4.
LA INFANCIA DE LA TECNOLOGÍA
¿
J Estamos en África hace dos millones y medio de años. Acaba de aparecer un primate inusual, el primer representante del género humano. ¿Qué significa ser humano? ¿Qué tiene de humano aquel primate que no tuvieran los de hace tres millones de años?
E
• Pero ¿la selección técnica no es una forma de selección natural? Al fin y al cabo, los humanos somos animales y todo lo que hacemos, aunque sea resolver ecuaciones, lo hacemos porque nuestra biología nos lo permite.
—Pero no es lo mismo. Somos un organismo biológico, de acuerdo. Pero nos diferenciamos de las otras formas de vida en que tenemos una inteligencia operativa muy desarrollada, no sólo una inteligencia natural como la que permite a un gorila comprender su entorno, sino una inteligencia que nos permite fabricar objetos. Y nos diferenciamos también en que hemos entendido que tenemos un tiempo de vida y un espacio donde vivimos. Nosotros somos capaces de cuestionarnos acerca de nuestro origen y nuestro destino, cosa que no hace ningún otro animal. Somos conscientes del tiempo. Somos conscientes de que moriremos.
• Y aparte del hecho de ser conscientes de que moriremos, ¿cuáles son los rasgos distintivos de los humanos?
—Por un lado están los estrictamente biológicos, como el bipedismo, la estructura de las manos, con un pulgar que puede oponerse para pinzar, la visión en terrenos abiertos... Pero todas estas características son anteriores a la aparición del género humano. Son el sustrato biológico sobre el que se sustentan las adquisiciones culturales que ya son plenamente humanas: la producción de herramientas, el dominio del fuego, el lenguaje, el arte, la religión...
• Estas adquisiciones culturales, ¿ya las habían hecho los primeros humanos?
—La única de estas adquisiciones que habían hecho los primeros representantes del género Homo era probablemente la producción de herramientas. Las otras aparecen más tarde en la evolución. No hay una Creación en el sentido bíblico que hace que un día aparezcan de repente los humanos con todas las características humanas. Es un proceso lento y gradual que culminó hace unos 400.000 años.
• ¿Culminó en qué sentido?
—En el sentido de que en esa fecha se cruza una frontera decisiva. En muy poco tiempo, aparecen las primeras formas de arte, los primeros entierros, la producción del fuego y otras adquisiciones que definen lo que nosotros entendemos por ser humano. No sabemos cuál es la especie que hizo todos estos inventos, pero sabemos que no es la nuestra, ya que aún faltaban 200.000 años para que naciera el primer Homo Sapiens.
• Hace dos millones y medio de años, hemos dicho, aparece el género humano. ¿Qué motiva su aparición?
—La selección técnica. Desde el principio, los humanos se adaptan porque fabrican herramientas. Básicamente son herramientas de madera, de piedra, de piel y quizá también de hueso. Pero durante su primer millón de años en la Tierra no producen herramientas de manera sistemática. Los hacen y los abandonan. De esa época se han encontrado cantos de río tallados a golpes para que tuvieran un filo cortante. Son cuchillos rudimentarios que no debían ser demasiado difíciles de hacer, porque si no, no los habrían abandonado.
• ¿Y qué ocurre después?
—Hace un millón y medio de años, aparece una tecnología nueva: el achelense. La producción de herramientas se vuelve más sofisticada. Entonces a los humanos ya no les basta con coger una piedra y darle un golpe para obtener un cuchillo sino que empiezan a trabajarla con golpes mucho más precisos para obtener un cuchillo mejor. Empieza el trabajo en cadena y los utensilios pasan a ser bienes que se guardan y que, por lo tanto, posiblemente se poseen, se intercambian y, cuando el utensilio es lo bastante valioso, se dejan en herencia.
• ¿Quiénes fueron los fundadores del linaje humano hace dos millones y medio de años?
—El fósil humano más antiguo que se ha encontrado es un paladar de Homo habilis. Era una especie con un cerebro de entre seiscientos y ochocientos centímetros cúbicos, es decir, la mitad del nuestro, que medía poco más de un metro de altura, que tenía una complexión robusta y que tenía una postura perfectamente bípeda. Sabemos que fabricaba utensilios y que vivía en sociedades cazadoras-recolectoras donde ya había cierta división del trabajo. Pero desconocía el fuego, no enterraba a los muertos, no tenía arte y no se vestía. También sabemos, y es un dato importante, que nunca salió de África.
• Probablemente los restos humanos más antiguos que se han encontrado no sean los más antiguos que existieron. ¿Podría ser que el Homo habilis no fuera el fundador del linaje humano?
