6.
EN BUSCA DEL FUEGO
• ¿Qué sucede después del Homo antecessor?
—Es un período del que hay pocos fósiles. En Europa, el Homo antecessor evoluciona hacia el Homo heidelbergensis, que es el ancestro inmediato de los neandertales y que hace unos 400.000 años consigue uno de los progresos más fenomenales de la historia de la evolución humana. Asia está mayoritariamente poblada por el Homo erectus y se observa un progreso similar en la misma época. De África no tenemos fósiles, pero sabemos que en esa época se está abonando el terreno para la aparición del Homo Sapiens.
• ¿Cuál es el progreso fenomenal que hacen los heidelbergensis?
—Hace entre 350.000 y 450.000 años, no hay una fecha clara, la humanidad cruza la frontera de la complejidad. En esa época aparecen simultáneamente las principales características que nos definen como humanos. No me refiero a humanos en un sentido biológico, o sea de pertenencia al género humano, sino a humanos en un sentido cultural. A partir de ese momento hay pruebas de dominio del fuego, de creación de arte, de acumulación de cadáveres, de aparición del lenguaje, de ornamentos para vestir, de producción de lanzas para cazar grandes mamíferos... Son estas características las que nosotros reconocemos como humanas, las que nos identifican como humanos, más que la estructura de la pelvis o del cráneo que definen la humanidad en un sentido biológico.
• Hace 400.000 años no había Homo Sapiens. Eso quiere decir que no es nuestra especie la que ha hecho todas estas adquisiciones.
—Exacto, éste es el gran tema. No fuimos los Sapiens los que cruzamos la frontera de la complejidad. Fueron gente que, pese a pertenecer a especies distintas a la nuestra, eran tan humanos como nosotros. Es una idea que puede resultar incómoda para algunas religiones pero que, con los datos empíricos que hay actualmente, es cada vez más irrefutable.
• ¿Y cuáles son estas especies que inventan la humanidad?
—Eso no está claro. En Europa, tenemos suficientes fósiles para saber que se trata del Homo heidelbergensis, el padre de los neandertales. En Asia es más dudoso. Hay indicios de fuego en Zhoukoudian, un yacimiento de China, donde vivió el Homo erectus y adonde el Homo heidelbergensis no llegó nunca.
• ¿Y en África?
—No tenemos ni idea porque aún no se han encontrado los fósiles, pero sabemos que tampoco puede ser el Homo heidelbergensis porque es una especie europea. Todo esto invita a pensar que distintas especies llegaron por caminos paralelos a la frontera de la complejidad e inventaron por separado el lenguaje, el fuego, el culto a los muertos...
• Pero ¿no son inventos demasiado complejos para inventarlos más de una vez? Al fin y al cabo, el Quijote sólo se ha escrito una vez.
—No es infrecuente que, a lo largo de la evolución, distintas especies lleguen al mismo punto por caminos distintos.
Los delfines, por ejemplo, tienen muchas características en común con los peces, no porque sean peces, que no lo son, sino porque son características útiles para vivir en el mar. Incluso una adquisición tan compleja como el cálculo diferencial se ha inventado dos veces de forma independiente en la historia de la humanidad. Newton y Leibnitz lo inventaron por separado con pocos meses de diferencia. Por lo tanto, es posible que distintas especies humanas empezaran a dominar el fuego, a enterrar a los muertos y a producir arte por separado, simplemente porque les era útil a todas ellas.
• ¿Por qué estas adquisiciones se hacen precisamente hace 400.000 años y no antes o después?
—Porque todas las adquisiciones requieren que antes se hayan hecho una serie de adquisiciones previas. Del mismo modo se podría preguntar: ¿Por qué los australopitecos no aparecieron hasta hace cuatro millones de años? Pues porque antes tuvieron que evolucionar otros primates. ¿Y por qué los pájaros no aparecieron hasta hace 150 millones de años? Pues porque antes tuvieron que evolucionar los dinosaurios. La evolución funciona así, siguiendo una lógica acumulativa.
• Y en el caso del lenguaje, el fuego y los entierros, ¿cuáles fueron las adquisiciones previas?
