5.

ÉXODO

Hoy en día nuestra especie ocupa toda la tierra pero los primeros humanos, los Homo rudolfensis y los Homo habilis, sólo conocieron África. ¿Cuándo sale de África la humanidad?

—No se sabe exactamente. La datación de los yacimientos donde se han encontrado restos humanos más antiguos fuera de África es controvertida. La edad máxima que se ha propuesto es de 1'8 millones de años, porque hay expertos que sostienen que restos humanos encontrados en Java y en el Cáucaso tienen esa edad. Pero las pruebas de datación son poco concluyentes y a mí, personalmente, esa edad no me parece verosímil.

Si 1'8 millones de años es la edad máxima, ¿cuál es la edad mínima para la cual hay pruebas claras de que la humanidad ha salido de África?

—Hay pruebas irrefutables que indican que hace aproximadamente un millón y medio de años los homínidos ya habían llegado a lo que ahora es Georgia y que hace un millón de años habían llegado al este de Asia y al oeste de Europa. Por ejemplo, en los yacimientos de la sierra de Atapuerca, cerca de Burgos, hemos encontrado herramientas de más de un millón de años de antigüedad.

Dice que 1'8 millones de años no le parece una edad verosímil para el primer éxodo de África, pero que hace 1'5 millones de años ya se había producido. ¿Tanta diferencia hay?

—Si se marcharon de África fue porque pasó algo que les hizo marcharse. Los humanos, si estamos bien en un lugar, normalmente nos quedamos. Y lo que les hizo marcharse, muy probablemente, fue la competencia con otros humanos. A partir del momento en que unos grupos adquirieron la tecnología del achelense y empezaron a explotar los recursos naturales de modo más eficiente, los grupos que no la adquirieron se vieron obligados a cambiar de residencia para ganarse la vida. Y debieron de hacerlo hace poco más de un millón y medio de años, que es la fecha en que apareció el achelense.

¿A qué especie pertenece esta primera generación de emigrantes?

—No está claro. Hay expertos que dicen que son Homo erectus y otros que dicen que son grupos de Homo Ergaster. La verdad es que son dos especies muy parecidas. Ambas miden más de un metro setenta de altura, ambas tienen un cerebro de casi un litro, ambas aparecen hace poco menos de dos millones de años. Más adelante, los Homo erectus se instalan en Asia y no desaparecen hasta hace unos 200.000 años, mientras que los Homo Ergaster se extinguen hace más de un millón de años. Pero en cualquier caso, la cuestión de quién fue el primero en salir de África no es la más importante. Lo importante es que hace cerca de un millón y medio de años ya había una especie humana que había desarrollado una tecnología lo bastante avanzada para obligar a sus coetáneos a emigrar más allá del Sinaí.

Este primer éxodo, ¿lo protagonizaron grandes grupos, o más bien familias aisladas o individuos solos?

—Debían ser grupos enteros de humanos que no habían desarrollado la tecnología achelense, grupos de no más de veinte personas que emigraban a Asia como en el siglo xix se emigraba a América, para probar fortuna. Los primeros se marcharon probablemente hace un millón y medio de años, pero el flujo migratorio debió durar centenares de miles de años.

¿Los que estaban en Atapuerca hace un millón de años eran descendientes de los primeros que habían emigrado medio millón de años antes?

—No, los de Atapuerca pertenecen a una especie diferente, el Homo Antecessor, que probablemente sea descendiente directo del Homo Ergaster y ancestro directo nuestro. Creemos que el Homo Antecessor apareció en África y emigró. El tronco principal de la evolución humana ha estado siempre en África. Todo lo que ha pasado en Europa y en Asia son ramificaciones secundarias. Lo que ocurre es que todos los homínidos que han aparecido en África después del Homo Ergaster han emigrado. Y después de emigrar, prosperan, porque llegan a tierras vírgenes donde no encuentran la competencia que tenían en África. Pasan de ser los parias de África a ser los reyes de Asia y Europa.

¿Cómo era físicamente un Homo Antecessor?