—Sí que podría ser. De hecho, hay una fuerte controversia entre los expertos en evolución sobre quién fue el Homo habilis. Su anatomía es tan distinta de la de las demás especies humanas y de la de los australopitecos que nadie sabe realmente dónde encasillarlo. Con los fósiles encontrados hasta ahora no queda claro si es la especie seminal que dio origen a todos los humanos posteriores o una rama secundaria de la evolución.
• ¿Hay algún otro candidato para ser esta especie seminal?
—Podrían ser los Homo rudolfensis. Se han encontrado sólo tres fósiles de esta especie: un cráneo razonablemente completo, que indica que tenían un cerebro de setecientos cincuenta centímetros cúbicos, y dos fragmentos de fémur, nada más. Pero estos restos bastan para saber que eran humanos y que aparecieron hace más de dos millones de años; por lo que podrían ser perfectamente los padres fundadores del género Homo. De todos modos, lo importante quizá no sea tanto quiénes fueron exactamente los primeros humanos sino el hecho de que hace dos millones y medio de años ya había una especie de homínidos que tallaban herramientas y de la cual derivan todos los humanos posteriores, incluidos usted y yo.
• ¿Tenían lenguaje estos primeros humanos?
—Así lo creen los expertos que han estudiado cráneos de Homo habilis. En el interior de los cráneos hay pequeños relieves y depresiones que se interpretan como un molde de las depresiones y los relieves del cerebro. El análisis de un cráneo permite deducir a grandes rasgos la forma del cerebro que había en su interior, del mismo modo que mirando un negativo se puede deducir cómo es una foto. En el cráneo de los Homo habilis se ha observado una cavidad que corresponde al área de Broca, una de las regiones del cerebro donde nosotros tenemos programado el lenguaje. Esto ha llevado a algunos expertos a afirmar que los Homo habilis ya tenían una forma primitiva de lenguaje oral.
• ¿Y cómo debía ser este lenguaje?
—Yo, personalmente, no creo que tuviesen un lenguaje articulado tan eficiente como el nuestro, porque entonces su cerebro tendría que haber sido mayor y habríamos encontrado pruebas de una cultura más avanzada. Sin embargo, es posible que tuvieran una forma de comunicación intermedia entre la de los primates que se comunican mediante sonidos, por ejemplo para avisarse entre ellos cuando hay algún peligro, y la nuestra. Sería posiblemente un lenguaje monosilábico, gramaticalmente desestructurado, pero suficiente para la vida de un Homo habilis.
• Con lenguaje o sin él, los Homo habilis consiguieron transmitir el conocimiento para fabricar utensilios de generación a generación. ¿Debía de haber ya intención pedagógica?
—Seguro. Ya no se trataba sólo de adquirir costumbres del grupo en el que se vive, como se observa en algunos primates, sino que había ya una intención clara de enseñar. Esta es una de las claves del éxito del género humano: la pedagogía. Uno de los cambios más importantes que se produjeron en las primeras sociedades humanas fue precisamente el de dedicar más tiempo al aprendizaje. Es esto lo que permitió transmitir cada vez más información de manera cada vez más eficiente y propició el crecimiento del cerebro, lo que a su vez permitió la transmisión de más información. La pedagogía es una pieza clave en este sistema que se retroalimenta.
• Antes ha destacado que los Homo habilis no salieron de África. ¿Por qué es importante?
—Porque demuestra que los utensilios de los que disponían eran todavía muy rudimentarios. Si hubieran inventado una tecnología más evolucionada, se habrían extendido. Primero habrían crecido demográficamente y eso habría obligado a algunos Homo habilis a salir de África para ir a probar suerte en otro lugar. Pero eran pocos y estaban en equilibrio con su entorno, de modo que no tenían ningún potencial para evolucionar. Porque cuando una especie está en equilibrio con el entorno, la evolución no funciona.
• Lo dice como si fuera negativo.
—Es que lo que funciona biológicamente, e históricamente también por cierto, es la entropía, la tendencia al caos. Eso no sólo afecta a la vida en la Tierra, es un principio universal. Todo en el Universo tiende a la complejidad y al caos. Y en biología, aunque a primera vista no lo parezca, sucede lo mismo. Es la entropía, y no el equilibrio, lo que hace que los organismos se muevan y que las especies se extiendan.
• Los Homo sapiens siempre nos hemos extendido. ¿Significa eso que nunca hemos estado en equilibrio con nuestro entorno?
