Sam quiso conseguir una ganga.
marión: Apuesto que pondrán un pleito...
walter: ¡Aja! ¡Ahora sí quieres oír!
marión: ¿Lo van a poner?
walter: No quiero decírtelo..., como no te interesa...
marión: ¡Dímelo!
walter (tapándose los oídos, cantando): Hmmm, hmmm, hmmm... «Un día de niebla en Londres...».
marión: ¡Walter! ¿Sabes lo que eres? Eres un sádico.
walter: ¿Por qué? Hace un minuto no te interesaba.
marión: Y no me interesa.
walter: ¿Ah, no? Muy bien. (Empieza a cantar de nuevo:) «Un día de niebla...»
marión: ¡Cascarrabias! ¿Me quieres contestar?
walter: ¿Si nos van a demandar? ¿Eso es lo que quieres saber? Pues no, no nos van a demandar. No nos van a demandar. Les vamos a demandar nosotros por escasa resistencia a la carne contaminada.
marión: Walter...
walter: Claro que nos van a demandar. ¿Qué esperabas de unas personas intoxicadas?
marión: ¡Oh, Dios mío!
walter: ¡Si Sam Blackwell estuviese aquí, le aplastaba la cabeza!
marión: Demos gracias de que no muriese nadie.
walter: Sí, Marión. Estamos pensando que ése podría ser nuestro slogan.
(Entra el padre Drobney, luchando por salir de una camisa de fuerza.)
drobney: Disculpen ustedes. ¿Podrían ayudarme a sacarme esto?
walter: Trucos de magia, ahora no.
drobney: No comprendo cómo Houdini lo conseguía.
marión (acude en ayuda de Drobney): No le haga caso, padre. Me parece maravilloso que un hombre de Iglesia tenga otro hobby además de Dios.
walter: Una persona levanta una firma de catering a lo largo de veinte años, se va de vacaciones y deja al frente a su socio... que se entretiene envenenando a la clientela. ¡Estoy asociado con Lucrecia Borgia!
drobney: Ten fe en el Señor, hijo mío.
walter: Tendré fe en el Señor, padre, si me escucha ahora mismo... ¡por favor, aplástale la cabeza a Sam Blackwell!
(Suena el teléfono. Marión contesta.)
marión: ¿Diga? ¿Cómo?... ¿Sí?.. No, no me retiro. (A Walter:) Es de Nueva Jersey para ti. Debe de ser Sam Blackwell. Sé paciente. Todos cometemos errores.
(Pasa el teléfono a Walter, e intenta ayudar a Drobney a liberarse de la camisa de fuerza. Durante el diálogo que sigue, Drobney y ella se enredan y caen al suelo. A Marión se le desprende la peluca.)
walter: ¿Diga? Sí... Sí, al habla. Sí, adelante. Hola, cretino. ¿Cómo estás, cretino? ¿Envenenaste a alguien más, cretino? ¿Cuántos? Magnífico. Procura que no decaiga el ritmo. (A Marión y Drobney:) Dos intoxicados más, están cayendo como moscas. Asesino. Asesino... No te oigo. Habla más alto, asesino... Bueno, ¿qué dice el abogado? Oh, ¿de veras? ¿Con que cree que hay base para un pleito? Blackwell, cuando vuelva a Estados Unidos, voy a alquilar un coche y te atropellaré, ¿me comprendes? ¿Diga?... Asesino, no te oigo, Blackwell..., más alto... Operadora, no oigo al asesino. Blackwell, tus días de caterer están contados... ¡Ya no volverás a hacer compota de frutas!
(En ese momento, Marión y Drobney están en el suelo hechos un ovillo. Walter sigue gritando al teléfono. En este caos hacen su entrada nada menos que el sultán de Bashir, un enorme e imponente guerrero del desierto con barba y gafas negras, acompañado de su esposa, con velo. Burns entra con ellos.)
burns: Míster Magee... Su Majestad acaba de llegar... (Ve la situación.) ¡Oh, Dios mío! ¡Míster Magee! ¡Míster Magee!