—Honestamente, no lo sabe nadie. Algunas sí que se conocen. Sin el bipedismo, por ejemplo, o sin el cerebro de un litro, todos estos otros progresos no se habrían podido llevar a cabo. Pero el bipedismo y el cerebro grande son adquisiciones mucho más antiguas. Así que tiene que haber algún otro elemento, que todavía no sabemos cuál es, que disparó los cambios de hace 400.000 años.
• Hasta ahora hemos hablado del fuego, el lenguaje, el arte, el vestido, las armas y los entierros como si formasen parte del mismo progreso. Pero vayamos por partes. ¿Cuáles son las pruebas más antiguas de uso del fuego?
—Las pruebas más antiguas se remontan a hace 400.000 años. Después, entre 400.000 y 200.000 años, el uso del fuego se sistematiza en muchos lugares distintos. Se trataba ya de un uso doméstico del fuego, es decir, de un fuego que los humanos sabían encender y controlar y que aprendían a hacer desde niños. Antes de esta fecha es posible que hubiera un aprovechamiento esporádico de llamas obtenidas en incendios naturales. Es decir, antes de la fase de producción hubo probablemente una fase de carroñeo del fuego.
• ¿Qué importancia tuvo el fuego en los grupos humanos que aprendieron a dominarlo?
—Tuvo un impacto brutal. El fuego cambió para siempre las sociedades humanas. Cambió la alimentación, cambió el modo de protegerse del frío, cambió el modo de comunicarse entre los miembros del grupo, cambió la demografía... Lo cambió todo. Fue un progreso fundamental porque permitió otros progresos que a su vez abrieron la vía a otros progresos. Fue el punto de origen de una reacción en cadena que ha llevado hasta nosotros.
• ¿Hasta qué punto cambió la alimentación?
—El fuego permitió cocer los alimentos, esto es obvio. Por lo tanto, permitió incorporar nuevos alimentos a la dieta, porque hay vegetales, como el trigo, que crudos son indigestos pero cocidos son nutritivos. Más alimentos significa más población, porque el principal factor que limita el tamaño de las poblaciones en el mundo natural es precisamente la disponibilidad de alimento. Pero eso no es todo: el fuego también permitió ahumar los alimentos y, por lo tanto, conservarlos. Eso dio una autonomía enorme a aquellos grupos, que ya no dependían de la caza o de la cosecha diaria para alimentarse. Gracias al fuego, pudieron sobrevivir en situaciones más precarias. Y cambiaron para siempre su estilo de vida nómada y sus estrategias como cazadores. Porque, ¿qué es el nomadismo sino la persecución de alimento? No dejaron de ser nómadas, todavía no, pero, en cuanto aprendieron a ahumar la carne para llevarla con ellos, probablemente les empezó a resultar rentable aprender a cazar presas grandes en grupo.
• ¿Quemas?
—El fuego les permitió alargar el día. Los humanos no tenemos los ojos diseñados para ver de noche. En la época del Homo antecessor, hace un millón de años, las noches de invierno debían ser terriblemente largas y aburridas. Pero a partir del momento en que se dominó el fuego, se pudieron ampliar las horas de luz sin límite, lo que permitió seguir fabricando utensilios, raspando pieles o trabajando del modo que fuera después de la puesta del sol. Y sobre todo los miembros de los grupos pudieron dedicar más horas a hablar, lo que debió de reforzar los grupos, estimular la enseñanza y el aprendizaje y originar nuevas simbologías relacionadas, por ejemplo, con el fuego y con la noche.
• Supongo que tan importante como la luz fue el calor.
—Por supuesto. Los hogares son la primera calefacción de la humanidad y esta calefacción permitió colonizar áreas que hasta entonces eran vírgenes porque los inviernos eran demasiado duros, quizá no para los adultos con buena salud, pero sí para los bebés o para los adultos enfermos. En Escandinavia, por ejemplo, es muy posible que en el futuro se encuentren pruebas de ocupación humana a partir de los 400.000 años. Incluso en latitudes más templadas, el calor permite una mayor supervivencia tanto de los niños como de los adultos, porque enfermedades que hoy en día pueden parecer banales, como una gripe o un resfriado, en aquella época podían provocar una neumonía y estar cerca del fuego podía marcar la diferencia entre vivir o morir.