—Por ahora se han encontrado restos de seis individuos, unos ochenta fósiles en total, entre los que hay fragmentos de tibias, de clavículas, de cráneos y sobre todo dientes. Estos fósiles indican que eran individuos de constitución robusta, que debían medir cerca de un metro sesenta de altura al llegar a la edad adulta y que ya tenían un cerebro de un litro. Lo más importante es que, aparte de unas cejas especialmente prominentes y de la ausencia de mentón, porque el mentón es un invento de hace apenas 200.000 años, tenían la cara igual que la nuestra. Es decir, tenían una nariz como la nuestra y unos pómulos planos en vez de inclinados hacia atrás como los Homo Ergaster.

¿Qué tiene de importante?

—La forma de la cara se ha deducido a partir del maxilar de un niño de unos once años. Demuestra, por un lado, que la cara moderna no es tan moderna como se creía, ya que hace un millón de años ya existía. Por otro lado, demuestra que el Homo Antecessor ancestro directo nuestro, ya que tenemos en común un rasgo tan excepcional como la forma de la cara, que hasta el descubrimiento del Homo Antecessor se consideraba exclusivo de nuestra especie. Y además demuestra que los adultos de nuestra especie, usted y yo, hemos heredado la cara de los niños de los Homo Antecessor. Es decir, somos neoténicos.

¿Qué significa neoténicos?

—La neotenia es un proceso por el cual se conservan en la edad adulta características de la edad infantil. Por ejemplo, el hecho de que nosotros tengamos una cara que originariamente, hace un millón de años, era una cara de niño.

Si la evolución ha optado por la neotenia a la hora de moldear la cara es porque debe tener alguna ventaja. ¿Cuál es?

—No lo sabemos.

¿Podría ser que, al tener los niños el cerebro más grande respecto al cuerpo que los adultos, cuando la evolución ha tenido que inventar una especie de homínido con un cerebro mayor, haya aprovechado el modelo de los niños de la especie anterior? Al fin y al cabo, la neotenia parece el proceso más fácil de que dispone la evolución para aumentar el tamaño del cerebro.

—Es muy posible.

¿Qué sabemos acerca de la vida de los Homo Antecessor a partir de los fósiles encontrados hasta ahora?

—Los huesos de los seis individuos tienen marcas de cortes que indican que los descarnaron. Son las pruebas de canibalismo más antiguas que se conocen. Además de caníbales, eran carniceros muy sofisticados. Las vértebras cervicales tienen marcas dejadas por cuchillos de sílex en el momento de cortar el músculo del cuello para separar la cabeza del resto del cuerpo. Son cortes muy precisos, que indican que antes ya habían cortado muchas cabezas antes que estas y, por lo tanto, que tenían una estructura social lo bastante compleja como para transmitir este tipo de conocimiento.

¿Por qué se comían a sus congéneres?

—El canibalismo, aunque a nosotros nos pueda parecer escandaloso, se da en varias especies de primates. Se ha observado en chimpancés, por ejemplo, se ha observado en babuinos y se ha observado en nuestra propia especie. Y se puede producir por distintos motivos.

¿Cuáles?

—En primer lugar, se puede producir por una simple necesidad de alimentación; cuando los alimentos habituales escasean, es posible que se empiecen a probar alimentos que no se han probado antes; entre ellos, miembros de tu misma especie. En segundo lugar, el canibalismo puede ser una estrategia para eliminar competidores; cuando hay una fuerte lucha por los recursos, una forma de reducir la presión es eliminar a los que compiten por los mismos recursos que tú; esta estrategia no tiene por qué ser consciente, se da por ejemplo en leones que se comen a las crías engendradas por otros leones, pero es una forma de canibalismo que también se ha observado en grupos humanos. Finalmente, el canibalismo puede obedecer a un ritual; en algunas culturas es habitual comerse a los muertos para apropiarse de su fuerza y de sus virtudes.

¿Y en el caso de los homínidos de Atapuerca?

—El hecho de que haya seis individuos juntos hace pensar que no murieron por una causa natural sino más bien que los debieron matar. Esto parece descartar la explicación del canibalismo ritual, ya que estos rituales no suelen hacerse con individuos asesinados expresamente para devorarlos sino con individuos que han muerto por otras causas. Por otro lado, el hecho de que los descarnasen de una forma tan sistemática indica que era una práctica habitual y descarta la explicación del canibalismo estratégico, ya que el canibalismo estratégico debía restringirse a situaciones excepcionales de gran presión demográfica. Por lo tanto, la explicación más plausible que queda es que los debieron cazar y se los debieron comer simplemente por hambre.

Aparte del canibalismo, ¿qué más se sabe acerca de la vida de los Homo Antecessor?