(Burns sale corriendo en busca de Magee. El sultán se encara con Walter, que acaba de colgar el teléfono. El sultán observa también a Marión y al padre Drobney, todavía embutido en la camisa de fuerza.)
walter: ¿A quién tenemos aquí? Lawrence de Arabia.
marión (soltándose, con una reverencia): ¿Cómo está usted, sultán?
walter: ¿Sultán? ¿Es que lo conoces?
marión: ¡No seas ignorante! Es el sultán de Bashir.
walter: ¿A qué te dedicas? ¿A callejear por el edificio de las Naciones Unidas ligando con los árabes?
sultán: Soy Su Alteza Real, Señor del Pueblo de Bashir. He venido a ver al embajador Magee.
marión: ¿Cómo está usted?
sultán: Mi esposa.
marión (a la esposa del sultán): Hola, ¿le guardo el velo?
walter: Soy Walter Hollander, de Nueva Jersey. (Drobney intenta zafarse de la camisa de fuerza, pero fracasa.) Drobney, le va a dar un ataque cardiaco..., ya no es usted un jovencito.
drobney (avergonzado, sale, debatiéndose, hacia la escalera): Mis disculpas, Majestad.
sultán: Soy huésped del embajador Magee.
marión (intentando mostrarse amable): Espero que no habrá tenido usted problema con los soldados que rodean nuestra embajada. Nos persiguen a Walter y a mí.
walter (recordando de pronto): Ya sé de qué me suena el nombre del sultán de Bashir... ¿No sofocó usted un levantamiento hace poco?
sultán: ¿Eh?
walter: ¿No hubo una revolución o algo así?
sultán: ¿Dónde está el embajador?
walter (más bien amistoso): Claro..., usted se cargó a todos aquellos obreros..., yo lo leí. No estuvo bien lo que les hizo a los pobres..., sólo se manifestaban pacíficamente.
sultán: Hay dos caras en esa cuestión, amigo mío.
walter (con toda inocencia): ¿Dónde están las dos caras? Unos cuantos obreros infelices se declaran en huelga. ¿Tiene que matarlos por eso?
sultán: Usted no los conoce. Son gentuza. No hay otra manera de enseñarles.
(Walter le escucha con creciente irritación.)
marión: Eh, Walter..., estás hablando de algo que desconoces por completo.
walter (fastidiado): ¿Con que no conozco la política? ¿Qué te pasa a ti? ¿No lees los periódicos? Ese individuo ejecuta a su gente con la misma tranquilidad con que tú enchufas la aspiradora.
marión: Estás de mal humor.
sultán: No he venido aquí para que me reciban dos perros. ¿Dónde está el embajador?
walter (a la cara del sultán): Siempre leo los periódicos y me siento frustrado, porque como no soy más que un pecezuelo de Nueva Jersey, nunca le puedo decir lo que pienso a un pez gordo.
marión: Nadie te lo ha pedido.
(Magee entra, justo a tiempo para evitar una probable disputa.)
magee: Majestad..., perdónenos.
sultán: No me quedaré aquí, a menos que su gobierno me pida excusas.
magee: Míster Hollander, salga de aquí inmediatamente.
walter (al sultán): ¿Te ha picado algo, Aladino?
marión: Walter, estás en muy mal plan esta mañana. Vámonos.
walter: Vivo aquí. No voy a ninguna parte. Pago mis impuestos. ¿Por qué? ¿Por qué ese tío tiene pozos de petróleo?
magee: Majestad, vamos dentro, por favor.
sultán: ¡Cerdo insolente!
walter: ¡Le voy a arrear una en las costillas que le tendrán que vendar con las sábanas!
sultán: ¡No me amenaces, cerdo!
walter (a Magee): ¿Qué pinta aquí ese tío?
magee: Eso no es de su incumbencia.
walter: Ya lo creo que sí. Pago mis impuestos. Este edificio se alquila con mi dinero.
marión: Walter, ya está bien.
walter: No me gusta la idea de que mi gobierno haga negocios con ese tío.
magee: Míster Hollander, eso es algo que al gobierno le corresponde decidir.
walter: ¡El gobierno soy yo!
marión: Oigan eso. El gobierno es él.
walter: ¿Y qué te crees que es el gobierno? ¡La gente insignificante como tú y como yo! (La mira en bata.) Bueno, quizá tú no.
sultán: Jamás me han insultado de ese modo.
magee: Majestad, le pido perdón.
walter: ¡Vete a paseo, gordinflón! Así es como este país se mete en líos. ¡Tratando con fulanos como éste!
marión: Eso opinas tú.
walter: Sí. ¡Lee a Walter Lippmann!
sultán: No he venido aquí para que se me humille. Las relaciones entre nosotros se han acabado.
(El sultán y su esposa salen, enojados.)
magee (conciliador): ¡Pero Majestad...! (Sale tras ellos.)
walter: Y cada vez que aparezca en esta casa un individuo de su calaña recibirá el mismo tratamiento. Vámonos, Marión.
(Sale en dirección opuesta, muy orgulloso.)
marión (siguiendo a Walter): Para defraudar en los impuestos, hay que reconocer que eres grande.
(Las luces se apagan.)