• Más alimentos para dar de comer a los niños, más calor para protegerles... El fuego debió provocar una explosión demográfica.
—Sin duda el fuego hizo aumentar la población humana. Además, servía para ahuyentar a los depredadores. Era un seguro de vida, sobre todo de noche, porque allí donde hay fuego los animales no se acercan.
• ¿Para qué más sirvió el fuego?
—Muy importante: para fabricar herramientas. Para calentar el sílex y hacerlo más cortante, por ejemplo. Para calentar la madera y producir objetos con puntas duras. El fuego representó un progreso esencial. Es como las palmeras de los fuegos artificiales. Primero sale un cohete, que es el fuego, y cuando explota salen cuatro ramas, que son las adquisiciones que se han hecho gracias al fuego y que, a su vez, explotan y originan nuevas ramas. Sin el fuego ninguna de estas ramificaciones existiría. No existiría este libro, por ejemplo. No existiríamos nosotros. Quizá otros humanos en nuestro lugar, pero no nosotros.
• Probablemente los primeros humanos le tenían tanto miedo al fuego como cualquier otro animal. ¿Quién debió aprenderá dominarlo: un incauto, un chulo, un masoquista...?
—Yo creo que fue alguien con ganas de experimentar. Los humanos somos grandes experimentadores. Muchos animales experimentan cuando son crías. Experimentan su fuerza, sus límites, a través del juego. Pero los humanos seguimos siendo experimentadores vocacionales durante toda la vida. Hemos prolongado la edad del juego, de modo que seguimos siendo niños al llegar a adultos. Precisamente por esto hemos tenido tanto éxito como especie.
• ¿Cómo hacían fuego los humanos de hace 400.000 años?
—Tenían dos opciones. Una era coger dos ramas de maderas distintas, por ejemplo de chopo y haya, restregarlas una contra otra, y crear calor por la fricción hasta sacar chispas. Lo esencial era que las maderas fueran distintas porque, con dos maderas iguales, es mucho más difícil conseguir que se enciendan. Con las chispas se encendían lo que los arqueólogos llamamos coprolitos, o sea, excrementos secos de animales herbívoros, que eran altamente inflamables, y estos coprolitos hacían la función del papel de periódico en las chimeneas actuales: ayudaban a encender la madera.
• ¿Y la otra opción?
—La otra opción consistía en utilizar piedras en lugar de madera. Piedras de cuarzo, por ejemplo. Golpeándolas entre ellas sacaban chispas, prendían fuego a los coprolitos, o quizá a hierbas muy secas, y encendían la hoguera.
• ¿Qué pensaba del fuego aquella gente? ¿Lo adoraban? ¿Lo temían?
—El fuego tuvo una gran importancia simbólica desde el primer momento. Las llamas están en constante movimiento, es fácil imaginarse que están vivas. Y además el fuego quema, por lo tanto es temible. De modo que es muy probable que se le atribuyeran propiedades mágicas, que se le venerara de algún modo. Estoy convencido de que los humanos de hace 400.000 años, que no pertenecían a nuestra especie, no se limitaban sólo a sobrevivir sino que tenían ya un mundo simbólico sofisticado y una religión incipiente.
• De los símbolos al arte sólo hay un paso.
—Quizá por esta razón la obra de arte más antigua que se conoce es de la misma época que las pruebas más antiguas de producción de fuego. Son huesos de elefantes prehistóricos con líneas grabadas que parecen el marcador de velocidad de un coche, porque tienen el mismo dibujo geométrico, y que han sido interpretadas como un reloj. Se encontraron en Alemania y tenían 400.000 años de antigüedad, lo que significa que son obra de los Homo heidelbergensis, los ancestros de los neandertales, ya que son los únicos humanos que se conocen de Alemania de aquella época. Después viene la Venus de Berekhatram, que es una escultura femenina de entre tres y cuatro centímetros de altura que se encontró en los Altos del Golán, en Oriente Próximo, y que tiene 250.000 años de antigüedad. Está hecha con material volcánico. Lo que no sabemos es quiénes fueron los artistas que la esculpieron. Pudieron ser los Homo heidelbergensis, o quizá Homo Sapiens arcaicos.
• ¿Cuál era la función de estas formas de arte?