—La excavación de los yacimientos de Atapuerca no está terminada y aún disponemos de poco material. Pero ya sabemos que utilizaban las cuevas como campamento y que eran cazadores generalistas, porque hemos encontrado restos de muchos animales distintos que habían sido comidos, desde elefantes hasta caballos, pasando por ciervos, bóvidos, mamíferos pequeños... También sabemos que, aparte de cazar, recolectaban vegetales y que vivían en Atapuerca en un clima cálido muy parecido al actual.

¿Eran nómadas sin fronteras?

—Eran nómadas, pero tenían territorios propios. Se movían según la estación del año en territorios que debían tener unos cien kilómetros de diámetro.

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¿Cómo descubrieron el Homo Antecessor?

—Todo empezó a principios de 1994, un día en que llegó a mi despacho un número de la revista científica Nature con un artículo sobre los primeros europeos. Entre científicos, no es raro que nos enteremos de las investigaciones importantes de nuestro campo antes de que se publiquen, pero nadie nos había dicho nada porque en ese momento la élite mundial de la paleontología nos ignoraba. Lo leí inmediatamente y decía que hace más de medio millón de años no había humanos en Europa porque no se habían encontrado restos humanos asociados a huesos de Mimonys savini, un roedor que se extinguió hace precisamente medio millón de años. En 1994, este era el paradigma dominante sobre la ocupación de Europa pero yo sospechaba que el paradigma era erróneo. Llamé a la gente de mi equipo al despacho, saqué la botella de grappa, cerré la puerta y les dije: chicos, vamos a cargarnos el paradigma.

¿Cómo pensaba cargárselo?

—Envié a unos miembros del equipo quince días antes del inicio oficial de la campaña de excavación con el encargo de preparar el terreno para bajar hasta el nivel TD6, que tiene más de medio millón de años de antigüedad. Estábamos trabajando en el yacimiento de la Gran Dolina, una antigua cueva de unos cien metros cuadrados de superficie que, con los años, se ha llenado de sedimentos. Los sedimentos se han acumulado unos sobre otros, de modo que a medida que excavamos es como si viajáramos hacia el pasado. Hicimos una especie de hueco de ascensor de unos dos metros y medio de diámetro para poder llegar rápidamente a los sedimentos de más de medio millón de años.

Y apareció Homo Antecessor...

—No. Primero encontramos restos humanos y de Mimonys savini mezclados. Tenían más de medio millón de años y, por lo tanto, eran los restos humanos más antiguos de Europa. Nos habíamos cargado el paradigma. Aquél fue el momento más importante de mi carrera, más importante incluso que el descubrimiento del Homo Antecessor. Después de encontrar aquellos restos, pasé unas semanas en que, cuando me metía en la cama por la noche, no lograba dormirme de lo excitado que estaba.

Y el Antecessor, ¿cuándo apareció?

—También en la campaña de 1994. Continuamos excavando en el nivel TD6 y un día aparecieron, en un rincón del hueco de ascensor, unos dientes superiores boca arriba. Las personas que estaban en TD6 llamaron a José María Bermúdez de Castro, el máximo experto en dentición de las excavaciones, para que comprobara si eran humanas y, cuando se dio cuenta de que lo eran, soltó un grito que se oyó por toda la sierra de Atapuerca. En aquel momento no sabíamos aún si, tras los dientes, escondidos en la roca, estaban el maxilar y el cráneo. Tardamos casi un mes en sacar la pieza, porque teníamos que ir con cuidado de no dañarla y porque estaba en un sitio donde el sedimento se había endurecido y había formado una especie de cemento. Al final sacamos una bola de tierra del tamaño de una pelota de balonmano y la mandamos al Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Una vez limpiada, se vio que era un maxilar con una dentición primitiva, pero con una nariz y unos pómulos modernos.

Así pues, se dieron cuenta inmediatamente de que pertenecía a una nueva especie.

—No, fue más lento. Primero lo comparamos con maxilares de todas las especies humanas conocidas para ver dónde lo podíamos clasificar, pero fue imposible clasificarlo en ningún sitio. Tratamos de clasificarlo como Homo Ergaster, pero no encajaba. Probamos con Homo heidelbergensis, que es el ancestro del neandertal, y tampoco funcionó. Tenía rasgos en común con ambas especies, pero no era ninguna de las dos. Probamos con el Homo erectus y fue aún peor. Al final, no nos quedó más remedio que definir una nueva especie.