—Basta con mirar un informativo un día cualquiera para darse cuenta de que no. La violencia forma parte de nuestra estrategia de crecimiento, y los desastres ecológicos también. Tenemos un sentido claustrofóbico del entorno, una necesidad constante de buscar nuevos lugares. Nuestro gran factor de corrección es la cultura, que pone orden en el desorden. O sea, si la entropía es la tendencia al caos, la cultura es la tendencia al orden. El éxito de la humanidad se basa precisamente en corregir la entropía a través de la cultura.
• Volvamos a los primeros humanos. Hemos visto con Salvador Moya que los australopitecus, sus ancestros, vivían aún en un entorno boscoso, pero que ellos escogieron la sabana. Supongo que, hasta que no aprendieron a sobrevivir en este medio nuevo donde abundaban los depredadores y escaseaban los escondites, la mortalidad debió de ser enorme.
—Es muy posible. No es lo mismo hacer un nido en un árbol para pasar la noche que pasarla en el suelo. Y a la hora de proteger a las crías, tampoco es lo mismo un árbol en buenas condiciones que una sabana abierta.
• ¿Cómo se las arreglaban los primeros humanos para no ser devorados por los leones por la noche?
—Los Homo habilis aún no disponían del fuego para ahuyentar a los depredadores, pero podían tener una división del trabajo con gente dedicada a tareas de vigilancia mientras el resto del grupo dormía. Y si aparecían los leones, es probable que los vigilantes despertaran a todo el grupo y todos empezaran a hacer ruido, a tirar piedras o a hacer lo que fuera para ahuyentarlos. Es más verosímil esto que la posibilidad de que durmieran en nidos.
• ¿Y no podría ser que durmieran en cabañas?
—No creo que los primeros humanos, con sus herramientas primitivas, fueran capaces de construir cabañas. Seguramente las cabañas, que en el fondo no son más que nidos hechos en el suelo, aparecieron más tarde, hace quizá un millón y medio de años, gracias a la tecnología achelense.
• ¿Cambiar el hábitat boscoso por la sabana hizo que cambiasen las relaciones sociales entre los primeros humanos?
—Probablemente fue este cambio de hábitat el que hizo que los homínidos empezaran a tener más interés en proteger las crías. Porque los homínidos tienen muy pocas crías y con muy poca frecuencia, por lo que no se pueden permitir el lujo de perderlas. Es lógico que, cuanto más grande sea el peligro que corren las crías, por ejemplo en el momento de emigrar a la sabana, más las tengan que proteger los padres.
• Cosa que debió potenciar los sentimientos de afecto hacia los hijos.
—Evidentemente. No es por casualidad que los humanos, como los primates superiores, establezcan vínculos tan fuertes con sus crías; es por una necesidad de supervivencia de la especie. Y estos vínculos entre padres e hijos tienen una gran importancia en la historia de los humanos, porque refuerzan los grupos, ya que una cría bien criada conserva una estrecha relación con sus padres. Y el hecho de reforzar los grupos permite que las comunidades puedan ser más numerosas y que aparezcan nuevas estructuras sociales jerárquicas.
• ¿Por qué jerárquicas?
—Porque los grupos grandes sólo pueden funcionar con jerarquías. No sólo los grupos humanos. También los de abejas, hormigas, lobos, gorilas... Los de cualquier animal social. Todos los grupos tienen una tendencia natural al desorden. Y cuando se llega a un número crítico, hace falta una estructura organizada para seguir funcionando. El desorden que generarían cien personas sin organización haría que el grupo se desintegrara. Y la jerarquía es la estructura organizada más sencilla para limitar este desorden.
• En el mismo momento en que aparecen los primeros humanos, aparecen las primeras herramientas y el cerebro crece. Entre herramientas y cerebro, ¿cuál es la causa y cuál la consecuencia?
—La producción de herramientas es la causa del crecimiento del cerebro. Es decir, en cuanto se empiezan a producir herramientas, los homínidos con un cerebro más potente son seleccionados, mientras que los que tienen el cerebro más limitado se extinguen sin descendencia. Pero este es un proceso que se retroalimenta, porque la tecnología implica la selección de un cerebro grande pero el cerebro grande implica a su vez un desarrollo de la tecnología.
• Vayamos a la causa de la causa. ¿Por qué la producción de herramientas aparece hace dos millones y medio de años y no antes?
—En aquel momento África sufre una crisis climática de grandes dimensiones: la selva retrocede, la sabana se extiende y la vida de los australopitecos se ve totalmente alterada. Parte de los australopitecos opta por refugiarse en los bosques y se adapta a una alimentación de vegetales duros. Son los australopitecos robustos, los parántropos. Otros australopitecos, más gráciles, que derivarán hacia los humanos, se aventuran en la sabana y prueban nuevos alimentos como carroñas y, más adelante, animales que cazan. Es en este proceso que se crean las herramientas. No se crean para comer vegetales, ya que para conseguir vegetales no hacen falta cuchillos, sino que se crean para conseguir carne.
