De la falta de
fe como injusticia
(Indro Montanelli)
Agradezco a los amigos de la revista Liberal la invitación para intervenir en este debate entre el cardenal Martini y Umberto Eco, aunque mi agradecimiento sea algo titubeante. No tanto por lo que se refiere al laico Eco, con quien comparto al menos un lenguaje, sino porque afrontar temas como éstos con un hombre de iglesia de la talla de Martini me provoca, en cierto modo, escalofríos. En cualquier caso, he aquí, con toda humildad, mis opiniones al respecto.
Nada que objetar a la argumentación del cardenal, que me parece la siguiente: quienes creen poder reducir la religión a un credo moral sin fundamento en un valor trascendente no pueden resolver su problema existencial, porque la Moral no posee en sí nada de Absoluto, siendo las reglas que ella dicta siempre relativas, en cuanto proclives a adaptarse a los cambios que se producen, en el tiempo y en el espacio, en las costumbres de los hombres.
¿Cómo negarlo? Yo mismo que, en mi humildísimo caso, y sin ninguna pretensión de conseguirlo, busco en el estoicismo un modelo de comportamiento, debo reconocer su relatividad y, en consecuencia, su insuficiencia; éstas fueron también patente de corso para su mismo maestro, Séneca, y le indujeron a comportarse en su vida de manera notablemente distinta de sus predicaciones, a las que se adecuó únicamente en la muerte. Naturalmente, sus contravenciones a su propio credo moral se debieron al hecho de que ese credo no tuvo el sostén de un valor trascendente que lo hiciera absoluto, imprescriptible e inevitable.
Quién puede negar que por un mero código de comportamiento, aunque hubiera sido el más elevado, nadie habría tenido la fuerza ni el coraje para subir a la cruz, y sin ese acto el cristianismo se habría reducido a una pura y simple «academia» de entre las muchas que pululaban en Palestina, destinadas solamente a acumular polvo en los sótanos de alguna sinagoga de Jerusalén. Yo también sé, Eminencia, que, ante ustedes los creyentes, armados de fe en algo que les trasciende, es decir, en Dios, nosotros, los que buscamos esta fe sin conseguir hallarla, no somos más que unos minusválidos. Minusválidos que no tendrán jamás la fuerza de convertirse en los demás hasta entregar su propia vida a cambio de la otra, y quizá ni siquiera de resistir a las lisonjas de un Nerón cualquiera. Pero ¿es suficiente? (y es ésta la objeción que me atrevo a plantear al cardenal, siempre, repito, con toda humildad), ¿basta con la conciencia de tal minusvalía para dar la fe? ¿O hace falta algo más?
Sé perfectamente que así desembocamos en un problema, como es el de la Gracia, sobre el que, como es obvio, no puedo medirme con el cardenal Martini. Pero espero que esté de acuerdo conmigo en que este problema no turba únicamente a los pobres desproveídos como yo, sino que sigue siendo causa de división, no sólo para el mundo cristiano, sino también, en el fondo, para el católico. Porque los primeros en afirmar que la fe es una iluminación concedida por un gracioso don del Señor a aquellos que, en su inextricable juicio, él destina a la salvación no fueron Lutero ni Calvino; fueron los dos mayores padres fundadores de la Iglesia, Pablo y Agustín, si es que he interpretado bien algunos de sus pasajes, leídos por mí sólo en una vulgata y sin ayuda de teología alguna, por desgracia.
Lo confieso, yo no he vivido, y no vivo la falta de fe con la desesperación de un Guerriero, de un Prezzolini, de un Giorgio Levi della Vida (limitándome a las tribulaciones de mis contemporáneos, de las que puedo prestar testimonio). Sin embargo, siempre la he sentido y la siento como una profunda injusticia que priva a mi vida, ahora que ha llegado al momento de rendir cuentas, de cualquier sentido. Si mi destino es cerrar los ojos sin haber sabido de dónde vengo, a dónde voy y qué he venido a hacer aquí, más me valía no haberlos abierto nunca. Espero que el cardenal Martini no tome esta confesión mía por una impertinencia. Al menos en mí propósito, no es más que la declaración de un fracaso.
Indro Montanelli, febrero de 1996.