¿Por qué le pusieron Antecessor?

—Fue más difícil que ponerle nombre a un niño. Pensamos quizá media docena de nombres, pero no había ninguno que gustase a todo el mundo. Propusimos Homo europeus, ya que fueron los primeros europeos, pero este nombre ya se había utilizado años atrás de modo informal para otros homínidos y podía inducir a confusión. Propusimos Homo atapuercensis, pero no queríamos ser tan localistas. Incluso propusimos Homo edulis, que significa hombre comestible, ya que fueron devorados por otros homínidos. Al final, José María Bermúdez de Castro empezó a mirar diccionarios y llegó con la propuesta de Homo antecessor, porque en latín antecessor significa pionero y también significa predecesor, y estos homínidos fueron pioneros en Europa y predecesores nuestros.

¿De qué forma ha cambiado el guión de la evolución humana el descubrimiento del Homo antecessor?

—De entrada, como hemos dicho, los rasgos faciales del Homo antecessor indican que es probablemente nuestro ancestro directo. Esto significa que el Homo antecessor vivió en África, ya que es en África donde evolucionó nuestra especie, y desde allí emigró a Europa y probablemente a Asia. Significa también que el Homo erectus, que hasta hace poco se consideraba el principal candidato a bisabuelo del Homo Sapiens, queda relegado a una calle sin salida de la evolución. Significa, por lo tanto, que la explicación lineal de la evolución humana que se proponía antes, una explicación que saltaba alegremente del Homo habilis al Homo erectus y de aquí al Homo sapiens, era demasiado simple. Los fósiles de Atapuerca nos han enseñado que la historia de la evolución humana es más compleja de lo que parecía.

¿Qué más nos han enseñado?

—Otra cosa muy interesante: el Homo antecessor resuelve el misterio del origen de los neandertales. A principios de los años noventa se habían acumulado varias pruebas a favor de que los Homo Sapiens aparecieron en África y desde allí se extendieron al resto de continentes. Pero esta explicación tenía puntos débiles. Uno de ellos era que, si todos los Homo Sapiens venían de África, ¿cómo es que los neandertales, que tanto se nos parecían, sólo vivieron en Europa y en Oriente Próximo? Ahora tenemos la respuesta. Los Homo antecessor que se quedaron en África evolucionaron hacia los Homo Sapiens, mientras que los que emigraron a Europa derivaron hacia los neandertales.

Un descubrimiento revolucionario, por lo tanto.

—Revolucionario y preocupante. Porque si un solo descubrimiento cambia de manera tan profunda la interpretación de la evolución humana, ¿hasta qué punto podemos confiar en que la explicación que tenemos ahora es la correcta? Quizá nuevos fósiles que aparezcan el año que viene, o dentro de diez años, o dentro de cincuenta, demuestren que lo que ahora aceptamos como cierto también es erróneo.

¿Todos los expertos aceptan el Homo antecessor como uno de los padres fundadores de la familia humana?

—No. Hay que tener en cuenta que anunciamos el descubrimiento del Homo antecessor en 1997. En ciencia, no es frecuente que haya consenso inmediato cuando aparece una idea nueva, lo cual es positivo porque la ciencia prospera por confrontación de opiniones y, si siempre hubiera consenso inmediato, dejaría de prosperar. Pero en el equipo de Atapuerca no tenemos ninguna duda de que, en cuanto aparezcan nuevos restos del Homo antecessor, todo el mundo aceptará que efectivamente es una nueva especie y que es una especie seminal en la historia de la humanidad.

¿Y si no aparecen más restos?

—Aparecerán. En Atapuerca, por ejemplo, estamos excavando todo el yacimiento de la Gran Dolina, con sus cien metros cuadrados de superficie. En la campaña de 1999, hemos trabajado en el nivel TD11, que tiene 350.000 años de antigüedad. Hacia el año 2010 llegaremos al nivel TD6, que es donde encontramos los ochenta fósiles del Homo antecessor en seis metros cuadrados. Cuando lleguemos, aparecerán centenares o miles de fósiles que convencerán a todos los escépticos. Y también es posible que antes de esta fecha se encuentren restos del Homo antecessor en África, ya que es allí donde se originó la especie o en otros yacimientos de Europa.