• ¿Qué sucede después?
—Hace un millón y medio de años tiene lugar uno de los hechos más decisivos de la historia de la humanidad. Se inventa una nueva forma de tallar las herramientas que lo cambia todo: el achelense. La revolución que los instrumentos achelenses desencadenan en las sociedades de aquella época es comparable a la revolución del ordenador en las sociedades modernas. Son instrumentos muy versátiles que permiten desde cortar madera hasta descarnar un animal o raspar una piel. Tras este invento, ya nada volverá a ser igual para los humanos.
• ¿Quién inventa el achelense?
—Los Homo Ergaster. Son una especie que vive desde hace 1’8 millones de años hasta hace 1’4, que mide más de un metro setenta de altura y que ya tiene un cerebro de ochocientos cincuenta centímetros cúbicos, lo que equivale a dos tercios del nuestro. No está claro el lugar exacto que ocupan en el árbol genealógico de la humanidad, pero es muy probable que nosotros seamos descendientes directos suyos.
• ¿Cómo se explica que los Homo Ergaster midieran más de un metro setenta si los Homo habilis apenas pasaban de un metro? ¿Por qué aumenta el tamaño de los humanos a lo largo de la evolución?
—Seguramente porque el desarrollo de la tecnología permite conseguir más alimentos, lo que a su vez permite sostener un cuerpo más grande. El tamaño de los organismos viene determinado por la cantidad de alimento disponible. En Sicilia, por ejemplo, evolucionaron elefantes enanos porque, como no había recursos para alimentar grupos de elefantes grandes, los elefantes pequeños fueron los que más sobrevivieron y se reprodujeron. En general, los animales son tan grandes como los recursos les permiten, porque el tamaño es un seguro de vida contra los depredadores. Y los primeros humanos no escapaban a esta norma.
• Pero los humanos posteriores sí que escapamos a ella. Tenemos más alimentos pero no somos más altos que los Homo Ergaster.
—Porque a nosotros ya no nos hace falta crecer más para protegernos de los depredadores. Con nuestra altura y nuestras herramientas nos basta.
• Otra tendencia que se observa a lo largo de la evolución humana es que la diferencia de tamaño entre hombres y mujeres se reduce.
—Así es. En los australopitecus, los machos eran mucho más grandes que las hembras. En los primeros humanos también. Después el tamaño de los hombres se ha mantenido más o menos estable mientras que el de las mujeres no ha dejado de aumentar, de modo que las diferencias se han ido reduciendo. Pero no está claro por qué.
• ¿Podría ser porque, si las mujeres midieran por ejemplo un metro veinte, esto limitaría el tamaño del cerebro de los bebés y en consecuencia el tamaño del cerebro de los adultos? Quizá, para que crezca el cerebro a lo largo de la evolución, hace falta que la pelvis femenina sea cada vez más grande y por lo tanto conviene que las mujeres sean cada vez más altas.
—Es posible. Si los bebés nacieran con el cerebro tan grande como ahora pero las madres fueran más pequeñas, morirían muchas más madres y niños en los partos. De hecho, hasta hace pocos años en Europa occidental eran frecuentes las muertes durante el parto. Este es un tema que la especie humana aún no tiene totalmente resuelto. De modo que es lógico que las mujeres altas con pelvis grandes tuvieran más probabilidades de tener descendencia en el pasado y, por lo tanto, que hayan sido seleccionadas a lo largo de la evolución.
• Volvamos a África, a la época en que aparece el achelense. ¿En aquel momento quedaban todavía australopitecos y parántropos o ya sólo había humanos?
—Es muy curioso porque, hasta hace un millón y medio de años, convivieron en el este de África cinco o seis especies de homínidos, tanto humanos como australopitecos gráciles y parántropos. Después, en pocos miles de años, se extinguieron prácticamente todas y quedó sólo una especie humana. Estas extinciones coincidieron precisamente con la aparición del achelense. Probablemente todas estas especies competían por unos mismos recursos y, en el momento en que una empezó a explotar los recursos con más eficiencia, las demás se extinguieron. Sería uno de los primeros ejemplos de selección técnica.
• ¿Podría ser que estos humanos, que como hemos visto comían carne, cazaran australopitecos y parántropos?