—Es imposible saberlo pero debían tener una función estética y una función mística, como todas las obras de arte. Y estas funciones tienen a su vez una función de cohesión social, ya que las obras de arte transmiten la simbología de un colectivo y al mismo tiempo son una experiencia compartida por los diferentes miembros del grupo.
• Todo esto difícilmente sería posible sin lenguaje.
—Es que seguro que aquella gente ya hablaba. No creo que lo hicieran como nosotros, porque tenían un cerebro distinto, pero todo parece indicar que no fue nuestra especie la que inventó el lenguaje.
• ¿Alguna prueba?
—Indicios, más que pruebas. Por ejemplo, en la base de la lengua hay un pequeño hueso donde se insertan algunos de los músculos que mueven la lengua: el hioides. Este hueso es distinto en los humanos que en cualquier otro primate. Pues bien, se han encontrado dos hioides de hace 300.000 años que son más parecidos al nuestro que al de los demás primates. Por lo tanto, es probable que los humanos de aquella época pudieran articular una gran variedad de consonantes distintas, como nosotros.
• ¿Aquellos lenguajes tenían una gramática y un vocabulario tan complejos como los actuales?
—Probablemente eran lenguajes más rudimentarios, con una estructura fonética más sencilla, y seguramente eran lenguajes capaces de expresar menos conceptos. Pero debían tener todas las palabras necesarias para la vida de la época: una palabra para fuego, una para cielo, una para sol...
• ¿Una para los muertos?
—Una para los muertos, sin duda. Precisamente el hecho de que ya tuvieran entierros es una de las pruebas que indica que ya tenían lenguaje.
• ¿Cuáles son los entierros más antiguos que se conocen?
—Los de la Sima de los Huesos, en la sierra de Atapuerca, que tienen una antigüedad de 300.000 años. La Sima es una cavidad con forma de calcetín, es decir, un pozo vertical que termina en una cavidad horizontal, donde hay acumulados como mínimo treinta y dos cadáveres de Homo heidelbergensis. Quien más los ha estudiado es el equipo de Juan Luis Arsuaga, que dirige las excavaciones de la Sima de los Huesos. Sus estudios han demostrado que los Homo heidelbergensis echaron allí los cadáveres enteros, y no huesos aislados de personas que se hubieran comido, porque hay esqueletos muy completos y porque no hay marcas que indiquen que los huesos hayan sido descarnados.
• ¿Por qué los echaban allí?
—Puede haber varias justificaciones para acumular cadáveres en una fosa. Una es que no es demasiado agradable estar en un campamento y tener a tu padre o a tu hijo muerto al lado. Otra es que un cadáver puede ser un foco de infecciones y sanitariamente no es aconsejable quedárselo en el campamento. Otra es que puede atraer a depredadores... En resumen, es conveniente deshacerse de ellos. Pero aquella gente no se limitaba a alejar a los muertos del campamento sino que además los dejaba en la Sima de los Huesos, que es un sitio al que los depredadores no podían acceder y del que nadie en aquella época podía volver a salir. La Sima de los Huesos era un viaje sin retorno.
• Tampoco se podía volver a salir de las tumbas de los faraones, ni del paraíso cristiano, ni del infierno. ¿Quizá los heidelbergensis creían en un más allá?
—Seguro que creían en él. La Sima de los Huesos demuestra que ya tenían un mundo simbólico complejo. Debían dejar a sus muertos allí para preservarles de los depredadores y, por lo tanto, porque pensaban que seguirían viviendo de algún modo. Todo esto demuestra que ya sentían angustia ante la muerte, que se preguntaban por la muerte y por lo tanto que se preguntaban por la vida. Y estas preguntas, estas inquietudes comunes, cohesionaban los grupos del mismo modo que las religiones actuales son un instrumento de cohesión social.
• ¿Hay más yacimientos con acumulaciones de cadáveres como la Sima de los Huesos?
—No, es un yacimiento único en el mundo. El segundo yacimiento más antiguo con pruebas de entierros es el de Kebara, en Israel, que tiene 90.000 años de antigüedad. Pero el de Kebara ya es un entierro clásico, un hoyo con un cadáver como los entierros cristianos, con la diferencia de que tiene 90.000 años y que quien había enterrado allí no era un humano moderno sino un neandertal.
