Capítulo 58
T.J.

Anna estaba en la cocina, preparándome una tarta de chocolate. La besé y le di el ramo de rosas que le había comprado al volver del peluquero.

—Son preciosas. Gracias —dijo sonriendo.

Cogió un jarrón de debajo del fregadero y lo llenó de agua. Se había recogido el pelo en una coleta. La abracé por detrás y le besé la nuca.

—¿Necesitas ayuda?

—No, ya casi estoy.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, muy bien.

No era cierto. En cuanto entré supe que había estado llorando, tenía los ojos hinchados y enrojecidos. Pero no sabía cómo ayudarla si no me explicaba la causa de su disgusto, y una parte de mí se preguntó si no sería mejor seguir ignorándola, por si era algo relacionado conmigo.

Anna se volvió hacia mí con una sonrisa un poco forzada.

—¿Te apetece dar un paseo por el parque en cuanto haya terminado? —sugirió.

Un mechón de pelo se le había soltado y se lo pasé por detrás de la oreja.

—Claro. Cogeré una manta para sentarnos. Apuesto que hoy llegaremos a los veinte grados —la besé en la frente—. Me gusta estar contigo al aire libre.

—A mí también.

Una vez en el parque, extendimos la manta y nos sentamos. Anna se quitó los zapatos.

—Se acerca el cumpleaños de alguien —comenté—. ¿Qué te apetece hacer para celebrarlo?

—No lo sé. Tendré que pensármelo.

—Sé lo que voy a regalarte, pero aún no lo he encontrado. Y eso que llevo tiempo buscando.

—Me dejas intrigada.

—Es algo que un día me dijiste que querías, en la isla.

—¿Además de libros y música?

—Sí.

Ya le había comprado un iPod y había descargado todas sus canciones preferidas; le gustaba escuchar música mientras corría. Un par de veces a la semana iba a la biblioteca y volvía con nuevos libros. No conocía a nadie que leyera tan rápido como Anna.

—Aún te quedan un par de semanas. Lo encontrarás.

Sonrió y me besó, y parecía tan contenta que pensé que no pasaba nada.