—Estoy seguro de que lo hacían. Los humanos de hace un millón y medio de años eran cazadores-recolectores y veían su entorno como una fuente de alimentos. Para ellos, no había diferencia entre un herbívoro cuadrúpedo y un herbívoro bípedo como un paran tropo. Todo era carne. No pensaban: eres un primate como yo, tengo que respetarte. Incluso hoy en día hay sociedades donde el hecho de comer primates es común.
• ¿Y cómo debieron apañárselas los primeros humanos para cazar australopitecus y parántropos?
—Como todos los animales sociales, los homínidos cazaban en grupo. En un combate cuerpo a cuerpo hubiera sido muy difícil que un humano pudiera matar a un paran tropo, que era más pequeño pero más robusto. Un combate así habría supuesto jugarse la vida por una comida. Además, los australopitecos y los parántropos debían ser presas difíciles por su inteligencia. Es probable que los primeros humanos prefirieran cazar animales más pequeños y sólo se arriesgaran a atacar a otros homínidos en condiciones extremas de falta de alimento.
• Y estos ataques en grupo, ¿debían ser con armas?
—Seguramente los Homo Ergaster utilizaban palos. No tenemos pruebas directas porque la madera no se preserva como los huesos, pero se han encontrado herramientas de piedra que fueron utilizadas para trabajar la madera.
• ¿Es posible que estas cacerías derivaran hacia unas primeras guerras entre humanos y australopitecus?
—Sí que es posible, ¿por qué no? De hecho, se ha observado que los chimpancés, que son sociales y políticos como los humanos, hacen guerras por el territorio. Jane Goodall, que ha estudiado una comunidad de chimpancés en la selva de Tanzania desde los años sesenta, documentó una guerra entre dos grupos vecinos que duró cuatro años y terminó cuando uno de los grupos quedó totalmente extinguido en 1978. Por lo tanto, es muy posible que los primates de hace un millón y medio de años también hicieran guerras. Pero éste es un terreno muy especulativo. En algunos yacimientos se han encontrado parántropos y humanos asociados, lo que significa que coincidieron y que pudieron surgir tensiones entre ellos, pero no se ha encontrado ningún parántropo decapitado.
• Se lo pregunto porque, si las guerras empezaron hace un millón y medio de años o más, quizá estemos genéticamente programados para pelearnos. Quizá la guerra sea, paradójicamente, una de las estrategias que han desarrollado los humanos para sobrevivir.
—Así es. ¿Qué lógica tiene que nos matemos entre nosotros? ¿Qué lógica tiene una guerra mundial con cincuenta y cinco millones de muertos? A partir del momento en que se ha producido, debe de existir una explicación, pero ¿cuál?
• Usted dirá.
—La guerra podría ser una estrategia de supervivencia en situaciones críticas en que la propia vida estuviera en peligro, por ejemplo por falta de alimento, y fuera necesario coger las armas para salir adelante. Es posible que esto explique en parte muchos de los conflictos que ha habido a lo largo de la historia. Pero, incluso en las sociedades donde la gente tiene la vida asegurada, hay una tensión continua, así que tiene que haber una explicación más profunda.
• ¿Cuál?
—Históricamente se ha explicado en términos de lucha de clases, de guerras por el territorio, de conflictos por intereses económicos... Pero estas explicaciones tienen todas un punto en común: todas son luchas por los recursos. En el fondo, todos estos conflictos pueden interpretarse como luchas ecológicas, es decir, como versiones modernas de la competencia por los recursos naturales que había entre los Homo Ergaster los últimos australopitecos. Las guerras no son un invento moderno. Al contrario, los Homo Sapiens nos hemos desarrollado gracias a esta lucha constante por los recursos entre los propios humanos. Forma parte de nuestra estrategia de supervivencia.
• Es paradójico, porque la guerra más bien parece reducir las probabilidades de sobrevivir.
—Si los conflictos entre los humanos son tan universales, es que en el pasado fueron rentables para la supervivencia. Ciertamente hay casos en que las probabilidades de sobrevivir de los individuos se reducen. Pero hay que distinguir la supervivencia individual y la del grupo porque, cuando uno consigue más recursos, no sólo aumentan sus propias probabilidades de sobrevivir sino también las de su familia y por lo tanto las de sus genes.
• Desde esta perspectiva, ¿las naciones pueden interpretarse como versiones ampliadas de las familias?
—En su origen, las naciones son constructores de linajes que se dotan de normativas políticas y sociales. Hay mucha gente dispuesta a morir por estos constructores, que en el fondo son muy abstractos, porque ya no se trata de combatir por la familia, ya no es arriesgar la vida para que quienes tienen los mismos genes sobrevivan, sino combatir por una bandera, por un territorio o por un sentimiento de pertenencia a un grupo social.