• Antes ha citado la producción de lanzas para cazar mamíferos como una de las adquisiciones cruciales de hace 400.000 años. ¿Es que no hacían armas los humanos anteriores?
—Sí que hacían armas, pero no las hacían igual. En Schöningen, en Alemania, se han encontrado ocho lanzas de entre 1'80 y 2'30 metros hechas con madera de pino hace más de 400.000 años. Estas lanzas son obra de artesanos muy hábiles, porque son perfectas desde un punto de vista aerodinámico. Tienen la punta un poco más pesada que la cola, de modo que el centro de gravedad no está exactamente en el medio sino ligeramente desplazado hacia delante. De este modo se consigue que la lanza se desequilibre lo mínimo posible durante el vuelo, pero que al mismo tiempo sea fácil de lanzar. Para aprender a hacer lanzas tan perfectas, antes se han tenido que hacer muchas lanzas imperfectas. Por lo tanto, los humanos empezaron a hacer lanzas mucho antes de aprender a hacer las de Schöningen.
• Si tenían lanzas, significa que cazaban. ¿Utilizaban ya las pieles para vestirse?
—En Atapuerca tenemos pruebas de utilización de vestidos hace 300.000 años. Se han encontrado herramientas de piedra que, según se ha comprobado analizándolas con técnicas de microscopía electrónica, fueron usadas para trabajar la piel. La raspaban, la ablandaban, la limpiaban y hacían abrigos de piel de ciervo, de caballo, de buey... de cualquier animal grande que pudieran cazar. No es un descubrimiento sorprendente. En la latitud de Atapuerca, los inviernos eran fríos y es lógico que hicieran abrigos con las pieles de los animales que cazaban.
• Así pues, ¿el vestido se desarrolló inicialmente para taparse del frío y no como elemento ornamentad
—Así lo creo, aunque inmediatamente debió adquirir un valor estético añadido. Seguro que los jefes de los grupos se apoderaron de los abrigos más cálidos, o de los más vistosos, o de los más difíciles de obtener, y pronto el abrigo vistoso identificó al poderoso y los demás desearon tener uno igual. Y así el vestido pronto debió adquirir una función de diferenciación de clases sociales, de clanes y de sexos, una función que conserva hoy en día.
• ¿Es probable que apareciera ya una división del trabajo en el sentido de que los más hábiles haciendo abrigos se hicieran sastres y los más hábiles oteando el horizonte se hicieran vigías?
—Es muy probable que hubiera una división del trabajo anterior entre hombres y mujeres, ya que la caza de animales grandes debía recaer prioritariamente en los hombres mientras que la educación y la vigilancia de los niños debían recaer prioritariamente en las mujeres. Después, a medida que se empezaron a realizar actividades más complejas, como la producción de herramientas y de abrigos, también es probable que los distintos miembros del grupo se especializaran. De hecho, en esta época se observan ya herramientas bien hechas y herramientas mal hechas, que responden a que el artesano lo hizo mejor o peor. Pero al mismo tiempo, debía haber ciertas actividades vitales y sencillas que todo el mundo podía hacer, como encender una hoguera o recoger frutas, del mismo modo que hoy no todo el mundo es ingeniero pero todo el mundo sabe ir a comprar al mercado.
• ¿Qué tamaño debían tener esos grupos?
—Para mantener cierta estabilidad, tenían que ser de entre ocho y veinte personas más o menos. En un grupo de más de veinticinco o más de treinta personas, surgirían demasiadas tensiones, se formarían clanes y el grupo se dividiría. También es probable que en grupos de unas veinte personas algunas fueran expulsadas. Pero el argumento para expulsarlos no debía ser el número, evidentemente.
• ¿Cuál debía ser el argumento?
—Cuanto más grande es un grupo, más fácil es que aparezcan tensiones y conductas contrarias a los intereses del grupo. Robos, peleas, envidias... Son conductas de este tipo las que justifican la marginación.
• Lo cual significa que aquella gente ya había inventado el derecho o, por lo menos, un embrión del derecho.
—Seguro. El derecho tampoco lo hemos inventado los Homo Sapiens.
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